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La OEA y Venezuela: el regreso de los muertos vivientes

Fuentes: Rebelión

        En 1968 se estrenó en Estados Unidos una película que revolucionaría el cine moderno de terror: La noche de los muertos vivientes (The night of the Living Dead).  Su director, George Romero, alcanzó ese año un éxito taquillero inmenso al alterar creativamente la imagen tradicional del llamado zombi, lo que se conoce como el […]

        En 1968 se estrenó en Estados Unidos una película que revolucionaría el cine moderno de terror: La noche de los muertos vivientes (The night of the Living Dead).  Su director, George Romero, alcanzó ese año un éxito taquillero inmenso al alterar creativamente la imagen tradicional del llamado zombi, lo que se conoce como el muerto vivo. Hasta entonces, Hollywood había seguido el patrón trillado de resucitar los muertos por la acción mágica de religiones como el vudú. Buscando modernizar un poco la historia, Romero sustituye la visión estereotipada de las religiones de El Caribe por una explicación más mundana: ondas radioactivas y sustancias químicas extrañas que la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) trajo desde Venus. Aunque en la película no se comprueba con certeza que la NASA fue intencionalmente responsable de la resurrección de los muertos, el público cineasta en Estados Unidos y el mundo entero entendió el mensaje: las acciones descontroladas del gobierno de Estados Unidos en el espacio podrían acarrear consecuencias funestas. Al fin y al cabo, era la década de los sesenta del siglo XX y en ese país, la credibilidad de la administración federal estaba como ahora: por el piso.  

        Casi dos décadas después, en 1985, otro director de Hollywood, Dan O’Bannon produce una película de zombis que tendría aun más éxito que la de Romero. Se trata de la cinta El regreso de los muertos vivientes (The Return of the Living Dead). Romero demandó inmediatamente a O’Bannon por violación de derechos de autor. Según sus abogados, el término «muerto viviente» era de la exclusividad de Romero y  no se podía usar en ninguna película sin permiso. Pero O’Bannon sorpresivamente prevaleció en las cortes argumentando que los muertos de su película no sólo eran distintos a los de la de La noche de los muertos vivos, sino que actuaban bajo el influjo de fuerzas reanimantes completamente distintas. Los abogados de O’Bannon, en la mejor tradición de la jurisprudencia corporativa estadounidense, presentaron ante el juez una lista muy detalladamente compilada de diferencias entre los muertos vivientes de 1968 y los de 1985. En la película de Romero, por ejemplo, los zombis no hablan, son lentos al andar, comen todo tipo de carne humana y acaban de ser enterrados. En la de O’Bannon, por el contrario, son inteligentes, hablan mucho, caminan rápido, llevan años de enterrados y sólo comen cerebros humanos, desechando los demás órganos del cuerpo. En la primera película, la radiación revive los muertos; en la segunda, es una sustancia química desarrollada por el gobierno para destruir las plantaciones de marihuana. La corte concluyó que efectivamente, O’Bannon no había violado los derechos de autor de Romero, pues la cinta El regreso de los muertos vivientes no pertenece tanto al género de cintas de terror, como al de «comedias de terror.» Además -apuntó la corte- los muertos vivientes de la segunda película, aunque más peligrosos, son menos creíbles que los de la primera. 

        El conflicto legal entre Romero y O’Bannon me vino a la memoria recientemente al enterarme de las declaraciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) acerca de la no-renovación de la licencia de Radio Caracas Televisión de Venezuela.  Según el parte de prensa, la CIDH está preocupada por la libertad de expresión en Venezuela y hace un llamado al presidente Hugo Chávez Frías a respetar el derecho internacional, consagrado en  el Artículo 13 de la Convención Americana. Pocas horas después, como si fuera un muerto al que le ha llegado una onda radioactiva o sustancia química al cerebro, apareció el expresidente de México, Vicente Fox, haciéndose eco de las declaraciones del secretario general de la OEA, José Miguel Insulza. La OEA, Vicente FOX y los golpistas venezolanos llamando al respeto al derecho internacional: ése parece ser el script de esta nueva versión de la historia de los muertos vivientes, que vienen como en la película de 1985 buscando comerse los cerebros de los vivos.

Vale la pena recordar aquí brevemente los escritos del comandante Guevara en torno a la OEA, las conferencias interamericanas de desarrollo y el tema de la cultura y de la libertad de expresión en América Latina hace medio siglo, cuando aún lo zombis de Hollywood no se reanimaban con sustancias químicas o materiales radioactivos. ¿Qué plan cultural impulsaron, por ejemplo, Estados Unidos y sus aliados en 1961 en ocasión de la llamada reunión del Punta del Este? «Se prevén tres pasos -nos dice el Che- movilización desde ahora mismo de los medios de difusión y propaganda latinoamericana contra la Revolución cubana y contra las luchas de nuestros pueblos por su libertad; constitución, en reunión posterior, de una Federación Interamericana de Prensa, Radio, Televisión y Cine, que permita a Estados Unidos dirigir la política de todos los órganos de opinión de América Latina, de todos -ahora no hay muchos que estén fuera de su esfera de influencia, pero pretende de todos-, controlar monopolísticamente las nuevas empresas de información y absorber a cuantas sea posible de las antiguas. Todo esto, para hacer algo insólito […] establecer el mercado común de la cultura, organizado, dirigido, pagado, domesticado; la cultura toda de América al servicio de los planes de propaganda del imperialismo, para demostrar que el hambre de nuestros pueblos no es hambre, sino pereza…un intento del imperialismo de domesticar lo único que nuestros pueblos estaban ahora salvando del desastre: la cultura nacional.» [Guevara de la Serna, Ernesto. Discurso de Punta del Este, 8 de agosto de 1961].Como vemos, la trama y los personajes no han cambiado mucho. La OEA continúa desempeñando su papel del lado de los muertos y en contra de los vivos. 

Y es que lo que le molesta a la CIDH no es de por sí el acto, completamente legal, de la no-renovación de la licencia de RCTV por el gobierno revolucionario de Venezuela. Eso pasa en todas partes cuando los gobiernos ejercen su función de delimitar el marco de operaciones de las estaciones de difusión radial y televisiva. De hecho, en Estados Unidos las leyes son mas restrictivas que en Venezuela. Lo que le molesta en particular a la OEA, es lo mismo que le molesta a Estados Unidos: el surgimiento de TVES y la política cultural de la Revolución bolivariana. Una estación de televisión orientada al servicio social y distante del consumismo, es lo menos que necesita el imperialismo en estos momentos en América Latina. La RCTV es el muerto; y TVES es vida. Tan sencillo como eso. La OEA siempre suda las fiebres ajenas, las que no son de nuestros pueblos, las que sufren los imperios y la reacción ante el avance de los reclamos populares. ¿Qué ha dicho la OEA sobre el encierro ilegal de cinco luchadores antiterroristas cubanos en las mazmorras federales? ¿Qué ha dicho la CIDH sobre el derecho de visita de la esposa de René González y de la esposa Gerardo Hernández?  ¿Quién, que no sea muertos vivientes como Vicente Fox, ven en la CIDH y la OEA instrumentos que sirven al avance de los derechos fundamentales de la población de América Latina. El artículo 66 de la Constitución de la República de Venezuela afirma el derecho de libre expresión de forma más enérgica que la propia Constitución de Estados Unidos, donde este principio aparece no como parte del texto original sino como una enmienda, sujeta como ha estado a las interpretaciones restrictivas de la corte suprema del país imperial.  Nada añade tampoco al debate el que José Miguel Insulza se llene la boca citando en la prensa el Artículo 13 de la Convención Americana, un documento que en su implementación no ha tenido relevancia alguna para las masas trabajadoras y sufridas de nuestros pueblos. ¿Dónde estaban la CIDH y la OEA cuando la Marina estadounidense y las cortes federales en Puerto Rico reprimían con gases pimienta y balas plásticas las protestas pacíficas en Vieques, incluyendo a los periodistas? 

En 1961 en Punta del Este, Uruguay, el Che hizo un llamado a que los órganos de opinión de América Latina se hagan partícipes de los ideales de liberación nacional de cada pueblo latinoamericano. Se trataba entonces de enfrentarse a los planes de Estados Unidos y la OEA que, como personajes de una cinta de terror de muertos vivientes, buscaban justificar la agresión en contra de Cuba y la destrucción de la cultura revolucionaria de nuestros pueblos. Hoy la OEA vuelve a la carga. Algún químico o sustancia extraña le ha llegado al cerebro o los bolsillos. Son quizás monstruos más inteligentes y peligrosos que los de 1961. Buscan comerse los cerebros de los vivos. No importa. Al igual que en la película El regreso de los muertos vivos, el script nuevo es todavía menos creíble que el primero.