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Isabel Allende y el Premio Nacional de Literatura en Chile

La piraña y Eva Luna

Fuentes: The Clinic

No existe otro término para definirlo. Aberración es la única forma de calificar lo hecho por el gobierno conservador de Sebastián Piñera, al entregarle el Premio Nacional de Literatura a Isabel Allende. La misma mujer que ha redactado -no me atrevo a decir escrito-, una serie de novelones hueros, inconsistentes, livianitos y esnobistas, que gracias […]

No existe otro término para definirlo. Aberración es la única forma de calificar lo hecho por el gobierno conservador de Sebastián Piñera, al entregarle el Premio Nacional de Literatura a Isabel Allende. La misma mujer que ha redactado -no me atrevo a decir escrito-, una serie de novelones hueros, inconsistentes, livianitos y esnobistas, que gracias a una dosis adecuada de feminismo y socialismo de edulcorantes, como si de recetas de cocina se tratase, ha conocido un éxito de ventas que a ella misma y a su grupo de amigos les ha hecho creer que estamos ante una buena literata. Un galardón que, de manera acertada, le fue negado por sus propios afines ideológicos, situación que impulsó a la autora a hablar de envidia, machismo soterrado o desprecio por los compatriotas. Acusaciones que jamás lanzó contra sus correligionarios, sino a quienes «se han valido del poder para manipular a su antojo a la sociedad chilena», una afirmación que siempre debe leerse como destinada al sector que ahora justamente le da el reconocimiento.

Analicemos a los dos protagonistas de este malogrado sainete. De un lado, Sebastián Piñera, empresario, aunque no en el sentido de emprendedor, sino como un tipo hábil en los negocios, sobre todo en los de carácter especulativo, lo que le ha permitido amasar una considerable fortuna. Individuo, además, propenso a los excesos mediáticos, que busca poner su imagen frente a las cámaras aunque ya nadie lo soporte. Por el otro costado, Isabel Allende, la narradora de tono bastante menor, legitimada por las incontables e incesantes ventas de sus libros, que agotan ediciones como si se tratase de vatios de energía. En resumen, dos personas con éxito pecuniario, fáciles de identificar por ello: factores que les permiten aumentar a cada momento su caudal -económico y figurativo-. Ambos, sobrevalorados en sus respectivos campos: la Allende, producto de la facilidad con que sus textos abandonan las librerías; y Piñera, porque se ha hecho millonario a través de la compraventa, pero nunca de la creación.

En definitiva, otra muestra de la orientación que persigue esta legislatura de derecha. Férrea y acérrimamente conservadora, pero capaz de traicionar sus principios en favor de sus propios intereses. También, y a tono con la condición empresarial de nuestro presidente, una administración que sólo es capaz de valorar el buen negocio y las apariciones en los medios masivos de comunicación. Pues, cabe recordar que el propio Piñera ha mencionado reiteradas veces, que en su discoteca personal hay álbumes de Violeta Parra y de Pink Floyd (hasta plagió una conocida escena de «The Wall» en el marco de su campaña electoral). Sin embargo, sería interesante preguntarle qué otras bandas de la nueva canción chilena o del rock progresivo es capaz de nombrar. Ya con los propios conceptos podría quedar pendiendo de un hilo: ni hablar si se le interroga por Quilmay, Cuncumén, Huamali, en el primer caso; o por Génesis, King Crimson, Jethro Tull, Black Widow, en el segundo. Dos características, la moralina y la satisfacción individual que perfectamente están unidas en este engendro denominado conservadurismo. Toda vez que los intereses más cuidados siempre acaban siendo, por lejos, los económicos, seguidos de los mediáticos y los sexuales, que por muy pacata que sea la derecha criolla nunca la faltan pretextos para obtener.

Hace algunos meses atrás, en pleno balotaje, Isabel Allende realizó una visita intempestiva a Chile, con el fin de fustigar al entonces candidato Piñera y llamar a votar por la Concertación, mejor dicho por Frei. Si es consecuente, debiera rechazar el reciente galardón. Su discurso siempre ha girado en pro de la emancipación de la mujer, en los términos expresados por ese feminismo que practica, el cual es tan inconsistente como sus novelones. Como consecuencia lógica, ha sido tajante en denunciar el supuesto machismo que subyace en la sociedad chilena y quedaría demostrado en el hecho de que el PNL sólo lo han recibido, aparte de ella, tres mujeres a lo largo de su historia (las cuatro bajo gobiernos de tendencia conservadora, lo que resulta paradójico teniendo en cuenta que todas protestaron alguna vez contra el supuesto desprecio de sus pares masculinos, aunque cada una a su manera y desde puntos de vista diferentes e incluso opuestos). No obstante, en esta ocasión no ha parado de mostrar gratitud a las actuales autoridades, las mismas que buscan aplicar políticas públicas acordes con los roles tradicionales de las féminas y de la familia; esto es, fortalecer los conceptos de esposa sumisa y madre silenciosa. La nada misma ante una suculenta suma de dinero que recibirá tan sólo al pisar suelo nacional, fuera de la pensión vitalicia que pasará a engrosar su ya oblonga cuenta. En fin: negocios siempre son negocios.

Fuente: http://www.theclinic.cl/2010/09/05/la-pirana-y-eva-luna/