Aquí entre nosotros, que no somos nada de analistas o sesudos, nos preguntamos lo siguiente: ¿pertenecer como miembro productor a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) no necesariamente genera un apoyo en calidad de aliado del resto de los miembros? La respuesta la sabemos, es «¡No!» La historia lo certifica, de modo que […]
Aquí entre nosotros, que no somos nada de analistas o sesudos, nos preguntamos lo siguiente: ¿pertenecer como miembro productor a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) no necesariamente genera un apoyo en calidad de aliado del resto de los miembros?
La respuesta la sabemos, es «¡No!» La historia lo certifica, de modo que paja no hablamos. Usted piense por su cuenta, retrotráigase un poco en el glorioso pasado de guerra de algunas potencias colonialistas que todavía imperan en este mundo, nomás unas dos décadas hacia atrás.
Lo primero que en ese lapso viene a la mente es Irak, el fallido fabricante de armas de destrucción masiva, miembro de la OPEP, actualmente desbancado, puesto a bombear su petróleo hacia reconducidos ductos. Vale preguntar: ¿cómo es que continúa siendo miembro de la OPEP ─si es que lo es─ y no lo han sacado de la organización para cristalizar el proyecto de ponerla «de rodillas». Sorprende.
Ahora sigue Irán, otro miembro de la OPEP, insólitamente, no obstante su condición de país fundador… No obstante su condición cualquiera en el plano de las maravillas, pudiera decirse. Nada importa, ni que seas cuna histórica de la civilización del planeta, como lo fue Irak; ni que encarnes un trozo importante de la historia mundial y de la diversidad cultural, como lo es Irán, la antigua Persia. Un coño menos ha de importar que seas fundador de la OPEP; por el contrario, hijo, tal reseña (peor aun) habrá de ser colectada como trofeo de guerra por quienes siempre han soñado con mandar al diablo a tal agremiación petrolera. Importa el petróleo como meta final; y lo que ante tus ojos pueda lucir como perlas o méritos disuasivos, para otros, ya sabes, podrían resultar llagas condenatorias de agresión.
A futuro seguirá Venezuela, país de paz que con nadie guerrea desde su lucha de independencia, miembro suprafundador del cartel, país que en los actuales momentos se decanta por instaurar un sistema de justicia y equilibrio social corrector de tantas llagas del pasado… Llagas que, como acabamos de enunciar, son prendan religiosas ante los ojos del agresor, derecha internacional.
Esto es, para hablar en bruto: la actitud ideológica actual de Venezuela que consiste en ayudar a su pueblo (prenda del humanismo), históricamente sumergido en el atraso, renunciando a la derecha política (prenda de los agresores), habrá de ser el argumento final de agresión para llegar a su petróleo. Un carajo importará, como dije, ser miembro fundador de la OPEP, país de paz, país feliz de la tierra, país sin analfabetismo, país sin hambre, país de insólitas bellezas naturales, país de agua y vegetación, país de oro y otros metales, país de mujeres bellas… A más rasgos, para concluir la retahila, más brillo o pus en el botín, según se vea.
¿Y por qué ocurre tal barbarie, es la pregunta natural a la reflexión? ¿Por que la agresión impune ante caras impávidas e impotentes? Estamos todos en un grupo generando petróleo para que el mundo camine y, ¡pum!, a un malnacido consumidor se le ocurre ya no comprar el producto sino ir por él y sus yacimientos, como se dice, por sus entrañas de gallina de huevos de oro, con corral y huerta incluidos, y robarlo. Y entra al seno de la organización gremial donde estamos todos, se supone que en hermandad comercial, unidos por fines comunes, y ¡pum!, mata y dispone como le da en gana frente al rostro de todos y nadie osa mover una paja. ¿De que diablos se trata, pues? ¿Cómo se mueve la razón del mundo? ¿Es porque la OPEP no es una organización de alianzas militares, sino comerciales, sin armas ni criterios para defender su hacienda, tolerante con el pillaje y la piratería hasta el grado insólito de exponer su propia existencia. ¡Joder, la orden mendicante de las monjas carmelitas podría también empezar a vender petróleo! ¡El pájaro dodo, que se extinguió por la manoseadera de los humanos, se quedó pendejo ante el cuadro pusilánime vendedor de hidrocarburos!
Son vainas que no se entienden sino por la cobardía. Porque eso son los miembros de la OPEP, gallinas, más allá de serlo por lo de los huevos de oro. ¿Cómo se entiende que una asociación de países que vende el producto más preciado de la tierra, se dirá casi rivalizante con los vitales agua y aire, no tenga capacidad para defender su cohesión gremial ni criterio disuasivo ante las agresiones y robos? Con dejar de vender todos al unísono su necesitado producto se tendría para disponer del mundo a su antojo; y no diremos hasta el grado de disuadir cualquier ánimo belicoso en su contra o en contra de uno de sus socios, sino para «arrodillar» a cualquiera, devolviéndole así la pelota semántica a las potencias imperiales cuyo sueño ha sido precisamente ése mismo respecto de la OPEP, utilizando en revanchismo la textualidad del difunto Ronald Reagan. Tal es la teoría.
La práctica es que hoy viene la Unión Europea (UE), el elemento más sensiblemente necesitado de petróleo (vainas inexplicables de la vida), y propone un embargo económico a Irán, así como así, a uno de los socios preponderantes de la OPEP, con amenazas de guerra y demás, y nadie dice un carajo. Cada quien por su lado, sumido en el acto autista y estupidizante de bombear petróleo para vender, porque así se lo prescribe su organización mercantil, su cuota de producción y otros perfiles idiotas «de dejar hacer-dejar pasar» que a futuro con seguridad acarrearán su muerte como consecuencia del desmembramiento de la organización.
En verdad que da grima escribir sobre el punto, pero, para quien comprenda, se escribe para drenar indignidades y emociones. Uno se indigesta a diario con el devenir del mundo y a cada rato hay la necesidad de partos.
Claro queda que en la OPEP la agresión a uno no comporta al todo y no hay desarrollo de la capacidad de solidaridad. Menos parece encontrarse indicios de comprensión de las oscuras pero también nítidas fuerzas que tientan su destrucción. No dice nadie que no sea así, honor a la verdad, pero otra cosa es dar indicios de asumir la tal comprensión, para lo cual se requiere un par de cojones.
Muchos dirán que el rollo estriba en que hay una infinidad de problemas ideológicos, diferencias culturales y sutilezas religiosas entre sus miembros que impiden la hermandad correlativa al plano mercantil; y que, por consiguiente, estas letras están hechas del pasto que se pierde en la calle. ¡Pamplinas! Tú vendes petróleo para subsistir; y si de la mancomunidad de propósitos depende tu vida, señor país miembro de la OPEP, claro es que, si la entidad desaparece, tú lo harás también con todas vuestras peculiaridades ideológicas, culturales y religiosas. De modo que tu triste vida habrá sido historia, una soberana estupidez que le huyó estrepitosamente a la solidaridad humana y a la razón.
En Venezuela hay un dicho siniestro que reza que «la amistad es una cosa y el dinero otra». Frío y terrible, porque da a entender que priva la relación mercantil sobre la personal. Pero, puestos a ver, otra cara tiene la expresión, aunque también siniestra y paradójica : si el caso es que del dinero depende el amigo, al grado que muere por no tenerlo (aparte la consideración sobre el maldito sistema que así te reconduce), hay la posibilidad, pues, de que si no le pagas su dote te quedes sin el amigo y hasta tengas que correr con el gasto de sus exequias.
Uno puja por un mundo más humanizado y sin guerras, con solidaridad, hermandad, sin sistemas reguladores de «calidades» humanas, como reza el clisé, derrochando si se quiere el mayor utopismo del mundo (así es el hombre, bicho de ideas); pero eso no quita, caramba, que no tengas que hacer la guerra para defender tu vida o la de tu comunidad, de la que depende la de todos y la tuya misma.
No puede existir OPEP si en el plano comercial no se articula como en el militar, con el manejo de alianzas y pactos de no-agresión. Las circunstancias históricas obligan a ello. ¿Para qué la organización? Así como el contrario viene con un embargo y amenaza con guerra a uno de sus miembros, humano y lógico es que todos le cierren el chorro petrolero para que se largue con su agresión a otro lado. Primero está asegurar la vida, para que correlativamente sigan existiendo las peculiaridades de cada quien, puestos a aceptar que los humanos también necesitan matarse por efectos, derivaciones y sutilezas.
Si las diferenciaciones culturales e ideológicas impiden la unidad en la OPEP, y estos efectos humanos se redimensionan como más importantes que la biológica vida misma, sólo así huelga hablar de unidad y defensa. A dejarse hacer todo el mundo, pues. Pero si tan importante es el efecto, la sutileza y la peculiaridad humanos, ¿no es necesario estar vivo para defender semejantes intereses, por más vanidosos que parezcan?
Seguro estamos que todos los miembros de la OPEP aprecian y se aferran a la vida, así como a secas suena, como biológico hecho de existencia. Debe decirse, en fin, no importa que toda la ingenuidad del mundo, que el punto de comunión gremial no es ni ha de ser el hidrocarburo per se durante el tiempo de existencia que le quede, sino la vida. Y allí, donde se sirve el plato energético más apetecido del este mundo, la cosa no puede estar más en claro: la superviviencia de uno es la del grupo y viceversa.
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