A Immanuel Wallerstein en su 85 aniversario. A los neozapatistas mexicanos, a los piqueteros argentinos, a los Sin Tierra de Brasil, a los Mapuches chilenos, a los indígenas ecuatorianos de la CONAIE, etc. que como dice el profesor Carlos Antonio Aguirre Rojas hacen que nos sintamos optimistas frente al futuro. «No creo que seamos parientes […]
A Immanuel Wallerstein en su 85 aniversario.
A los neozapatistas mexicanos, a los piqueteros argentinos, a los Sin Tierra de Brasil, a los Mapuches chilenos, a los indígenas ecuatorianos de la CONAIE, etc. que como dice el profesor Carlos Antonio Aguirre Rojas hacen que nos sintamos optimistas frente al futuro.
«No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si Ud. es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante» * . Ernesto Che Guevara
En la década de 1970 del siglo XX, Immanuel Wallerstein presenta su «perspectiva de sistemas-mundo» que el consideraba (pese a todas las evidencias en contra, dada su asombrosa armoniosidad y plenitud) no era una teoría sino una «protesta contra la forma en que quedó estructurada la investigación social desde su concepción a mediados del siglo XIX»1
Pero, ¿qué decían las ciencias sociales en el siglo XIX respecto a la evolución de la historia que hacen de la «perspectiva de sistemas-mundo» una nueva, sugestiva e interesante teoría?
Se decía que la historia era una sucesión, siempre progresiva de etapas; partiendo de la comunidad primitiva de los primeros humanos se pasaba al esclavismo, de éste al feudalismo llegando al capitalismo, en el cual se daban las condiciones objetivas y subjetivas que, una vez maduras, hacían posible el comunismo, desde su etapa de tránsito, atravesando por el socialismo hasta arribar al comunismo al que, sin embargo, no llegó ni siquiera la Unión Soviética, el país supuestamente más adelantado en lo que presumiblemente era el sistema social más avanzado que conocería la historia de la humanidad.
En otras palabras, se decía que había una tal marcha objetiva del desarrollo social, imparable e indetenible, y entre la izquierda (los marxistas dentro de ella) se llegó a interpretar que dicha tendencia nos llevaría directamente al comunismo, última etapa en la historia evolutiva de la humanidad; en todo caso, no había que desesperarse, el curso de la historia estaba de nuestro lado.
Aunque esta concepción de la historia humana, como fases sucesivas que se sobrevenían las unas de las otras, siempre en forma progresiva y de lo inferior a lo superior, predominó de forma incontestada y sin alternativa desde el siglo XIX hasta los años 70 del pasado siglo, cuando Wallerstein comienza a difundir la «perspectiva de sistemas-mundo», la misma suscitaba un conjunto de dudas e interrogantes: ¿Era un proceso específico de alguna región (Europa, por ejemplo), o era válido para cualquiera otra parte del mundo?, ¿por qué unos países perecían recorrer sus distintas etapas, mientras que en otros se apreciaba que algunas de éstas se eludían?, ¿por qué no todas las regiones del planeta transitaban las diferentes fases simultáneamente?, e incluso ¿por qué cuando en una misma zona parecía haberse superado una etapa (el feudalismo en Europa occidental, por ejemplo) en otras partes de esa misma área parecía resucitarse por primera vez, como fue el caso de la llamada «segunda servidumbre» en Europa oriental?.
Fue la perspectiva de sistemas-mundo de Wallerstein la que comenzó a dar solución a éstas y otras tantas inquietudes intelectuales y aparentes contradicciones empíricas. Sustituyó el término «sociedad» por el de «sistema-histórico» como las entidades en las que se desarrolla la vida social, planteando que han existido tres variedades de sistemas históricos: los minisistemas, los imperios-mundo y las economías-mundo2.
Pero, ¿cuál fue la relación, vínculo histórico y cronológico entre estos diferentes sistemas?. Nadie mejor que Wallerstein para sintetizarlo.
«Durante el período comprendido entre, digamos, 8000 a. de n. e. y 1500 de n. e.. coexistieron en el planeta múltiples sistemas históricos de las tres variedades. El imperio-mundo era la forma ‘fuerte’ durante esa época, ya que, doquiera que se extendiera, destruía y/o absorbía tanto minisistemas como economías-mundo y, cuando uno de ellos se contraía, dejaba espacio para que se volvieran a crear minisistemas y economías-mundo. Gran parte de lo que denominamos la ‘historia’ de este periodo es la historia de dichos imperios-mundo, lo que es comprensible dado que mantenían a escribas culturales para que registraran lo que sucedía. Las economías-mundo eran una forma ‘débil’ que nunca sobrevivía mucho tiempo, ya que se desintegraban, se integraban o se convertían en un imperio-mundo (mediante la expansión interna de una sola unidad política).
Alrededor del año 1500, una de esas economías-mundo se las arregló para no sufrir ese destino. El ‘sistema-mundo’ moderno nació, por razones que habría que explicar, de la consolidación de una economía-mundo, por lo que tuvo tiempo para alcanzar su pleno desarrollo como sistema capitalista. Debido a su lógica interna, esta economía-mundo capitalista se extendió más tarde hasta abarcar el globo, y en este proceso absorbió a todos los minisistemas e imperios-mundo existentes. Así, hacia finales del siglo XIX existía por primera vez en la historia un único sistema histórico; nos encontramos todavía en esa situación» 3 . Esta economía-mundo agraciada por una serie de condiciones históricas, fue la economía-mundo europea, y ésta economía-mundo a diferencia de otras que existieron comenzó a ser una economía-mundo capitalista. Pero ¿por qué capitalista?, ¿qué es o hace distintiva una economía-mundo para que ésta sea capitalista?, pues «…no es la búsqueda de ganancias. En todas partes del mundo a través de 10 mil años de historia se pueden hallar individuos, firmas, etc, que buscaban más ganancias…el capitalismo es un sistema en que la prioridad esencial es la acumulación incesante de capital; no es que todo mundo busque ganancias, pero los que la buscan son sostenidos por el sistema…es únicamente en el sistema-mundo moderno donde esta prioridad de la acumulación de capital existe, no hay otra lógica de capitalismo que la acumulación por sí, se acumula a fin de acumular más, es lo esencial de lo que es capitalista…»4.
¿Qué conclusiones podemos extraer desde la izquierda antisistémica de todo ello?. Pues que desde hace algo más de cien años (después de la incorporación del este de Asia a la economía-mundo moderna y su periferización a fines del XIX) existe en el planeta un solo sistema, el sistema-mundo capitalista; no es cierto que después de la incorporación de un conjunto de Estados de Europa oriental a la órbita soviética y del virtual desgajamiento de China, la parte norte de Corea, y los incorporamientos posteriores de Viet Nam, Cuba, etc. se haya conformado un sistema diferente al sistema-mundo capitalista, o como realmente se le llamó en los medios políticos y académicos controlados por el bloque sino-soviético, sistema socialista mundial, que llegó a competir (se decía) y con notable éxito en las décadas de 1950-1960 con el capitalismo mundial.5
Volvemos a Wallerstein sobre tan medular cuestión: «Los estados que figuran dentro de este sistema son instituciones del mismo, así que cualquiera que sea su forma particular, responden de alguna manera a la premisa de su impulso capitalista. Por lo tanto, si por revolución entendemos que un Estado antes feudal se convierte en capitalista, o que un Estado antes capitalista se convierte en socialista, el término no tiene ningún significado operativo y es una descripción engañosa de la realidad. Para ser exactos, hay muchas clases posibles de regímenes políticos, y no hay duda de que a las personas que viven en un Estado en particular les importa muchísimo la naturaleza de ese régimen.
Pero estas diferencias no han cambiado, el hecho básico fue que todos estos regímenes han sido piezas de la maquinaria del moderno sistema mundial, es decir, de la economía-mundo. Y tampoco podría haber marcado una diferencia antiguamente. Puedo oír las objeciones. Las he oído muchas veces. ¿Cómo afirmar que los antiguos estados socialistas (o los que siguen estando regidos por partidos marxistas-leninistas) eran (o son) capitalistas? ¿Cómo asegurar que los estados que están aún bajo el régimen de jerarquías tradicionales son capitalistas? Yo no afirmo nada porque no creo que los estados puedan tener esas atribuciones. Lo que sí aseguro es que estos estados se localizan dentro de un sistema mundial que opera con una lógica capitalista, y que si las estructuras políticas, o las empresas, o las burocracias del Estado intentan tomar decisiones en términos de alguna otra lógica (y desde luego que lo hacen con frecuencia), tendrán que pagar un precio muy alto. El resultado será que cambiarán su modo de operar o bien perderán poder o capacidad para afectar al sistema. Me atrevo a sugerir que la lección más clara que podemos aprender de la llamada caída de los comunismos – aunque yo no acepto que lo sea sólo porque los partidos comunistas ya no están en el poder- es que la supremacía de la ley de los valores ha operado de manera eficaz en estas áreas. Creo que ya operaban sobre esta base desde hace mucho tiempo.
La refutación constante que oímos en contra de esa descripción de los llamados regímenes socialistas es que quizá sea cierta, pero no tenía que serlo. Ésta es la apreciación que afirma que estos regímenes eran impuros, inadecuadamente socialistas, hasta traidores al sueño. Tampoco acepto esta afirmación. La mayor parte de los revolucionarios tratan ciertamente de ser revolucionarios al principio de sus esfuerzos como tales. Muchos de los regímenes revolucionarios realmente tratan de cambiar el mundo. No traicionan sus ideales. Descubren que, como individuos y como regímenes, las estructuras del sistema mundial los restringen a comportarse en cierta forma y dentro de determinados parámetros o de lo contrario, pierden toda capacidad de ser actores importantes en ese sistema mundial. Y así, tarde o temprano, doblegan sus intenciones a la realidad». 6
Entonces, no sólo hay un solo sistema (el sistema-mundo capitalista) sino que no hay una tal marcha objetiva del desarrollo social que nos asegure que todo tiempo futuro siempre será un tiempo mejor, «…no hay una tendencia histórica hacia el comunismo, la revolución o la emancipación, ni teología, ni corriente por la que las fuerzas de la emancipación pudieran dejarse llevar; nada que garantice su victoria, nada de estadios que se sucedan de forma natural. No hay fuerzas creadas ‘a espaldas’ del capital, que finalmente lo abolirán, ni inversión ‘dialéctica’, ni astucia de la razón. La emancipación social, si es que ha de darse, será un salto sin red hacia lo desconocido, no la ejecución de una sentencia dictada por la historia.
Por el contrario, la tendencia al desastre sí que es objetiva. La evolución de la sociedad mercantil tiene, en efecto, algo de prefijado, porque sus crisis y su agotamiento se asientan en su mismo núcleo, y su historia es el despliegue de dicho núcleo. Es la catástrofe la que está programada, no la emancipación; las cosas abandonadas a su discurrir espontáneo únicamente conducen al abismo» 7 .
En cuanto a la acumulación incesante de capital como esencia del capitalismo no es que en el capitalismo se menosprecie la obtención de ganancias (objetivo de la producción capitalista según Marx) sino que, en la economía-mundo capitalista, para la consecución de las mismas una condición sine qua nom es la incesante acumulación de capital, haciendo por ello el crecimiento incesante la «actividad definidora central del sistema histórico capitalista/»moderno».
De ahí que el decrecimiento y la defensa de la ecología sean dentro del capitalismo mecanismos utópicos de enfrentamiento a este sistema, por cuanto el capitalismo es una sociedad voraz que no conoce límites (o crece o perece), cuyas bacanales productivas necesitan «crecer permanentemente, y consumir cada vez más materiales, solo para compensar la disminución de su masa de valor»8.
Sin embargo, ¿cómo lograr el verdadero lucro, el tipo de ganancias extraordinarias, considerables y cuantiosas que permite la acumulación interminable de capital en serio?. En primer lugar, a través del mercado, produciendo mercancías a un costo más bajo del precio al que se vende en el mismo; pero, como cualquier productor podría destruir dicha ventaja mejorando su eficiencia, cualquier monopolio que tenga por base la libre competencia en el mercado siempre será proclive de ser socavado. Por tanto, para impedir que el mercado le de la bienvenida a aquellos productores que puedan igualar y/o mejorar la eficiencia de los productores existentes, aparece la necesidad de limitar, con una serie de prohibiciones y limitaciones, las entradas realmente significativas de otros concurrentes. Así es que «El verdadero lucro, el tipo de ganancias que permite la acumulación interminable de capital en serio, sólo es posible con monopolios relativos, por el tiempo que duren»9.
¿Entonces qué deben hacer los movimientos antisistémicos cuando palpen, colaboren, participen o se apropien tácticamente el poder?
Los mismos tienen que encaminar toda su labor política, legislativa y ejecutiva a la destrucción del más mínimo monopolio impuesto sobre la actividad económica. «El mercado libre hipotético, tan caro a las elucubraciones de los economistas, un mercado con múltiples compradores y vendedores, todos los cuales tienen información perfecta, sería por supuesto un desastre desde el punto de vista capitalista. ¿Quién podría hacer dinero en él? El capitalista se vería reducido al ingreso del proletario hipotético del siglo XIX, viviendo de «la ley de hierro de los beneficios en un mercado libre», apenas lo suficiente para sobrevivir«10.
Por tanto, hay que dejar entrar al mercado a todo el que lo desee. «El mercado libre es enemigo mortal de la acumulación de capital«11 y como esta es la sístole y diástole de la economía-mundo capitalista, estaríamos asestando con ello un golpe contundente en la misma médula espinal de dicha economía-mundo, esencia y misión fundamental de todo movimiento antisistémico auténtico que se proponga transformar el capitalismo y no su mera reforma.
Sí existe un solo sistema en el planeta desde fines del siglo XIX, como se ha dicho, todo indicador o determinación que se haga de él, si queremos que sea objetivo, y refleje por tanto lo más aproximadamente fiel posible la realidad que se mida, el mismo tiene que ser sobre el sistema-mundo en su conjunto, por ello los estados nacionales si bien existen y han sido necesarios12 para el funcionamiento de la economía-mundo capitalista no son puntos de referencia esenciales en el mundo moderno.
La verdadera unidad de análisis y los procesos que discurren son del sistema-mundo como un todo, por ello no hay ni puede haber teoría ni políticas nacionales de desarrollo, lo que se desarrolla no son los países sino la economía-mundo capitalista. Lo único que pueden hacer los estados nacionales, y esto debe quedar claro para todos aquellos movimientos antisistémicos que aspiran a transformar (no reformar) el capitalismo, es mejorar la posición estructural dentro de la economía-mundo, a partir del aprovechamiento de una o varias ventajas comparativas con la que cuente en determinado momento, o la posibilidad de establecer efectivos monopolios sobre una parte o todos los eslabones de una cadena de mercancía; esto último, algo que solo pueden lograr aquellas estructuras gubernamentales que cuentan con un estado fuerte.
Entonces, qué actitud asumir respecto al desarrollo: ¿acelerarlo o frenarlo, ir en pos de él u obviarlo?. El profesor Wallerstein considera que «el desarrollo nacional es hoy por hoy una ilusión, sin importar qué método se defienda y utilice. Si todas nuestras energías se enfocan en esa dirección, entonces el capitalismo podría tener los 200 años más que, según esperaba Schumpeter, crearía para sí. Y con estos 200 años extra, el estrato privilegiado del mundo podría manejar una transición a un sistema-mundo por completo diferente, pero del mismo modo no equitativa»13.
La exhortación de la «perspectiva de sistemas-mundo» a los movimientos antisistémicos que luchan por transformar el capitalismo en un nuevo sistema, más solidario y justo que el actual es, a «… retener el plusvalor, es decir, el énfasis en una mayor igualdad y participación democrática [que], lejos de ser utópico podría ser devastadoramente eficaz. La gran barrera para lograrlo hoy en día no son tanto los capitalistas de gran escala como los propios movimientos antisistémicos. Deben estar conscientes de su ambivalencia histórica hacia los dos significados de desarrollo: más y más equitativo, y deben optar por el último. En dicha opción, el estado no es irrelevante. Hay muchas maneras por las que los aparatos estatales pueden incitar este programa, pero si dichos aparatos estatales son el motor, entonces el desarrollo será una ilusión y no una cinosura»14
Y por último, el aspecto que posiblemente más atañe directamente a los movimientos antisistémicos que luchan contra el capitalismo, y que tiene que ver con la geocultura que ha dominado en el sistema-mundo moderno por lo menos hasta 1968, cuando recibió un golpe demoledor aunque no de muerte, pues de hecho pugna tenazmente y con fuerza de inercia, para no abandonar el escenario político ambivalente y de centro que siempre ha ocupado en el mundo moderno.
¿Cuál es esa geocultura?, ¿cuándo y por qué surgió en el sistema-mundo moderno?, ¿en qué consistía la misma?, ¿por qué comenzó a perder su aceptabilidad general con la Revolución mundial de 1968?, y lo más importante, qué hacer contra todos aquellos intentos de resucitarla precisamente en el momento en que, producto de la situación de caos y bifurcación sistémica en que se encuentra el sistema-mundo capitalista, estamos ante las mejores condiciones de con nuestra acción, inclinar la balanza de la historia por primera vez, y de manera efectiva y definitiva del lado de los que con su trabajo, como decía Che, crean los valores, acumulan con su faena las riquezas y por ello son los que echan a andar las ruedas de la historia.
La geocultura es un conjunto de valores y reglas básicas aceptado activamente por la mayoría de los cuadros y al menos pasivamente por la mayoría de las personas (es decir, que éstas no lleguen al excepticismo activo); todos los sistemas históricos tienen geocultura, aunque puede hacer falta algún tiempo para que esa geocultura se asiente en un sistema histórico determinado.
En el caso del sistema-mundo moderno (la economía-mundo capitalista) durante tres siglos (XVI, XVII y XVIII) funcionó sin ninguna geocultura firmemente instaurada, fue con la Revolución Francesa que el sistema se dotó de una geocultura al arraigar rápida y profundamente en la conciencia popular dos principios nuevos, hasta ese momento inexistentes: «la normalidad del cambio político y la soberanía del pueblo» los que «en sí y por sí, eran muy revolucionarios en sus implicaciones para el sistema mundial. [ya que] Lejos de asegurar la legitimidad de la economía-mundo capitalista amenazaban con deslegitimarla a largo plazo«15 siendo por ello necesario regular las condiciones en que se produciría el cambio y se ejercería por el pueblo la soberanía, de tal forma que no afectara la incesante acumulación de capital, esencia y razón de ser del sistema.
Ya que el «genio» se había salido de la botella de lo que se trataba ahora era de cómo contenerlo, y en ese sentido surge el liberalismo como el remedio, imponiendo «la vía media, el ‘centro vital’. Ni muy rápido ni muy despacio, sino el cambio a la velocidad precisa…«16 como el escape a la situación creada.
Lo más importante es que en ese proceso, el liberalismo arrastró a las demás ideologías (conservadores y socialistas) quienes en realidad fueron simples prolongaciones de la ideología liberal, con una posición formalmente clara pero sustancialmente ambigua, sin claridad en su programa, haciendo más bien su énfasis en el proceso, sin radicalismos, queriendo perfeccionar el sistema pero no transformarlo, porque en su visión el mundo del siglo XIX ya era la culminación del progreso humano, el fin de la historia.
«Las tres ideologías de la época moderna han sido, por tanto, tres estrategias políticas para enfrentar las creencias [y exigencias] populares que han dominado nuestro mundo moderno desde 1789» 17 , «…el escudo ideológico construido por la fuerzas dominantes contra los insistentes reclamos de las ‘clases peligrosas’ después de 1789» 18 .
Y esto es lo que ha ocurrido a todos los movimientos antisistémicos que desde el siglo XIX (comunistas, socialdemócratas y movimientos de liberación nacional) han luchado contra el sistema-mundo capitalista, que todos, ¡sin excepción alguna!, al rozar, tocar, compartir o tomar el poder se han vuelto liberales con sus respectivo corolarios: la fe ciega en el progreso material y espiritual de la humanidad, autodeterminación para todos los pueblos, desarrollo económico de los países subdesarrollados, el análisis racional como función de las ciencias sociales etc..
Dice el compañero Wallerstein que esos viejos movimientos antisistémicos (la llamada «vieja izquierda») fueron arrojados a un lado entre 1968 y 1989, porque a pesar de ser una minoría sometida, era una minoría poderosa que no representaba en sí a la a la mayoría de la humanidad desposeída y relegada, era más bien «una franja muy estrecha de la población del mundo, el segmento menos acomodado del sector ‘modernista’ de la economía-mundo tal como estaba estructurada digamos entre 1750 y 1950. (…) las clases trabajadoras urbanizadas calificadas y semicalificadas, las intelligentsias del mundo y los grupos más calificados y educados de las áreas rurales donde el funcionamiento de la economía-mundo capitalista era más inmediatamente visible. En conjunto era un número significativo, pero estaban lejos de ser la mayoría de la población del mundo…una minoría oprimida, pero de todos modos una minoría numérica de la población…que hablaba un lenguaje universalista pero practicaba una política particularista»19.
Esos han sido quienes nos han representado hasta ahora, o más bien, quienes nos han dicho que nos representaban, pero cabe preguntarse si es que verdaderamente se han ido del escenario político, a lo que tenemos que decir que no, siguen batallando aún por ocupar el espacio de los que quieren encabezar la lucha por un nuevo sistema pese a la endeblez y flojedad histórica que han mantenido en el pasado.
Aunque hay que tener en cuenta las limitantes objetivas de carácter sistémico a las que se ven sometidos en cada época y lugar los movimientos antisistémicos, que constriñen sus aspiraciones y metas, éstos nunca pueden perder de vista «que la más poderosa de las fuerzas objetivas de la civilización humana es la propia subjetividad. A fin de cuentas, desde una óptica revolucionaria, lo objetivo no es otra cosa que lo objetivado, las fuerzas activas de los seres humanos transformadas en objetividad…Las leyes de la economía capitalista ponen límite como posibilidad al movimiento del capital. La realidad de este límite es la acción organizada de la voluntad revolucionaria«20.
Sirvan solo tres ejemplos para demostrar a todos los que se esfuerzan por transformar el sistema-mundo capitalista en otro tipo de sociedad más justa que la actual, que la pelea por ese nuevo mundo empieza también, si queremos tener éxito, por desplazar a esos grupos que presumiblemente nos representan, pero que en realidad no están por transformar el sistema sino por adecuarse a él.
En todos ellos se constatará como fuerzas políticas aparentemente antagónicas cuyos intereses y objetivos resultarían en la práctica irreconciliables, comparten los mismos principios y utilizan el mismo lenguaje, casi similar, con una identidad de conceptos que más que asombrar sorprende ante tantas coincidencias, y que refleja que la lucha de las fuerzas antisistémicas contra el apaciguamiento que preconiza la geocultura del liberalismo no sólo persiste, sino que hay que vencerla si en realidad aspiramos a transformar y no reformar el capitalismo.
El primer ejemplo tiene que ver con la reacción que provoca el intento independentista de Cataluña. Entrevistado en Radio Nacional de España el ministro de defensa español Pedro Morenés, sobre qué papel podrían tener las Fuerzas Armadas Españolas en caso de una declaración unilateral de independencia en Cataluña, el halcón peninsular, representante de lo más reaccionario y conservador de la derecha neofranquista española respondía al periodista Alfredo Menéndez:
«Si todo el mundo cumple con su deber le aseguro que no hará falta ningún tipo de actuación como la que usted está planteando«21.
¿Qué reacción ha tenido antes estas amenazantes palabras la izquierda catalana en boca de Lluís Rabell, candidato de Catalunya Sí que es Pot a las elecciones catalanas del 27 de septiembre de 2015?
«Si en Catalunya la gente sencilla y trabajadora hace lo que tiene que hacer, no hará falta que Morenés abra la boca«22.
¿Puede encontrarse mayor similitud entre dos declaraciones como estas del ministro de la guerra español y el representante de los sectores populares en Cataluña, respecto a qué tendría que suceder, qué es lo que no tendría que hacer el pueblo catalán para no ver sobre las calles de Barcelona, Gerona, Lérida y Tarragona los tanques españoles?
A esto hay que agregar que el 3 de septiembre de 2015 en entrevista para la Cadena Ser (uno de los medios de comunicación del grupo Prisa), Pablo Iglesias, presumiblemente la figura de la izquierda española de mayor perfil antisistémico, expresaba en relación al separatismo catalán algo que emula los pronunciamientos de los más destacados paladines del liberalismo de todos los tiempos:
«No creo que Mas cumpla sus amenazas [declarar unilateralmente la independencia de Cataluña] pero el derecho a decidir [la voluntad democrática del pueblo catalán de elegir si se independiza de España o no] es fundamental«23.
¿Habrá alguna declaración más incoherente , discordante y contradictoria que ésta?
El otro ejemplo de la resistencia del liberalismo a abandonar el terreno político en todas partes, tiene que ver con unos pronunciamientos del Sr. Marino Murillo el 15 de julio de 2015 en las sesiones del parlamento cubano, allí el ex militar que dirige la reforma económica en Cuba dijo:
«Si la productividad del trabajo no crece, no se puede pagar [más] salario. Si no hay respaldo productivo no se puede pagar [más], si se reparte salario sin respaldo productivo prepárense para la subida de los precios. Si no se crea la riqueza no se puede pagar más.
(…) Las empresas tienen la costumbre de que cuando están con pérdidas, se viran al estado para que le dé el dinero, se acabó, solo se da en casos muy excepcionales.
Las empresas con pérdidas a veces se unen y si son dos con deudas, donde quiere que vayan tendrán sus deudas. Hay que producir con eficiencia, no hay otro modo de proteger la economía «24.
Si no se dijera que estas palabras fueron dichas por alguien que es miembro del Buró Político de un partido comunista, ¿cabría alguna duda que salieron de la boca de un competente y entendido capitalista que procura la máxima rentabilidad y eficiencia para su empresa y sabe cómo conseguirla?, ¿cuántas veces a lo largo de 500 años de existencia del sistema-mundo capitalista los trabajadores que han recibido un salario por el pago de una parte de su trabajo, han escuchado de la boca de su capitalista, razonamientos análogos a los que en la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba, el ejecutor de la reforma económica cubana ha lanzado como mensaje a toda la clase obrera y trabajadora de la mayor de las Antillas?.
No es que el Sr. Marino Murillo no esté diciendo la verdad (algunas son como puños, no se puede distribuir más valor de lo que se produce, por ejemplo); lo criticable y repudiable desde el punto de vista antisistémico, de todos aquellos que no están por la reforma sino por la transformación del capitalismo, es que se engañe a la población (algo tan característico de la geocultura liberal) y que un proceso de inserción completa y total a la economía capitalista mundial, como el que ocurre actualmente en Cuba (pero que ya lo hemos visto en China y Viet Nam), que exige eficiencia en todos sus eslabones, sea presentado y se venda como un proceso de «actualización del modelo socialista», eso es lo que la «perspectiva de sistemas-mundo» jamás va aceptar.
El tercer y último ejemplo atañe a Brasil, un país subimperialista que ha estado gobernado los últimos 13 años por gobiernos de izquierda. En un encuentro ante labriegos y líderes del Movimiento de los Sin Tierra, defendiendo el programa de ajuste fiscal como única alternativa de superar la crisis, sin salir de los marcos capitalistas, la última presidenta de estos gobiernos Sra. Dilma Rousseff, dijo las siguientes palabras:
«Si aprobamos el ajuste, superaremos (la crisis) a corto plazo. Ajustar forma parte de la vida. Todos lo hacen. No lo estamos haciendo porque nos gusta, sino porque el país tiene que seguir creciendo, generando empleo y realizando políticas sociales«25.
¿No ha sido éste siempre el leitmotiv de la geocultura liberal que ha dominado desde hace más de 200 años el sistema-mundo capitalista: nunca desanimar a las masas, prohibido crear estados de exasperación , jamás crear situaciones inquietantes en el pueblo que pueda ocasionarle desasosiego y sobre todo infundir esperanza y optimismo en el futuro?
¿No dijo esto mismo el Sr. José Luis Rodríguez Zapatero cuando en mayo de 2010 fue obligado por los poderes europeos y mundiales a iniciar una serie de recortes en España?.
¿No ha repetido el mismo razonamiento en los últimos cuatro años, el gobierno derechista y conservador de Mariano Rajoy para justificar su política económica restrictiva con trabajadores, estudiantes, discapacitados y dependientes, pero displicente y benévolo con corruptos, defraudadores y el gran capital?.
¿No es éste otro ejemplo de que en el sistema-mundo moderno independientemente de la ideología que se profese, cada vez que se han tomado las riendas del poder, la prioridad ha sido la misma desde hace cinco siglos: privilegiar por encima de todo y de todos la incesante acumulación de capital?
Los obnubilados representantes de la vieja izquierda latinoamericana (y de la nueva izquierda envejecida tras llegar al poder) se hicieron ilusiones con el ciclo revolucionario que se abrió en Latinoamérica tras la llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela el 2 de febrero de 1999, hoy todo ello no parece más que un espejismo y es que como dice el profesor Carlos Antonio Aguirre Rojas en su último libro «Antimanual del Buen Rebelde» «los movimientos en contra del capitalismo no pueden simplemente apoderarse del Estado tal y como lo heredan de la sociedad burguesa y servirse de él como un instrumento para cumplir sus propios fines, que son anticapitalistas«. Los gobiernos de Hugo Chávez, ahora de Nicolás Maduro, en Venezuela; Rafael Correa, en Ecuador; Evo Morales, en Bolivia; Luiz Inácio Lula da Silva, en Brasil; Néstor y Cristina Kirchner, en Argentina; Mujica y Vázquez, en Uruguay; Daniel Ortega, en Nicaragua; Mauricio Funes y Sánchez Cerén, en El Salvador; y los derrocados Manuel Celaya en Honduras y Fernando Lugo en Paraguay hicieron exactamente lo contrario de lo recomendado por Marx: «Se apoderaron del viejo Estado burgués y sin hacerle grandes modificaciones tratan de llevar a cabo un supuesto cambio social y, evidentemente, fracasan… Frente al neoliberalismo destructivo y salvaje, desarrollan un neoliberalismo moderado, parchando con un gasto social mayor. Es preferible esto a lo primero -sin duda- pero no es por lo que están luchando los movimientos radicales anticapitalistas»26.
Vivimos un período excepcional en la vida del sistema-mundo capitalista/»moderno», un momento que solo se vive una vez en el desarrollo de los sistemas, que es cuando el mismo entra en crisis estructural, por añadidura irreversible; este proceso se produce cuando los sistemas son incapaces de generar mecanismos que logren restablecer el equilibrio perdido por la acción de las normales y naturales contradicciones que lo van erosionando, ingresando entonces en una situación de caos y bifurcación histórica. En esta etapa, en el sistema dejan de regir las leyes del determinismo histórico y comienza a funcionar el libre albedrío. Es en éste momento que pequeñas acciones (por muy insignificantes que parezcan) son capaces de producir grandes cambios («conforme aumenta la profundidad de la acción histórica, aumenta el volumen de la masa cuya acción es«, decía Marx), al contrario de cuando los sistemas funcionan normalmente, en que aún las grandes fluctuaciones, que se realizan en su seno, originan efectos relativamente escasos. Por eso, el mensaje para navegantes de la vieja y nueva izquierda liberal reformista, el momento no es reformista sino revolucionario, no es de administrar las contradicciones del sistema para solucionarlas, sino de aprovechar las mismas para derrocarlo, transformándolo en un sistema no polarizado, incluyente y democrático, donde la primera ley sea que ningún ser humano pueda apropiarse del trabajo de los demás. En esa batalla, la «perspectiva de sistemas-mundo» de Immanuel Wallerstein estará al lado de los antisistemas del mundo como una imprescindible y necesaria teoría.
Notas
* Carta del Che del 20 de febrero de 1964 en respuesta a una que le envió desde Marruecos la Sra. María Rosario Guevara, en la cual le preguntaba que podía ser parienta suya.
1. Wallerstein, Immanuel. «El análisis de los sistemas-mundo«. Capítulo VIII del libro «Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo». Ediciones Akal. Madrid. España.2004. pág. 134.
2. Para una caracterización de los mismos, los límites que definían su tamaño y extensión, y la lógica que guía la distribución de los bienes producidos ver «El análisis de los sistemas-mundo» Capítulo VIII del Libro «Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo«. Editorial Akal. 2004. Pág 142-143. Apareció por primera vez en 1987. La importancia de este artículo y su didáctica es tal, que el propio Wallerstein consideraba que «era lo más claro que he escrito que he escrito al respecto» Pág 134.
3. Wallerstein, Immanuel. El análisis de los sistemas-mundo» Capítulo VIII del Libro «Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo» Pág 143.
4. Wallerstein, Immanuel. «El capitalismo ¿Qué es? Un problemas de conceptualización». Universidad Nacional Autónoma de México. 1999. (subrayados nuestros).
5. «El índice de crecimiento de la URSS en los años cincuenta era más alto que el de cualquier país occidental«. Hobsbawm, Eric. Historia del Siglo XX. Capítulo IX. Los años dorados. Editorial Crítica. 2009. Barcelona. Pág. 262
6. Wallerstein, Immanuel. «Utopística o las opciones históricas del siglo XXI«. Capítulo 1. ¿El fracaso de los sueños, o el paraíso perdido?. Versión revisada de las conferencias Sir Douglas Robb impartidas en la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda, los días 16, 22 y 23 de octubre de 1997.
7. Jappe, Anselm. «Crédito a Muerte. La descomposición del capitalismo y sus críticos». Editorial Pepitas de Calabaza. 2011. Pág. 17.
8. Rojas Ferro, Diosdado. «A los decrecentistas y ecologistas: ni decrecimiento ni ecologismo, el capitalismo es el que es, el capitalismo realmente existente». Disponible en http://laguarura-impresa.blogspot.com.es/2013/10/a-los-decrecentistas-y-ecologistas-ni.html Decio Machado compara en un ejemplo lo que China, la locomotora capitalista mundial por excelencia en la actualidad, necesitaba deglutir en 1998 y 2011 para sostener tasas de crecimiento del 10 %, hecho que demuestra el agotamiento estructural de la economía-mundo capitalista. «Cuanto más rico es un país, más duro es el reto de crecer y es posible que en el marco del capitalismo global, hasta haya demasiados países grandes para hacerlo. En 1998 China, para que su economía de un billón de dólares creciera en un 10%, tuvo que expandir sus actividades económicas en 100.000 millones de dólares y consumir sólo el 10% de las materias primas industriales mundiales. Ya en 2011, para que su economía de seis billones de dólares creciera igual de rápido, necesitó expandirse en 600.000 millones de dólares al año y absorber más del 30% de la producción global de materias primas. Evidentemente China ahora está sufriendo el problema de insostenibilidad en su modelo de crecimiento económico» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=203069
9. Wallerstein, Immanuel. «¿Estados? ¿Soberanía?. Los dilemas de los capitalistas en una época de transición» . Capítulo 4 del libro Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI.
10. Ibídem.
11. Ibídem.
12. Tal es así, que las llamadas cadenas de mercancías al atravesar en su largo recorrido, rumbo a su destino final varios estados nacionales, oscurecen la realidad y las causas de la polarización aguda de la distribución, que es la consecuencia de la acumulación interminable de capital, situando al Estado nacional en el sistema-mundo moderno en «la forma más efectiva de minimizar la oposición política» al contribuir de manera fundamental a lograr «la opacidad de la distribución del plusvalor en una cadena de mercancías larga».
13. «Desarrollo: ¿cinosura o ilusión?». Capítulo 7 del Libro «Impensar las Ciencias Sociales».
14. Ibídem.
15. Wallerstein, Immanuel. «Las insuperables contradicciones del liberalismo: los derechos humanos y los derechos de los pueblos en la geocultura del sistema mundial moderno». Capítulo 8 del libro «Después del Liberalismo». Editorial Siglo XXI. Sexta reimpresión 2011. Pág 149-152.
16. Ibídem.
17. Ibídem.
18. Wallerstein, Immanuel. «Las agonías del liberalismo». Capítulo 14 del libro «Después del Liberalismo». Editorial Siglo XXI. Sexta reimpresión 2011. Pág 263.
19. Wallerstein, Immanuel. Las agonías del liberalismo. ¿Qué esperar del progreso?. Capítulo 14 del libro «Después del Liberalismo». Pág. 263-264.
20. Zardoya Loureda, Rubén. Nuestro Gramsci. Contribución al estudio crítico del capitalismo contemporáneo. Revista Cuba Socialista 17. Pág 27.
21. Morenés dice que ‘si todo el mundo cumple con su deber no hará falta ninguna actuación’ del Ejército en Cataluña. Periódico español El Mundo 8 septiembre 2015. Disponible en: http://www.elmundo.es/espana/2015/09/08/55eed72a46163f68368b458d.html
22. Críticas a las ‘amenazas’ de Morenés. Periódico español El Mundo 8 septiembre 2015. Disponible en http://www.elmundo.es/espana/2015/09/08/55eee7d746163f4d368b4580.html
23. Pablo Iglesias duda de que Mas cumpla sus «amenazas» http://www.lavanguardia.com/politica/20150903/54436213648/pablo-iglesias-duda-artur-mas-cumpla-amenazas-elecciones-catalanas.html
En este aspecto es bueno destacar que ha existido históricamente una visión conjunta y una unidad monolítica, entre las fuerzas conservadoras y progresistas españolas, a la hora de hacer un frente común, en post de la conservación de la integridad territorial de lo que han considerado la nación española, (ayer, como imperio colonial y hoy, como estado imperialista vestido del ropaje de monarquía constitucional liberal burguesa). A principios de 1873, apareció en Madrid un folleto, publicado por José Martí (luchador anticolonialista cubano), a razón de constituirse la República Española, la cual, desde un principio, dejó claro su postura anti-independentista ante los guerrilleros cubanos que participaban en la guerra de independencia que había iniciado Carlos Manuel de Céspedes en 1868, y que los cubanos bautizarían como la Guerra de los Diez Años. En el bello escrito, el también considerado héroe nacional cubano, preguntaba en un ensayo lleno, de preguntas a los republicanos peninsulares: «Y si Cuba proclama su independencia por el mismo derecho que se proclama la República, ¿cómo ha de negar la República a Cuba su derecho de ser libre, que es el mismo que ella usó para serlo? ¿Cómo ha de negarse a sí misma la República?«. Martí Pérez, José. «La República española ante la Revolución cubana». Disponible en http://www.damisela.com/literatura/pais/cuba/autores/marti/espanola/index.htm
24. Marino Murillo: Creció la economía cubana 4,7 % en el Primer Semestre. http://www.cubadebate.cu/noticias/2015/07/15/marino-murillo-crecio-la-economia-cubana-47-por-ciento-en-el-primer-semestre/#.VfvVXnnou1s
25. «Temporal, crisis en Brasil: Rousseff». http://www.jornada.unam.mx/2015/03/21/mundo/025n5mun
26. Aguirre Rojas, Carlos Antonio. «Antimanual del Buen Rebelde«.
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