Gracias a la moneda de la política las personas crean reglas de convivencia social. Como toda moneda, sirve al bien o al mal, produce o reduce desigualdades, favorece o castiga corruptos, implanta o suprime la justicia, amplía o restringe la libertad, infunde o destruye la paz. Ética en la política es un tema recurrente en […]
Gracias a la moneda de la política las personas crean reglas de convivencia social. Como toda moneda, sirve al bien o al mal, produce o reduce desigualdades, favorece o castiga corruptos, implanta o suprime la justicia, amplía o restringe la libertad, infunde o destruye la paz.
Ética en la política es un tema recurrente en la literatura, desde la obra /Suplicantes/, de Esquilo, a las tragedias de Shakespeare; de la obra de Aristóteles a la de Maquiavelo; desde el antiimperialismo romano del /Apocalipsis/ al /Manifiesto Comunista/ de Marx y Engels.
Hacer política significa hacer elecciones. Y en ese campo son únicas, porque envuelven el destino de multitudes. Al decidir retener o subir los intereses en un 0,5%, Copom parece estar manejando sólo un símbolo matemático aparentemente insignificante. En la realidad son 30 000 millones de reales retirados de circulación. El superávit primario asfixia la inversión pública, mientras el aumento de la tasa Selic asfixia la inversión privada.
Como todas las otras, la moneda política tiene dos caras. La de la corrupción predomina cuando se apela al pragmatismo para garantizar una política de resultados en detrimento de una política de principios. Entonces la ideología cede el sitio a la experiencia; la convicción al agrado; el programa al acierto. Se instala la permisividad. Quien compra votos del elector se acostumbra también a negociar el suyo en el parlamento. Es como el proxeneta que, de tanto recoger dinero de sus protegidas, acaba poniendo tarifa a su propio cuerpo.
¿En qué momento la izquierda brasileña comenzó a alejarse de sus principios? A partir de 1989, con la caída del Muro de Berlín. Un sector reaccionó cual monjas que, de pronto, admiten que Dios no existe y se dan la buena vida. Elegida para gobernar Brasil entre 1994 y 2002, esa izquierda, que había padecido en el exilio y en las prisiones, olvidó lo que había escrito, y también lo que había sufrido, y pactó con la derecha. Dejó de purificar los crímenes de la dictadura y el paradero de los muertos y desaparecidos, se entregó a la furia privatizadora del patrimonio público, acató el Consenso de Washington, intercambió el proyecto de nación por las imposiciones del mercado.
Otro sector, libre de los imperativos categóricos de las teorías marxistas, descubrió que todo es posible si no hay determinismo histórico. Ese sector difería del primero por sus vínculos con los movimientos populares que, una vez usados como trampolín electoral, fueron dejados de lado, condenados a gritar en marchas y concentraciones, sin que nadie en el poder los escuchase al punto de hacer realidad sus anhelos de justicia.
La cabeza piensa donde los pies pisan. Ese sector oriundo de los movimientos populares y sindicales se quedó deslumbrado al verse en el último piso del edificio social, cercado de privilegios, disfrutando del paisaje encantador descontaminado de la incómoda presencia de los pobres. Y se convenció de que los enemigos históricos pueden ser aceptados como aliados coyunturales y, con ellos, aprendió tácticas y métodos de operar la política de resultados.
Un tercer sector no abandonó sus vínculos con el mundo de los pobres. Fue el menos sacudido por la caída del Muro de Berlín, porque su paradigma no se constituía de teorías académicas y nociones históricas, pues estaba enraizado en el hecho que justifica la idea de socialismo: la existencia de la pobreza como fenómeno colectivo. Y mientras más próximo a los pobres, menos vulnerable quedó ese sector a las tentativas de cooptación, a los agrados de la élite, a las propuestas de dinero fácil.
El PT está en una encrucijada: como las paralelas también se encuentran en la improbidad, puede ser que él se mire en el espejo y vea el rostro del PSDB. Entonces, como en las novelas medievales, tendrá que preguntarse por qué resistió tanto tiempo a esa pasión escrita en las estrellas. Y Brasil habrá encontrado su camino de promover la alternancia de gobierno sin amenaza de poder, como ocurre entre Estados Unidos entre republicanos y demócratas. Será la versión democrática de la Arena y del MDB.
La otra vía es hacer autocrítica, expurgar indicios de corrupción, retomar el trabajo de base y de formación política, abrazando las razones y los principios que nortearon la fundación y la construcción del partido. En ese caso, Lula como presidente no tendrá otra alternativa que confiar menos en los llamados aliados y más en el apoyo popular que hizo que la esperanza venciese al miedo. De lo contrario, todo el gobierno quedará contaminado por el miedo que, en la política económica, venció a la esperanza.
Y hablando de monedas, llevé en mano, para la campaña de Lula de 1989, el primer cheque del peculio recibido por Maria Amélia Buarque de Hollanda después de la muerte de su marido, Sérgio Buarque de Hollanda. No quiero avergonzarme de gestos como aquel, pensando que el óbolo de la viuda era ridículo delante de la montaña de dinero acumulada sin la transparencia que debe exigirse al PT.
Frei Betto es escritor, autor de la /El vencedor/ (Ática), entre otros libros. Tradução: Maria José Gavito