La privatización de la naturaleza y de las ideas

Cuenta Francisco Fernández Buey en su libro «Marx (sin ismos)» que, tras su formación universitaria, los primeros escritos de Karl Marx fueron artículos periodísticos en la revista «Gaceta Renana». En su obra de juventud ya se entrevén los temas que, posteriormente, desarrollaría en su enorme obra. En uno de estos artículos, el joven Marx critica una ley prusiana publicada en 1842 por la cual se criminalizaba la recogida de leña por los campesinos. Aquello que hasta entonces había sido tolerado por derecho consuetudinario, a instancias de los grandes terratenientes, el estado lo convierte en delito. La recogida de leña de árboles muertos, que hasta entonces había sido gratuita, generó la posibilidad a los propietarios de la tierra para cobrar por aquello que siempre había sido una actividad libre.

Fernández Buey advierte que «es una vieja y persistente tendencia del capitalismo: privatizar y hacer objeto de cambio mercantil que en el pasado fueron nullius, bienes naturales comunales al alcance de todos, sobre cuyo usufructo no había por lo general legislación escrita».

Hoy continúa esa vieja y persistente tendencia del capitalismo, quizá mas acentuada. Privatizado ya todos los bienes materiales de este mundo, con excepción del oxígeno que respiramos, el capitalismo se ha lanzado a privatizar las ideas y la propia naturaleza. Así cada vez los registros de propiedad intelectual e industrial se colmatan de patentes sobre cosas tan increíbles como el genoma humano, los usos médicos de determinadas plantas, variedades vegetales o animales, pulsar el botón del ratón, formulas matemáticas, interpretaciones artísticas de temas clásicos…

Y para proteger esta mal llamada «propiedad intelectual o industrial» (porque rompe toda la sistemática del derecho sobre la propiedad), se endurece en todo el mundo la legislación penal para criminalizar cualquier actividad de nuestra vida por la cual no paguemos el correspondiente precio o impuesto reaccionario. Prueba de ello es la reforma última del código penal ( Ley Orgánica 15/2003 ¹), aprobada previo consenso PP-PSOE, mediante la cual si facilitamos a otra persona, aún sin ánimo de lucro, una información obtenida de un medio «de pago» sería delito perseguible de oficio. También de oficio se persigue el «top manta», sin saber si se vende material sujeto a copyright o de libre distribución (que lo hay). Lo último ha sido la condena a un agricultor por utilizar semillas patentadas (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=1865).

Con todo, el problema mayor de la actividad carroñera de las grandes multinacionales tiene que ver con los medicamentos. Así se descubren las propiedades del semen del bacalao, se patenta y a pagar todo el mundo cifras millonarias por utilizar este medicamento necesario para luchar contra el SIDA. Y a pesar de la apisonadora mediática, a nadie convencen de la bondad de las patentes. Muestra ha sido la recepción de los participantes al representante de EEUU a la cumbre internacional contra el SIDA que estos días se esta celebrando en Bangkok, acusando de genocidio a las multinacionales del medicamento que condenan a la muerte a millones de personas a cambio de mejorar su balance de resultados y de su cotización en bolsa  ²

Mientras tanto, personajes como Alejandro Sanz, desde su mansión de lujo en Miami, desprecia a los emigrantes sin papeles que tienen como único medio de vida mal vender música en las calles con la amenaza continua de la policía y de los métodos sicilianos de la SGAE. Ante todo ello, el estado, como el que conoció Marx, se sitúa del lado de los poderosos.