La industria cultural es una institución que parte de la superestructura del Estado, ésta debe ser concebida como un aparato ideológico que propaga y difunde los valores de la clase dominante, estos valores son transmitidos a través de las instituciones y de los medios de comunicación masiva como la televisión, la prensa, radio o el […]
La industria cultural es una institución que parte de la superestructura del Estado, ésta debe ser concebida como un aparato ideológico que propaga y difunde los valores de la clase dominante, estos valores son transmitidos a través de las instituciones y de los medios de comunicación masiva como la televisión, la prensa, radio o el cine, entre otros. Cuando estos mensajes inmersos en las producciones llegan a los espectadores pueden cambiar su forma de ver el mundo, sus gustos en cuanto al consumo, y llegar a creer que las propias costumbres y cultura son incluso inadecuadas o inferiores en comparación con la que es propagada por las grandes cadenas de medios, una cultura que gira en torno al consumo y el libertinaje.
En este ensayo se procura hablar un poco sobre el proceso de distribución y exhibición de obras cinematográficas en Venezuela y cómo las empresas norteamericanas más importantes del mundo en materia de producción y distribución de películas (por ejemplo: Universal Pictures, Time Warner, Paramount Pictures, Sony Pictures, Disney y 20th Century Fox) controlan, monopólicamente, la proyección de films dentro de las salas de cine nacional, hecho que conlleva a la oferta limitada de un mismo tipo de cine que no incluye films de ninguna región fuera de Estados Unidos; por ende, puede asegurarse, que esta monopolización del cine como arte, disminuye las oportunidades de producir, distribuir y exhibir en el país, éste hecho derrumba cualquier posibilidad creadora en el cine dentro de la nación.
De la misma forma, al mostrarse un solo tipo de cine, que en este caso es el comercial (Drama, acción, ciencia ficción, suspenso y comedia estadounidense) y que consta de obras subordinadas a los consensos de la superestructura norteamericana para perpetuar su hegemonía capitalista, esto reduce a este tipo de arte la posibilidad de proponer, criticar o exaltar trabajos realizados dentro de la región o sobre su propia cultura, llegando incluso a generarse un endo-racismo al sentir que en materia cinematográfica se es inferior que la super potencia norteamericana, que no es comparable con Venezuela pues cuenta con las salas de exhibición de todo el mundo, mientras que el cine nacional está destinado a distribuirse solo dentro del país en la mayoría de los casos, sin la cobertura internacional que soporta al cine norteamericano. Paralelamente, es lamentable la penetración que tiene la cultura estadounidense reflejada por medio de sus aparatos ideológicos de Estado, específicamente, el cine, en la vida del venezolano común que frecuentemente consume los productos cinematográficos hollywoodenses, los cuales son los más exhibidos dentro de las salas de cines nacionales.
Viendo al Estado desde la perspectiva althusseriana, la industria cultural puede definirse claramente como un aparato ideológico de Estado, debido a que la misma es un fenómeno que implica transformaciones en los aspectos tecnológicos, políticos y sociales y alberga dos conceptos totalmente contradictorios: el de la cultura, símbolo de la sublimación del alma y el de la industria, con todas sus connotaciones comerciales de circulación y distribución en masa, de producción en serie y venta de productos culturales (Eco. U., citado por Romero, J., 1987).
Los diversos aportes de estos autores condujeron éste ensayo sobre la base de que la economía, la cultura y el poder constituyen partes de un todo en la sociedad, donde cada uno de ellos son piezas diferentes pero que no se pueden concebir de forma aislada o como lo mencionó Gramsci, debe entenderse como un «Bloque Histórico».
La existencia de instituciones dentro de la industria cultural, afianzan aún más el concepto que la califica como un Aparato Ideológico de Estado (AIE); en un ámbito donde un AIE es: «cierto número de realidades que se presentan al observador inmediato bajo la forma de instituciones distintas y especializadas» (Althusser, L.: 14 y 15). Dicha aseveración se concreta físicamente con la existencia, entre otras instituciones, del sistema de estudios cinematográficos dentro de la industria cultural. Éste abarca, a su vez, las decisiones narrativas y estéticas de los estudios, géneros y estrellas de la empresa fílmica. Existen varios modelos del sistema de estudios en el mundo, como por ejemplo, la industria cinematográfica de Mumbai (Bombay), también conocida como Bollywood, la industria de cine francés y el Studio System norteamericano conocido como Hollywood, entre otros.
Tomando en cuenta el Bloque Histórico de Gramsci, mencionado anteriormente, no pueden separarse la política, la economía y la cultura, más aún, si por medio de una de ellas, como lo es la cultura se puede incidir eficazmente en las otras dos. Entendiendo esto como una realidad, la superestructura por medio de sus instituciones maneja a la sociedad con elementos tan sutiles como el arte. La superestructura jurídico política estadounidense tiene en su poder un arma peligrosa: acceso monopólico a la industria cultural, un autentico aparato ideológico de Estado que ha penetrado dentro y sobre todo fuera del país perpetuando su hegemonía, a saber:
Capacidad de unificar a través de la ideología y de mantener unido a un bloque social que, sin embargo, no es homogéneo, sino marcado por profundas contradicciones de clase. Una clase es hegemónica, dirigente y dominante, mientras con su acción política, ideológica, cultural, logre mantener junto a sí un grupo de fuerzas heterogéneas e impide que la contradicción existente entre estas fuerzas estalle, produciendo una crisis en la ideología dominante y conduciendo a su rechazo, el que coincide con la crisis política de la fuerza que está en el poder (Gruppi, L., 1978: 95).
Sistema de estudios hollywoodense, representante ideal.
El cine es una de las formas creativas y expresivas más complejas y polifacéticas que haya inventado el hombre, en su proceso artístico existe la posibilidad de incluir todas las artes, además, conduce a la tecnología y hacia el arte y, por su intermedio, logra transmitir mensajes de cualquier índole y de forma masiva, lo que le permite ser utilizado como un arma ideológica. Lamentablemente, una de las características particulares del cine consiste en requerir de grandes inversiones para su realización, esto determina, de hecho, una dependencia terrible, que a veces termina colocando en manos del interés de lucro aquello que debería nacer del interés de comunicar, expresar, criticar o proponer.
Hoy, la manera en la que se ha monopolizado la producción del cine y los intereses inherentes a estas organizaciones monopólicas han reducido una de las artes más poderosas de la humanidad a una mera herramienta, resultado de un estilo de vida alienado y enajenado, como lo es el de la sociedad estadounidense, proclive a privilegiar el entretenimiento fatuo por encima de los contenidos críticos y de alto valor dramático. Sumado a esto, este tipo de entretenimiento es tomado como una demanda general a nivel mundial, cuando lo que se quiere es perpetuar el sistema capitalista estadounidense.
El sistema de estudios hollywoodense es el representante cinematográfico de la industria cultural estadounidense, En el se toman las decisiones finales sobre la realización de las películas, sus temáticas, personajes, alcances tanto en el aspecto técnico y narrativo como en el estético. Las empresas que controlan las decisiones del sistema de estudios hollywoodense son llamadas «Majors» que comprenden a: Universal Pictures, Time Warner, Paramount Pictures, Sony Pictures, Disney y 20th Century Fox; y sus propietarios son dueños a su vez de distintos medios de comunicación de masas como circuitos radiales, cadenas televisivas, editoriales, entre otros, generándose monopolios.
Éste sistema presenta la tendencia a incluir y excluir a placer obras cinematográficas de acuerdo a sus temáticas abordadas; y la hegemonía comunicacional se incrementa mientras personas de todas las regiones del mundo observan y consumen (contenidos cinematográficos cuya finalidad es moldear el imaginario colectivo, es decir, influenciar sobre la opinión pública internacional a través del entretenimiento, legitimando así los valores del capital como el individualismo, la competencia, el consumismo y proyectando en cada una de sus películas que Estados Unidos es la superpotencia) una verdad ajena, un modelo que no les corresponde donde el dinero los hace dependientes del consumo ya no solo para vivir, para existir, sino que existen para consumir, dando todo por bienes materiales, cambios estéticos, goce y placeres.
Cabe señalar que en el cine hollywoodense se promueven comportamientos sociales y paradigmas culturales, tales como el consumismo, la violencia, el etnocentrismo, el culto de la mujer-objeto, el goce como compulsión, el egoísmo y la competencia ciega; entre otros, todos conceptos enfilados hacia la construcción de una sociedad hecha a la medida del sistema, controlada por los mismos intereses que controlan el Studio System, una sociedad dócil, embobada, sin capacidad analítica y crítica, consumista e incapaz de entenderse como unidad indivisible.
Monopolio hollywoodense y su relación con Venezuela.
En el caso de Venezuela, existe una gran cantidad de películas extranjeras proyectadas en las salas de cine, la mayor parte de ellas son producidas por la industria hollywoodense, Bernardo Rotundo (2011), presidente del Circuito Gran Cine, red de exhibición de películas de arte explicó que hasta los años 70, a Venezuela llegaban películas alternativas a la industria estadounidense, «Pero eso cambió. Hoy en día, el cine norteamericano domina 95% de la cartelera nacional».
El Gobierno Revolucionario de la República Bolivariana de Venezuela diseñó un marco legal que permitiera no solo incentivar el cine nacional, sino también frenar un poco el monopolio hollywoodense, aunque tal iniciativa carece de ciertos parámetros necesarios para sustentar la producción de cine venezolano y está en procesos de discusión para su posible modificación; con respecto a esto, a continuación se explicarán algunos de los artículos de las leyes venezolanas que hacen mención a las resoluciones establecidas por el gobierno con respecto a las producciones cinematográficas realizadas en el extranjero e importadas al país.
El cine en Venezuela se rige por la Ley de la Cinematografía Nacional (LCN, 2005); en ella se establece, en su artículo 1, que una obra cinematográfica se entiende por «el mensaje visual o audiovisual e imágenes diacrónicas organizadas en discurso, que fijadas a cualquier soporte tienen la posibilidad de ser exhibidas por medios masivos».
El artículo 33 de la LCN, establece el porcentaje proporcional que pagará el exhibidor al distribuidor de películas extranjeras en materia de renta fílmica; es decir, un valor calculado en base a la entrada neta, dependiendo de si se trata de una obra especial y de las ciudades donde se proyecte; por último, según el artículo 34, el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC) será el que «establecerá la cifra de continuidad en las salas de exhibición», tanto en obras nacionales como extranjeras.
En relación a esto, el artículo 17, numeral 1, establece que es el CNAC el responsable de «la importación de obras cinematográficas de relevante calidad artística y cultural», las cuales, según el artículo 15, deben ser inscritas en el Registro Nacional de Cinematografía, así como, toda persona jurídica o natural que se dedique a la actividad de distribución, importación y difusión, entre otras.
Por otra parte, en los artículos 29 y 31 de la ley (LCN) se especifica que «cada distribuidor deberá realizar en el país una cuota mínima de copiado, no menor al veinte por ciento (20%) del número de copias de las obras cinematográficas extranjeras que comercialice» y que «las personas naturales o jurídicas que se dediquen a la distribución de obras cinematográficas en el territorio nacional, tienen la obligación de distribuir un mínimo de un veinte por ciento (20%) de obras cinematográficas venezolanas, del total de las obras a ser distribuidas en cada año fiscal», respectivamente.
En caso de no existir suficientes obras cinematográficas nacionales, la cuota será completada con obras independientes y culturales aprobadas por el CNAC. Sin embargo para cumplir con la ley los exhibidores de cine como la cadena de Cines Unidos colocan en sus carteleras de cine la mínima cuota de películas Venezolanas que les es distribuida (20 %) y la máxima de cine extranjero (80% e incluso más en algunos casos a menos que las películas Venezolanas tengan una buena receptividad del público entonces en algunos casos no solo las exhiben sino que las pasan por más tiempo). Este hecho deja muy en claro cuál es la cultura del entretenimiento que más se consume dentro de Venezuela y que son los valores y el ideario foráneo los que se están sembrando y fomentando progresiva y sistemáticamente en el país.
La decisión sobre lo que se proyecta en el 80% de la salas de Venezuela es tomada por los dos principales circuitos comerciales del país: Cinex y Cines Unidos, que operan respectivamente en el 34% y 46% de los espacios existentes. Del total de espectadores que se registran en un año, sólo 10% asisten a cine de arte (que comprende películas alternativas e independientes) y cine venezolano. Es decir, el 90% prefiere optar por los títulos producidos por los grandes estudios de Hollywood, según cifras de la Asociación de Industria Cinematográfica (Asoinci, 2011), Fundación Cinemateca Nacional, Gran Cine y Asociación Venezolana de Exhibidores de Películas (Avep, 2011).
Rotundo, presidente del Circuito Gran Cine, también expresa que existe la necesidad de emprender un esfuerzo para ampliar el espectro cinematográfico, romper la hegemonía del cine norteamericano y enaltecer la cartelera nacional con películas de otras latitudes; además, es necesaria la creación de un circuito de exhibición de cine de arte para que se incluya dentro de las salas de exhibición películas de distintas regiones y más obras realizadas dentro de Venezuela, con la intención de generar beneficios a los productores de cine nacional y así aumentar el número de películas venezolanas por año y acabar definitivamente con las producciones vacías estadounidenses que no son más que una muestra de su sociedad y estilo de vida capitalista .
Según Avep el número de espectadores registrado en los últimos cinco años va en aumento (9% interanual, entre 2005 y 2010), el mercado cinematográfico presenta posibilidades de crecer entre 30% y 40% en los próximos años. Después de México, Venezuela es el segundo país de América Latina con mayor promedio de asistencia anual al cine (0,91, casi una vez al año por habitante). La media nacional se encuentra por encima de Argentina (0,88); Colombia (0,43), Chile (0,7) y Uruguay (0,73).
«El comportamiento de la audiencia demuestra que el venezolano está cada vez más interesado en ir al cine», confirma Rotundo en artículo emitido por Avep (2011). Por cada 66.747 venezolanos existe una pantalla mientras que en México, uno de los países más cinéfilos de Latinoamérica, hay una por cada 23.114 personas, indican cifras del 2009, emitidas por distribuidoras norteamericanas. Aunque Venezuela no se encuentre entre los países con más salas de cine por habitante, el hábito tiende a crecer. Además, también se comprobó que ir a ver películas es una actividad predilecta de los jóvenes: 65% de los espectadores tiene menos de 34 años de edad.
Ver películas en la gran pantalla es, además, una actividad de amplia aceptación en las clases bajas venezolanas, a las que pertenece el 61% de las personas que asisten al cine, lo que quiere decir, que el cine en Venezuela es una actividad demandada, sobre todo porque las distracciones para las clases bajas y medias bajas se ven limitadas porque los monopolios restringen a su vez las posibilidades de conseguir distracciones a menores costos debido a que controlan sus precios a placer, y en materia de cine, son estas clases, las clases mayoritarias, las que se ven perjudicadas, mientras que los precios incrementan porque son controlados por dos cadenas exhibidoras en su gran mayoría (Cines Unidos y Cinex).
A pesar de los avances cinematográficos, la calidad de las películas nacionales y los intentos que se han realizado dentro del país para incentivar y desarrollar el cine nacional, garantizando un porcentaje a la participación dentro del mercado cultural, sigue existiendo la supremacía cinematográfica norteamericana dentro del territorio nacional y esto solo podrá cambiar en la medida en que el venezolano demande otro tipo de cine, un cine que fortalezca la identidad nacional, un cine crítico, educativo y un entretenimiento que no contenga consensos ideológicos norteamericanos.
Muchos venezolanos al asistir a proyecciones cinematográficas dentro de las salas de cine, y al ver películas que provienen del cine hollywoodense llegan a sentirse identificados con las problemáticas latinoamericanas que éstas plantean, sin darse cuenta que los consensos etnocentristas que poseen la obras cinematográficas discriminan otros pueblos y en el caso de Latinoamérica, cuando incluyen personajes latinos estos son narcotraficantes, incultos, ladrones, prostitutas o trabajadores y trabajadoras de oficios criminales o denigrantes, lo cual produce en un latino al ver estas películas, una sensación de inferioridad en comparación con el estilo de vida que vende el sistema norteamericano con su sueño americano, el goce, disfrute, la estética y la posibilidad de poseer grandes riquezas obviando contradicciones inherentes a este sistema como los monopolios que impiden que nuevas empresas puedan progresar, como por ejemplo, las distribuidoras y exhibidoras de los grandes estudios de cine norteamericano que impiden la distribución de las películas nacionales, encontrándose en Venezuela y no en Estados Unidos, por lo cual debería proyectarse más películas del propio país que de Norteamérica.
Este ensayo, busca incentivar a las entidades respectivas a que se introduzca dentro del panorama fílmico nacional, realizaciones de cortometrajes, largometrajes y otros trabajos audiovisuales que sean producidos, distribuidos y exhibidos en Venezuela; al incentivo de preparaciones para los profesionales del cine venezolano para que mejore a nivel estético, temático y técnico como ha ocurrido, paulatinamente, en los últimos años con obras como Venecia, Maroa, Tocar y Luchar, Hermano, Samuel, Reverón, entre muchas otras; estimular la asistencia a las proyecciones de cine nacional, así como también, a la regulación de los precios de las proyecciones para que sean menos costosas, para ello se sugiere convenios con compañías exhibidoras y la creación de más salas de exhibición; por último, realizar un programa estratégico de comunicación y difusión a través de campañas comunicacionales y publicidad de obras cinematográficas a nivel nacional.
Igualmente, procuro constituir un llamado a reflexionar en torno a la posibilidad de buscar vías que conduzcan hacia la liberación en la realización del cine; es una invitación, para que todas las personas que aman este arte busquen maneras innovadoras, creativas y factibles que permitan superar la situación problemática expuesta, en vías de que se perciba y realice cine con responsabilidad, para garantizar apoyo a las producciones que propicien el desarrollo de una sociedad crítica, diversa, multicultural, solidaria y culta. Otra era para el séptimo arte en Venezuela y en Latinoamérica, ya basta que nuestras salas se llenen de películas del imperio y no hagamos nada al respecto.
REFERENCIAS CONSULTADAS
Althusser, L. (1974). Ideología y aparatos ideológicos de Estado. Ediciones Nueva Visión.
Asociación Venezolana de Exhibidores de Películas (08 de abril de 2011). Mercado del cine crecerá hasta 40% dependiendo de nuevas salas. Publicado por Economía y Negocios El Mundo. Caracas, Venezuela.
Baran, S. e Hidalgo, J. (2005). Comunicación Masiva en Hispanoamérica. Cultura y literatura mediática. Editorial McGraw-Hill/Interamericana. México.
Chomsky, N. y Herman, E. (1988). Los guardianes de la libertad. Editorial Crítica. Barcelona. España.
Gramsci, A. (2007). Antología. Siglo veintiuno editores. Madrid. España.
Gruppi, L. (1978). El concepto de hegemonía en Gramsci. Ediciones de Cultura Popular. México.
Horkheimer, M. y Adorno, T. (1998). Dialéctica de la Ilustración. Editorial Trotta. Madrid. España.
Ley de Cinematografía Nacional Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela. Emitida el 26 de Octubre de 2005.
Representantes de Cinex, Cines Unidos y Avep (2011) «Exhibición y Distribución de Cine Venezolano» conferencia pronunciada en el «Festival de Cine Venezolano». Mérida, Venezuela.
Romero Blanco, J. (1987). Mitos e Industria Cultural (una aproximación psico-sociológica hacia los espectáculos públicos). Trabajo de Grado para optar por el título de Licenciado en Comunicación Social, Mención Audiovisual, en la Universidad Central de Venezuela, Caracas, Venezuela.
Vera, M. (2011). Cine Hollywoodense y Capitalismo Global. Trabajo de Grado para optar por el título de Licenciada en Comunicación Social, Mención Periodismo Audiovisual, en la Universidad Arturo Michelena. San Diego, Venezuela.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.