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La necropolítica de Bolsonaro descubre nuevos enemigos

Fuentes: Rebelión

Con mucha tristeza nos enteramos de la muerte Aldir Blanc de Coronavirus en un hospital de Rio de Janeiro. Blanc fue uno de los mayores compositores brasileños y se transformó en una figura emblemática de la lucha contra la dictadura, pues en sus letras combinaba poesía y esperanza en medio de un panorama sombrío y desolador. Como en el homenaje a Charlie Chaplin en que funde los destinos del inolvidable Carlitos con otros incomprendidos de la historia, como los exiliados por el régimen militar (O Bêbado e a Equilibrista). Y ahora, su patria amada continúa equilibrándose en la cuerda floja para no transformarse en una dictadura tropical. Mientras tanto, ese personaje tosco, grosero, brutal que ocupa la presidencia, insiste en imponer su agenda autoritaria, amenazando nuevamente a los otros poderes del Estado con la clausura del Congreso y del Supremo Tribunal Federal (STF). ¿Cuánto más va a soportar este país a un sujeto tan nefasto e insano?

La interrogante se mantiene, aunque cada vez parece más claro que el ex capitán está actuando sin ninguna visión estratégica, acumula diferencias y desafectos todos los días e insiste en apelar al apoyo de las Fuerzas Armadas para aplicar un autogolpe que le entregue más poderes para gobernar sin ningún control. En su definición bizarra de la democracia, el mandatario piensa que no debe tener ninguna interferencia para hacer y deshacer a su antojo, en un Brasil que se curve a sus caprichos.

Pero las Fuerzas Armadas no están convencidas de sumarse a una aventura golpista que no supone, en ninguna hipótesis, derrotar a las fuerzas del comunismo o a algún enemigo interno, sino que, por el contrario, significaría disolver las instituciones que están consagradas por la propia Constitución como frenos o contrapesos de las embestidas autocráticas del Ejecutivo.

El actual contexto político es muy diferente al que existía en 1964, en el que el gobierno de Joao Goulart prometía la realización de un conjunto de transformaciones estructurales, llamadas las Reformas de Base, comenzando por una reforma agraria, reformas administrativas, tributarias y en el sistema bancario, junto con la nacionalización de empresas bajo capital extranjero y control sobre las remesas de dichas empresas. A pesar de que las condiciones para una arremetida totalitaria en el presente son muy distintas, Bolsonaro citó a sus ministros militares y a los altos mandos de las tres ramas de las Fuerzas Armadas a su despacho, para quejase de lo que él llama “intervencionismo” del STF en sus decisiones. Sintiendo que tenía el aval de los militares, decidió, una vez más, convocar a sus seguidores a apoyar un golpe porque la situación habría llegado a un límite. Por la reacción y el disgusto expresado por los militares a partir de este pronunciamiento del gobernante, parece bastante remota la posibilidad de que ellos estén dispuestos a cargar con el fardo de inaugurar una dictadura por un motivo fútil y torpe.

En ese caso, se visualiza como más probable un escenario en el cual el golpe sea efectuado para apartar a Bolsonaro de la jefatura del gobierno, para colocar otro militar en su lugar, de preferencia el Vicepresidente, Hamilton Mourao, que ha mostrado mayor racionalidad y capacidad de negociación con los diversos actores políticos e institucionales.

Además, Bolsonaro cambió peligrosamente de campo de batalla. Se ha olvidado de sus antiguos enemigos para descargar su odiosidad. Antes de las elecciones sobraban amenazas contra los agentes del comunismo, los Petralhas y todos quienes querían que Brasil fuera una sucursal de Venezuela. Repetía incansablemente el eslogan Nossa bandeira jamais será vermelha. En la actualidad sus adversarios se encuentran entre la derecha o la centroderecha. Con los ataques del ex capitán a la prensa liberal (O Globo, Folha de Sao Paulo, Estado de Sao Paulo), al Congreso y a sus respectivos presidentes (Rodrigo Maia de la Cámara de Diputados y Davi Alcolumbre del Senado), a gobernadores también de derecha (como Doria, Wetzel o Caiado) y al hasta hace poco Ministro de Justicia, Sergio Moro –a quien llamó de Judas-, parece que la disputa por la continuidad de su proyecto autocrático se reduce a un conflicto entre los sectores de la derecha y la ultraderecha.

Paralelamente, el presidente ya acumula más de 30 pedidos de impeachment por varios motivos, a saber: crimen de responsabilidad por participación en actos contra el Congreso, STF y la prensa; obstrucción de la Justicia al querer nombrar para Superintendente de la Policía Federal a un amigo de la familia; Falta de decoro o dignidad del cargo, al pronunciarse de manera injuriosa contra personas e instituciones; Abuso de poder, en el caso de insultos a periodistas que cubren las novedades del Palacio do Planalto.

¿Y entretanto, qué están haciendo los partidos de la oposición de izquierda? Bueno, estos partidos también buscan encontrar una salida a la crisis que les otorgue algún protagonismo. El Partido de los Trabajadores (PT) ha iniciado, primero tímidamente, una campaña cuyo eslogan es “Fuera Bolsonaro”, aunque no está clara su posición con respecto a la posibilidad de instaurar un proceso de destitución, pues se encuentra evaluando la viabilidad de llevar a buen puerto la salida del Jefe de Estado. Si se fracasa en el intento, el ex capitán puede salir fortalecido pese a los pesados cargos que se vienen acumulando en su contra.

Los otros partidos de izquierda o progresistas también se encuentran evaluando la correlación de fuerzas que podría llevar a la instalación de una comisión para analizar la exoneración del mandatario, aunque debido a la compra de apoyo parlamentario que ha efectuado Bolsonaro en los últimos días entre los partidos del “Centrao”, este escenario todavía parece remoto. Sin posibilidades de llamar a sus militantes a ocupar las calles, la izquierda se manifiesta en las redes sociales, pero sin el impacto que tendría una gran movilización nacional.

Ya hemos señalado en columnas anteriores que la decisión de abrir estos procesos se encuentra en las manos de Rodrigo Maia, el cual –al igual que los partidos de oposición- sigue evaluando la factibilidad de una medida de este tipo. En un escenario en que aún no se decantan las aguas turbulentas de la política brasileña, los muertos por el Covid-19 siguen aumentando y, según cifras oficiales, estos ya superan los siete mil decesos, mientras los contagiados llegaron a los 110 mil casos. En esta ruleta de la vida y de la muerte, resuena en la memoria una música que recuerda otros tiempos de terror, cuando Joao Bosco junto a Aldir Blanc escribían “Llora nuestra patria, madre gentil, lloran Marías y Clarices en el suelo de Brasil…”


Fernando de la Cuadra es doctor en Ciencias Sociales y editor del blog Socialismo y Democracia.