Estos últimos días en los que tanto se oye hablar de patrias, en los que se agitan tantas banderas, en los que se pisotean tantas otras, el mercado iza su propio estandarte, bordado antes con el serpenteante dólar, alternado ahora con el sinuoso euro. Cuando Gas Natural le sonríe lujuriosamente a Endesa, los beatos conservadores […]
Estos últimos días en los que tanto se oye hablar de patrias, en los que se agitan tantas banderas, en los que se pisotean tantas otras, el mercado iza su propio estandarte, bordado antes con el serpenteante dólar, alternado ahora con el sinuoso euro. Cuando Gas Natural le sonríe lujuriosamente a Endesa, los beatos conservadores de la una y no cincuentaiuna alzan sus voces al cielo temerosos de que una empresa española adquiera acento catalán y que cuando bese, ya no bese de verdad. Pero, oh azares de la vida, cuando se interpone la billetera de un gallardo teutón, la fobia al acento desaparece y la defensa de la patria hispana toma rasgos eminentemente catalanófobos, por si alguien no se había dado cuenta todavía. Esta febril defensa de los intereses económicos patrios no es exclusiva de la piel de toro. Este mismo fin de semana, con argumentos no menos sanguíneos que los que se han escuchado en Madrid, el gobierno jacobino de Dominique de Villepin acaba de orquestar la absorción del grupo privado franco-belga Suez por parte de la gasística pública GDF. Al grito de «que viene el lobo, vive la France», París quiere impedir la llegada a Suez del lupo italiano Enel. Toda una muestra de defensa heroica de la patria. El caso es que hace dos años, el mismo gobierno lanzó el plan de privatización de la gaso-eléctrica EDF-GDF y entonces el ministro del Interior Nicolás Sarkozy prometió que en ningún caso el Estado perdería más del 70% de las acciones. Separada desde entonces de su hermana EDF, GDF mantenía en efecto una propiedad pública notable, algo más del80% de las acciones. Pero, ay, tragedias de la economía, la France deberá sacrificarse nuevamente, y el Estado, tras al absorción de Suez, no dispondrá más que de un tercio de las acciones de la nueva GDF resultante. El precio a pagar por la patria. ¿Qué patria? Si algo nos enseñan estos mercadeos es que precisamente las patrias no existen en bolsa, que a los propietarios de Endesa se la sopla dónde se ubique la sede de la empresa mientras sus cuentas corrientes estén bien irrigadas, y que a los oligarcas franceses la defensa de la Nation y de los derechos de sus ciudadanos se la trae floja, porque lo que realmente les importa es el dinero, en detrimento del servicio público. Por mucho que digan lo contrario, ellos no tienen más patria que el capital, ni más bandera que el dinero.