Seguro que han escuchado alguna vez esta frase: «La mejor política social es el crecimiento económico», o su variante: «La mejor política social es el empleo». Hace poco la dijo el candidato de CC, Fernando Clavijo, en una de sus «escasas» apariciones en prensa. Pero esta construcción sintáctica es todo un mantra del PP, coreado […]
Seguro que han escuchado alguna vez esta frase: «La mejor política social es el crecimiento económico», o su variante: «La mejor política social es el empleo». Hace poco la dijo el candidato de CC, Fernando Clavijo, en una de sus «escasas» apariciones en prensa. Pero esta construcción sintáctica es todo un mantra del PP, coreado profusamente por Cospedal o Esperanza Aguirre. Y más allá de la reveladora sintonía entre CC y PP, que nos anticipa un peligrosísimo -y aún evitable- affaire poselectoral, la frasecita no es inocente, ya que constituye uno de los axiomas neoliberales más extendidos, una falsedad ideológica disfrazada de sentido común.
La realidad es que el crecimiento económico solo revierte en bienestar de las mayorías sociales si se redistribuye la riqueza mediante una justa progresividad fiscal (cuando paga más quien más tiene), y se favorecen los incrementos salariales y el poder adquisitivo de la población. No es éste el caso de España, donde ha crecido porcentualmente el esfuerzo fiscal de los trabajadores frente al de las empresas, caído los salarios en relación a la media de la eurozona (un 27% por debajo), y aumentado la desigualdad, noqueando de paso el consumo.
La mejor política social tampoco es el empleo porque a lo que muchísimos españoles tienen -cuando lo tienen- no se le puede llamar empleo, sino contrato; por horas, días, semanas o meses; sin condiciones laborales dignas, ni salario suficiente, ni la estabilidad necesaria para trazar un proyecto vital. Casi la mitad de los trabajadores gana por debajo de mil euros; pero un tercio percibe el irrisorio salario mínimo de 600 euros. Por tanto, es posible ser pobre y estar trabajando; es posible activar la economía sin generar bienestar social. Parece mentira que el señor Clavijo, que es economista no sepa estas cosas.
Aquel símil económico de la pirámide de copas de la que fluía el champán en cascada como símbolo de la riqueza, rebosando generosamente todas las copas; también aquellas situadas en la base; se ha revelado una gran falacia, también en tiempos de bonanza. Siguiendo con la metáfora: mientras una mayoría creciente ni se ha mojado los labios, unos pocos en la cúspide están borrachísimos hace rato.
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