Este título es más que suficiente para sugerir algunas cosas, que me propongo desarrollar gradualmente. La pobreza efecto estructural más que individual. Se trata en primer lugar de concebir la pobreza no como un elemento individual, separado de la historia y de la colectividad, sino como un elemento comunitario, de enorme proyección social. La pobreza […]
Este título es más que suficiente para sugerir algunas cosas, que me propongo desarrollar gradualmente. La pobreza efecto estructural más que individual.
Se trata en primer lugar de concebir la pobreza no como un elemento individual, separado de la historia y de la colectividad, sino como un elemento comunitario, de enorme proyección social. La pobreza no es un fenómeno que atañe a la suerte singular de las personas, -siempre habría habido personas que no han podido escapar a este destino- sino un fenómeno masivo, generado y configurado por factores socioeconómicos y culturales, bien comprensibles y que lo sustraen a todo intento de explicación fatalista o providencialista.
La pobreza parte integrante del sistema capitalista
Si queremos entender la realidad de la pobreza en nuestro tiempo, hemos de contemplarla dentro del sistema en que aparece construida. Es ni más ni menos que el sistema capitalista neoliberal. Desde donde quiera que se lo mire, son dos los grandes sistemas que se disputan la convivencia y tratan de configurarla: capitalismo y socialismo. El socialismo, con todos sus fracasos reales, trata de ofrecer alternativas de transformación y mejora a esta sociedad desigual, en tanto que el capitalismo desde sus versiones anteriores o más modernas, trata de ahondar y consolidar esa desigualdad.
El capitalismo, con su faz neoliberal moderna, se presentará como generador e irradiador de una riqueza que jamás antes existió, pero oculta el lado tortuoso hasta llegar a ella y las víctimas sin cuento que va dejando en el camino. Paradójicamente, se va cumpliendo, pero con abultada crueldad, el diagnóstico de Marx. Cualquiera que sea la superestructura cultural de una sociedad, hay que contar en primer lugar con la estructura económica que la sustenta, pues «El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser; por el contrario, es su ser social lo que determina su conciencia» ( Kart Marx, Contribution a la Critique de l´Economie Politique, en el opúsculo de Engels Esquema de una crítica de la Economía Política, pg.4).
Significado de la pobreza como componente estructural del sistema
Podría en este momento referirme a las diversas concepciones sobre lo que es una estructura económica. Son muchos los enfoques y muchas las descripciones. Para mi propósito, recojo esta de José Luis Sanpedro: «Hoy vemos la realidad económica como dependencia simultánea entre numerosos fenómenos. Se puede hablar de una ´causalidad circular´ en la que el efecto influye sobre su propia causa. No estamos ante una simple sucesión de unos pocos hechos aislados, sino ante un entramado o andamiaje de numerosos efectos, mutuamente relacionados entre sí» (Lecciones de Estructura Económica, Ariel, Barcelona, pág.15).
Es lo mismo que afirma Ramón Tamames, «La estructura económica puede considerarse como la integración de una compleja serie de componentes, que pueden ser muy distintos según el enfoque que se adopte…en un orden determinado. Entre esos distintos elementos existe una serie de relaciones de interdependencia…que se formalizan en o dentro de instituciones que se complementan unas a otras y que en su conjunto constituyen el marco institucional de la estructura económica» ( Fundamentos de Estructura económica, p. 54)
La estructura económica es una realidad unitaria, que se caracteriza por estar integrada por diversos elementos o propiedades, que se miran unas a otras y dependen entre sí, sin dejar de ser constitutivas de la realidad que forman. Esa unidad se explana en diversas actividades y consecuencias, pero todas remiten al todo de que proceden. Y podemos analizar cada una de ellas según la posición, el papel y la importancia que representan en la totalidad de la unidad.
Sería, en este sentido, ilusorio pensar que la economía anda destrabada o que es imprevisible e ininteligible en su funcionamiento.
Si es verdad, como dice Ignacio Ellacuría, que los pobres y la realidad de la pobreza no se da de la misma manera en cualquier parte del mundo y en cualquier situación social, y no es verdad que los pobres puedan identificarse con cualquier otro tipo de sufrientes y dolientes, nos encontramos sin embargo con el dato aplastante de la pobreza tal como la están viviendo hoy mayorías populares de muchos países (Cfr. Los pobres lugar teológico en América Latina, en Misión Abierta, Noviembre, 1981, vol. 74, p.227). Y ese dato no es casual, es decir, no aparece desconectado de otros elementos que lo producen y dentro de los cuales cobran origen y significado. Es dentro de la estructura económica neoliberal donde vamos a encontrar la clave que explique su funcionamiento y los resultados, tan previsoramente calculados como positivos para unos y negativos para otros.
Esto quiere decir que la pobreza resulta en realidad una pobreza dialéctica y política. Dialéctica porque en nuestra situación hay pobres porque hay ricos, hay una mayoría de pobres porque hay una minoría de ricos. Una pobreza fruto de escasos recursos no nos permitiría hablar propiamente de pobres. Pero, la verdad es que los ricos se han hecho tales desposeyendo a los pobres de lo que era suyo, de su salario, de sus tierras, de su trabajo, etc. Por eso, si los ricos son los empobrecedores, los pobres son los empobrecidos; si los ricos son los desposeedores, los pobres son los desposeídos; si lo ricos son los opresores y represores, los pobres son los oprimidos y reprimidos (Ibidem, p.227) Ciertamente, hoy nadie puede decir que la pobreza es efecto de la escasez de recursos. El hecho de que el Norte tenga seis veces más que el Sur, no es fruto de la escasez; el hecho de que el Norte (1/4 parte de la humanidad) consuma el 75 % de los recursos terrestres, no es fruto de la escasez; ni el hecho de que tenga el 80 % del comercio y el 93 % de la industria no es fruto de la escasez; el hecho de que el PNB per capita sea de 3, 60 dólares al año en el Sur de Asia, o de 8 en Africa y de 206 en Norteamérica, no es fruto de la escasez; el hecho de que en Africa haya un médico por cada 50.000 habitantes y en los países industrializados uno por cada 450 habitantes, no es fruto de la escasez; el hecho que Estados Unidos y otros países industrializados dediquen miles de millones de dólares (y aquí uno renuncia a dar cifras) al armamentismo y nimios porcentajes a resolver las necesidades básicas de la humanidad, no es fruto de la escasez. Es fruto simplemente de la indicada causalidad entre ricos y pobres.
Por otra parte, estos pobres emergen en el terreno político como una fuerza de cambio y de reestructuración de la sociedad, pues de adoctrinados y pasivos han pasado a ser conscientes y activos; de sometidos a impulsores de una lucha que busca formas económicas y políticas que respondan a la justicia, la igualdad, la libertad y la liberación.
Es decir, que el pobre en nuestro tiempo no es una persona aislada, ni grupos que son objeto de asistencia o beneficencia social. Los pobres son, en palabras de Gustavo Gutiérrez, «las clases explotadas, las razas marginadas, las culturas despreciadas» que, con conciencia de su postración aspiran a conquistar el protagonismo que les corresponde para poder actuar como sujetos de la historia.