Un semiólogo hizo la siguiente afirmación: «Si entendemos que el objeto es una construcción semiótica (no de la disciplina sino de los lenguajes), no es posible poner cosas en el objeto, porque ese mismo objeto sólo existe en la medida en que es objeto de diferentes semiosis». En tanto una cosa o ente es un […]
Un semiólogo hizo la siguiente afirmación: «Si entendemos que el objeto es una construcción semiótica (no de la disciplina sino de los lenguajes), no es posible poner cosas en el objeto, porque ese mismo objeto sólo existe en la medida en que es objeto de diferentes semiosis».
En tanto una cosa o ente es un objeto nombrado, significado y conceptualizado, podemos afirmar que es un objeto semiotizado. Pero mediante estos actos semióticos -nombrar, significar y conceptualizar -no le damos al ente ni su existencia ni su ser. Un automóvil no es tal automóvil gracias a que es nombrado, significado y conceptualizado. Un automóvil es tal automóvil gracias a un proceso de trabajo industrial. Su existencia y su ser son previos a su semiotización social. Esta diferencia ontológica y epistemológica no es más que un caso particular de la diferencia entre teoría y práctica.
Lo que yo afirmo es que los entes y los eventos pueden ser sepultados y ocultados mediante los signos. La mentira, la falsedad sobre un evento, no es más que la sepultura de su verdad a manos de los signos. Lo que yo mantengo es que hay una lucha denodada entre las cosas y las palabras, como fruto de la división del trabajo en físico y espiritual, y el peso de estas últimas, las de las palabras, en algunos casos es desproporcionadamente superior al peso de las cosas. Por eso decía en mi respuesta a un semiólogo argentino llamado Claudio Guerri que en ocasiones sólo deberíamos poner al pie de las cosas sus nombres y contemplarlas. (Ver en mi blog «Algunas reflexiones metodológicas III» bajo la etiqueta Semioticians). Pero iba más allá: lo mejor sería ya ni nombrarlas sino transformarlas. ¿Quién no querría dejar de nombrar, significar y conceptualizar el hambre? ¿Quién no querría que el hambre dejara de ser? ¿Y eso lo lograríamos con semiosis o con actividades práctico revolucionarias?
¿No observamos que las imágenes y las palabras sobre las guerras ya no nos afectan? ¿No observamos que los procesos de significación están ocultando las cosas, están alejando las cosas de nuestros corazones? ¿No observamos la desmesura y la desproporción de los procesos de significación en relación a los entes y eventos semiotizados? Por eso estoy a favor de la rebelión de los objetos frente a los signos, por eso estoy a favor de la liberación de la percepción de los excesos de la conceptualización, por eso estoy a favor de la libertad de la práctica frente a los agobios teorizadores. No estoy en contra de la palabra, tampoco estoy en contra de los conceptos ni en contra de la teoría, pero sí estoy a favor de que la práctica sea la guía de nuestra conciencia y sólo desde las necesidades de la práctica concibamos el mundo.
El nuevo signo de la semiótica tal vez sea el regreso del imperio de las cosas sobre los signos, el retorno del principio materialista del conocimiento, donde la práctica es el punto de partida y de llegada del conocimiento; y la teoría sólo la fase de transición.
Fuente: http://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com/
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