El pánico, el miedo, son tan peligrosos en un incendio, como el propio fuego. Muchos de los mayores descubrimientos de la ciencia han sido anti intuitivos: la tierra no es plana, ni el sol gira a nuestro alrededor, el universo tiene su origen en el Big Bang, una gran explosión… nada de eso capta ni […]
El pánico, el miedo, son tan peligrosos en un incendio, como el propio fuego. Muchos de los mayores descubrimientos de la ciencia han sido anti intuitivos: la tierra no es plana, ni el sol gira a nuestro alrededor, el universo tiene su origen en el Big Bang, una gran explosión… nada de eso capta ni por asomo nuestra intuición. Hasta la propia idea de la evolución es anti intuitiva. Todos estos grandes descubrimientos se han basado en la razón, en el trabajo minucioso de personas que observaron, comprobaron, anotaron cuidadosamente sus datos, reflexionaron largamente
Sin embargo, en nuestro modelo de sociedad, se exalta el valor de la emoción y la intuición y se considera que la razón es un instrumento poco fiable, trasnochado, fatigoso por no decir pesadísimo, una antigualla, vaya, y desde luego poco adecuado para moverse en el trepidante y fashion mundo de hoy, que palpita a ritmo de corazonadas. Todo conspira hoy contra la razón, convertida en la pieza a batir.
Sin embargo, la razón -del latín, ratio, proporción, – es una poderosa garantía de adaptación activa al medio y constituye uno de los mayores legados que nos han dejado millones de años de evolución. Nada nos da más autonomía del medio que la razón. Las emociones son circunstanciales, reactivas, cortoplacistas. La emoción se define como una propensión automática a la acción, un resorte, que ha sido modelado por la evolución para ofrecer respuestas rápidas a situaciones previsibles. Pero si surge la razón es para poder adaptarnos a otras realidades mucho más complejas. La razón permite ver más allá, ver las ratios, las proporciones de los elementos de la realidad, lo cual es fundamental en momentos de cambio e incertidumbre.
El razonamiento es un proceso cognitivo de naturaleza computacional que permite la elaboración de inferencias (de tipo inductivo ó deductivo), independientemente del sustrato material de quien realiza la inferencia. Razonar es elaborar inferencias a partir de información previa. Es decir, razonar es una capacidad mental que nos permite ir más allá de la información que nos aportan los datos iniciales, razonar nos permite traspasar fronteras hacia lo desconocido, ampliar nuestro campo de influencia.
Así pues, con este culto a la emoción y esta desvalorización de la razón, se desarma una capacidad fundamental de adaptación y respuesta al medio del sujeto, abriéndose así una brecha en la muralla de sus defensas por la que irrumpen la manipulación y la alienación, ligadas a nuestro modelo social de control y consumo compulsivo. Se intenta pues, anular nuestras capacidades críticas
Además, se ha de resaltar que nuestra intuición se halla claramente vinculada a nuestra personalidad. ¿Porque, qué intuiciones tendrá un paranoico? No intuirá que está rodeado de enemigos y que le persiguen por todas partes?
De todos modos hay que señalar que durante mucho tiempo se minusvaloró la emoción, lo cual es claramente erróneo, así como que razón y emoción tampoco son compartimentos estancos, sino que se hallan muy relacionados. Pero hoy, interesadamente, se está desvalorizando la razón. En realidad el camino de la elaboración, de la integración, es el que mejor puede garantizarnos una combinación de autonomía e interdependencia, que es la base de la salud mental y de la adaptación activa al medio. Justamente la razón ha sido seleccionada en la evolución porque la emoción no funciona bien en muchos aspectos.
En esta línea de argumentación acerca de la supremacía de la emoción y la intuición se nos quiere vender también la peregrina idea de que el cerebro es una misteriosa máquina dotada de un increíble poder automático de adaptación, por lo que solo hemos de dejarnos llevar por nuestras emociones e intuiciones y todo se resolverá estupendamente. Sin embargo, este tipo de planteamientos, aparte de no ser ciertos, tal como ha señalado repetidamente Chomsky, son muy peligrosos porque nada hay más fácil de manipular que la emoción.
Pero además, la reflexión, el razonamiento, el análisis, son también, como no podía ser de otra manera desde la perspectiva evolucionista, fuentes de placer, de satisfacción. A este respecto finalizaré con una anécdota del escritor e historiador inglés Robert Graves (el autor de «Yo, Claudio» ). Un día, ya centenario le preguntaron en una entrevista. ¿Vd. que ha sido una persona que ha tenido una vida tan larga y tan intensa, qué nos diría si le preguntáramos cuáles han sido los mejores momentos de su vida? . Y Robert Graves respondió: mire, quizás les sorprenda lo que lo voy a decir, pero para mí lo mejor de la vida ha sido «un buen paseo, la lectura de un buen periódico»