En el seno de una sociedad manifiestamente enferma al exterior y al interior, como la estadunidense, cunde ahora el temor de una quiebra financiera Una de las aristas de la guerra global en proceso, que han desatado tanto la dupla anglosajona en Irak y en Afganistán como Israel en la costa oriental del mar Mediterráneo, […]
En el seno de una sociedad manifiestamente enferma al exterior y al interior, como la estadunidense, cunde ahora el temor de una quiebra financiera
Una de las aristas de la guerra global en proceso, que han desatado tanto la dupla anglosajona en Irak y en Afganistán como Israel en la costa oriental del mar Mediterráneo, comporta el objetivo de encubrir el desplome del sistema dolarcéntrico y la quiebra financiera de EU (ver Bajo la Lupa, 16/7/06).
Hasta suenan triviales los terrores de David Smith, editor de economía de The Sunday Times (16/7/06): «crecen los temores de una abrupta desaceleración en la economía global, desencadenada por grandes incrementos en los precios de energía y el aumento de las tasas de interés». Los economistas de HSBC (nota: el segundo banco global), citados por Smith, comentan que existe mayor riesgo de «aterrizaje duro» tanto para la economía mundial como para Gran Bretaña cuando «al mismo tiempo, el Banco de Japón concluyó su política de intereses a tasa cero por primera vez en seis años, lo cual señala que la era global del dinero barato terminó».
Es mucho más grave que un vulgar «aterrizaje duro», lo cual no escapa a Paul Volcker, antecesor del mago malhadado Alan Greenspan, y a quien le tocó lidiar con la estagnaflación de la década de los setentas, que comenta que el gobernador de la Reserva Federal, Ben Shalom Bernanke (sucesor de Greenspan), confronta un mayor desafío del que vivió (Bloomberg, 14/7/06).
Ben Shalom Bernanke ha sido apodado Helicóptero por sus disposición a lanzar desde los cielos los dólares necesarios para impedir una recesión similar a la Gran Depresión de 1929. Volcker, a sus 78 años, critica los dispositivos para anclar la inflación de su menor de 25 años de edad en el cargo de la Reserva Federal.
La sociedad estadunidense no anda bien: desde el inicio del aciago régimen bushiano se ha incrementado el consumo de somníferos en 60 por ciento (New York Times, 7/2/06), sin contar la excesiva ingesta de antidepresivos, antisicóticos, estimulantes y afrodisiacos. ¿Qué sería de EU sin su doble armamentario farmacológico y bélico?
En el seno de una sociedad manifiestamente enferma externa e internamente, cunde ahora el temor de una quiebra financiera, según Lawrence Kotlikoff, investigador de la Reserva Federal de St. Louis, quien estremeció al mundo con sus hallazgos estrujantes («¿Está quebrado EU?», Federal Reserve Bank of St. Louis Review, julio/agosto 2006).
Kotlikoff no es ningún improvisado y pertenece a la elite del establishment de economistas de EU: profesor de la Universidad de Boston, en su más reciente libro, La tormenta generacional que viene, aborda en forma solvente los graves problemas fiscales que afrontarán los baby boomers, la generación nacida en el intervalo de 1946-1964, quienes vivieron su afluencia en forma artificial y prestada.
La Reserva Federal de St. Louis constituye el octavo banco regional de los 12 (otros agregan en forma sarcástica al Banco de México como el decimotercero debido a la obscena esclavitud de Ortiz Martínez) bancos regionales del omnisciente cuan omnipotente Sistema de la Reserva Federal.
Hace tres años, Bajo la Lupa («EU: ¿imperio militar con pies de barro?», 16/7/03), en referencia a un artículo del historiador británico Niall Ferguson y del mismo Kotlikoff («La sobrextensión fiscal que socavó al imperio», The Financial Times, 14/7/06), adelantó que «los historiadores serios se preparan para formular las exequias del imperio embrionario bushiano que se está derritiendo por dentro debido a sus adicciones fiscales y monetaristas, que ya no puede endosar a la periferia. Se puede ser potencia militar y perder otras batallas en el frente doméstico: el protoimperio petrolero texano del nepotismo dinástico de la familia Bush acabó por carcomer las entrañas enfermas de la gran nación estadunidense. El genuino imperio romano no cayó por haber perdido una batalla militar afuera, donde era prácticamente invencible; perdió adentro, quizá la peor batalla de todas («Caída y ascenso del imperio romano»; Edward Gibbon).
Ferguson y Kotlikoff aducían hace tres años en forma persuasiva que «un coloso que domina al mundo tiene pies de barro. La latente crisis fiscal del estado benefactor de Estados Unidos implica, en el mejor de los casos, un imperio al que se le acabó el dinero».
Kotlikoff nos vuelve a asombrar años más tarde con su lucidez al advertir en síntesis que el colosal déficit presupuestal y la bomba de tiempo de las pensiones y la seguridad social han expuesto una brecha fiscal de 65.9 millones de millones de dólares (trillones en anglosajón), es decir, «más de cinco veces el PIB de EU y casi dos veces el tamaño de la riqueza nacional», lo cual «llevará a ese país a la quiebra». Por lo pronto, el gobierno estadunidense está ya quebrado: «en la medida que es incapaz de pagar a sus acreedores».
Desecha el alegato de que el presente déficit presupuestal anda en alrededor de 2.3 por ciento del PIB, menor a la mayoría de los países europeos, y considera que no representa una medida útil de la salud económica de EU: «la manera apropiada de considerar la solvencia de un país es examinar las cargas fiscales que enfrentan las generaciones presentes y futuras. Si estas cargas exceden los recursos de tales generaciones, o están cercanas a ello, o simplemente son tan elevadas que imposibilitan su colecta que orillaría a que la política del país sea insostenible y pueda constituir o desembocar en una quiebra nacional».
A su juicio , las medidas de ajuste fiscal son «aterradoras» para eliminar el «agujero rojo» de 65.9 millones de millones de dólares: «una solución es la duplicación inmediata y permanente (sic) de los gravámenes a los ingresos personales y empresariales». ¿Tendrá las agallas de implementarlas Baby Bush, un instrumento de la plutocracia petrolera, además de tener que afrontar una segura revuelta ciudadana? Otra solución: «un recorte inmediato y permanente (sic) de las dos terceras partes de los beneficios de las seguridades social y médica». Sin duda, ésta sería la óptima solución de la plutocracia que tendría que imponer una dictadura militar con cubrefuego «permanente», si es que no se rebelan antes los mal pagados soldados, quienes han sido empleados para las peores tareas execrables sin gratificación pecuniaria, como las torturas de Abu Ghraib y las guerras para beneficiar exclusivamente a las trasnacionales texanas como Halliburton.
Una «tercera alternativa, en caso de ser factible, sería recortar en forma inmediata y permanente (sic) todos los gastos discrecionales en 143 por ciento». ¿Y quién va a llevar, entonces, la «democracia, la libertad y los derechos humanos» al mundo entero mediante los gastos bélicos que lubrican la maquinaria sanguinaria del complejo militar tecno-industrial de EU?
La situación es trágica frente al trilema planteado que desemboca en un impasse y en una aporía. Dada la «irresponsabilidad fiscal de ambos partidos» (nota: totalmente cierto), el «escenario más probable para mantener la solvencia será que el gobierno simplemente imprima más dinero para pagar sus adeudos». Ni más ni menos que el escenario hiperinflacionario de Ben Shalom Bernanke, alias Helicóptero, que no aprueba el sabio y experimentado Volcker.