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La intolerancia es un signo de ignorancia sobre el Islam

Fuentes: Aljazeera

Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala por Germán Leyens

Hace ochenta años, Marmaduke Pickthall, erudito británico del Islam y traductor del Qur’an, escribió: «Las naciones occidentales recién se hicieron más tolerantes una vez que abandonaron su ley religiosa, y los musulmanes disminuyeron su tolerancia sólo al apartarse de su ley religiosa.»

La tolerancia fue considerada irreligiosa en el mundo cristiano, pero formaba parte esencial del Islam, lo que ya no es atribuida a los musulmanes.

En la actualidad, mientras más «religiosos» se consideran algunos musulmanes, menos tolerantes se muestran. La causa es una inquietante decadencia intelectual en la civilización islámica.

Aunque los musulmanes se quejan de la falta occidental de comprensión del Islam, esta mala interpretación de textos religiosos prevalece por desgracia en la mente musulmana de la actualidad.

La conversión al cristianismo de Abdulrahman, el afgano al que se le perdonó la pena capital después de mucha presión occidental, y sus repercusiones, ilustran esta confusión.

Desde el punto de vista de los textos y principios islámicos, todo el proceso fue estúpido, haya sido o no enfermo mental el apóstata afgano.

Si hubiera existido un castigo mundanal para la apostasía en el Islam, Muhammad habría sido el primero en aplicarlo.

Matar a una persona por su decisión intelectual contradice la esencia de los principios islámicos de libertad de fe y culto, subrayados repetidamente en el Qur’an y en la práctica del Profeta Muhammad, la paz sea con él.

No hay coacción en la religión

El abandono de la propia fe islámica es un pecado grave. Es una flagrante violación de la alianza individual con su Dios, pero no viola, de ninguna manera, la ley islámica.

El Qur’an condena repetidamente a los que cambian su fe islámica, y les advierte de un castigo severo en el Último Día.

Pero el Qur’an nunca especificó una pena mundanal para la apostasía. Por ello, si un musulmán desea cambiar su fe, así sea. La creencia emana por definición del corazón del individuo. El Islam existe para creyentes valerosos, no para temerosos hipócritas.

El Qur’an es inequívoco en que la fe es un asunto de elección y convicción personales, por ello no hay que utilizar un poder compulsivo para obligar a la gente a adoptar una creencia determinada o impedir que cambie su fe.

Uno de los fenómenos más lamentables en la cultura islámica actual es la falta de distinción entre la moralidad y la legalidad.

El Qur’an dice: «Que no haya compulsión en la religión: la verdad se destaca claramente de la falsedad». (2:256); «Dice (O Muhammad): Ésta es la verdad del Señor de todos. Luego, quienquiera lo desee, dejad que crea, y quienquiera lo desee, que no crea.» (18:29).

Además, a Muhammad se le dice en el Qur’an que su misión es enseñar y predicar, no imponer u obligar: «recuérdales, porque eres sólo un recordador. No eres alguien que coacciona» (88:21-22); «No eres aquel que intimida por la fuerza. ¡Así que amonesta con el Qur’an a aquellos que temen Mi Advertencia!» (50:45).

Siguiendo esta guía qur’ánica, Muhammad nunca castigó a alguien por abandono del Islam, aunque algunos de sus contemporáneos renunciaron repetidamente a su fe, como lo registra la condena qur’ánica de «aquellos que creyeron, luego rechazaron la fe, luego volvieron a creer, luego rechazaron de nuevo la fe, y siguieron aumentando su descreimiento… «(4:137).

Es obvio que Muhammad no quería castigar a nadie por su elección espiritual e intelectual.

Si hubiera habido un castigo mundanal de la apostasía en el Islam, Muhammad habría sido el primero en aplicarlo. Pero sabía que Dios no le había dado una autoridad semejante.

En consecuencia, el juicio sobre los asuntos de la fe debería ser dejado en manos de Dios en el Día del Juicio Final.

Moralidad contra legalidad

Juzgar una conducta humana específica en términos de si es correcta o errónea es algo relativamente directo y fácil. Pero para ser amplios y prácticos tenemos que dar ir más lejos y determinar si esa conducta debe ser categorizada como ilegal o inmoral.

Esta distinción es muy importante una vez que las personas o las instituciones deciden reaccionar ante algo que consideran erróneo. Una acción puede ser legal pero inmoral, o viceversa.

En la Sharía (enseñanzas islámicas) existe una clara distinción entre la moralidad y la legalidad: casi todas las enseñanzas islámicas caen en la categoría de la moralidad.

Es la responsabilidad de cada creyente individual que observe esta moralidad en su vida personal – es una responsabilidad ante Dios, no ante la gente. No se debe utilizar ningún medio coercitivo para imponer la moral islámica.

Esto se debe a que cualquier coerción semejante tendrá consecuencias negativas: corromperá la conciencia moral del individuo transformándolo de ser un creyente consciente de Dios a ser un hipócrita atemorizado por el Estado.

El Islam quiere que el individuo sea un sirviente de Dios, no un esclavo del Estado. En el Islam, todos los asuntos de fe y casi todos los que tienen que ver con conductas y preferencias personales son de naturaleza moral – no legal.

Sólo cerca de uno por ciento de las enseñanzas islámicas caen en la categoría de la legalidad. Esta categoría es un conjunto de leyes (leyes de familia, leyes civiles, leyes penales, etc.) que deben ser impuestas por un gobierno islámico legítimo que ejerce la autoridad del Estado.

Sólo acciones que dañan a otros o que representan un daño potencial forman parte de esta categoría.

Esto incluye el castigo por el asesinato de personas inocentes o el robo de su propiedad.

Generalmente se acepta, en las leyes divinas y laicas, que la responsabilidad primordial de los gobiernos es proteger las vidas y las posesiones de la gente.

Por desgracia, numerosos musulmanes, incluyendo algunos «eruditos» autoproclamados, no distinguen claramente, hoy en día, entre la moralidad y la legalidad, una distinción bien comprendida por todo estudiante aplicado del derecho.

El Islam quiere que el individuo sea un sirviente de Dios, no un esclavo del Estado.

Esta confusión intelectual permite que algunos gobiernos musulmanes se inmiscuyan en las convicciones personales y las preferencias de sus ciudadanos, mientras afirman que aplican la ley de Dios.

Al hacerlo, sólo encubren su ilegitimidad e irresponsabilidad cuando infringen los derechos de la gente, y hurgan en temas que en el Islam no caen en su área de jurisdicción.

Traición contra apostasía.

Puede aparecer una pregunta: ¿Si el Qur’an afirma explícitamente la libertad de fe, por qué existe toda esta controversia sobre la muerte de apostatas? Es una buena pregunta.

El problema comienza con la mala interpretación de unos pocos hadiz (dichos del Profeta Muhammad) que sugieren la pena capital como castigo por la apostasía.

Sin embargo, lo que el Profeta quiso decir con esos hadzt no tiene nada que ver con decisiones intelectuales relacionadas con la fe, sino con la traición política y la sedición militar dentro de la comunidad, que preocupaba a Muhammad como parte de su responsabilidad política.

La fuente de esta confusión es que el término «apostasía» (riddah en árabe) fue utilizado en las escrituras islámicas con dos significados diferentes: el primero era la apostasía privada, que es una decisión intelectual que no es castigada en el Islam. Todo lo que se pide a los musulmanes frente a una persona que decide renunciar a su fe es que se le recuerde la alianza sagrada con su creador (Dios), y se le aconseje que se arrepienta.

El otro uso del término se relaciona con la apostasía político-militar, que incluye la rebelión violenta contra la paz social de la comunidad y su dirección legítima.

Toda persona considerada culpable de ese crimen es punible bajo la ley islámica, a menos que se arrepienta y se entregue antes de ser capturada por las autoridades. Este tipo de apostasía equivale a lo que llamamos actualmente alta traición.

La traición a la propia sociedad, mediante actos de alta traición y rebelión militar contra su paz y armonía, es punible bajo todas las leyes divinas y laicas. La ley islámica no constituye una excepción al respecto.

Existen numerosos políticos traicioneros y dirigentes tribales en el Afganistán actual que merecen ser castigados por alta traición según la ley islámica.

Algunos de ellos se encuentran ahora entre los dirigentes «respetados» del nuevo Afganistán. Abdulrahman no es evidentemente uno de ellos.

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Mohamed El-Moctar El-Shinqiti es un erudito musulmán de Mauritania, que viven en USA.

Las opiniones expresadas son las del autor y no reflejan necesariamente la posición editorial ni son endosadas por Aljazeera (ni por Rebelión).

http://english.aljazeera.net/NR/exeres/347E49BD-B8A3-47A1-AF19-5EBC405A8B9F.htm

Germán Leyens es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft.