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La auditoria de la deuda e(x)terna ecuatoriana (III)

La real preocupación económica del coronel: ¡Vacas gordas y flacas al servicio de la deuda!

Fuentes: Rebelión

Las tramposas lecturas del coronel y su equipo OCP El coronel Lucio Gutiérrez llegó a la Fiscalía General del Estado para «dar la cara», para mostrar sus «manos limpias» y demostrar su «conciencia tranquila». Gutiérrez, al igual que otros personajes que gobernaron Ecuador durante «la larga noche neoliberal», está empeñado en exponer sus «logros» en […]

Las tramposas lecturas del coronel y su equipo OCP

El coronel Lucio Gutiérrez llegó a la Fiscalía General del Estado para «dar la cara», para mostrar sus «manos limpias» y demostrar su «conciencia tranquila». Gutiérrez, al igual que otros personajes que gobernaron Ecuador durante «la larga noche neoliberal», está empeñado en exponer sus «logros» en el manejo de la economía, particularmente de la deuda, como consecuencia de las informaciones proporcionadas por la Comisión de Auditoría Integral del Crédito Público. Para no ser engatusados por presentaciones interesadas de estos ex-presidentes es preciso refrescar la memoria de la sociedad.

Recordemos, para empezar, que varios voceros vinculados a los círculos de poder han repetido y aún repiten que la economía dolarizada habría encontrado un rumbo saludable, en especial porque la inflación llegó al 2,7% de promedio anual en el 2004. Confunden estabilidad macroeconómica con reducción de la inflación. Al afirmar que uno de los grandes logros es haber abatido la inflación a niveles internacionales, desconocían, en primer lugar, que esta disminución, conseguida luego de un largo y doloroso proceso desinflacionario, se consiguió sacrificando las políticas monetaria, cambiaria e inclusive financiera. Pero lo que es más preocupante, no dicen (o no saben) que la verdadera estabilidad significa el máximo nivel de producción y empleo sostenibles en el tiempo, para tener una economía que pueda enfrentar los choques externos sin mayores sobresaltos. Es decir, una verdadera estabilidad se consigue cuando hay empleo, y para que exista empleo debe haber producción.

En relación al crecimiento económico, tampoco todo lo que se hicieron brillar era oro. Toda América Latina creció al 5,5% en el 2004, gracias a las buenas condiciones externas, básicamente la recuperación económica de varios países desarrollados, en un contexto de bajas tasas de interés. Ecuador, en particular se benefició también de las remesas de sus compatriotas que trabajan en el exterior. Considerando el petróleo, Ecuador -con un crecimiento de 6,7%- se ubicó en el cuarto puesto de crecimiento regional, después de Venezuela, Uruguay y Argentina. Sin embargo, sin el crecimiento petrolero, fruto del funcionamiento de la actividad coyuntural de algunas empresas petroleras privadas, y cuyo beneficio fue muy marginal para la población, Ecuador -con un crecimiento de un 3%- era en realidad de los cuatro países que menos creció, superando solamente a Haití, República Dominicana y El Salvador (otro país dolarizado).

Gracias a los recuperados precios del petróleo, el 2004, después de tres años de déficit comerciales consecutivos, se registró un superávit algo superior a los 250 millones de dólares. Esto dio lugar a expresiones de júbilo en el régimen del coronel y en los círculos ortodoxos. Nuevamente la realidad contradijo a la propaganda. Sin negar la existencia de dicho superávit, éste fue menor a los excedentes comerciales usualmente obtenidos por el país hasta antes de la dolarización, incluso con muchos menores precios del petróleo. Y en el 2004, si se quita el petróleo, el déficit de la balanza comercial no petrolera superó los 3.200 millones de dólares. Esto reflejó y refleja todavía un descalabro externo, que se ha sostenido con las remesas de emigrantes y los altos precios del crudo (Situación crítica que no ha sido superada en todos los años posteriores y que ahora se perfila con pronóstico reservado como consecuencia de la grave crisis financiera internacional).

Las tasas de interés no se redujeron. En realidad, las tasas de interés reales, esto es, las tasas de interés nominales menos la inflación, así como el margen real entre las tasas activas y pasivas, se incrementaron. Por cierto que esta evolución provocó el incremento de las utilidades de la banca privada, que tanto extraña al coronel.

En esta línea de inexistentes o magros logros, se resaltó la estabilidad de las cuentas fiscales. Quienes pretenden defender el rumbo de la economía en ese gobierno, no mencionan que el año 2004 el pueblo ecuatoriano fue obligado a realizar un ahorro forzoso para tener un superávit fiscal primario (que calcula ingresos y egresos fiscales, sin el servicio de la deuda) de más de 2% del PIB. Este sacrificio superó los 700 millones de dólares; recursos que faltaron para la inversión pública, así como para la atención de las enormes y tan postergadas demandas sociales.

La realidad de la economía era muy diferente de la propaganda barata del coronel y su combo ortodoxo.

Lucio Gutiérrez, otro gobernante al servicio de los acreedores

Después de un reajuste de algunos precios y tarifas de bienes y servicios públicos, a inicios del año 2003, al que le denominaron «el pinchazo», es cierto que el gobierno del coronel no alteró más dichos precios y las tarifas.

Pero eso no se quedó allí. El coronel se dio mañas para ajustar la economía y extraer el dinero del bolsillo de los más pobres, sin que ellos aparentemente se den cuenta… Se desplegó un manejo fiscal considerado como austero, cuyo saldo, a despecho de la cantaleta gutierrista, sintetizó un descomunal «paquetazo». El coronel, quien firmó una Carta de Intención con el FMI apenas inicio su gestión y acordó días después un programa de reformas estructurales con el Banco Mundial, recortó drásticamente la inversión social efectiva. Las cifras son decidoras: en educación se rebajaron las inversiones de 638 millones de dólares en el 2003 a 464 millones de dólares en el 2004 (esto explica por qué la mitad de las escuelas en la costa ecuatoriana no estaban aptas para iniciar el año lectivo 2005 y por qué cientos de miles de niños no accedían a las aulas); en salud cayeron de 323 a 211 millones de dólares (esto explicó el paro médico que cumplió dos meses el día en que se fugó de la Presidencia el coronel, quien no estaba dispuesto a transferir 15 millones de dólares que adeudaba a los galenos para no afectar las cuentas fiscales, pero si estuvo noveleramente presto para despilfarrar 14 millones de dólares para el concurso de Miss Universo…); y, en desarrollo agropecuario el bajón fue de 151 millones a 71 millones de dólares (por eso también el agro se hundía entonces en franca recesión). El monto transferido para inversiones sociales apenas sumó 746 millones de dólares, menos de la mitad de las remesas de los y las emigrantes, que alcanzaron 1.604 millones de dólares en el 2004.

Como contrapartida de tanta austeridad, la generosidad, la puntualidad y la eficiencia del coronel fueron la norma en el servicio de la deuda pública, particularmente externa. Este servicio registró un incremento del 60%, al pasar de 2.370 millones en 2003 a 3.795 millones en 2004, para lo que incluso hecho mano del ahorro correspondiente a las pensiones jubilares. No podemos olvidarnos que jubilados y jubilados recurrieron a medidas extremas buscando conseguir una mísera compensación en sus pensiones, actos en los que murieron por efectos de la huelga hambre más de diez personas.

Este manejo económico restrictivo explica el incremento del desempleo abierto durante el gobierno del coronel, al pasar del 7,7% en el 2002 a casi el 12%; cruda realidad que permite comprender la facilidad que tenía su régimen para movilizar grupos humanos desempleados, contratados para aplaudir al coronel o para atacar a sus contrarios…

Esta política económica -permanentemente monitoreada por el FMI, aún luego de terminado el plazo de vigencia de la vigencia de la Carta de Intención del 2003- , logró incrementar sustantivamente la cotización de los Bonos Global. Antes de la creación d el Fondo de Estabilización, Inversión y Reducción del Endeudamiento Público ( FEIREP), establecido en el 2002, durante el gobierno de Gustavo Noboa Bejarano, se cotizaban en menos del 50% los Bonos Global a 12 años, emitidos por 1.250 millones de dólares, e incluso menos del 40% por los Bonos Global a 30 años, por 2.700 millones. Con el sólo anuncio del nombramiento -avalado por el FMI y Wall Street- como ministro de Economía de Mauricio Pozo, quien se transformaría en «economista de cabecera del dictócrata», los bonos comenzaron a subir. Al inicio de su gestión, en enero del 2003, los Bonos a 12 años ya se cotizaban a 67% y los Bonos a 30 años, en 48%. Sólo ese año, con el auge de la política ortodoxa, estos papeles alcanzaron valores inimaginables: los primeros llegaron a 101%, y los segundos, al 85%, y siguieron subiendo.

 

En realidad, con los recursos del FEIREP se recompró exclusivamente deuda pública interna para financiar el Presupuesto y así atender, de carambola, a los acreedores externos: la sola existencia de dicho Fondo maximizó el precio de los Bonos Global, pues para eso fue expresamente creado el FEIREP, al que ahora añoran los economistas ortodoxos, conservadores y prudentes, los OCP. Y esa sola revalorización, que podría haber cobijado actos de colusión y uso indebido de información privilegiada, otorgó ganancias potenciales a los tenedores de bonos -muchos de ellos ecuatorianos, entre los que están la banca privada- al menos por 1.400 millones de dólares.

 

El coronel se preocupó por satisfacer las exigencias de los acreedores. Esa fue una de sus principales motivaciones económicas. De paso quería mejorar la imagen del país en el mercado financiero mundial para continuar contratando créditos externos. El coronel fue otro de los gobernantes adictos al endeudamiento…

 

Para consolidar estos «logros», el coronel y su equipo económico, utilizando simples decretos ejecutivos, no dudaron en alterar el espíritu de la ley para limitar el gasto y también para reducir artificialmente el ingreso petrolero del Presupuesto desviando los excedentes del precio del petróleo hacia fondos de estabilización. Así por ejemplo, el coronel presupuestó los ingresos petroleros del fisco fijando un precio estimado del barril de crudo a un valor muy por debajo de lo que sería una expectativa objetiva. En el año 2003 y en el 2004, este precio se fijó en 18,- dólares por barril, cuando el barril de crudo Oriente se cotizó sobre los 30,- dólares en promedio. En el 2005 el precio se congeló en 25 dólares, mientras el precio de venta superaba los 40,- dólares por barril. Esta diferencia no se canalizaba al Presupuesto y pasaba a financiar el Fondo de Estabilización Petrolera (creado en 1999), y de éste, el 45% iba a un segundo fondo, al mencionado FEIREP. Consecuentemente, en el 2004 el FEIREP cerró con un excedente del 55%. En efecto, en lugar de los 292 millones de dólares presupuestados, se recaudaron 638 millones (alrededor de 2% del PIB).

 

Existieron dos razones que explicaron este importante incremento. La primera, que ya fue mencionada, la fijación de un precio estimado bajo en medio de un mercado con elevados precios del petróleo. La segunda se origina en las siguientes «travesuras»: la ley estipulaba que el FEIREP se financie con ingresos que le correspondían al Estado provenientes del petróleo de las compañías privadas que sea transportado por el Oleoducto de Crudos Pesados (OCP). Sin embargo, vía decreto, en contra de la ley, el coronel autorizó que el FEIREP se alimentara del crudo pesado que le corresponde al Estado sin importar porque oleoductos se transporte, sea por el OCP o por el Sistema del Oleoducto Transecuatoriano (SOTE). Por si esto fuera poco, el 24 de diciembre de 2003, el coronel, siempre con su ministro Pozo, promulgó un decreto redefiniendo la calidad del crudo pesado, de 18 grados API a 23 grados API; esto amplió el volumen del crudo pesado. Hermoso regalo de Navidad para los acreedores de la deuda externa, a la cabeza los especuladores con papeles de la deuda.

 

El saldo de este manejo fiscal resultó perverso: mientras por un lado se registraba un superávit en el FEIREP, por otro, en el Presupuesto General del Estado había un déficit que debía ser cerrado con nuevo endeudamiento externo. Como para completar el cuadro, los recursos del FEIREP, por ley debían estar depositados en un fideicomiso administrado por el Banco Central. Los recursos fueron a varias entidades financieras internacionales obteniendo una magra rentabilidad de 1,5 a 2%. En algunos casos, como sucedió con la Corporación Andina de Fomento (CAF), en donde se depositó parte de los ahorros del fideicomiso, se contrataba al mismo tiempo créditos con tasas de interés superiores al 7%. Incluso parte de estos recursos fue depositada en el Barclays Capital Inc. , entidad que financió la estadía del coronel en los EEUU, desde donde amenazó con la reconquista del poder , luego que abandonara su exilio en Río de Janeiro, a donde había llegado luego de su salida atropellada de la Presidencia .

Eso no fue todo. Aquel 20% establecido en la ley para situaciones de emergencia, tan defendido en el discurso de la prudencia desplegado por los defensores de la ortodoxia conservadora, fue esquilmado durante el gobierno del coronel. Contraviniendo la ley, el coronel dispuso de esos recursos a través de simples decretos ejecutivos: por ejemplo, el Nº 1292, del 18 de mayo, y el Nº 1980, del 31 de agosto del 2004.

A lo anterior habría que incorporar el efecto de una serie de restricciones fiscales. Con respecto a los gastos, en la Ley Orgánica de Responsabilidad, Estabilización y Transparencia Fiscal, que dio lugar al FEIREP, expedida un año antes de que inicie su gestión el coronel, entre otras cosas, se estableció que el gasto fiscal real no puede incrementarse sobre el 3,5% anual más el deflactor del PIB. Cualquier excedente fiscal que se registraba fluía automáticamente al FEIREP. De esta manera, sin importar incluso ingresos extras que pudiera obtener el Estado -por ejemplo una donación externa-, la ley establecía que no se puede aumentar el gasto público más allá del límite establecido. Nótese que esto le ponía un freno automático a la inversión social. Si se habría seguido indefinidamente con este «esquema económico exitoso» (José Samaniego, banquero y editorialista), recién en 47 años -casi medio siglo- el Ecuador -según un estudio de UNICEF- habría alcanzado el nivel de inversión social per cápita promedio de América Latina: 540 dólares, frente a los 130 dólares de la actualidad. Esa era la realidad de la política del coronel y de los otros gobernantes neoliberales.

La prudencia ortodoxa apuntaba a ahorrar en época de vacas gordas no para que la sociedad disponga de reservas en los años críticos, sino para poder mantener el servicio de la deuda externa en época de vacas flacas. Una situación aberrante, pues priorizando el pago de la deuda no se ha beneficiado nunca el país, por más que se reitere lo contrario.

En consonancia con la política autoritaria derivada de un manejo económico concentrador y excluyente, se multiplicaron las violaciones a la Constitución, a las leyes y a los derechos humanos. La mezcla de autoritarismo y engaño casi permanente resultó indignante. Frustrante también resultó el servilismo del coronel con Washington, al involucrar cada vez más al Ecuador en el Plan Colombia y alentar ingenua y entusiastamente la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC). Igualmente sacudió a la sociedad, la sumisión del coronel con todos los grupos oligárquicos, a los que sirvió en forma secuencial, pero obsecuente, a pesar de que a momentos confundía a la opinión pública con sus prácticas clientelares y su discurso antioligárquico…

La sumatoria de todos estos factores condujo al derrocamiento del coronel el 20 de abril del año 2005.-