Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano. -Nos habíamos quedado en esta afirmación tuya: «La actividad, ella, pone la verdad, porque verdad es lo que ella crea, […]
Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano.
-Nos habíamos quedado en esta afirmación tuya: «La actividad, ella, pone la verdad, porque verdad es lo que ella crea, verum ipsum factum: verdad es lo hecho».
-Efectivamente. Y para crear el proyecto no se necesita la ciencia, la episteme; ponerlo en la ciencia es inventar un «debe» que se opone al «es». La praxis es un proyecto que se genera en y desde el sujeto histórico, que se genera, durante su génesis, cuando esta se produce. En esta otra interpretación, también tiene uso la ciencia, para estudiar a posteriori lo que existe, lo que va existiendo. Y las antinomias teóricas, los postulados, las ideas regulativas etc., son propias de la teoría. Bueno, que como dice Marx y ya lo he citado, el comunismo no es una teoría, no es pensamiento teórico, sino el nombre de una razón práctica histórica en movimiento. Y estas son las diferencias que hay entre considerar la praxis como razón práctica o como consecuencia de la razón teórica, tal como postula el neopositivismo, el positivismo y Kant.
No sé si me he ido muy por delante de lo que me preguntabas, por eso, me permito escribir ahora lo que quizá hubiera sido lo previo.
– Un poco adelante sí, desde luego. Adelante con lo que «quizá hubiera sido previo». ¿No más de veinte líneas!
La filosofía de la práctica reflexiona sobre el hacer, sobre la totalidad del hacer o ethos mediante el que nuestra comunidad social crea nuestro mundo y genera la cultura material y el vivir. Y reflexiona sobre el mismo a partir de la experiencia que ese hacer genera en las individualidades que participan en su creación. Precisamente su papel es concitar a la gente a reflexionar sobre su vivir y a organizarse para hacerse con el control sobre las relaciones sociales que dirigen el hacer para poder discutir en comunidad sobre su vivir, y para poder elaborar creativamente en comunidad un vivir.
– Vale, de acuerdo.
La filosofía de la práctica pretende incitar a ese hacer -el control sobre la actividad, la democracia- y trata de acompañar el viaje de ese hacer, como reflexión segunda sobre la creatividad que va surgiendo. Una reflexión segunda que solo puede ser elaborada por quienes participan en el proceso y una reflexión segunda que tiene como fin el debate público. Que no constituye a nadie como estado mayor que dirija.
– Una crítica obvia la vanguardia política.
La praxeología parte de la conciencia clara de que somos un ser comunitario, social. Que el ser humano carece de una forma prescrita, innata, de vivir, y se la crea mediante la actividad común, por tanto cada forma de vivir es histórica.
– De acuerdo también.
Que la individualidad, la consciencia individual surge de la comunidad social humana, es, ella misma también, un logro de nuestra «socialidad», no hay una antropología innata natural ahistórica. Y que por ello, no hay mejor manera de producir un vivir en común, un hacer productivo común, que practicarlo tras haberlo deliberado en igualdad entre todos. La comunidad tiene como fin la vida buena, y la política tiene como fin ayudar a la comunidad a deliberar y organizar los medios y las relaciones sociales adecuadas para producir la vida buena. Para Aristóteles, el padre de la praxeología, la política -y escribe sobre ella su libro Política– tiene como fin la vida buena que depende del ethos, de las formas de vida, de las costumbres o ethos; y escribe sobre ello en las éticas. En ellas abarca también las facultades o saberes que se desarrollan mediante la actividad cívica que ayudan a cada individuo a participar adecuadamente en la reflexión, la deliberación y la acción política -virtudes dianoéticas- Pero el fin es el buen vivir, la vida buena.
– La vida buena nada menos. Un tema, como sabes, muy presente en la reflexión de movimientos sociales transformadores latinoamericanos. Sigo cmabiando de tercio e intetando finalizar ya. ¿Qué científicos fueron los más admirados y leídos por Marx?
Marx leyó un cúmulo enorme de libros, y como era pobre, los leía prestados o en la biblioteca, y están resumidos en sus cuadernos. El número de los libros resumidos y citados es astronómico, y está inventariado. Como es tan enorme, temo equivocarme al reproducirlo; yo diría que he leído que eran mucho más que cinco mil libros -¿el doble quizás?- los textos resumidos
– ¡Cinco mil o más! ¡Qué barbaridad!
Dentro de esas lecturas estaban las de las ciencias sociales, o Humanidades -término que a mi me gusta más: o belles lettres, si se quiere, saber sustantivo que no tiene por fuerza que ser ciencia-. Historiadores, incluidos los clásicos griegos y latinos, economistas -incluidos los históricos a partir de los que elabora la historia de la ideas sobre el plusvalor , antropólogos, etc. Si por ciencia entendemos la ciencia positiva, natural, Marx fue un gran admirador, incondicional, de Charles Darwin.
– ¿Y de dónde este interés por Darwin? Un darwinista célebre asistió a su entierro si no recuerdo mal y se he llegado a decir, erróneamente, -que pretendió dedicar a Darwin El Capital como sabes.
La persona verdaderamente autorizada para tratar sobre la relación de Marx con la ciencia, eres tú, Salvador.
– Exageras. Pobre de mí.
Tú has investigado durante años, con rigor -y apasionamiento- este asunto, y, en general, la relación de Marx con la ciencia de la naturaleza. Yo he aprendido de los textos que tú has escrito y publicado. Respecto de la pregunta que me haces sobre la relación entre Marx y Darwin, y el interés que el primero sentía hacia el segundo, quiero incluir aquí una dirección de internet que tengo archivada y guardada; es la de un ensayo tuyo, publicado en Rebelión, y te pido que no te niegues a ello. Creo que el lector merece conocer tu artículo.
– Eres muy generosos conmigo y no sé si hacemos un favor al lector pero adelante si quieres.
-http://www.rebelion.org/noticia.php?id=95700
Este texto tuyo, que maneja toda la bibliografía escrita sobre el tema, resume todo lo que yo sé sobre el asunto, y lo sé porque lo he leído ahí. Marx leyó en varias ocasiones El origen de las especies, de Darwin, y sintió admiración por el gran naturalista. Pensaba que el trabajo de Darwin atacaba la ideología victoriana, burguesa, y echaba bases que ayudaban a fundamentar la teoría social de Marx. Marx criticaba, no obstante que en la obra de Darwin, el mundo animal se pareciese tanto al mundo liberal burgués de su época. Como tú mismo explicas, la admiración de Marx por Darwin, es cierta. Precisamente gracias a tu ensayo yo salí del error de pensar que Marx había tratado de dedicarle El Capital a Darwin.
– Insisto un poco. ¿Se movía bien Marx en el ámbito de las ciencias naturales?
Sabíamos por Sacristán que los intereses de Marx por las ciencias positivas fueron menores en relación con la atención dedicada por él a las ciencia sociales, y siempre subordinados a los trabajos y estudios sociales que él realizaba. Existe un libro, de John Bellamy Foster, que aporta mucha información sobre los intereses científicos de Marx. El libro es La ecología de Marx. Materialismo y naturaleza, publicado por Ed. El Viejo Topo. Sabemos por él que Marx conoció y utilizó las ideas de Liebig; el autor disputa con Martínez Allier, quien había sostenido que Marx no prestó atención a Sergei Podolinsky, uno de los primeros pensadores que reflexionó sobre el trabajo humano y su eficiencia en términos de energía y de uso de energía, en términos ecológicos. Marx, además, siempre tuvo mucho interés por los tecnólogos. Los estudiosos de las innovaciones ingenieriles fueron muy tenidos en cuenta por Marx, que los trabajó y resumió sus ideas en cuadernos dedicados a la tecnología, sobre los que ha trabajado Enrique Dussel. Leyó a los antropólogos que creaban esa nueva disciplina en esos momentos, y tiene un cuaderno que Krader nos ha permitido conocer al editarlo…
Aparte de esto, tuvo siempre un interés por la naturaleza, como muestra el que Marx hiciera su tesis doctoral sobre el materialismo naturalista clásico, comparando a Demócrito y a Epicuro. Como ves, prefiero citar autores que han tratado sobre el tema, porque yo no he trabajado este asunto, no lo he tenido en mente cuando leía a Marx.
– ¿Y sus escritos matemáticos?
Me apunto a lo que nos explicaba Manuel Sacristán al respecto. Por ejemplo, en el libro dos de El Capital, y en otros textos suyos, Marx trabaja con quebrados, con números fraccionales, no con álgebra, menos aún con cálculo infinitesimal. Marx tenía un conocimiento matemático pobre.
– ¿Engels coincide con Marx en todos estos ámbitos?
No, son dos pensadores amigos, que se influyen mutuamente, si bien suele ser Marx el que tiene el mayor ascendiente sobre el otro amigo, que trabajaron juntos determinadas obras, pero hay algunas diferencias en su forma de pensar. El viejo Engels se dedica a trabajar sobre «dialéctica de la naturaleza», y se ve influido por el positivismo comteano. Acepta nociones evolucionistas sobre la sociedad. Fue también un gran revolucionario.
– Me imagino tu respuesta pero tengo la obligación de preguntarte, ¿cuál es tu opinión sobre el marxismo cientificista?
Creo que lo que nos enseñó Sacristán, y con ello nos salvó de caer en lecturas e interpretaciones absurdas, en «marxismos» disparatados, es por entero válido. El cientifismo marxista parte de una debilidad, de una «flojera» en lo que hace a epistemología, a teoría de la ciencia, que asusta. Eso permite declarar «ciencia» toda idea de Marx -y toda idea del secretario general- y a partir de ahí construir un marxismo que no tiene que ver con Marx. Cuando la ciencia, precisamente por serlo, solo pretende explicar lo que se da en el estricto ámbito de su conocimiento, sin salirse a otros, ni opinar sobre lo que no existe; y es un pensamiento que evoluciona con rapidez y refuta lo anteriormente tenido por proposición científica acertada.
La declaración del marxismo como ciencia, esto es, como pensamiento teorético, sirve para justificar la interpretación de la política como saber esotérico, conocido solo por iniciados, que solo puede estar en manos de minorías cualificadas. Tratar de justificar que la elección de medios y fines que impone una cúpula dirigente es acertada por ser «científica»; tratar, también este futuro o mundo posible, pero inexistente ahora, declarándolo como realidad pronosticada por la ciencia, es ignorar el estatuto epistemológico de la ciencia. Ignorar que la ciencia tan solo trata -trata y unas veces lo logra, y otras no- de explicar lo que existe, la realidad. Que por ello mismo, no es ciencia lo que imagina, lo que pronostica y prescribe el futuro, o lo que explica la historia de la humanidad como resultado de «leyes» internas a la misma, que operan desde siempre, cognoscibles por ello mismo, y que, si se descubrieran cómo son, nos permitirían describir el futuro y la evolución al mismo. No existen «leyes del cambio», sino, a lo sumo, solo, «leyes de la permanencia», de lo que se reproduce, mientras se reproducen sus condiciones de posibilidad. Ley de lo constante, la gravedad, por ejemplo, mientras se den las condiciones que posibilitan la misma. El cambio histórico, el «cambio», no está atenido a leyes, a «regularidades». Cambio y regularidad son términos antinómicos. La historicidad es cambio, creación ex novo. Y la historicidad es una característica constitutiva, intrínseca, del ser humano. La historia se puede explicar a toro pasado, de forma rigurosa, con métodos comprobables, pero no puede ser pronosticada.
– Vale, lo dejamos aquí si te parece. Este apartado, no me lo negarás, no creo que nadie pueda negarlo, ha dado mucho de sí. Pasamos al siguiente: «¿Qué consecuencias debemos extraer a partir de estas ideas?»
Cuando quieras.
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