«¿Los derechos de las prostitutas? «Las cosas no tienen derechos», dice la moral de los puritanos, que desprecian lo que usan.» Eduardo Galeano En este artículo me centraré en un tema en el que personas que se dicen socialistas o comunistas adquieren, sin despeinarse, la ideología pequeño-burguesa y embrutecen […]
«¿Los derechos de las prostitutas? «Las cosas no tienen derechos», dice la moral de los puritanos, que desprecian lo que usan.»
Eduardo Galeano
En este artículo me centraré en un tema en el que personas que se dicen socialistas o comunistas adquieren, sin despeinarse, la ideología pequeño-burguesa y embrutecen con ello, la ideología, conciencia e incluso las vidas de la clase obrera. El tema en cuestión es la posible regularización de la prostitución como ya ocurre en los Países Bajos o Alemania.
Resulta muy triste ver a muchos compañeros y compañeras que se dicen de izquierdas, y que en muchas de sus acciones así lo son, cómo en lo referente a la cultura, libertad y moral socialista dejan mucho que desear. Es lamentable comprobar cómo, sin nada nuevo que aportar, conforman su opinión ética de muchos temas bajo la hipócrita moral pequeño-burguesa de centro-izquierda llamada progresista (siguiendo el paradigma positivista, eurocentrista y anglosajón) y que nada tiene que ver con la mejor tradición socialista auténtica y por tanto, consecuentemente revolucionaria. Olvidan los intereses emancipadores de la clase trabajadora (obreros, campesinos y el resto de las clases populares) y con ellos, los del género humano. Todo esto, mediante un ejercicio de simple y burda mímesis por la cual adquieren la mentalidad de una hipócrita subclase (en el sentido de que es una clase inestable, sin verdadera ideología ya que la misma viene impuesta desde arriba) como lo es, la llamada por los acólitos liberales, «clase media». Esto se ve en su modo de vida, confuso e incoherente: consumo de estupefacientes, proyectos e ilusiones de vida trazados por el imperio lúdico norteamericano (vertiente demócrata claro), etc…
La prostitución (del latín prostitutio: exponer para la venta) es, como bien es sabido, un viejo oficio de las mujeres y también de los hombres, en el cual una persona decide por medio de un salario realizar un trabajo especializado con su propio cuerpo. La pequeña-burguesía, venga de donde venga, incluido el feminismo liberal encubierto bajo siglas comunistas o socialistas, diría que cómo es posible esto. Sin embargo ellos se empeñan en afirmar incansablemente que la prostitución no es sino violencia de género, la venta del propio cuerpo, y bla, bla, bla…
Respecto a la violencia de género, es simplemente una falacia. Primero, porque cada vez hay un mayor número de hombres que se dedican a la prostitución, en especial en el Caribe y en las zonas litorales del Mediterráneo. Segundo, porque ¿qué ocurre cuando es una mujer lesbiana la que contrata el servicio de otra mujer?, ¿o cuando un hombre gay contrata el servicio de un compañero? Y por útlimo, como tercero y más importante, porque NO ES VIOLENCIA de ningún tipo. Para que sea violencia implicaría que se hiciera contra la voluntad de la otra persona o que se produjera daño físico. Una relación con un prostituto o una prostituta no tiene porqué implicar violencia del mismo modo que no tiene porqué implicarla una relación sentimental estable. Por ello, aunque haya desalmados y desalmadas que peguen o dañen a su pareja violentamente y que deben ser penalizados y neutralizados por la ley, no se nos ocurriría decir que la pareja o el matrimonio son violencia de género.
Respecto a la venta del cuerpo, es asombroso cómo se puede decir una sandez de tal magnitud y quedarse tan tranquilo, cosa que hacen muy bien algunos en el «Manifiesto de hombres por la abolición de la prostitución»1 respaldado lamentablemente por lo que debiera ser la «vanguardia del proletariado»: el Partido Comunista de España. Ver para creer. Si las prostitutas «venden» su cuerpo, entonces la inmensa mayoría de la clase trabajadora lo hace también; Si éstos pequeño-burgueses entienden por «vender el cuerpo» el hecho de ganarse la vida mediante el mismo; toda la clase trabajadora lo hace también. Por tanto, habrá que ir pensando en sacar un «Manifiesto de hombres por la abolición del trabajo», así, a secas. El que contrata los servicios de un trabajador o una trabajadora del sexo no paga para comprar a éste o ésta como una mercancía, sino que contrata su fuerza de trabajo (su especialidad y habilidad). Si en cambio sus mojigatas y vetustas mentes lo entienden por exhibir o mostrar su cuerpo, entonces, del mismo modo «venderían» su cuerpo numerosos deportistas, los y las modelos de los artistas plásticos (¡acabemos pues también con el arte!), los actores y actrices de cine y teatro en numerosas escenas fingidas o no de sexo, los y las socorristas de las playas e incluso las bailarinas y bailarines del «Mira quién baila»2 (lo cual no dejaría de ser sino una afirmación mucho más consistente de su parte).
Yo, que me considero socialista revolucionario, digo: la prostitución es un trabajo especializado que se realiza mediante el entrenamiento del cuerpo y la mente, por el cual una trabajadora o trabajador del sexo realiza un servicio a un compañero o compañera mediante el pago de un sueldo que junto con otros sueldos conforman su salario mensual y por tanto, su sustento. Ello no hace que se diferencien en nada respecto a la inmensa mayoría de los trabajos de la clase obrera que se basan en la utilización del propio cuerpo para ganarse la vida: un minero, carpintero, albañil, soldador, etc… Pero incluso más cercano por trabajar no sólo con su cuerpo sino con el cuerpo de la persona a la que presta su oficio: un masajista, un fisoterapeuta o un cirujano. No existe ninguna diferencia ética o moral: una trabajadora o trabajador que realiza un servicio mediante la utilización de ciertas partes de su cuerpo, que ha condensado una experiencia y habilidad en hacer un servicio beneficioso para la otra persona que paga por él 3.
¿Saben dónde está la diferencia para la pequeña-burguesía? Estriba en que según ella, la mujer vende su ser (¡!). Los miembros inconscientes de esta infame pseudo-clase influenciados por un patriarcado galopante, un paternalismo insultante para el feminismo revolucionario de clase y por la vetusta élite dirigente de la Iglesia Apostólica Católica Romana, confunden el ser de una persona con el cuerpo, que por otra parte ni siquiera es verdad que lo vendan, al menos no más que cualquier otro obrero u obrera bajo el régimen capitalista de expropiación. Además, ni cortos ni perezosos, afirman sin apenas sonrojarse que en la «práctica totalidad son mujeres». Evidentemente esto no es cierto, ya que cada vez más, un mayor número de hombres se dedican laboralmente al trabajo del sexo especializado como dije anteriormente. Los voceros de la pequeña burguesía le hacen el juego a su hermana mayor, la gran burguesía, y permiten de este modo que miles de hombre y mujeres permanezcan en una verdadera situación de neoesclavismo y trata de blancas al no estar regularizada esta profesión, y por tanto, al margen de todo control legal. Así, un trabajo que jamás desaparecerá y menos en la sociedad capitalista, se perpetua bajo el control de las mafias más salvajes, cruentas, inhumanas y paracapitalistas que ejercen un control «de facto» sobre estos seres humanos.
Por otra parte, mi llamamiento a la solidaridad socialista para el reconocimiento de esta profesión, no impide que denuncie la situación de muchas mujeres, hombres y niños inmigrantes o no, que se les obliga a ejercer la prostitución mediante el engaño o la amenaza de mafias organizadas con un pie en la ilegalidad (trata de blacas, venta de drogas ilegales, etc.) y otro en la legalidad (negocios para blanquear dinero como inmobiliarias, restaurantes y su participación en los muy legales y permitidos paraísos fiscales) y en connivencia con una parte de la clase política y la patronal. Contra estas mafias, solamente queda la labor decidida de policías y jueces. Una labor que nunca será suficiente para acabar con este problema estructural bajo el capitalismo y la ilegalidad. Además, las prostitutas y prostitutos como cualquier otro trabajador contribuirían a la riqueza nacional mediante el pago de impuestos, y un dinero que ahora va a parar a mafiosos, serviría para contribuir a realizar más hospitales, escuelas, ayudas sociales, etc. Por ello hago un llamamiento para su legalización y posterior regularización. Reclamo:
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Plenos derechos de las trabajadoras y los trabajadores del sector como cualquier otro trabajador o trabajadora.
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Libertad para poder trabajar como asalariada y asalariado o bien como autónoma o autónomo o en cooperativas autogestionadas si se tuviese la oportunidad.
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Plenos derechos de sindicación y de huelga.
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Plenos derechos para el servicio y la cotización en la Seguridad Social.
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Inspecciones laborales en los lugares de trabajo para asegurar que se respetan los derechos laborales de la trabajadora o el trabajador tales como: pago íntegro del sueldo por parte del empresario en casos de enfermedad o maternidad, cumplimiento de la jornada laboral, etc.
Por supuesto que no pienso que este sea el fin idílico de los socialistas, sino un avance para miles de trabajores y trabajodoras dentro del sistema pseudo-democrático del Estado liberal o burgués, ¡dentro del capitalismo vaya! Un objetivo más profundo sería el decisivo paso democrático que significaría la normalización legal de un hecho tan normalizado históricamente en la praxis del género humano como lo es el trabajo sexual, para después dar el decisivo salto a su normalización en la sociedad socialista mediante la nacionalización de los centros donde desarrollen su trabajo estos y estas profesionales, ahora llamados burdeles, clubs, puticlubs, etc.
En una fase superior, en la sociedad socialista estos trabajadores y trabajadoras serían funcionarios del Estado con un tiempo máximo de trabajo al día de 6 horas (como ya se está apuntando que sea para el conjunto de la clase trabajadora en la República Bolivariana de Venezuela a partir del 2010). Dentro de estas 6 horas, sólo 2 o 3 estarían dedicadas al trabajo sexual activo propiamente dicho y el resto estaría asignado a la formación técnica, física y humanista de estos trabajadores y trabajadoras para dar un salto cualitativo revolucionario en su trabajo que a penas hoy podemos imaginar y que sólo el transcurso de la historia de la sociedad socialista revelará. Las trabajadoras y trabajadores tendrían habilitadas en su centro de trabajo, bibliotecas para la formación cultural y psicológica, también dispondrían de gimnasio, centro de salud primario y sala de estética. Además el servicio sería público y de libre adscripción laboral. De tal forma que, si como dicen los voceros de la burguesía reaccionaria disfrazada, la prostitución fuese un trabajo para personas sin escapatoria ni otras oportunidades, éste iría desapareciendo a medida que los ciudadanos no eligieran esta profesión para ganarse la vida. Ello sería debido a que, a diferencia de la sociedad capitalista, el trabajo estaría plenamente garantizado y sería un derecho universal en la nueva sociedad socialista.
Aquí no he hecho sino esbozar unas ideas revolucionarias y liberadoras, con la intención de romper con la anquilosada idea reaccionaria de lo que es el trabajo de los y las profesionales del sexo. Del mismo modo, animo a los socialistas de mente y corazón, a que si desean y creen que la prostitución es una lacra social, y no se corresponde con la construcción de la sociedad socialista, que garanticen pues «de facto» que cualquier hombre o mujer podrán ganarse la vida con otra profesión. Pero así mismo, les pido que jamás la censuren por paternalismo machista e imposición, o por vestigios culturales de mentalidad capitalista, y que sea pues la razón de sus argumentos y el desenlace de la libre voluntad de las y los trabajadores del sexo en el sistema socialista los que me digan que estoy equivocado. Esto es, que dejasen este trabajo porque pudiesen elegir uno mejor (si así lo considerasen), y no porque nadie desde el poder coercitivo de la ley se lo impusiese.
Volviendo al mundo real de la sociedad capitalista en donde vivimos (por ahora), quiero destacar la función social que hacen las trabajadoras y los trabajadores del sexo, que no sería sino aumentada hasta cotas inimaginables bajo el socialismo y con una vanguardia revolucionaria a la altura de las circunstancias. Estos y estas profesionales pueden realizar un servicio básico para ciudadanos con minusvalías físicas puesto que lo tienen más difícil para compartir y explorar su sexualidad con otras personas en su día a día. De esta manera, no se ven privados de una dimensión humana que también les es propia. También, para personas que por acontecimientos en su vida necesitan de un cariño que muchas veces sólo estos y estas profesionales pueden y saben ofrecer; personas recientemente divorciadas y que no están preparadas para nuevos compromisos, que no desean hacer daño a nadie; personas solitarias o introvertidas que necesitan cariño, comprensión y autoconfianza, etc.
Porque la sexualidad compartida es mucho más de lo que las cerradas mentes pequeño-burguesas pueden alcanzar a entender o desear. La sexualidad compartida es uno de los momentos superiores de fraternidad humana, un vehículo para el entendimiento, un vínculo para la amistad y para la paz vital.
Por todo ello, hago un llamamiento para que las socialistas y los socialistas honestos de todo signo y las feministas socialistas revolucionarias, atiendan a las razones aquí expuestas y a que se liberen de las cadenas superestructurales de la burguesía y la fuerzas reaccionarias de la élite eclesiástica que atacan sus conciencias y les impiden la genuina emancipación efectiva de género y de clase. Por el ser humano, socialismo o barbarie.
*El autor es licenciado en Bellas Artes, artista plástico y teórico del arte socialista.
Para cualquier comentario el autor del artículo:
Para ver una parte de la obra plástica del autor:
http://jon-juanma.artelista.com/
1. Ejemplos del reaccionarismo pequeño-burgués disfrazado de falso progresismo:
https://www.firmasonline.com/1Firmas/camp1.asp?C=215
2. Programa muy popular en España del canal estatal La Primera de Radiotelevisión Española, en donde conocidos personajes públicos concursan aprendiendo a bailar con bailarines y bailarinas profesionales. El concurso sigue la estela neoliberal de cualquier otro programa de la televisión privada.
3. Interesantísima página de profesionales y simpatizantes por la regularización de la prostitución: