Escritora especializada en biopolítica, activista en el 15M y en otros muchos movimientos sociales, Clara Valverde Gefaell (Barcelona, 1956) fue profesora de enfermería durante décadas. Coordina actualmente el Equipo Aquo de formación on-line y off-line. Entre sus publicaciones más recientes, cabe citar: Desenterrar las palabras. Transmisión generacional del trauma de la violencia política del siglo […]
Escritora especializada en biopolítica, activista en el 15M y en otros muchos movimientos sociales, Clara Valverde Gefaell (Barcelona, 1956) fue profesora de enfermería durante décadas. Coordina actualmente el Equipo Aquo de formación on-line y off-line.
Entre sus publicaciones más recientes, cabe citar: Desenterrar las palabras. Transmisión generacional del trauma de la violencia política del siglo XX en el Estado español, publicado por Icaria, como el libro en el que centramos esta conversación: De la necropolítica neoliberal a la empatía radical
SLA: Nos habíamos quedado en este punto. No te veo muy partidaria del pensamiento positivo. ¿Y qué tienes en contra? ¿No es mejor ser positivo que ser un negacionista de todo?
CV: Si alguien se siente positivo sobre algo, no le diría que dejara de sentirse así. Tampoco si se siente pesimista. Lo que siente la gente, hay que respetar.
El concepto de «el pensamiento positivo» se está utilizando para controlar pensamientos disidentes, mal humor, cuestionamiento crítico, etc., por los expertos, por los medios de comunicación, y se ha infiltrado muy profundamente en la sociedad.
La gente piensa que es mejor sentirse contento que sentirse descontento. Eso es muy infantil. Lo que es mejor es sentirse libre de expresar y vivir lo que uno siente realmente. Que no le juzguen a uno ni le censuren ni le presionen por lo que siente. Cada sentimiento tiene su tiempo.
Es muy malo para la salud el estar enfadado o triste e intentar cambiar ese sentimiento por otro.
Hay empresas y sitios de trabajo en los que durante el día o la semana, se hacen pausas para que los trabajadores mediten y tengan pensamientos positivos. Eso es el Gran Hermano! Tienes un trabajo aburrido que no sirve para nada, vives en una sociedad injusta llena de desigualdades, pero sonríe, por favor!
SLA: Del quinto capítulo: ¿muertos en vida? ¿Quiénes son esos muertos en vida? ¿Los enfermos de síndromes de sensibilización central (SSC)? ¿Por qué se les excluye?
CV: Los síndromes de sensibilización central (SSC) son varias enfermedades como la Encefalomielitis Miálgica (conocida coloquialmente como «Síndrome de Fatiga Crónica»), una enfermedad inmunológica en la que la persona no tiene defensas. También están las sensibilidades químicas múltiples, en la que el organismo de la persona ya no tolera ningún producto químico y por eso viven encerrados en sus casa en las cuales, si ninguna ayuda económica ni logística de nadie, han hecho Control Ambiental. Y también están la fibromialgia y la Sensibilidad Electromagnética.
La gran parte de los enfermos de los síndromes de SSC, enfermedades que tiene el 3,5% de la población, viven entre la cama y el sofá. Y los pocos que pueden trabajar viven de cama al trabajo a la cama.
Es como estar muerto en vida. La mayoría enferman entre los 20 y los 30 años, y cómo no se les atiende en la sanidad pública española ni catalana, pues se pasan la vida echados y encerrados.
Se les excluye porque son enfermedades que no son rentables y porque la mayoría de los enfermos son mujeres. A las mujeres enfermas no se les toma en serio, sea cual sea su enfermedad. El patriarcado sigue muy fuerte en el neoliberalismo.
También hay muchos niños enfermos de SSC, pero claro, los padres están desbordados cuidando de ellos 24 horas al día, que no están para salir a la calle a protestar.
También, por no ser atendidas por la sanidad pública, la gente con SSC tienen una esperanza de vida de 25 años menos que la población general. Mueren de las complicaciones infecciosas y cardiovasculares, y de los cánceres causados por los SSC. Y muchos se suicidan. No es para menos.
SLA: Abres este apartado con una cita de Harvey: «La particularidad del cuerpo no puede ser comprendida independientemente de los procesos socioecológicos». ¿Y esto qué significa? ¿Nos regalas un comentario?
CV: Lo que ocurre a nuestra salud tiene que ver, sobre todo con los determinantes sociales, la situación económica, el género, el medioambiente, etc. Digamos que la salud tiene más que ver con el código postal que con el código genético. Por ejemplo, las personas con SSC que se pueden pagar atención médica privada, tienen mejor calidad de vida que las que no pueden, dado que la sanidad pública no se ocupa de estas enfermedades de forma seria.
Y el medio ambiente es un factor clave en el desarrollo y la perpetuación de estas enfermedades, medio ambiente que es muy tóxico y más con el aumento de la temperatura ambiental que aumenta la potencia de los tóxicos.
SLA: Tus palabras de cierre de este apartado: «Las administraciones sanitarias «entienden y comprenden» que lo único rentable y acorde con las políticas neoliberales es dejar morir a los enfermos de SSC». ¿No exageras? ¿No analizar y críticas desde un punto de vista muy personal, muy subjetivo?
CV: Si yo no tuviera SSC, también escribiría sobre esta situación tan escandalosa.
Yo he dedicado mi vida al tema de la biopolítica. En los años 70 trabajaba en temas de salud de mujeres, sobre el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos.
En 1983 empecé a trabajar con el VIH/SIDA, en educación, activismo y servicios. Escribí libros, hice formación de profesionales, hice acompañamiento en los procesos de muerte y organicé atención sanitaria. Fui una activista por los derechos de las personas con VIH y no tengo VIH. Pero en cambio, con los SSC, la gente que no tienen estas enfermedades no se interesa. ¿Por qué?
En los 90 trabajé también por los derechos de los drogodependientes y mi única adicción es la escritura… Y recientemente he estado interesada e implicada con Entrevoces, la red de personas que escuchan voces. Yo no tengo alucinaciones auditivas pero apoyo la lucha de estos «escuchadores» por no ser estigmatizados.
Pero seamos realistas…las personas sanas no parecen interesarse por el 3,5% de la población que tiene SSC, por los que vivimos una vida cama-sofá-cama. O sea que si no lo hacemos los que estamos enfermos, ¿quién lo va a hacer?
Yo no debería tener que estar utilizando mi poca energía para, desde mi cama «analizar y criticar» la situación extrema que vivimos los enfermos de SSC (en Catalunya, hace dos años, nos quitaron el acceso a nuestro médico y ahora nos quitan las pensiones… situaciones para criticar, ¿no?). Ese pequeño rato que tengo cada día de energía mental, aunque no física, me sentaría mejor si lo utilizara para leer poesía!
En Canadá, donde viví gran parte de mi vida, cuando un autor escribe teoría sobre algo que le afecta personalmente, se dice que es «un valor añadido».
Aquí en esta cultura, aún en la izquierda, no se da voz a las personas ni se les escucha. Y las personas no toman su voz. Tienen miedo de ser vistas como «subjetivas». Sí, todo ser humano es subjetivo, claro! Somos sujetos subjetivos, afortunadamente.
Cuando yo trabajaba como profesora de enfermería, podía hablar sobre los enfermos crónicos. Pero desde que me puse demasiado enferma para seguir dando clases, cualquier cosa que digo sobre el mismo tema recibe la reacción: «No, tú no, que ahora no eres profesional. Ahora eres enferma»! De verdad, tengo correos de excolegas míos diciendo eso.
SLA: Del sexto. ¿Qué entiendes por repolitizar? ¿Ya hemos estado politizados?
CV: Sí, muchos hemos estado politizados. Pero tenemos que cambiar y cuestionar cómo hemos llevado a cabo nuestra actividad política. Repolitizarnos.
SLA: La desobediencia de los pequeños grupos, afirmas, «que en los momentos menos esperados se juntan», abre nuevas posibilidades. ¿Qué posibilidades son esas?
CV: La PAH es un buen ejemplo. Los zapatistas también. Las acciones e iniciativas post-15M son otros ejemplos. 15MpaRato. Y tantas. Cada acción crea un ejemplo, una inspiración para despertar a más personas. Y si más gente se despierta…por lo menos no estaremos dormidos! Y quién sabe qué podremos hacer con más gente despierta…
SLA: Este libro, afirmas en el epílogo, «está escrito entre la soledad de mi ático y la sensación de ser parte de un cuerpo común». ¿Qué cuerpo común es ese al que haces referencia?
CV: Estoy en mi cama en mi ático. Pero siento que soy parte de una «communitas» con otra gente que están en una situación similar. Tengo mucho sufrimiento físico por mi sistema inmune estropeado: vivo con un trancazo permanente, como el peor día de la peor gripe que hayas tenido, así todos los días. Así son mis días «buenos».
Pero por internet, Whatsapp y otras formas de comunicación, sé que soy parte de millones que también viven este sufrimiento.
Un ejemplo: a nivel internacional tenemos grupos de trabajo sobre la Encefalomielitis Miálgica y elaboramos documentos de denuncia para, por ejemplo, Human Rights Watch. Y estamos en contacto todos los días.
SLA: Este libro, afirmas también, está escrito recordando unas palabras de Pauline Feil. ¿Qué palabras son esas? ¿Quién fue Pauline Feil?
CV: Pauline Feil era mi bisabuela vienesa. Era judía. Cuando el nazismo comenzaba a amenazar a los judíos en Austria, el hijo de Pauline, mi abuelo Wilhelm que vivía en Madrid, le llamaba por teléfono y le pedía que se viniera a España. Pero ella decía que era ya muy vieja y, además, ella como tantos judíos entonces, no se imaginaba hasta donde iba a llegar la barbarie del nazismo. Pauline decía, por teléfono y en sus cartas (de las cuales tengo copias): «¿Qué más nos van a hacer? Esto no va a ir a peor». Pauline con su hija Mina y otros primos y parientes acabaron asesinados en campos de concentración. Para mí la frase «Esto no va a ir a peor» es algo que, aunque soy muy optimista, tengo muy presente.
SLA: Finalizas con unos versos de Mahmoud Darwish. ¿Qué significa para ti la poesía de este autor palestino?
CV: El filósofo Lyotard decía que el sufrimiento no se puede poner en palabras. De la misma manera, a veces pienso que intentar poner en palabras lo más bello, lo más querido, no es posible. O no soy tan hábil!
Yo no entiendo árabe pero escuchar a Darwish recitar sus poemas en árabe es muy emocionante. Porque la poesía, o por lo menos la buena poesía debería ser, música. Escuchar a Darwish recitar su poema «Sobre esta tierra», es un gran placer.
Y luego leer sus poemas y su prosa (en traducción, claro), que es muy poética, llega al corazón directamente. Es un «ajá, sí, entiendo» poético: » Sobre esta tierra hay algo que merece vivir: la indecisión de abril, el olor del pan al alba…»
Aunque Darwish era un gran activista por los derechos de su tierra, Palestina, creo que su patria era la poesía. A veces decía, y fue criticado por decirlo, que el exilio y la ocupación eran malos para las personas pero buenos para la literatura.
Al ser exiliado interno y externo, el tema del «lugar» está muy presente en la poesía de Darwish. Y entiendo muy bien cuando dice que «al no encontrar mi lugar en la tierra, intenté encontrarlo en la historia».
Es lo que yo intento hacer con libros como este que acabo de publicar. Ver lo que está ocurriendo, ver la historia de la que somos parte ahora. Intentar analizarla y explicarla, y gritar que hay grandes injusticias.
Pero Darwish daría para muchas otras conversaciones contigo, Salvador, que también eres un apasionado de la poesía.
SLA: ¿Finalizamos la conversación con los versos de Darwish? ¿Te parece?
CV: ¡Claro!
SLA:
«Tú que te liberas con las metáforas,
piensa en los otros (los que han perdido el derecho a la palabra).»
Nota final.
El libro «De la necropolítica neoliberal a la empatía radical: Violencia discreta, cuerpos excluidos y repolitización» será presentado en Barcelona por Santiago López Petit y por la autora el 16 de diciembre a las 19 horas en el nuevo Espai Contrabandos, Carrer de la Junta de Comerç, 20, 08001 Barcelona, cerca de las Ramblas, metro Liceu (línea verde).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.