El autor, periodista y excorresponsal en Latinoamérica, analiza los logros del presidente de Ecuador, Rafael Correa, y también las críticas a su política extractivista.
Las encuestas conceden al presidente de Ecuador, Rafael Correa, la posibilidad de la reelección el próximo día 17 con más del 50% de los votos. La derecha compite dividida y la izquierda desprendida del gobierno progresista no llegaría al 10%. Pero los sondeos también coinciden en que hay un 50% de indecisos, dato muy importante en un país donde el voto es obligatorio.
El gobierno de Correa forma parte del G-6 (Brasil, Argentina, Venezuela, Bolivia, Uruguay y Ecuador) que aplica en América del Sur, de manera distinta y con intensidades diferentes, la agenda para la democratización: soberanía nacional, justicia social e integración latinoamericana. En los seis países, aunque todavía sin una aceptación social comprobada, se han producido desprendimientos de la izquierda que gobierna con el argumento de que los presidentes no han cumplido sus promesas de transformaciones estructurales con las que convirtieron en mayoría electoral la fuerza de las movilizaciones populares contra el neoliberalismo.
La resistencia ciudadana
La resistencia urbana, campesina e indígena provocó en Ecuador la caída de tres presidentes y se concentró en el apoyo a la candidatura de Rafael Correa para cambiar el país mediante la revolución ciudadana con una nueva Constitución hacia el «socialismo del buen vivir».
El reconocimiento de un Estado plurinacional, la recuperación de la soberanía (prohibiendo las bases militares de Estados Unidos), la auditoría de la deuda externa, el control social sobre los recursos estratégicos, la prohibición de que los banqueros puedan adueñarse de otros sectores de la economía y la democratización de los medios de comunicación, son ingredientes fundamentales de la nueva Constitución que es la primera en el mundo que reconoce los derechos de la naturaleza.
Dos economistas, Rafael Correa y Alberto Acosta, encabezaron el proceso constituyente. Pero se enfrentaron cuando Acosta (después de ser ministro de Energía y Minas) acusó al presidente Correa de no aplicar la Constitución, gobernar de manera autoritaria, impedir la reforma agraria, realizar reformas sociales limitadas sin transformar la estructura económica del país, consentir el aumento de las desigualdades y facilitar el acceso de las transnacionales a la explotación del petróleo y de los minerales de Ecuador.
Ahora, Alberto Acosta es el candidato presidencial de la Unidad Plurinacional de las Izquierdas que agrupa a los desprendimientos del gobierno progresista, siendo los más importantes el Movimiento Popular Democrático y Pachakutik, el partido de la Confederación de las Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE).
Coincidiendo con la campaña electoral, el gobierno de Correa ha denunciado la legislación hipotecaría española ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos por «la indefensión del hipotecado» y «prácticas financieras abusivas», actuando en defensa de inmigrantes ecuatorianos desahuciados. En Francia, el presidente de Ecuador tiene el apoyo incondicional del Parti de Gauche que incluso ha adoptado su llamamiento a la revolución ciudadana.
Pero en América Latina la confrontación electoral de Ecuador se ha convertido en el escenario central de la polémica sobre e extractivismo. Sectores muy importantes de las organizaciones de campesinos y de indígenas, que tanta importancia tuvieron en las mareas sociales con las que se eligieron nuevos presidentes, se sienten ahora traicionados en su reivindicación de la gestión solidaria de los recursos naturales.
Consideran que los gobiernos extractivistas conceden subsidios sociales por el aumento de la recaudación fiscal pero a cambio de entregar tierras de cultivo para los negocios de la minería, sacrificar la producción de alimentos en beneficio de los agrocombustibles y contaminar el agua por su utilización industrial. Rafael Correa dice que reduce la pobreza y moderniza el país. El que fue su aliado, Alberto Acosta, considera que se ha desviado del proyecto inicial que ambos impulsaron y que ahora parece que circula por la izquierda pero en realidad adelanta por la derecha.
Si no se equivocan las encuestas, que pronostican más del 50% para Rafael Correa, un 20% para el banquero Guillermo Lasso y menos del 10% para Alberto Acosta, habrá que ver si se consolida la izquierda desgajada del progresismo en Ecuador y si se organizan oposiciones similares en otros países de la nueva América Latina.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/global/la-nueva-izquierda-contra-gobierno-progresista.html