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La inmigración y el dinero

Fuentes: Rebelión

¡Qué curioso es que las personas no puedan trasladarse y radicarse libremente en otro país o por lo menos sin afrontar ciertas dificultades y determinados trámites burocráticos mientras que el dinero puede cambiar rápidamente de nacionalidad mediante un simple pase contable en una casa de cambios! Como lo prueba el caso, en estos días de […]

¡Qué curioso es que las personas no puedan trasladarse y radicarse libremente en otro país o por lo menos sin afrontar ciertas dificultades y determinados trámites burocráticos mientras que el dinero puede cambiar rápidamente de nacionalidad mediante un simple pase contable en una casa de cambios!

Como lo prueba el caso, en estos días de la lamentablemente afamada Vale do Rio Doce, la segunda empresa minera más grande del mundo, responsable del reciente drama ocasionada por la ruptura de la represa Mina do Feijoao la segunda gran tragedia provocada por dicha empresa en Brasil. Su creación en 1942 fue financiada con fondos públicos, privatizada más tarde, en 1997, por el presidente Fernando Henrique Cardozo y considerada desde hace algunos años por el premio Public Eye de Greenpeace como la peor empresa del mundo a causa de sus múltiples y permanentes violaciones a los derechos humanos y ambientales.

Sin embargo y pese a sus indefendibles antecedentes la empresa brasileña ha podido instalar su sede oficial en la localidad suiza de Saint-Prex, en el Cantón de Vaud, debido a que su alcalde procediera a otorgarle la eximición del 80% de los impuestos federales y el 100% de los municipales y cantonales por un período de diez años a cambio de su radicación en aquella ciudad (1), algo que, desde luego, nadie estaría dispuesto a aceptar con relación siquiera al más simple y modesto de los inmigrantes.

Es decir que lo que no le está permitido a un ser humano común, fijar espontáneamente su residencia donde le sea más conveniente o deseable, ya que al fin de cuentas es el habitante natural del planeta, le está permitido al dinero que es su propio invento y la causa de la mayor parte de los males que le acontecen. El dinero en consecuencia se ha convertido en esa especie del tan temido robot que desde hace años viene amenazando con manejar nuestras vidas (algo que de hecho lo está haciendo) y hasta en reemplazarnos en nuestras actividades tradicionales algo que también se teme probable de los progresos de la inteligencia artificial.

Mientras que la mayoría de la gente mira al extranjero con cierta desconfianza, sobre todo si es pobre, son muy pocas las personas que advierten que, con la transferencia de pequeñas o grandes sumas de dinero a otras jurisdicciones administrativas, paraísos fiscales o simples entidades bancarias, le ocasionan un daño, o lo aceptan como un mal inevitable, al erario del país en que residen. Pero si por el contrario alguien aboga porque los inmigrantes gocen de los mismos derechos que los ciudadanos nativos, pareciera que se derrumba el cielo y que un gran peligro amenaza destruir lo poco que de humanos deberíamos conservar si aspiramos a seguir compartiendo este planeta.

Y es probable que así sea, en la medida en que el dinero siga siendo el gálibo de todas las cosas, en que nuestro horizonte siga limitándose a lo inmediato pero sobre todo en que sigamos aceptando sin cuestionarnos la inaceptable lógica a que nos tienen acostumbrados los medios comprometidos con su predominio, la propaganda, la subestimación de los verdaderos valores humanos y no seamos capaces de reaccionar y de cambiar las viejas normas que encorsetan a la sociedad y que le impiden ver más allá de lo que nos imponen los mezquinos intereses de un sector absolutamente minoritario de privilegiados..

Solo cuando seamos capaces de valorar en cada uno de nosotros a seres únicos e irrepetibles y en consecuencia beneficiarios de los mismos derechos lograremos una sociedad más solidaria y más fraterna (y hasta con menos peligros e inseguridades) que la que hasta ahora hemos sido incapaces de construir.

Nota:

(1) El drama de la represa de Brumadinho salpica a Suiza. Sergio Ferrari, Rebelión 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.