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En el nombre de la rosa

La industria florícola y sus espinas

Fuentes: La línea de fuego

La industria florícola es importante. Fuente de mucho empleo[i], según Expoflores[ii] la industria actualmente proporciona unos 105.000 empleos a nivel nacional[iii] – de los cuales el 51% son de mujeres. Y a pesar de la caída de las ventas desde el 2013, la producción y venta de flores es uno de las principales fuentes de […]

La industria florícola es importante. Fuente de mucho empleo[i], según Expoflores[ii] la industria actualmente proporciona unos 105.000 empleos a nivel nacional[iii] – de los cuales el 51% son de mujeres. Y a pesar de la caída de las ventas desde el 2013, la producción y venta de flores es uno de las principales fuentes de las divisas que el país necesita para sostener la dolarización[iv]. Pero a pesar de su importancia, la industria aun no logra despejar las serias dudas respecto a sus prácticas ambientales y sociales: el uso del suelo, la contaminación, los impactos en la salud de los y, sobre todo, las trabajadoras y la falta de respeto por los derechos laborales.

«Desde mi perspectiva las condiciones sí han mejorado» dice Rosita Espinosa, ingeniera agrónoma y docente de la Unidad de Posgrado de la Universidad Salesiana. «Yo trabajé varios años en la industria y pude confirmar que había un antes y un después. Por ejemplo, con la presión internacional y las certificaciones, las empresas empezaron a cambiar a partir del 2000: mejoraron las condiciones laborales, el uso de plaguicidas y ropa protectora. En la primera época yo fui despedida de una empresa por no haber permitido que los trabajadores regresaran al invernadero inmediatamente después de que fue fumigada. Hasta me consideraron ‘comunista’ por estudiar en Cuba.»

Uno de los factores que ayudó a cambiar actitudes, explica, fue la masiva migración que experimentó el país después de la crisis económica del 2000. «Había menos mano de obra y si bien antes un técnico alemán se atrevió a decirme ‘si un indio de estos se muere van a venir dos más buscando el trabajo’, después de la crisis, en la cual varias empresas cerraron las puertas, empezaron a tratar mejor a los trabajadores.»

Lo que dice Espinoza es legítimo, pero no implica que en la actualidad las condiciones laborales son ‘optimas’, o que no haya demanda para los puestos de trabajo que la industria provee, todo lo contrario. Las floricultoras representan una de las pocas opciones para mujeres de campo en áreas, sobre todo indígenas, donde el subempleo, el nivel de la pobreza y la desnutrición infantil son mayores que en áreas urbanas[v]. Hablamos de mujeres que nunca tuvieron – sea por restricciones sociales, económicas o educativas – la oportunidad de estudiar, y que ahora se sienten con menos posibilidades aún frente a las jóvenes que actualmente terminan el bachillerato y entran en mayores números a la universidad.

Ganarse un sueldo y mejorar el nivel de vida, es en muchos casos un asunto de la floricultura o nada, a pesar de los riesgos que el trabajo puede implicar para la salud y unas condiciones laborales que son muchas veces ‘sub optimas’

Los sindicatos y las condiciones laborales

Un estudio llevado a cabo por el sindicato Federación Nacional de Campesinos Libres del Ecuador (FENACLE)[vi] concluye que en conjunto el nivel de incumplimiento de aspectos laborales como el derecho a la sindicalización, la afiliación al IESS y el sueldo legal, llega a aproximadamente el 60% en los cantones de Cayambe y Pedro Moncayo en la provincia de Pichincha[vii], las zonas de mayor producción florícola del país. El dato es respaldado por Rafael Sánchez Jarrín, Coordinador Nacional de la la Confederación Ecuatoriana de Organizaciones Sindicales Libres (CEOSL), quien añade que: «los trabajadores son pagados el mínimo sueldo legal, es decir US$ 356, que para este trabajo es una miseria.»…. «El día de la madre, del padre del amor están obligados a trabajar todas las horas pero sin ser pagados las horas extra que la ley exige»

Y si bien los contratos de los trabajadores pueden especificar 40 horas de labor por semana durante cinco días, en la práctica las empresas imponen un trabajo por tarea y esas tareas muchas veces no se pueden cumplir dentro de los cinco días. La presencia de los trabajadores los sábados es generalizado, y sin recibir el pago del tiempo extra, y en muchos caso no reciben las utilidades correspondientes[viii]. Esto no implica que los contratos sean universales, no lo son, e incluso muchos trabajadores ignoran si tienen o no un contrato por escrito[ix].

Pertenecer a un sindicato, y de ahí luchar por el cumplimiento de los demás derechos es fundamental, pero por desgracia no es común entre los y las trabajadoras permanentes de esta industria, sin hablar de los trabajadores y las trabajadoras temporales.

Un importante obstáculo opina FENACLE, es que el trabajo en las floricultoras es de seis días a la semana y siete en temporada, lo que complica el proceso de organización y también «impacta en la menor disponibilidad de tiempo para participar en mingas, «prestamanos» o reuniones, siendo uno de los factores causantes del debilitamiento de las organizaciones comunitarias.»

Y si bien incluso entre los mismos trabajadores existen discursos anti sindicales, su origen es el miedo a ser despedido y discursos empresariales del ‘mérito individual’. Y ese miedo no está sin fundamento.

En la mayoría de ellas la sindicalización es incluso activamente resistida. Revela Angus Lyall, investigador de Fair Trade Internacional (FLO), en su artículo Las negociaciones en turno a estándares de comercio justo dentro de €florícolas ecuatorianas como un trabajador le comentó que:

Siempre han dicho los dueños ‘vean, por los sindicatos cierran las empresas,’ por eso les dicen, ‘no les recomiendo que piensen en eso,…»

Existen además medidas de castigo. En el mismo artículo Lyall cita a una representante del Núcleo de Floricultores de Cayambe:

«El momento que se ve que están formando sindicato, lo primero que hacen es despedirles porque no les conviene [a los dueños]. Piden más de lo que pueden dar. A veces despiden a los líderes… La lista negra no existe es algo delicado, tener algo así por escrito-; se da por llamadas telefónicas… Los Recursos Humanos se conocen y se comunican. A veces [los trabajadores] creen que nosotros tenemos la lista negra; me dicen, ‘que me borre de la lista negra,’ pero le digo que no existe… Más bien les digo que vayan a conseguir una recomendación, pero difícilmente consiguen.»

Las plaguicidas y la certificación

Las condiciones laborales en las grandes empresas son problemáticas, y como dice Rafael Sánchez, salvo en los pocos espacios donde el sindicato tiene presencia «no hay quien controla nada». Pero existe otro aspecto inquietante de la industria: la proliferación de pequeños productores, muchas veces familiares, en donde las condiciones laborales corresponden a la auto explotación y en donde la salud de los y las trabajadores es expuesto a riesgos aún mayores.

Los datos de un estudio hecho por ProEcuador el 2013[x] confirman que en efecto solo el 10% de la industria florícola ecuatoriana (extensión de tierras) es de empresas grandes, mientras el 65% es de pequeño tamaño. Pero estas no viven en mundos distintos.

Según un informe de la FAO y la OIT sobre la industria florícola[xi], la producción de estas pequeñas fincas es muchas veces ligada a las grandes exportadoras: las pequeñas (menos de 10 empleados) producen, cosechan y venden a los grandes para embalaje y exportación actividades que representan las actividades de mayor ganancia, especialización e inversión, por ejemplo en cuartos frío y transporte refrigerado.

Y el dato no es no de poca monta tomando en consideración que, según el mismo informe, las empresas de menos de 10 empleados conforman el 96% de las productoras. Y de ellas, y esto sí llama la atención, el 38 por ciento es ‘unipersonal’, es decir estrictamente familiares, dependiendo solo del labor de sus miembros.

Dice la FAO-OIT respecto al vínculo entre las grandes y pequeñas empresas:

«Cuando un/a trabajador/a tiene a partir de 10 años de trabajo, si tiene un terreno, la empresa le entrega plantas y material para cubrirlas, para que monte una plantación en su casa. No recibe liquidación alguna, y la empresa le compra la producción. Con ello asume los riesgos de la producción, los costos de operación y los costos del trabajo, que es asumido por la familia. La empresa continúa gobernando su trabajo, pero ya no asume gran parte de la responsabilidad y costos que tenía antes. Se trata de fincas de 1.000, 3.000 o 5.000 metros como máximo, con plantaciones de 500 a 1000 metros, en donde el régimen se asemeja al trabajo a destajo o por «maquila», donde los floricultores entregan materia prima y compran la producción.»

Un problema grave, explica Rosita Espinosa, y uno que no se discute, es que en esas fincas pequeñas es bastante común no utilizar ropa protectora o máscaras y comprar las peores plaguicidas, de sello rojo, incluso sin estar bien informados respecto a la recomendada forma de utilizarlas. «El motivo» dice «es que estas cuestan mucho menos que las de la categoría verde, entonces la tentación es muy fuerte para una familia que a lo mejor no goza de una economía estable.»

Según Expoflores, la institución que desde el 2008 supervisa la certificación de muchas empresas florícolas a través de Flor Ecuador, el uso de esta clase de agrotóxico peligroso está totalmente prohibido dentro de las empresas certificadas. El inconveniente es que las empresas certificadas solo explican el 44% por ciento de los 4,218 Ha. que hay bajo cultivación a nivel nacional, casi exclusivamente propiedad de las grandes y medianas productoras (38%), mientras las fincas de los pequeños productores quedan, en su gran mayoría, fuera del esquema. Según el mismo FlorEcuador apenas 85 de alrededor de las 800 plantaciones del país están certificados a través del programa, cuyos sus exigencias, dice Angus Lyall,[xii] no van mucho más allá que el cumplimiento de las leyes nacionales[xiii].

Hasta la escala de las operaciones de la industria a nivel nacional deja inquietudes respecto a la capacidad de Flor Ecuador y sus certificadoras afiliadas [xiv] de realizar una supervisión continua de las empresas que certifiquen. Es la misma duda que existe respecto a la validez y eficacia de un proceso de certificación llevado a cabo por las mismas productoras, aun cuando sea de manera indirecta.

Certificadores internacionales, como el mencionado Fair Trade, BASC y Rain Forest también trabajan en el país. Sus estándares en general son más exigentes, y en algunos casos incluyen la promoción de los derechos laborales y la sindicalización, pero según Expoflores no hay registro de las empresas ecuatorianas certificadas por ellas.

Puede que para las grandes empresas con una reputación que proteger, sobre todo en los exigentes mercados externos como el europeo, la necesidad de velar por sus intereses implique una cierta auto-regulación: el costo de usar plaguicidas de sello rojo sería altísima debido a la publicidad negativa (y consecuente caída de ventas) que esa clase de manejo podría provocar. Pero la situación de los pequeños productores es distinta, más precaria, donde no existe ninguna clase de control y donde la gente está más expuesta a los riesgos para la salud.

Impactos en la salud

Que hay problemas no existe duda alguna, y nadie se atreve a negarlo, pero su dimensión es desconocida: las empresas contratan sus propios médicos y los hospitales locales no tienen registro de problemas relacionadas con el uso de plaguicidas, y no existe información alguna fuera del ámbito de las grandes empresas. De las pequeñas fincas, la gran mayoría, no tenemos idea de lo que está pasando.

Pero información sí existe: según el estudio de la ONU-OIT

«estudios (Harari, 2005,2007) señalan que la producción florícola utiliza alrededor de 80 clases de agroquímicos e insumos plásticos, los cuales generan problemas en vías respiratorias y contaminación por desechos en los alrededores, que se acumulan sin que existan, en la mayoría de casos, sistemas adecuados de evacuación y limpieza.»

Añadiendo que:

‘Los problemas de afectación a la salud son más marcados mientras más temprano es el inicio en las florícolas. Las mujeres que llevan varios años en estas actividades (ya sea en temporada o todo el año), se iniciaron en su mayoría entre los 14 y 15 años. Además, hasta hace 5 o 6 años no existía control del trabajo infantil. Estas afectaciones son bastante comunes en la zona, y se relacionan mayoritariamente con alergias a los productos químicos.»

Y la realidad es que sólo el 59,3% de los trabajadores y el 51,7% de las trabajadoras han manifestado haber realizado exámenes médicos periódicos en las fincas en las que trabajan. De los cuales el 60% de los hombres aseguran haber recibido los resultados de las pruebas, mientras que tan sólo el 36% de las mujeres los han recibido[xv].

Los problemas abundan, ¿y qué?

La industria florícola es importante para mucha gente, pero eso no implica que deba seguir o ser permitido seguir con prácticas que van en contra de los derechos fundamentales de los trabajadores. Importa poco que no todas las empresas sean culpables, y que no se pueda meter todas en el mismo costal. Es una industria importante que provee mucho trabajo, pero sus trabajadores son seres humanos, no son esclavos y merece un mejor trato, un mejor nivel de vida que lo que tienen hoy en día. Es de esperar que actitudes como la del técnico alemán mencionado al inicio ya sean cosa del pasado.

Una respuesta debe ser la certificación. Pero el panorama es apenas alentador. La CEOSL y FENACLE enfrentan muchos obstáculos en su esfuerzo por dar una voz a los trabajadores, los dueños resisten y los trabajadores tienen miedo. No es de sorprender entonces que Angus Lyall informe que no se hayan formado movimientos sindicales en ninguna de las diez florícolas certificadas por FLO en el país; y esto a pesar de que esta certificadora pone hincapié en ‘la libertad de asociación y negociación colectiva’.

El uso de plaguicidas peligrosas – incluso las más ‘verdes’ apenas son inocuas – y sus impactos en la salud de los y las trabajadoras de toda clase es nada menos que un escándalo. Es pertinente preguntar por tanto: ¿por qué las plaguicidas de sello rojo (extremadamente y altamente tóxicos) están ampliamente disponibles en el Ecuador?, ¿quiénes están importando y vendiendo estos agrotóxicos tan peligrosos? y ¿por qué no hay control adecuado sobre su uso por parte de las autoridades agrícolas? [xvi]

Como enfrentar los riesgos en la pequeña finca es otro desafío, pero sin duda la prohibición de la importación, venta y uso de las plaguicidas de sello rojo representaría un gran paso adelante. La misma industria, representado por gremios como Expoflores debe jugar un papel protagónico, utilizando su estrecha relación con sus ex trabajadores y con muchas productoras a pequeña escala.

Estos son temas de importancia y por tanto decepciona que el vocero de Expoflores se haya negado a ser entrevistado por Lalineadefuego. Expoflores podría ser un actor importante, sin sugerir, ni mucho menos, que la auto-vigilancia es la respuesta. Los ministerios de salud, agricultura y relaciones laborales tienen la clara obligación de velar por los intereses del público y los trabajadores, pero hasta ahora no se ve ninguna indicación de que este es el caso.

 Notas:

[i] «Según la cifras de EXPOFLORES (2013), las fincas florícolas requieren una media de 11,8 trabajadores por hectárea, suponiendo una necesidad mucho más alta de mano de obra que otros tipos de cultivos de gran calado en Ecuador.» Patricia Natividad Álvarez y Álvaro Oñate Varona LÍNEA DE BASE: SECTOR FLORÍCOLA – PICHINCHA 2014.

[ii] Agrupación de grandes productoras y exportadoras de flores a nivel nacional.

[iii] Debido a la negativa del Presidente de Expoflores de ser entrevistada no queda claro qué parámetros son utilizados para calcular el nivel de empleo.

[iv] Si se debe sostener la dolarización es otro debate que queda fuera del ámbito de ese artículo, pero que sin duda tendrá que suceder dado las graves condiciones económicas actuales.

[v] «Las zonas rurales agrícolas de estos cantones muestran niveles elevados de pobreza por necesidades básicas insatisfechas, de acuerdo al Censo 2010: como muestra el gráfico 5, el 77% de la población trabajadora en estas zonas es pobre.» Alison Vásquez Rodríguez. Empleo y condiciones de trabajo de mujeres temporeras agrícolas estudio ecuador: producción de flores. Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y Organización Internacional del Trabajo, Junio, 2012.

[vi] Citado por Alison Rodríguez Op Cit

[vii] «Las zonas rurales agrícolas de estos cantones muestran niveles elevados de pobreza por necesidades básicas insatisfechas, de acuerdo al Censo 2010: como muestra el gráfico 5, el 77% de la población trabajadora en estas zonas es pobre.» Alison Vásquez op cit.

[viii] Patricia Natividad Álvarez y Álvaro Oñate Varona. Op Cit

[ix] «Una de las preguntas disparadoras en el trabajo con la muestra fue el tema del contrato. Al preguntar a través de las encuestas a la muestra seleccionada, si tienen conocimiento de si tienen contrato laboral: el 57,7% de los trabajadores y el 56% de las trabajadoras contestan de forma positiva. Lo que conlleva que un poco menos de la mitad de los trabajadores en activo no saben si tienen contrato laboral.» Patricia Natividad Álvarez y Álvaro Oñate Varona Op. Cit.

[x] Datos de 2012.

[xi] Alison Vásconez Rodríguez. Empleo y condiciones de trabajo de mujeres temporeras agrícolas estudio ecuador: producción de flores. Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y Organización Internacional del Trabajo, Junio, 2012

[xii] Fairtrade International (FLO), la organización de comercio justo más grande en el mundo, establece estándares de certificación para más de 3.000 productos de 66 países, que se comercializan en 120 países.

[xiii] Angus Lyall

[xiv] ICEA[xiv], Bureau Veritas del Ecuador y SGS del Ecuador.

[xv] Patricia Natividad Álvarez y Álvaro Oñate Varona. Op Cit

[xvi] La situación, según Rosita Espinosa, es peor aún en la producción de alimentos como la papa o la frutilla, donde se pueden aplicar tres o cuatro veces lo recomendado y sin ninguna clase de protección. Según Paola Román, investigadora docente de la Universidad Andina en Quito, el problema de la papa es grave, y muchos agricultores de Carchi han migrado al Norte de Cayambe debido a lo que ellos explican como ‘el agotamiento de la fertilidad de la tierra’ en el su propia provincia. «Se aplican grandes cantidades de los peores agrotóxicos» agrega.

Fuente: http://lalineadefuego.info/2016/01/26/en-el-nombre-de-la-rosa-la-industria-floricola-y-sus-espinas-por-por-gerard-coffey/