Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
En gran parte del mundo occidental, fuerzas políticas y sociales progresistas se han sumado a la defensa de comunidades inmigrantes musulmanes que sufren una discriminación sistemática desde el inicio de la «guerra contra el terror.» En el movimiento contra la guerra en USA y Gran Bretaña, por ejemplo, asociaciones musulmanas han trabajado estrechamente con grupos laicos que se asocian en general con la izquierda política. Esta desconcertante alineación de fuerzas podría aparecer como una reacción lógica y ponderada al jingoísmo de muchos gobiernos occidentales así como a las sospechas y acosos resultantes, que se han hecho lugar común dentro de la sociedad en general.
Es importante tener claro que en la mayor parte de los casos la izquierda se está aliando con grupos sociales y culturales que han estado asociados con la comunidad musulmana, contrariamente a entidades abiertamente políticas que podrían ser clasificadas como «islamistas.» Sin embargo el resultado efectivo de esta política de alineación de grupos progresistas en Europa y Norteamérica es más interacción e incluso cooperación con fuerzas políticas que están actualmente a la vanguardia de la resistencia a invasiones imperiales en Iraq y Afganistán, y a la continua ocupación brutal de Palestina.
En último análisis, esta resistencia es encabezada por partidos y movimientos que no ocultan su compromiso con el Islam como la ideología orientadora de su política. En otras palabras, semejantes grupos no sólo tratan de defender los derechos de los musulmanes ante la agresión extranjera sino de hacer valer su creencia en la necesidad de un proyecto transformador que culmine en un sistema sociopolítico guiado por la doctrina de la Shari’a, o ley islámica.
Como han señalado legítimamente numerosos comentarios sobre el mundo musulmán en los últimos tiempos, los ‘islamistas’ a la vanguardia de la resistencia contra el imperio y sus lacayos en el mundo musulmán tienen un pasado tenebroso en extremo. En muchos casos, los islamistas fueron clientes del imperialismo de USA durante la guerra fría cuando el comunismo ‘ateo’ era el enemigo común. En otro casos, grupos islámicos fueron fomentados para debilitar la influencia de fuerzas laicas de izquierda que estaban bien establecidas en gran parte del mundo musulmán hasta hace dos décadas. En general, las fuerzas de la derecha religiosa en el mundo musulmán se han beneficiado directamente de la represión sistemática que han sufrido las fuerzas seculares de izquierda durante un período muy prolongado.
Que la derecha religiosa en el mundo musulmán haya emergido ahora como una amenaza para el ‘mundo libre’ es irónico, para decir lo menos. Este cambio no sorprende ya que los islamistas son las únicas entidades políticas orgánicas que están en una posición de movilizar contra la agresión externa. Pero el que la derecha haya emergido durante los últimos decenios ha sido discutido exhaustivamente desde el comienzo de la guerra contra el terror. Lo que es menos claro es la manera en la que el islamismo como ideología política – por altamente contradictoria y fragmentaria que sea – se está afianzando aún más en la imaginación pública en el mundo musulmán en general.
Fuerzas auténticamente progresistas existen ahora sólo en los márgenes políticos en gran parte del mundo musulmán. Mientras que las ONGs que adoptan el liberalismo han proliferado en grandes cantidades en países como Pakistán, Indonesia y Egipto, hay una escasez de grupos radicales de izquierda que tengan programas viables para cambios transformadores en esas sociedades. Por cierto, puede argumentarse que las ONGs han empeorado el problema en lugar de aliviarlo, porque no emprenden análisis estructurales ni propagan respuestas estructurales a los principales problemas de los países musulmanes, incluyendo la inmensa brecha entre las necesidades y las aspiraciones del Estado y de la gente, y la rápida invasión del capital en todas las esferas de la vida. Mientras tanto, las fuerzas políticas organizadas han sido incapaces de recuperar el espacio social que ocuparon en los años sesenta y setenta, en gran parte porque hay muy pocos países en los que las fuerzas políticas progresistas logran sobrevivir en forma organizada y coherente después de décadas de represión estatal.
El islamismo es, en comparación, una ideología que se ha beneficiado considerablemente con la guerra contra el terror. En circunstancias en las que regímenes increíblemente reaccionarios controlan el poder en USA y Gran Bretaña, los líderes autoproclamados del ‘mundo libre.’ los islamistas constituyen la única fuerza en muchos países musulmanes que, por lo menos en lo retórico, han condenado la agresión manifiesta de los gobiernos occidentales. Además, después de la decadencia de las ideologías progresistas en las sociedades musulmanas, y de un período en el que políticas cínicas de patrocinio se han convertido en un lugar común, las ideas incendiarias de la convulsión social y política en nombre del Islam, tienen por lo menos un cierto atractivo.
Lo que mucha gente no sabe sobre la política contemporánea en el mundo musulmán es el patrocinio permanente de los islamistas por muchos gobiernos musulmanes. En Pakistán, por ejemplo, a pesar de todas las pretensiones en sentido contrario, la junta militar y los partidos de la derecha religiosa siguen compartiendo intereses mutuos. A medida que la militancia aumenta en Pakistán y en el vecino Afganistán, aumenta la influencia de la derecha, mientras el gobierno Musharraf sigue hablando de la amenaza de la militancia y se proclama como la única fuerza en el país (y de hecho en la región) capaz de encarar la amenaza.
Habiendo dicho eso, las contradicciones de la derecha religiosa también son muy evidentes, particularmente en países como Argelia y Pakistán donde ha logrado realmente una parte del poder estatal. En esos casos, la incapacidad de la derecha de articular los detalles elementales de un proyecto genuinamente transformador, sin tener en cuenta si está formulado en un lenguaje religioso, sale a la luz más pronto que tarde. Sin embargo, por la ‘guerra permanente’ librada por USA contra las ‘fuerzas del mal,’ la derecha sigue siendo relevante en la política del mundo musulmán, particularmente en su atractivo para una juventud cada vez más frustrada y despolitizada que en ningún caso considera la esfera política formal como una solución potencial para la crisis de la sociedad.
La moral de la historia es que las fuerzas progresistas en el mundo occidental que hacen alianzas estratégicas con grupos religiosos tienen que reconocer la responsabilidad general que tienen por la regeneración de la política progresista en el mundo musulmán. Esto no significa que sugiera que la alineación de la izquierda en Europa o Norteamérica con grupos musulmanes sea un error, sino solamente que hay que considerar las implicaciones más amplias de esta alineación. Además, si las fuerzas progresistas han de ser regeneradas más allá de Europa y Latinoamérica, hay que considerar seriamente el considerable desafío de la derecha religiosa en el mundo musulmán.
Desconcierta que en el mundo occidental, e incluso en países como India donde la política musulmana es marginal, los grupos islámicos parecen tener un matiz mucho más progresista que en el propio mundo musulmán. Podría sugerirse que este se debe a que los grupos musulmanes en los países de mayoría no-musulmana se hallan a menudo en las zonas socioeconómicas marginales y que las reivindicaciones políticas de los grupos musulmanes se relacionan con preocupaciones seculares sobre las privaciones sociales y económicas de inmigrantes de primera o segunda generación. En comparación, los partidos y movimientos islámicos establecidos en gran parte del mundo musulmán siguen mostrándose renuentes a encarar los problemas fundamentales sobre la configuración del poder y de las estructuras generales de sus sociedades, y en su lugar pasan mucho tiempo haciendo retórica sobre el imperialismo ‘herético’ y la amenaza que posa para el Islam.
La sorprendente y decisiva derrota de Israel por una resistencia dirigida por Hezbolá en Líbano, incluyendo al Partido Comunista Libanés, debería volver a encender el debate sobre la posibilidad de una corriente progresista dentro de movimientos políticos y sociales que se asocian con el Islam. El tiempo dirá si Hezbolá articula una política progresista que cuestione claramente el status quo. En todo caso, no se puede esperar que el imperio USamericano y sus esbirros dejen de aterrorizar a las poblaciones musulmanas en el futuro cercano, y por ello las fuerzas progresistas en todo el mundo deben tomar en serio el problema de cómo regenerar la izquierda en el mundo musulmán dentro de una ola de sentimiento antiimperialista. La asombrosa resurrección de la izquierda en Latinoamérica es evidencia suficiente de que el tercer mundo está listo para plantear un nuevo desafío delimitador al imperialismo capitalista, y por ello no puede haber duda de que los trabajadores en el mundo musulmán tendrán un papel crucial en las futuras luchas.
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