Jaume Claret publicó su elogiada tesis doctoral en 2006: El atroz desmoche. La destrucción de la universidad española bajo el franquismo, 1936-1945. Autor de numerosos artículos y trabajos sobre la II República española, el franquismo y la transición, en 2014 publicó, junto a Manuel Santirso, La construcción del catalanismo. Historia de un afán político. El […]
Jaume Claret publicó su elogiada tesis doctoral en 2006: El atroz desmoche. La destrucción de la universidad española bajo el franquismo, 1936-1945. Autor de numerosos artículos y trabajos sobre la II República española, el franquismo y la transición, en 2014 publicó, junto a Manuel Santirso, La construcción del catalanismo. Historia de un afán político. El libro que comentamos es su última publicación y el tema, esta vez, sigue siendo un asunto imprescindible para todos nosotros, los brigadistas en nuestra guerra de resistencia. Recuérdalo tú y recuérdalo a otros, nos sugirió Luis Cernuda. Claret nos recuerda lo sustantivo de esta página histórica imborrable en un trabajo que no es propiamente de investigación sino de aproximación sucinta y divulgación a una temática casi inabarcable. Está dividido en una presentación y en cinco breves capítulos: 1. La creación de las brigadas internacionales. 2. Brigadistas. 3. La guerra de los brigadistas. 4. La retirada. 5. El recuerdo de las brigadas internacionales.
Unos apuntes para ubicarnos. Recordemos que las Brigadas Internacionales agruparon a voluntarios antifascistas de más de 50 países. Algunos, recuerda Claret, venían a combatir por la República en genérico, «mientras que la mayoría luchaba por ideologías concretas, todas de izquierdas, o en contra de los sublevados el 18 de julio de 1936 que contaban con apoyos fascistas» (p. 35).
1. Lo novedoso de los brigadistas.
«En 1936 España era un país marginal en el concierto internacional. Y, sin embargo, el estallido de la guerra civil fue asumido como una apelación íntima y directa por miles de jóvenes de todo el mundo. Lo novedoso no era la implicación de extranjeros en cuestiones domésticas, pues contamos con ejemplos como el de lord Byron en la guerra de independencia de Grecia, sino su número, su diversidad de orígenes y su raíz ideológica. Desde su punto de vista, la guerra española era una causa justa, era la primera etapa del enfrentamiento contra el fascismo, era la defensa de unos valores democráticos para unos, revolucionarios para otros» (p. 14)
2. Organizaciones comunistas.
«París era el epicentro de reclutamiento de voluntarios mientras que en cada país las organizaciones comunistas locales o asociaciones e instituciones de solidaridad garantizaban la capacidad del llamamiento. Así, encontramos el Centro Cultural Español de Orán o el Comité Amsterdam-Pleyel, encabezado por el comunista alemán y cuadro relevante de la Comintern, Willy Mïunzerberg (1880-1940), posteriormente convertido en antifascista y antiestalinista fallecido en extrañas circunstancias en la Francia ocupada» (p. 27).
3. Albacete como base.
«La principal base de los brigadistas se instaló en el aeródromo albaceteño de Los Llanos, a la que se sumaban otras sedes repartidas por la provincia de Albacete como La Roda, Tarazona de la Mancha y Madrigueras, y también de la provincia cercana de Cuenca, como Villanueva de la Jara. Entre estas localidades se repartieron las diferentes bases de infantería, artillería, caballería, tanques y aviación, así los diversos centros logísticos y de apoyo. La elección de Albacete se argumentó por su situación lejana de los frentes y de los grandes centros urbanos y, al mismo tiempo, equidistante y con buena comunicación con los citados frentes» (p. 29).
4. Composición y evolución.
«En la primera de 1937, tras la batalla del Jarama, se inició una reestructuración de las Brigadas, haciéndolas más homogéneas por nacionalidades… En otoño de 1937, la Comintern dio un nuevo impulso a la campaña de reclutamiento. En febrero de 1938 se logró un máximo de 1.300 voluntarios. Fue su canto del cisne. De hecho, y a pesar de mantener el nombre de Brigadas Internacionales, unidades españolas empezaron a cubrir las bajas y los traslados, pues, por ejemplo, los batallones franco-belga y alemán de la XII Brigada fueron adscritos a otras fuerzas. A finales de 1937, el 60% de los brigadistas eran, en realidad, reclutas españolas» (p. 33).
5. Número y muertos.
«Sabemos, además, que sobre el terreno nunca se superaron los 20 mil voluntarios de diciembre de 1937, pues en general las estancias fueron cortas y los relevos frecuentes. De forma estable, seguramente la cifra se situó en 15 mil. Respecto de las muertes, las bajas fueron muy altas, cercanas a los 10.000 según Víctor Hurtado. A estos deben sumarse los 7.000 prisioneros, desaparecidos y desertores, y los 13.000 evacuados. Lógicamente, la nacionalidad con más bajas fue la francesa, con 2.659, porque franceses fueron el mayor contingente de voluntarios, seguidos de los 1.053 de Alemania…» (p. 36).
6. Motivaciones.
«La principal motivación de estos voluntarios era ideológica. Así, destacan tres características; una mayoría de militantes y simpatizantes comunistas, un origen social obrero abrumador, pues tenía esta condición el 80% de los brigadistas, y en todos os casos un activo compromiso de lucha contra el fascismo»(p. 37)
7. El regreso.
«El regreso de los brigadistas a sus países de origen estuvo marcado por el enrarecida clima prebélico de la primavera y verano de 1939. En París, la bienvenida fue el último acto multitudinario que pudo organizar el Gobierno del Frente Popular francés, ya en disgregación y en retroceso. Eso no fue obstáculo para que, a la par, aquellos voluntarios que habían participado en la guerra civil española, pero no habían cumplido con el servicio militar francés, fueran sometidos a consejos de guerra. La acogida en Londres tuvo un carácter popular y políticamente abierto, con una participación destacada de los militantes del Partido laborista. En cambio, el Nueva York, la única presencia oficial fue la de la policía que rodeó tanto a los brigadistas como a los escasos familiares, amigos y simpatizantes que acudieron a la cita. Resulta llamativo el caso de Suiza, donde sus 400 brigadistas fueron condenados a penas de entre uno y seis meses» (pp. 82-83).
Si alguna nota crítica fuera necesaria cabría señalar la no referencia (no el olvido ni el desconocimiento) a uno de los grandes poemas de la literatura universal sobre los brigadistas -«1936», Luis Cernuda- y una observación acaso mejorable (y sin duda precipitada) en los compases últimos de su presentación: «Como destaca irónicamente el historiador de la ciencia Eduard Aibar, Wikipedia es para los académicos como el porno para la población en general, todo el mundo lo usa, pero nadie lo reconoce».
Las fuentes bibliográficas están citadas en las páginas 93-94. No hay notas a pie de página para facilitar la lectura y hubiera sido conveniente un índice nominal para cerrar este breve ensayo que merece nuestra atención, que se lee magníficamente, que está escrita con sensibilidad y conocimiento del tema, que enseña y estimula nuevas lecturas. ¿Qué más puede pedirse?
De todas las historias de la historia la historia más triste es la de España escribió el poeta. No en este caso. Esta es una de las historias más bellas y generosas (también trágica y dolorosa) de la historia de España y de la historia de la Humanidad, una gran página del libro blanco del comunismo aún por escribir. Claret recoge un poema -«El voluntario»- del padre del actor Daniel Day-Lewis, Cecil Day-Lewis militante comunista en aquellos años, que nos ayuda a captar esta grandeza: «[…] No fue ni engaño ni estupidez,/ gloria, venganza ni dinero/ vinimos porque nuestros ojos abiertos/ no veían otro camino/ No había otra manera de mantener/ el parpadeo de la verdad de los hombres encendida:/ las estrellas serán testigo de que nuestra causa/ ardió más breve, pero no con menos luz».
Breve historia de las brigadas internacionales, Jaume Claret
Los Libros de la Catarata, Madrid, 2016,
94 páginas.
Prólogo de Antonio Selva Iniesta y Juan Sisinio Pérez Garzón.
Fuente: El Viejo Topo, diciembre de 2016