Así en la vida como en el viaje. Cuanto más tenemos, más protegemos. Como si nuestras posesiones, aun siendo muchas, fueran únicas e imprescindibles. Cuanto más tememos, más perdemos. Como si el miedo, en lugar de volvernos precavidos y fortalecernos, nos colocara desnudos en el punto de mira. Paradojas de este mundo enajenado. Según una […]
Así en la vida como en el viaje. Cuanto más tenemos, más protegemos. Como si nuestras posesiones, aun siendo muchas, fueran únicas e imprescindibles. Cuanto más tememos, más perdemos. Como si el miedo, en lugar de volvernos precavidos y fortalecernos, nos colocara desnudos en el punto de mira. Paradojas de este mundo enajenado. Según una encuesta de la Organización de Consumidores y Usuarios realizada a más de 10.000 viajeros en 150 aeropuertos de todo el planeta, las maletas precintadas sufren más robos que el resto. Un 3,4% frente a un 0,9%. Cuanta más seguridad, más riesgo y desamparo.
Antes pasábamos miedo, ahora vivimos con él. Facebook anunció hace unos días que dispondrá de un «botón de pánico» para que los adolescentes contacten de inmediato con las autoridades si detectan un indicio de abuso en la red social. El Centro de Protección Online de Menores ha negociado durante meses con Facebook la instalación, por ahora en el Reino Unido, de un sistema de prevención utilizado ya por otras empresas similares como MySpace y Bebo. Una tecla guardaespaldas para navegar tranquilos, con los ojos cerrados, cada vez más aislados e indefensos.
Todo viaje, y la vida lo es, conlleva temores y pérdidas. «Derrotemos al último enemigo / que por dentro nos vence», propone el poeta Alberto Porlan, «el miedo que tenemos a juntarnos / porque nos conocemos». En este gira y gira sin rumbo, bájese quién pueda, nadie garantiza la vuelta. Y donde digo maletas, digo pasajeros. Buen viaje, buena compañía, feliz regreso.
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