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La insuperable podredumbre de las clases dominantes occidentales

Fuentes: Rebelión [Imagen: La gente busca entre los escombros de los edificios dañados tras un ataque aéreo israelí contra casas palestinas en Rafah, en el sur de la Franja de Gaza, el 12 de diciembre de 2023. Créditos: Fadi Shana, para Reuters]

En este artículo el autor trata de llamar la atención sobre el nefasto papel desempeñado por las clases dominantes occidentales a lo largo del tiempo, a la vez que insiste en la necesidad de no equiparar a los pueblos europeos con sus clases dominantes, ya que las clases populares europeas deben ser consideradas aliadas en la lucha por un mundo más justo y solidario.


Desde que la historia del ser humano empezó a ser retratada a partir de estudios con respaldo en datos confiables, las clases dominantes de origen europeo se han erigido como las más sórdidas y nefastas que la humanidad haya generado jamás.

No pretendo de ninguna manera insinuar que las élites de poder de los pueblos no occidentales se caracterizan por su pureza y bondad. Esta no es en absoluto mi intención. Lo que estoy tratando de resaltar es el nivel insuperable de crueldad e insensibilidad de aquellos que han estado a cargo de las riendas de las naciones de extracción europea, en contraposición con lo que ocurre en todos los demás grupos humanos.

Es innegable que en todos los casos en que fuerzas provenientes de otras partes invadieron regiones ya habitadas por otros grupos humanos, los resultados fueron siempre de gran sufrimiento para los pueblos sometidos por los invasores. Sin embargo, las desgracias provocadas por la expansión occidental a lo largo y ancho del planeta superan con creces todas las perversidades que sabidamente se han practicado a lo largo de la historia.

Las muestras del menosprecio al derecho de los pueblos a seguir viviendo en los territorios que tradicionalmente han ocupado durante mucho tiempo se hacen evidentes con solo un vistazo en la historia de la presencia usurpadora de las fuerzas del Imperio Romano en ese lugar que hoy llamamos Oriente Medio. Nos estamos refiriendo exactamente a esa región asociada a la figura de Jesús, a quien solemos respetar y valorar, tanto por su nombre como por su simbolismo.

¿Por qué las legiones de un Imperio asentado en Europa Occidental debían dominar los destinos de tierras situadas en otro continente y habitadas por pueblos que no tenían nada de europeo? La busca de una respuesta a esta pregunta nos devuelve a los inicios del concepto que actualmente designamos como colonialismo. Así, a grandes rasgos, podemos asentar en esta etapa los hitos iniciales del expansionismo europeo, el cual nos afecta negativamente hasta nuestros días.

Hay que recordar que, para ejercer su dominio sobre aquellos pueblos que nada tenían que ver con la etnia y la cultura romanas, las fuerzas colonialistas se aliaron con sectores de las clases dominantes locales. Estos, a su vez, recurrían a la manipulación de la religión para asegurarse la preservación de sus privilegios. Siempre debemos tener presente que las prácticas de Jesús representaban una postura aguerrida a favor de las clases más humildes, con el propósito de ayudarlas a salir del estado de penuria en el que se veían obligadas a vivir.

Por ello, tampoco debemos olvidar que es de gran relevancia el hecho de que, aunque haya sido arrestado y ejecutado por los soldados romanos de la ocupación, su muerte se dio a mando de los líderes religiosos locales de la época. Esto explica por qué la adhesión a su predicación surgió y se desarrolló entre las masas de la gente humilde, y no entre los estratos ricos y poderosos. En esos primeros momentos, sus seguidores tenían que reunirse en secreto para escapar de la persecución de las autoridades romanas y los líderes del judaísmo oficial.

A partir de las experiencias adquiridas en esta etapa inicial, las clases dominantes romanas perfeccionaron su destreza en la manipulación de conceptos y palabras con el fin de favorecer la defensa de sus ambiciones y su egoísmo. Con esto, se adueñaron del legado de Jesús y le atribuyeron un significado diametralmente opuesto al de sus propósitos originales.

Como ya hemos explicado anteriormente, la predicación del Nazareno se caracterizaba por su deseo de defender las causas de los sectores sociales más carenciados y explotados. Sin embargo, los representantes de los intereses imperiales y colonialistas de las clases dominantes occidentales se pusieron a falsearla y tergiversarla, hasta convertirla en un poderoso instrumento para reforzar su hegemonía sobre las masas populares y facilitar su devastadora expansión sobre todas las naciones de los demás continentes.

Empero, aunque su intención original era atender y ayudar a los más necesitados, la figura de Jesús fue blanco de un monstruoso proceso de manipulación. Con ello, se produjo una metamorfosis completa, de la que surgió una ideología político-religiosa que jugaría un papel fundamental en la expansión del colonialismo europeo: el cristianismo.

De esta manera, el cristianismo se convirtió en un arma portentosa destinada a subyugar y exterminar a pueblos y naciones de todo el mundo, con el fin de hacer prevalecer los intereses materiales del colonialismo occidental. Por lo tanto, es muy importante que tengamos en cuenta que esta religión, creada y promovida por las clases dominantes occidentales, no tiene nada que ver con aquel de cuyo nombre se aprovecha. De hecho, lo que se ha consolidado desde la elevación del cristianismo a la categoría de religión oficial del Imperio no fueron las prédicas y enseñanzas hechas por Jesús mientras deambulaba por los sectores populares de Palestina, sino su completa distorsión, con la pérdida de las bases humanitarias que les servían de apoyo.

Fue sobre la base de esta ideología totalmente contraria al legado de Jesús, pero que recurre fraudulentamente a su nombre, que las clases dominantes occidentales se lanzaron a la empresa que ha devenido en la mayor matanza de seres humanos causada por otros seres humanos. Como resultado, en las Américas, África, Asia y Oceanía, las clases dominantes de Europa Occidental han asesinado a millones y millones de personas, habiendo exterminado casi por completo a innumerables pueblos, naciones y culturas, en genocidios de proporciones inimaginables.

Aunque desde tiempos remotos se ha podido detectar el flagelo de la esclavitud en diversas situaciones, solo las clases dominantes europeas lo han transformado en un modo de producción aplicado de manera generalizada con el propósito de obtener ganancias comerciales regulares. Decididamente, la estructuración de la economía a partir del trabajo esclavo es una más de las creaciones de quienes desean lucirse como símbolo de lo que hay de mejor en la humanidad.

Sin embargo, la perversidad de las clases dominantes del llamado mundo occidental estaba lejos de agotarse después de los abominables crímenes de genocidio llevados a cabo en esa fase en la que predominaban el colonialismo y la esclavitud. Todavía había mucho odio e ignominia que demostrar. Y las clases dominantes de extracción europea hicieron todo lo posible para demostrar que eran capaces de superarse a sí mismas, y así lo hicieron. Entre las otras “obras maestras” de esas clases dominantes podemos mencionar el apartheid, el nazismo y el sionismo.

El apartheid, que significó desgracias en la vida de millones de africanos, fue llevado a África por iniciativa de las clases dominantes holandesas. En su afán de apropiarse de las riquezas del continente africano y abusar de la explotación del trabajo de la población autóctona, los colonizadores europeos construyeron uno de los sistemas más abominables de discriminación racial. Se necesitaron varias décadas de lucha y sufrimiento para que este engendro del mal fuera derrocado. Aun así, sus efectos nocivos se extienden hasta la actualidad.

El nazismo, a su vez, es un fruto genuino de aquellos a quienes les gusta ser tomados como la «raza suprema» de la civilización europea y, por ello, de toda la humanidad: las clases dominantes germánicas. Con el nazismo, los grandes capitalistas de Alemania y varias otras naciones europeas dejaron claro que no había límites para la práctica de atrocidades contra otros seres humanos. Para contrarrestar los posibles riesgos a la persistencia de su dominación social, los paladines de los intereses del gran capital en Alemania y otros países europeos no dudaron en desarrollar la tecnología con el objeto de causarles muerte y sufrimiento a escala industrial a otros seres humanos. Los campos de concentración y los hornos de muerte del nazismo también fueron generados por mentores de las clases dominantes occidentales de pura cepa europea.

Y, casi como una síntesis acumulativa de todas las perversiones gestadas por iniciativa de las clases dominantes europeas, tenemos actualmente el sionismo. Esta ideología al servicio del gran capital es también enteramente de origen europeo, y no tiene absolutamente nada que ver con los antiguos pueblos hebreos que habitaban la región de Oriente Medio en el pasado. El sionismo es algo equivalente al nazismo, con la diferencia básica de que fue impulsado por ideólogos europeos con vínculos pretéritos con personas que profesaban el judaísmo.

El sionismo encarna en su esencia el espíritu del colonialismo, del apartheid y, en consecuencia, del nazismo. Sus principales víctimas directas son los pueblos que vienen habitando la región de Palestina hace milenios, quienes han sufrido un intenso proceso de persecución, usurpación y exterminio, que tiene por finalidad instalar en sus tierras a los colonos europeos y sus descendientes, que fueron conducidos hacia allá por los movimientos sionistas formados en Europa. La crueldad practicada contra la indefensa población palestina por las fuerzas militares y paramilitares al servicio del sionismo europeo no deja lugar a dudas de que los sionistas han asimilado plenamente la podredumbre producida por las clases dominantes occidentales a lo largo de los siglos.

Pero, es muy importante que no nos dejemos llevar por una falsa percepción. Los grandes enemigos de la humanidad no son los pueblos europeos, sino sus clases dominantes. Las masas populares de los países de Europa son, de hecho, importantes aliados de sus homólogos de los países periféricos a los centros capitalistas. Los movimientos y partidos obreros europeos, así como sus teóricos, han hecho contribuciones inestimables a los procesos de emancipación de las clases trabajadoras en todo el mundo. De ellos hemos aprendido a valorar el sentimiento del internacionalismo proletario y la búsqueda de la unidad de los pueblos.

Por lo tanto, es muy gratificante constatar que las luchas de los pueblos víctimas del colonialismo y del imperialismo originados en los centros oligárquicos de Occidente hayan contado con el apoyo decidido de los movimientos populares de masas en los países europeos, así como en los Estados Unidos. Esto se pone aún más evidente en los momentos cruciales que estamos atravesando, puesto que se están llevando a cabo amplias movilizaciones de masas en las principales ciudades de Europa, en protesta contra el genocidio que las fuerzas armadas del sionista Estado de Israel están cometiendo contra el pueblo palestino. Todavía más reconfortante es enterarse de que en ellas ha habido una nutrida e intensa participación de personas de ascendencia judía, lo que ayuda a corroborar la comprensión de que el judaísmo y el sionismo no son iguales en absoluto.

Para que no subsista ninguna incomprensión, ser judío y ser sionista son cosas muy diferentes. Del mismo modo que no podemos extender la etiqueta de nazi a todos los alemanes, el término sionista no puede utilizarse de ninguna manera para designar a todos aquellos que se identifican como judíos.

En resumen, todo lo que hemos expuesto en las líneas anteriores tiene como objetivo resaltar la comprensión de que todos los pueblos del mundo pueden y deben vivir en solidaridad y armonía. Los verdaderos responsables de las guerras y otras desavenencias entre los grupos humanos suelen ser sus clases dominantes, es decir, aquellos sectores que viven a costa de la explotación del trabajo de los demás. Entre los explotadores, los que más se han destacado negativamente a lo largo del tiempo son las oligarquías formadas en las naciones occidentales. A pesar de que estas pretenden ser calificadas como un modelo ejemplar a ser seguido, representan en realidad la podredumbre más nefasta jamás alcanzada por la humanidad.

Traducido del portugués para Rebelión por el propio autor.

Fuente: https://www.brasil247.com/blog/a-insuperavel-podridao-das-classes-dominantes-ocidentais

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.