Parece ser que gran parte de la izquierda occidental se ha quedado ciertamente descolocada frente a las actuales intifadas panárabes anti-imperialistas y concretamente sobre el actual contencioso en Libia. En especial se han olvidado de analizar dos aspectos clave, el primero es una anécdota literaria que por su naturalidad fílmica no es menos importante y […]
Parece ser que gran parte de la izquierda occidental se ha quedado ciertamente descolocada frente a las actuales intifadas panárabes anti-imperialistas y concretamente sobre el actual contencioso en Libia. En especial se han olvidado de analizar dos aspectos clave, el primero es una anécdota literaria que por su naturalidad fílmica no es menos importante y se refiere a la quinta parte de la guerra de las galaxias, más conocida como «El imperio contraataca». El título coincide y define con exactitud la situación en la que actualmente nos encontramos. Quien crea que las revueltas árabes han sido organizadas desde Wall Street, Tel Aviv o Londres está cayendo precipitadamente en la red de sombras tendida por los medios de desinformación imperiales. Estos medios, forman parte del segundo aspecto en el cual la izquierda no ha profundizado suficiente, es decir, la mentira imperial y la confusión cegadora consecuente.
La revuelta tunecina (La fusión del núcleo) que prendió la llama expansiva de la revolución social árabe tomó por sorpresa al emperador de las sombras que no se llama precisamente Obama. El núcleo de poder de la economía capitalista había especulado en ocasiones con revoluciones aisladas en las hostigadas masas árabes, incluso creyó localizar a los instigadores y los sometió a su poderío militar en Afganistán e Iraq. Pero lo que nunca se plantearon los oligarcas adinerados fue una revolución panárabe del mismo modo que los japoneses construyeron nucleares en la costa sin tener en cuenta el riesgo de tsunamis. Entonces vino Fukushima (Libia) cuando la radiactividad consecuencia de la fusión ya se había extendido en el Norte de África y Oriente Medio.
En la Libia dividida entre los leales al líder sordo ante las exigencias socialistas y el pueblo que desea ser escuchado, el Imperio a lomos de su águila, vio la ocasión perfecta de iniciar su contraataque ante los serios aprietos que corría. Se entrevisto con sus líderes europeos predilectos y preparó en silencio su ofensiva desinformativa. El gobierno japonés se preparaba para actuar en la central radiactiva, mientras ocultaba a su pueblo la gravedad del asunto. El imperio hizo su análisis de radiactividad islámica y el resultado fue un placentero positivo perfecto para la ofensiva publicitaria que ya había preparado en los últimos años aprovechándose del fundamentalismo de Al Qaeda. Pero se encontraron con una piedra en el camino, el islamismo radical había sido localizado por ellos mismos en Afganistán y en la clase suní iraquí mientras que las revoluciones panárabes eran en su mayoría chiíes, laicas o multiculturales.
Los imperialistas tuvieron que acelerar su plan ante la velocidad expansiva de la revolución panárabe y el alcance mundial de la noticia que cada vez acercaba más al espectador a la verdadera visión socialista prodemocrática de los revolucionari@s. Era necesario abordar lo que los servicios secretos militares habían definido como los tres puntos clave; el primero era el contencioso Libio que era clave para no contaminar con agua radiactiva el noroeste africano (Algeria, Marruecos y Sahara) y sobre todo para que los trabajadores egipcios y tunecinos no pudiesen contribuir con entradas de dinero a sus recién nacidas transiciones al socialismo, el segundo era Bahréin que por si algún@ se ha olvidado alberga la V flota estadounidense que controla el conflictivo golfo pérsico y que era necesario mantener para controlar las revoluciones que empezaban a atosigar al régimen saudita (Omán, Yemen, Iraq, Jordania y las de su propio país) y finalmente el punto caliente del conflicto palestino-israelí que era clave controlar para que no estallase una guerra con las revoluciones colindantes (la toma de poder de Hizbullah en el Líbano, las revueltas jordanas, la apertura fronteriza entre Gaza y Egipto y la constante amenaza iraní.
La operación comenzó cuando la radiactividad superaba máximos y las autoridades querían hacer ver que controlaban la situación mientras enviaban a operarios y voluntarios a una muerte segura. La verdad es que Fukushima les dio la idea, el ver como el centro de atención se centraba en la nuclear mientras las demás consecuencias del tsunami quedaban en un segundo plano les encendió la bombilla. Decidieron exportar la idea a la revolución panárabe convirtiendo a Libia en Fukushima y apostando claramente por la distracción desinformativa. La triste realidad es que mientras ciertos estados adictos al Imperio discutían sobre la intervención militar en el seno de la ONU el imperio preparaba su retaguardia en el silencio que le proporcionaba el miedo radiactivo. Para empezar era clave posicionarse a favor de los rebeldes para no propagar el odio anti-imperial entre las filas revolucionarias, ya que si por ellos hubiese sido Gadafi podía haber masacrado en absoluto silencio, además Libia era el foco de atención perfecto con su petróleo. Mientras el ojo occidental observaba ciegamente los bombardeos publicitarios de falsa humanidad Arabia Saudí reprimía sus revueltas e introducía un gran ejército en Bahréin con el objetivo de salvaguardar la V flota imperial.
Pero lo que no se esperaban en el núcleo de poder capitalista era que en Siria estallase una revolución de tanta magnitud que acercase a su vez la revolución al punto de encuentro con Europa, Turquía era sorprendida en apuros, involucrada en Libia sin posibilidad de fallar y en plena campaña militar contra el creciente y activo PKK kurdo. Sinceramente no sé si Gadafi bombardeó a su población, lo que si se es que tanto el presidente yemení como el sirio están masacrando y deteniendo masivamente a su pueblo sin que ninguno de esos líderes «políticos» que acusaron a Gadafi de crímenes contra la humanidad y tomaron como bandera la acción humanitaria hagan nada para impedirlo. Además, de lo que el ejército saudí está haciendo e través del golfo pérsico no sabemos nada, no se esperaban ni de lejos que su falso mensaje humanitario se desmontase tan rápido frente al verdadero mensaje humanitario de China y Alemania apostando por una solución política. Ellos por lo menos han asumido que la fusión del núcleo ocurrido y que la radiactividad es inevitable, lo único evitable son las victimas y la única vía, escuchar al pueblo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.