El nervio emancipador que rescata para el 12 de octubre el Día de la Resistencia Indígena, nos compulsa a repensar y precisar nuestra común historia. A primera mañana del 12, publiqué en Facebook (https://www.facebook.com/profile.php?id=100012096579371) sobre la consideración errónea que conceptualiza lo ocurrido en octubre de 1492 como “encuentro de culturas”, y expresé mi crítica frente a quienes continúan ofreciendo atención y loas al Almirante mercader Cristóbal Colón.
En la tarde del propio día 12 retomé el asunto. El Noticiero de medio día de la Televisión Cubana en vez de saludar el Día de la Resistencia Indígena, le dedicó su espacio a Cristóbal Colón.
Sin dudas este enfoque que primero hablaba de “descubrimiento” y ahora se refugia en el llamado “encuentro de culturas”, es un hacer que refleja la confrontación ideológica e historiográfica entre maneras muy distintas de ver, hacer y contar la historia.
No terminó el día 12, sin que leyéramos una interesante provocación intelectual. Alguien nos recordaba como ausente de nuestras publicaciones, la referencia a la hispanidad que también nos nutre, y en esta dimensión defendía el “encuentro de culturas”. Al referencista “de la herencia de los conquistadores” debemos también responderle en concepto y en lo que realmente la historiografía prueba que ocurrió en la historia.
Las herencias históricas no pueden desconocerse. Unas y otras contribuyen a ratificarnos de dónde venimos. La tesis de Vladimir Ilich Lenin sobre las dos culturas que coexisten (Notas críticas sobre el problema nacional, 1913)) resultan una excelente guía metodológica (https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/lenin-obrasescogidas05-12.pdf).
Claro que pueden estar cohabitando en tiempo histórico más de dos culturas. De lo que se trata es de la dialéctica de la relación entre explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos.
¿Descubrimiento? ¿Encuentro de culturas? ¿Conquista?
Las culturas originarias, fueron severamente diezmadas por la criminalidad del genocidio y el etnocidio que acompañó la conquista y colonización española, como también lo hicieron ingleses, franceses, portugueses, holandeses… Culturas que evolucionaron desde los primeros arribos de humanos al continente. Miles de años de antigüedad y humana -7 mil en Cuba- fueron arrasados por el conquistador europeo.
Según afirmaciones del padre Bartolomé de las Casas, el costo mortal de la conquista para los habitantes de Cuba, Jamaica, Borinquén y las Antillas Menores fue de 3 millones de vidas, y solo para Quisqueya, consideraba una pérdida similar. Independientemente de errores en una u otra apreciación de cálculo, el balance es brutal De veinte a treinta millones de muertos en toda la región”.
En lugar del “encuentro de culturas y civilizaciones” que se ha intentado sustentar, las llamadas conquista y colonización concretaron, como señala Steven Katz, el peor desastre civilizatorio y demográfico conocido en la historia de la humanidad.
Los europeos hicieron la guerra con malicia, maldad y crueldad sin límites. No hablemos más de “conquista”. Ese es el término del conquistador. Esa es la epistemología de la colonialidad del saber. Fue una guerra de rapiña colonial contra las comunidades y naciones libres que vivían en el Caribe y en el territorio continental que se nombró América.
No solo masacraron a los indígenas, para derrotarlos y mantenerlos explotados y oprimidos, los dividieron, agudizaron entuertos históricos, pactaron con señores de poder, crearon y acomodaron esbirros y traidores a sus hermanos de civilización.
En los enclaves de esclavitud y explotación genocida de las llamadas “encomiendas” -las primeras repartidas por Colón a sus capitanes y soldados de las expediciones militares de conquista que lideró-, a los aborígenes que lograban fugarse y se rebelaban, se les comenzó a llamar cimarrones, palabra con la que en castellano se designa a un animal doméstico que huye al campo y/o anda en vida salvaje. Cimarrón, porque precisamente a los indígenas se les consideraba y trataba como animales. En similar concepto de animalización, fueron secuestrados y esclavizados millones de hombres y mujeres africanos. Y cimarrón fue la designación que también se les daría a los africanos y sus descendientes que resistieron a ser esclavos, se sublevaron y como los aborígenes cimarrones fundaron sus comunas de resistencias, los palenques, en la profundidad del territorio.
La nación cubana no comenzó a forjarse en los siglos de criollidad. Antes del parto del criollo y la configuración de la sociedad criolla en los siglos XVIII y XIX, estuvo en su base la vida y la leyenda de los pueblos indígenas del monte, del cimarronaje indígena y africano. Ahí y no en los espacios de familia y salones de la cultura blanca, fue donde comenzó a forjarse la cubanidad, de ahí nacieron las primeras mezclas de nuestra maravillosa transculturación.
En guerra contra los genocidas de la guerra de rapiña colonial, en resistencia y luchas desiguales, nacieron las primeras ideas de la emancipación en Cuba.
Lo hispano
Conmemorar el Día de la Resistencia Indígena el 12 de octubre, no es un acto antiespañol. Con la raíz étnica que se reconoce hispana, para identificar a los pueblos del actual Estado español, nos sentimos los cubanos y latinoamericanos íntimamente vinculados.
En medio milenio de colonia, de la Europa ibérica no solo llegaron los genocidas soldados de fortuna que masacraron y robaron a los pueblos originarios, y la plaga de comerciantes, jerarcas eclesiásticos, funcionarios monárquicos y burócratas ladrones, que se enriquecieron con las relaciones colonialistas de explotación. También arribaron sujetos portadores de todo lo progresivo y laborioso que latía en los pueblos del Viejo Continente: campesinos y artesanos, intelectuales, maestros y artistas, hombres y mujeres de bien —no pocos sacerdotes y religiosas que como el padre Bartolomé de La Casas, dieron su aporte de entrega humanista y sabiduría—, que hicieron de estas tierras su nuevo hogar, y con ello las convirtieron en el escenario de sus amores, pasiones, resistencias y luchas.
Cierto que el intercambio cultural comenzó a contrapelo de violaciones y agravios en la primera ocupación militar del territorio. Pero definitivamente el encuentro como hecho histórico, sociológico y cultural, se dio definitivamente en la sociedad colonial que trascendió la oleada de los asesinos comandados por Colón y sus capitanes de conquista, ya avanzado el siglo XVI.
Fue un proceso de internación objetiva y psicológica en la territorialidad y la naturaleza, en los etnos de los grupos humanos que coexistían en Isla-archipiélago, en los sujetos. Proceso que se extendió en el de cursar de los siglos coloniales. Que se concretó en la relación profunda y el aporte de la España humilde, trabajadora, culta y popular, en multiplicidad y fertilidad de intercambios con las civilizaciones, culturas y la naturaleza indoamericanas, con las culturas y saberes de los pueblos africanos y demás migrantes.
Frente a la España feudalizante del egoísmo monárquico, frente al anti héroe del pillaje; siempre estuvo –latente una veces, explícita otras- la España antifeudal y antimonárquica, y el héroe del trabajo honrado. En los legados de resistencias de los cabildos y las luchas contra la burocracia corrupta, las gabelas y los monopolios de la Corona, en los enfrentamientos a las continuas invasiones de corsarios y piratas, los pobladores hispanos, indígenas, libertos y esclavos forjaron relaciones de comunidad. De indígenas y migrantes nació el campesinado cubano. Por mil estrategias y casualidades los negros y mulatos que lograron liberarse de la condición de esclavos, nutrieron el artesanado de oficios en las villas de la cultura hispana…
La latinoamericanidad vista desde lo indoamericano, lo afroamericano y lo hispano, integra las principales raíces que fundamentan nuestra identidad nacional y regional. En tanto reivindicamos nuestro vínculo de familias y herencias preciosas, de cariños, con la España que sentimos y amamos.
Los cuatro siglos de colonialismo español lo fueron de explotación y violencia. Los procesos civilizatorios, las entidades de progreso cultural, se produjeron contra y a pesar del oscurantismo y la rudeza del poder colonial. Correr de fecha el proceso de encuentro de culturas, colocarlo en 1492 y en las primeras décadas de expediciones militares de conquista, donde el contenido fundamental del relacionamiento fue la guerra de rapiña y la esclavización de la población aborigen en las encomiendas, es una hacer muy fraudulento.
Obviar lo que realmente ocurrió para una argumentación edulcorada, desde las claves de “avances” culturales y tecnológicos de la internacionalización y el “progreso” de modernidad capitalista resulta un irrespeto: América asesinada y saqueada, África convertida en cazadero de esclavos… (https://www.flacsoandes.edu.ec/sites/de fault/files/agora/files/1310675433.lflacso_1867_02_marx.pdf)
La celebración del 12 de octubre en Cuba
La propuesta “del encuentro de culturas” surgió en el entorno de las celebraciones continentales de 1992, en el contexto de cerco del pensamiento conservador, como alternativa frente al hispanismo colonialista. La permanencia de este enfoque no se justifica ni en ciencia ni en política. Cuando esto ocurrió lo criticamos, de entonces data mi libro Los primeros rebeldes de América (Gente Nueva, 1988). Resulta inaceptable que hoy continúe en el país la citada denominación, que se comparte además con el culto al Almirante mercader Cristóbal Colón.
El enfoque descolonizador está sustentado por la voluntad política del Partido Comunista de Cuba (PCC) y del Estado socialista. Hay un programa nacional sobre el tema de la descolonización cultural. El Primer Secretario del PCC y Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en discurso de clausura del IX Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC, 2019), retomó y reforzó la clarinada descolonizadora del Comandante en Jefe durante la Batalla de Ideas:
“(…) Fidel supo advertir –precisó Díaz-Canel- el riesgo de perder nuestra mayor fortaleza: la unidad, la identidad, la cultura, con la avalancha colonizadora que avanzaba en los tiempos de la globalización, con el acceso masivo a las nuevas tecnologías, promovido por los mercaderes modernos, no para enriquecer sino para empobrecer la capacidad crítica y el pensamiento liberador”.
El 8vo. Congreso del Partido (2021) discutió con fuerza no solo la problemática de la enseñanza de la Historia –para sectores importantes de la opinión pública solo somos los maestros y la escuela los responsables-, también la divulgación y tratamiento por los medios.
No podemos desligar el Día de la Resistencia aborigen y la crítica al hispanismo conservador que persiste, de la voluntad política realmente existente.
En la Unión de Historiadores de Cuba hemos calorizado la realización del Día de la resistencia Indígena. En la Casa de las Américas también. El Programa de Estudios sobre Culturas Originarias, perteneciente a la Casa, ha defendido la importancia de la conmemoración ante “una colonización que reaparece una y otra vez con renovado pelaje” (https://www.prensa-latina.cu/2021/10/12/casa-de-las-americas-recuerda-dia-de-la-resistencia-indigena).
En los programas de perfeccionamiento de la enseñanza de la Historia que desarrolla el Ministerio de Educación (MINED) está incorporado con fuerza el enfoque de la historia desde los oprimidos, y se orienta explicar las resistencias y luchas de nuestros aborígenes en Cuba, en el Caribe y en América, frente al genocidio y el etnocidio de la colonización europea.
Persiste el desacierto
No avanza el enfoque descolonizador en otros espacios. La referencia “al encuentro de culturas”, persiste en medios culturales. Y se mantiene en festejos que se hacen en la capital y en provincias, con el impacto que este enfoque de desacierto tiene en la comunicación social, y sobre todo en la contaminación de las generaciones escolares.
También llegan al país por los vectores de la colaboración con España y Portugal, propuestas que levantan y acreditan la epistemología colonialista. No justifica colaboración ni financiación alguna, la entrega total y la reproducción mimética de la epistemología de la colonialidad del saber.
Personalmente he discutido con los organizadores de un festejo que coloca a toda una provincia en la clave colonialista del “encuentro de culturas”, e invita a representantes diplomáticos, dirigentes cubanos, investigadores, artistas, amigos y turistas. Les he dado razones de ciencia y política. Los historiadores de su propia provincia coinciden en la crítica al insostenible enfoque colonialista, pero el evento desde el poder decisorio que ostentan sus organizadores persiste en el decir colonialista.
Abochorna que en el mencionada festejo se represente la llegada del Almirante comerciante, y que tras la anécdota del asombro “por la tierra más fermosa”, no se repudie el hecho colonialista de la toma de posesión a nombre de los reyes de España de una tierra que no les pertenecía, que se silencie el genocidio…
El 12 de octubre el Noticiero del medio día en Cuba, dedicó la parte editorial de su segmento cultural a Cristóbal Colón.
El día para honrar a nuestros héroes de la resistencia indígena no puede ser ocasión para recolocar en la televisión cubana los materiales que produce el hispanismo conservador, en su aliento para invisibilizar el genocidio y el etnocidio, la explotación y el robo del que Cristóbal Colón fue primer jefe en operaciones. Si el señor Colón no obtuvo más riquezas no fue porque no quiso y se arrepintiera, sino porque sus competidores ambiciosos y tramposos, en primer lugar la Corona española, se lo impidieron.
El 12 de octubre es el Día para solidarizarnos con la América Indígena. Esa que sigue en la pelea emancipatoria.
Considero que la elección y presentación del tema en el Noticiero fue un desacierto. Este comentario sería estéril y desmedido, si nos centráramos en la autora de la publicación, una profesional destacada, compañera que merece toda oportunidad, delicadez y respeto. Tampoco interesa –sin dejar de realizar responsables y ejecutores los análisis que eduquen- la búsqueda inquisitoria de responsables.
El problema está en cómo resolver definitivamente los desencuentros que existen entre 1) la ciencia histórica, 2) el enfoque descolonizador y 3) la cobertura noticiosa que se realiza. No es la primera vez que unos y otros historiadores y educadores, criticamos desaciertos. Y no puede continuar un diálogo de sordos y ciegos.
Si persiste el desacierto: Démonos las razones para resolverlo
Démonos las razones que cada quien desde sus saberes pueda tener. Aprendamos mutuamente. Nadie es poseedor de todas las verdades. Unámonos en lo que se hace para nuestro pueblo.
Me resulta evidente la falta asesoría histórica profesional en los servicios informativos. También directivos, realizadores y periodistas precisan renovar sus aprendizajes históricos.
Falta tradición de laboreo investigativo. Si no hay tiempo para visitar una biblioteca, los trabajos de no pocos historiadores –como en esta ocasión- están a un clic en un buscador en la red de redes. Y la distancia que nos separa es la de una llamada telefónica.
No conozco historiadora o historiador, maestra, profesora, maestro o profesor de Historia que no se sentiría útil, y muy halagado por demás, de colaborar con una asesoría, con una sugerencia de lectura, con facilitar un contacto con alguien que consideremos más preparado en uno u otro estudio o conocimiento histórico…
El recién creado Instituto de Información y Comunicación Social, como organismo de la Administración Central del Estado a cargo de conducir y controlar el sistema de comunicación social, es el responsable de reforzar y crear sino existen las tradiciones de trabajo investigativo, de asesoría y diálogo.
En Cuba, lo he dicho y publicado, hay personas que critican, para que segundos y terceros les hagan lo que ellos pueden también contribuir a hacer y sobre todo a resolver. Con el conocimiento y la autoridad que me otorgan mis años de trabajo con las instituciones y los colegas historiadores y maestros de Historia de todo el país, puedo afirmar que ese mal que refiero no tiene raíz entre las y los investigadores y docentes de la Historia: Estamos en disposición de colaborar.
Hay un millar de historiadoras e historiadores profesionales en el país, multiplicados por más de cincuenta en la suma de maestros, profesores y museólogos. Una fuerza dispuesta, organizada, en estudio y creación en instituciones estatales y asociaciones civiles. Fuerza preparada y lista para aportar más a la educación y a la formación ciudadana, a la comunicación y al periodismo.
Herencia y culturas
A diferencia de lo que comúnmente se ha repetido, la población aborigen en Cuba no desapareció, ni fue completamente exterminada. Hoy se han documentado más de 800 familias que conservan la herencia y tradición indígena. Toda nuestra identidad está marcada por la presencia indígena, desde la geografía y los genes hasta la idiosincrasia. Somos muchos, los que además, tenemos plena conciencia histórica de nuestra indigeneidad. Y somos conscientes también de nuestra africanidad y de nuestra hispanidad, de la universalidad transculturada y fértil que ha forjado lo cubano.
Pero el asunto trasciende lo propiamente cienciológico. La Historia siempre será una búsqueda en el pasado desde los intereses, las necesidades y las perspectivas del presente. No basta con lo que realmente la historiografía prueba que ocurrió en la historia. De lo que se trata para hacer de la Historia praxis social, compromiso y acción es decidir que experiencias nos son válidas y útiles. Sobre todo resulta imprescindible precisar a qué herencia renunciamos y cuál herencia reivindicamos.
Las y los historiadores y maestros de Historia que en Cuba hemos asumido una historia desde el eje de la resistencia, la lucha y la emancipación, defendemos más que un “proyecto”, una realidad que nos implica en el hoy de la Revolución Cubana, y desde ese hoy, asumimos nuestra perspectiva socialista, comunista.
La decodificación en clave de emancipación y dignificación humana a partir del Día de la Resistencia Indígena, nos califica y cualifica el hacer y lo por hacer de la historiografía revolucionaria. De la mano de José Martí, de sus discípulos y de estos, de sus más certeros multiplicadores Julio Antonio Mella y Fidel Castro, procuremos privilegiar la historia real, y en vez de “descubrimiento” precisemos que se trató de una invasión. Renunciemos a la neutralidad genérica del concepto viaje, y puntualicemos sobre las expediciones militares de conquista que organizó el Almirante comerciante, el invasor Colón. Así mismo debemos decodificar el mito fundador, y ratificar que no existió un “encuentro de civilizaciones y culturas”, sino un hecho de guerra de rapiña, de apropiación forzada y depredatoria del territorio y sus recursos naturales y humanos, lo que devino en genocidio y etnocidio.
Tenemos derecho a sustentar nuestros resultados de ciencia y nuestros puntos de vista de ciencia y conciencia. Tenemos derecho a que se nos tenga en cuenta en la historia y en los enfoques históricos que se transmiten al pueblo del que somos parte y condición de existencia.
Mis razones
Mis razones junto a un grupo multidisciplinario de preciosos colegas pueden encontrarse en el libro: Los indoamericanos en Cuba. Estudios abiertos al presente (Ciencias Sociales, 2014). En red pueden abrirse varios artículos (1).
No acredito el método de zanjar un debate a partir de juicios de autoridad. Si sustento la autoridad de los juicios. Y les invito a leer y debatir el libro que cito. Y muchas más investigaciones realizadas y publicadas por arqueólogos, historiadores, lingüistas, geógrafos, folkloristas y culturólogos, que levantan las verdades que defendemos.
Me niego a colocar la ciencia como sierva de la política. Si me enamora el cómo nuestros más cimeros líderes políticos estudiaron y aprendieron en condiciones de falta de información y certezas de ciencia. Desde ese asombro sugiero a quien tenga dudas, a quien considere que nuestras opiniones están en error, que además se acerquen a las posiciones que sobre el tema han tenido nuestros principales líderes.
Resulta un ejercicio bien interesante explicarse cómo y porqué, lo mejor del pensamiento y liderazgo intelectual y revolucionario cubano, siempre se sintió parte del movimiento de resistencia de los pueblos originarios. Hora es de rescatar para la labor histórica, política y cultural los valores del indigenismo revolucionario de Carlos Manuel de Céspedes, Martí, Mella y Fidel.
Sé que ese misterio de inteligencia y claridad partió siempre desde la razón ética. Y ética y moralidad han sido siempre razones supremas para las y los patriotas cubanos.
Ver:
(1) https://rebelion.org/12-de-octubre-dia-de-la-resistencia-indigena/
https://www.ecured.cu/Los_primeros_rebeldes_de_Am%C3Africa
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.