Dicen algunos que existe una ofensiva de muchos «ideólogos» tendentes a eliminar la conciencia de clase de los obreros (prefiero decir trabajadores) a través de la idea de la abolición del trabajo. Habrá que recordar que de lo que se habla es de la abolición del trabajo asalariado. Decir que en la mayoría de los […]
Dicen algunos que existe una ofensiva de muchos «ideólogos» tendentes a eliminar la conciencia de clase de los obreros (prefiero decir trabajadores) a través de la idea de la abolición del trabajo. Habrá que recordar que de lo que se habla es de la abolición del trabajo asalariado.
Decir que en la mayoría de los casos se habla de la abolición del trabajo asalariado, y no debería ser el punto de partida «confundir» en el intento, y meter en el mismo saco a los ideólogos del sistema que justifican los índices de paro como un hecho económico irrefutable e irremediable, y la abolición del trabajo asalariado como liberación de los trabajadores. Es cuanto menos curioso no entender que el Sistema se basa en la explotación de la fuerza de trabajo, y aunque la Tercera Revolución Industrial posibilite una gran reserva de la misma, y el acelerado incremento de la parte de esta que se puede considerar como desechable, más ahora, si se quiere acabar con el Capital, con el Sistema, hay que acabar con el trabajo asalariado.
Es cierto que en la actualidad -y mucho antes, también-, todo aquel/aquella que no posee medios de producción, se ve obligado -para sobrevivir-, a vender lo único que tiene, su fuerza de trabajo por un salario. Pero incluso dentro del Sistema, dependiendo de la fuerza demostrada en los encontronazos entre clases, nada está cerrado en cuanto a horas de trabajo asalariado y remuneración de las mismas. Llevamos más de cien años trabajando sobre una regulación de jornada con las mismas horas, y dependiendo de la coyuntura social, por menos salario. Hay que darles las gracias por esto a partidos y sindicatos mayoritarios.
Otra cosa es que el que intenta vender su fuerza de trabajo encuentre un capitalista que quiera comprársela o si está dispuesto a vender su fuerza de trabajo en las condiciones que le plantea el capitalista de turno. Actualmente exista tal reserva de fuerza de trabajo, que los trabajadores se venden por salarios que no les sacan de la pobreza; indignos.
La fuerza de trabajo marginal, la que no puede venderse, de momento malvive con subsidios personales o familiares. La conciencia de clase no existe, pero no por esto cejan en su empeño en venderse, aunque sea para no salir de la miseria. La Ideología del Trabajo burguesa ha hecho bien su labor. Es mejor ser explotado aunque ya no se pueda comprar un televisor de plasma para el dormitorio, a tener que dar la cara ante el/los capitalistas, el Estado y sus fuerzas represivas.
Con la teorización de la abolición del trabajo asalariado no se pretende la abolición de las ideologías y la apología del individualismo liberal, sino, muy al contrario, el ataque a la raíz del propio sistema y la liberación de los trabajadores. ¿Por qué no abolir el trabajo asalariado para crear otro paradigma en que se dedique el tiempo y saber necesarios para la aportación social, y que no sea la base del enriquecimiento de los capitalistas y esclavitud de los trabajadores?
Mientras tanto, mientras que conseguimos llegar a la aportación social sin creación de plusvalía, ¿qué menos que propiciar/reclamar trabajar asalariadamente menos horas?. No nos convierte en vagos, sino en más libres si somos capaces de asumir y disfrutar esa libertad, y además, se reparte, se socializa dicho trabajo asalariado.
No es posible formar otro paradigma si primero no destruimos (y no me refiero a una élite, a una vanguardia) la base en la que se sustenta el actual. Para acabar con el capitalismo hay que acabar con la ignominia, con la esclavitud de la venta de la fuerza de trabajo, para lo cual es necesario que la inmensa mayor parte de la población trabajadora deje de tener como guía la ideología liberal y sus tótem, entre los que se encuentra la visión bienhechora del trabajo asalariado.
La supervivencia de una comarca, de un país, de un continente, de todos los continentes, no puede justificar nunca la defensa de la venta de la fuerza de trabajo y la legitimación del trabajo asalariado. Si el paradigma no es capaz de asegurar las necesidades de la población, y además esclaviza, es necesario cambiar de paradigma.
No sé si el Sistema se rie, pero desde luego los capitalistas se frotan las manos cada vez que un «revolucionario» propugna tragar con todo con tal de «mantener el empleo».
Estamos ante una falsa disyuntiva; nos hablan de crisis y desempleo tecnológico provocado por el consiguiente aumento de productividad, por lo tanto, ya nos están diciendo que no hay empleo para todos, de lo que no hay que deducir que esta acción tenga que ser legitimada. Si la recuperación de la tasa de ganancia lanzada por el thatcherismo-reaganismo es legitimado por todos los gobiernos del mundo, por todos los Parlamentos del mundo, nosotros no tenemos por qué aceptarlo, y cuanto menos exigir que si la productividad se ha doblado, la jornada de trabajo se tiene que reducir a la mitad con los mismos ingresos.
Sin embargo, lo que tenemos es precariedad laboral (no abolición del trabajo). Los contratos basura por dos o por cuatro horas con jornadas de ocho o diez se están haciendo normales y no solo afectan a los países más castigados por sus gobiernos de «crisis»; como tampoco es un problema entre países «desarrollados» del norte y Pigs del sur: Es la agresión del uno por ciento de la población que acumula toda la riqueza contra el noventa y nueve por ciento que lo está sufriendo. En esta guerra no declarado hay de momento un claro vencedor según Buffet» [1], los ricos, los poderosos.
Nunca nada volverá a ser lo mismo; tampoco el capitalismo de las últimas décadas. Las energías fósiles están al límite, las materias primas controladas por multinacionales, los gobiernos e instituciones en manos de oligarquías económicas, el sistema democrático cada vez menos creíble, las políticas económicas condenando masivamente al paro, la deuda y la pobreza, condenando a la marginalidad a amplias capas de la población; y nosotros aquí, todavía discutiendo vacíamente en torno a la posibilidad de mantener egoístamente un sistema que no funciona ni funcionara nunca para el sujeto social, y si es legítimo y revolucionario defender el trabajo asalariado como tótem inevitable de la clase trabajadora,… aunque esclavice.
Trabajo asalariado, fuerza de Europa, continuidad del capitalismo; si el paradigma no sirve para la inmensa mayoría de la población, habrá que imponer otro paradigma.
Nota
[1] «Hay lucha de clases, de acuerdo, pero es mi clase, la de los ricos, la que está haciendo la guerra, y estamos ganando» Warren Buffet.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.