¿Levantamiento popular? ¿Intentona golpista? ¿Autogolpe? ¿Show mediático? ¿Qué aconteció el 30 de septiembre de 2010 en Ecuador? Los pronunciamientos han sido diversos y desde distintas posiciones, si bien muchas de ellas coinciden. Lucio y Gilmar Gutiérrez, dirigentes de Sociedad Patriótica, han señalado que la responsabilidad de los hechos la tiene Correa por su actitud prepotente […]
¿Levantamiento popular? ¿Intentona golpista? ¿Autogolpe? ¿Show mediático?
¿Qué aconteció el 30 de septiembre de 2010 en Ecuador?
Los pronunciamientos han sido diversos y desde distintas posiciones, si bien muchas de ellas coinciden.
Lucio y Gilmar Gutiérrez, dirigentes de Sociedad Patriótica, han señalado que la responsabilidad de los hechos la tiene Correa por su actitud prepotente y autoritaria. De igual manera han expresado que en el pueblo hay descontento frente a la situación generada por sus políticas. Ellos, sin embargo, al igual que sus partidarios, han deslindado responsabilidades frente a lo sucedido. No obstante, la presencia de Fidel Araujo (militante de la agrupación política de Gutiérrez y asesor del ex-presidente) en el Regimiento Quito No. 1, así como las declaraciones del propio Lucio y de su abogado Pablo Guerrero, quienes manifestaron que se debía disolver la Asamblea Nacional y que Correa debía renunciar, ponen en evidencia las verdaderas intenciones políticas de estos personajes.
Por su parte, el Partido Marxista-Leninista (PCMLE-estalinista), así como las organizaciones vinculadas a esta agrupación (MPD, FEUE), han expresado que lo que sucedió aquel día en el país fue una «insurrección popular» liderada por policías y un sector minoritario del ejército y la aviación ante las políticas de corte neoliberal llevadas adelante por el régimen de Correa, que ha conculcado sus legítimos derechos. Dirigentes del MPD, como Luis Villacís, expresaron públicamente su apoyo a la acción de los policías.
El Movimiento Pachakutik también se pronunció en defensa de la protesta policial.
Analistas políticos, académicos universitarios como Fernando Villavicencio, también han respaldado la acción de los policías. En su artículo «Rafael Correa y el Golpe de Estado del Cabo Cotonete», Villavicencio exalta la lucha policial, a la vez que acusa al gobierno de haber tramado una obra teatral, que condujo a los hechos sucedidos el día jueves 30 de septiembre de 2010. Para el analista, Correa no estuvo secuestrado y, como lo han señalado los policías que estuvieron en el hospital de la institución, el mandatario tuvo la oportunidad de salir tranquilamente de ahí, incluso en medio de una calle de honor.
Si esto es real como señala Villavicencio: ¿por qué los policías cercaron el hospital?, ¿por qué se ensañaron contra los manifestantes que, «engañados» por el propio Correa y sus cercanos colaboradores, según la versión del articulista, querían arribar a las puertas del institución de salud para ver al presidente y acompañarlo en su salida?
A nivel internacional, el periodista y destacado luchador social Dick Emanuelsson se hizo eco de los pronunciamientos hechos por Edwin Bedoya, dirigente de la CEDOCUT y de Stalin Vargas, vocero del MPD, quienes han insistido en señalar que en Ecuador hubo una rebelión policial frente a las políticas del régimen que afectan a los sectores populares.
Contrario a lo expresado por los personajes y agrupaciones señaladas, los presidentes de Venezuela, de Bolivia, así como el gobierno de Cuba, fundamentalmente, condenaron con firmeza lo que calificaron como intentona golpista en Ecuador. De la misma forma emplazaron al gobierno estadounidense a que se pronuncie. No perdieron la oportunidad en señalar que detrás de esta acción estaría la mano de la CIA y sus organizaciones.
Militantes, pensadores y analistas de izquierda como Atilio Boron, Percy Alvarado Godoy, Narciso Isa Conde, Eva Golinger, han manifestado que sí hubo un intento de golpe de Estado, enfatizando que detrás de ello estuvo la mano de la oligarquía y la derecha ecuatoriana, así como del imperialismo estadounidense.
La Corriente Marxista Internacional ha realizado planteamientos similares, haciendo un llamado para romper con el poder de la oligarquía y fortalecer la organización del pueblo, de la clase trabajadora ecuatoriana.
Entre los sectores de la derecha y la denominada «izquierda marxista» (estalinista) ecuatoriana existe plena coincidencia en sus planteamientos.
Los medios privados ecuatorianos, en general, han rechazado la idea de que hubo un intento de un golpe de Estado. Una y otra vez han señalado como causas de lo que sucedió ese día a las políticas de Correa, así como a sus actuaciones autoritarias y prepotentes. El presidente fue el que provocó, fue un irresponsable al ir al foco de discordia, han señalado.
Diego Oquendo, periodista de Radio Visión, no se ha cansado de indicar que no hubo de golpe de Estado, sino una insurrección.
De igual manera, aprovechándose de la coyuntura, los representantes de los medios privados no han perdido la oportunidad de reclamar una vez más el derecho a la «libertad de expresión», supuestamente conculcada por el gobierno, frente a la medida de enlazar todas las cadenas a la oficial ECUADORTV. Este pronunciamiento ha sido respaldado por la SIP.
Tras los incidentes, las peticiones de amnistía para los policías involucrados en los acontecimientos de ese día se han sucedido unas a otras por parte de los asambleístas opositores al gobierno, principalmente de Sociedad Patriótica y del Partido Socialcristiano. Mientras el presidente Correa ha señalado que no habrá ni perdón, ni olvido y que se aplicarán las sanciones estipuladas en la Ley para los policías que participaron en esas acciones.
Para continuar con el análisis de lo sucedido el 30 de septiembre de 2010 en el país, es necesario tomar en consideración algunos planteamientos, que tanto los sesudos analistas de derecha e izquierda han obviado para emitir sus posiciones, lo cual les ha llevado a no identificar las causas reales que estarían detrás de esos hechos:
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No se puede dejar de lado que en América Latina los sectores de la derecha política, las oligarquías vende patrias y el imperialismo tienen como interés fundamental retomar las posiciones que en los últimos años perdieron. El golpe de Estado en Honduras constituye un ejemplo de lo dicho, así como los constantes ataques contra los gobiernos de Hugo Chávez y de Evo Morales con el objetivo de desestabilizarlos. Igual ha sucedido con el gobierno de Correa, tal como lo demuestran las campañas llevadas adelante por personajes como Carlos Vera, Jorge Ortiz, Lucio Gutiérrez, Álvaro Noboa, Jaime Nebot, César Montufar, Pablo Guerrero, entre otros. El gobierno de Correa, que dista mucho de ser un gobierno revolucionario, de carácter socialista, pese a esto constituye un estorbo para la política de dominación imperialista en el continente. No obstante el sinnúmero de contradicciones del actual gobierno en política internacional, los EE.UU. estarían gustosos de deshacerse de un presidente que se ha vinculado al ALBA, que ha propiciado la constitución del Banco del Sur, que ha jugado un rol fundamental en la OEA y UNASUR para hacerle frente a las políticas imperiales y que ha mantenido buenas relaciones con el presidente Hugo Chávez, Evo Morales y Raúl Castro.
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Los grupos de poder político y económico se amparan en una poderosa campaña mediática para desprestigiar toda iniciativa, modelo o sistema que se oponga al capitalismo. Hay una satanización de lo que es el socialismo y el comunismo, tal como se lo hizo en la década de los 80 del siglo pasado en América Latina. Gobiernos progresistas y abiertamente de carácter revolucionario son estigmatizados, acusándoles de querer destruir a sus naciones con la aplicación de «modelos obsoletos». La propiedad privada constituye algo sagrado. Nadie puede ir contra eso, dicen los defensores del capitalismo. El gobierno de Correa, pese a que no ha dado señales concretas de que en el Ecuador su gobierno quiera aplicar medidas que posibiliten la construcción del socialismo, ha sido objeto de estos ataques. La cadena televisiva TELEAMAZONAS es la principal opositora al régimen del presidente Correa.
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La CIA y sus organizaciones: USAID, NED, IRI, SIP, Freedom House, Fundación Heritage, están detrás de todas las campañas de desestabilización contra los regímenes opuestos a los intereses de las oligarquías latinoamericanas y del imperialismo yanqui. Millones de dólares han sido entregados a organizaciones civiles, incluidos grupos que representan posturas «progre». Eva Golinger ha señalado que la USAID ha entregado aportaciones millonarias a Participación Ciudadana (dirigida anteriormente por César Montúfar), a la CONAIE, a Pachakutik, a la Corporación Empresarial Indígena del Ecuador (con la cual tiene vínculos la asambleísta opositora al gobierno de Correa, Lourdes Tibán).
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De igual manera, la CIA ha penetrado los aparatos de seguridad del Estado en Ecuador. Altos oficiales de la policía y el ejército, que han sido victimizados por los medios, como el Mayor Manuel Silva, ex jefe de la UIES (Unidad de Investigaciones Especiales de la Policía) y el Coronel Mario Pazmiño, ex jefe de Inteligencia del Ejército, están estrechamente relacionados con la CIA. Además, estos oficiales han prestado buenos servicios a la inteligencia colombiana. En 2008 se presentó un Informe sobre la penetración de la CIA en las Fuerzas Armadas y la Policía, donde se demuestra los vínculos y la subordinación de estas instituciones con los aparatos de espionaje gringos, así como con la embajada estadounidense.
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La institución policial, así como las fuerzas armadas en el Ecuador, históricamente se han puesto al servicio de los grupos de poder político y económico. La violación a los derechos humanos ha sido permanente por parte de estos aparatos represivos. No han estado del lado del pueblo y sus luchas. Por el contrario, han sido enemigos de las mismas. El informe presentado por la Comisión de la Verdad, constituida bajo el gobierno de Correa, pone en evidencia la práctica permanente y sistemática de la violencia por parte de la policía y las fuerzas armadas sobre la población. Basta recordar la institucionalización de la tortura bajo el gobierno de León Febres Cordero, para silenciar a quienes se les calificó como terroristas.
Sin perder de vista lo expuesto, cabe plantear tres interrogantes:
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¿La derecha y el imperialismo estadounidense están libres de culpa en lo que aconteció el 30 de septiembre de 2010 en Ecuador?
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¿Hubo realmente una «insurrección popular», encabezada por la policía, contra el gobierno de Correa?
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¿La institución policial actuó en defensa de los intereses del pueblo?
El texto de Lenin: «El Estado y la revolución», permite comprender el rol de la fuerza pública.
El Estado es un aparato de represión de la clase dominante. No es neutral. No representa los intereses de la mayoría.
Para llevar a efecto su tarea, el aparato estatal está conformado por fuerzas que ejercen acciones represivas directas contra la población para de esa manera garantizar los intereses de la clase detentadora del poder. El ejército y la policía son los instrumentos fundamentales de la fuerza del Poder del Estado, decía Lenin.
Esos destacamentos especiales de hombres y mujeres armados están conformados, generalmente, por gente del pueblo. Eso es verdad. Pero de ahí a deducir que por ello se alinean con los intereses de las masas, hay un gran trecho.
Estas fuerzas del orden tienen como misión defender al sistema y a sus amos que les dan de comer. Sólo se levantan, si lo hacen, cuando ven afectados sus intereses económicos, sus privilegios, como lo demuestra la acción llevada a cabo fundamentalmente por los policías en Ecuador. La protesta se produjo como rechazo a la posibilidad de perder privilegios, canonjías que los policías han tenido. El malestar continúa en ese sentido, aunque con la homologación salarial que el gobierno de Correa ha efectuado, las remuneraciones de los integrantes de las instituciones armadas mejorarán sustancialmente.
Habría que esperar para saber si los policías y militares, ya contentos con sus nuevos salarios, van a luchar por los intereses del resto de la población. De igual manera, habría que ver si es que en un momento determinado en que la población salga a protestar por sus derechos y mejores condiciones de vida, la policía no va a reprimirla.
La «izquierda marxista» y los sesudos intelectuales «progre» no han perdido la oportunidad para hablar de la extracción popular de la tropa. Son el «pueblo uniformado», dicen. Lo que no analizan es el rol que tienen esos aparatos represivos en la sociedad, así como la ideología que terminan asumiendo en los cuarteles donde les inculcan el odio a las ideas socialistas, al comunismo. Asimismo, dejan de lado la personalidad de los individuos que trabajan en esos aparatos represivos, que se caracterizan por ser obedientes, disciplinados, sumisos y serviles frente al orden establecido. Podrán rebelarse frente a un gobierno para defender sus intereses, pero eso no les quita la condición de ser instrumentos al servicio de la clase que detenta el poder. Son enemigos de las luchas populares.
La actuación de la tropa policial el día 30 de septiembre de 2010, confirma lo expuesto. Asesinato de un estudiante universitario e incitación para hacer lo mismo con el presidente Correa, disparos de gases lacrimógenos contra los manifestantes pacíficos, utilización de gas pimienta, agresiones físicas, amedrentamiento a la población, robo y destrucción de cámaras y teléfonos celulares, destrucción de vehículos es lo que caracterizó a la acción criminal de los policías contra el pueblo. La indiferencia frente a los saqueos que se dieron en varias ciudades, demostraron la falta de preocupación de la policía por el pueblo. Esto formó parte de un plan muy bien estructurado para sembrar el caos en el país, demostrar que no había gobierno y propiciar la caída del régimen de Correa. Pese a todos estos hechos, todavía pretenden encasillar la realidad a la torpe idea de que en el país no hubo una intentona golpista.
Que los golpes no los hacen las tropas, sino los oficiales, dicen los analistas de derecha e «izquierda».
¡Qué estrechez de pensamiento!
Las tropas policiales y militares participaron en el golpe de Estado en Chile en 1973 y más recientemente en Honduras, en el año 2009. Los que planifican pueden ser otros, tras bambalinas o en forma abierta. Pero los que ejecutan esas acciones son los individuos que conforman esos aparatos represivos. Si se niegan, no les queda más que asumir las consecuencias de sus actos: ser fusilados, encarcelados, torturados o, en su defecto, abandonar esos aparatos para pasar a engrosar las filas de las y los combatientes populares.
Solamente cuando la tropa y la oficialidad se conciencian a partir de las condiciones materiales de existencia de la población más pobre, así como por un adecuado trabajo político, la policía y el ejército se pondrán del lado del pueblo.
En Ecuador, el día 30 de septiembre de 2010 la policía atacó al pueblo. Ese día los policías lucharon por sus intereses particulares, no los de la mayoría de la población. En esa jornada, la policía vitoreó a un enemigo de la lucha popular, el Coronel Lucio Gutiérrez. En esa fecha, una vez más, la policía demostró estar en contra del pueblo.
Estos elementos son los que no deberían perder de vista quienes desde posiciones supuestamente de izquierda, se ponen del lado de los represores históricos del pueblo y de quienes están detrás de ellos: la oligarquía vende patria y el imperialismo yanqui.
Ojalá esa izquierda y sus sesudos analistas e intelectuales, no pidan amnistía para estos policías, enarbolando la política cínica del perdón y olvido.
Los enemigos de mis enemigos, no son necesariamente mis amigos.
La clase trabajadora ecuatoriana debe organizarse para hacerle frente a la derecha, a la oligarquía y a la intervención del imperialismo yanqui. De igual manera debe prepararse para exigirle de una vez a este gobierno que dé un giro radical a la izquierda y que ponga en práctica medidas que posibiliten la construcción de un sistema político-económico distinto al capitalismo.
Eso, por ahora.