Duras críticas a los socios mayores y reclamos de «justicia» en el proceso de integración por parte de los países de economía menor marcaron la Cumbre del Mercado Común del Sur (Mercosur), que finalizó este viernes en Brasil.
«Queremos justicia en el tratamiento de las asimetrías», protestó el presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, destacando que su país sufre un déficit anual de 1.000 millones de dólares en el comercio dentro del bloque. En partes de automóviles, Uruguay sólo exportó cinco millones de dólares a Brasil el año pasado e importó por valor de 150 millones de dólares, ejemplificó.
Vázquez recalcó la necesidad de flexibilizar las reglas del Mercosur para atender la realidad de las pequeñas economías, según el diagnóstico y pedido presentado por la delegación de su país en octubre. Uruguay no quiere ser «objeto de asistencialismo», sino «sujeto de derechos», concluyó en la reunión de gobiernos de la región iniciada el jueves en Río de Janeiro.
Por su parte, el mandatario de Paraguay, Nicanor Duarte, sostuvo que la integración energética, una cuestión «central» en los procesos de unión sudamericana, no puede favorecer sólo a los grandes países, Argentina y Brasil, con subvaloración de las regalías propiciadas por excedentes.
La queja se refiere a la electricidad generada por la gigantesca central hidroeléctrica de Itaipú, compartida por Paraguay y Brasil en las aguas del río Paraná que separa los dos países antes de ingresar al territorio argentino.
La mitad de la energía que genera el complejo pertenece teóricamente a Paraguay, que consume sólo una pequeña parte y es obligada a vender todo el excedente a Brasil, a precios considerados insatisfactorios por Asunción. Pero no sólo hubo discursos duros y directos entre los cuatros socios que fundaron el bloque en 1991, al cual se sumó Venezuela el año pasado como nuevo miembro pleno.
El presidente de Bolivia, Evo Morales, quien pidió que su país sea incorporado también de modo pleno, afirmó que «no puede seguir subsidiando el gas» vendido a Brasil, que paga sólo un dólar por millón de BTU suministrado a una empresa en el oeste brasileño, mientras el gas boliviano se exporta por cinco dólares a otros países y empresas.
Bolivia pidió ser ascendido de asociado a miembro pleno del Mercosur, pero no dejará la Comunidad Andina de Naciones y desea «profundas reformas» en los dos bloques para que contemplen de hecho la superación de la pobreza y las «desigualdades entre naciones» y entre regiones y familias dentro de cada país.
La rebelión de los pequeños países tuvo como principal blanco a Brasil que, irónicamente, trataba de concluir su presidencia sexenal del Mercosur con gestos de «generosidad» hacia los socios menores para corrección de las asimetrías. Ahora le toca el turno a Paraguay hasta julio.
Brasil defendió la admisión plena de Bolivia con un «tratamiento especial» que dispensaría el país andino de cumplir ciertas reglas, como el arancel externo común del Mercosur por un plazo a definir. Ante la oposición de Argentina a esas facilidades, la cuestión será tratada en un grupo de trabajo y se espera una conclusión en este año.
Tampoco se pudo aprobar flexibilizaciones propuestas por Brasil que beneficiarían a Paraguay y Uruguay, una de las cuales reduciría a 25 y 30 por ciento, respectivamente, el índice de componentes nacionales en productos hechos en estos dos países para que sean considerados productos del Mercosur, por tanto exentos de aranceles en el comercio dentro del bloque.
Otra propuesta brasileña eliminaría la doble tributación de bienes ya gravados por el arancel externo común en la importación por un país. Su reexportación a otro estado miembro del Mercosur disfrutaría de exención arancelaria.
El gobernante de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, defendió la «generosidad» por parte de Brasil y Argentina hacia «los países más pobres», destacando la necesidad de considerar la «diversidad» de condiciones y de renunciar a algunos intereses nacionales en favor de la integración, al inaugurar el jueves el Foro de Gobernadores y Alcaldes del Mercosur.
Pero sus dos propuestas fueron también postergadas y pasaron a ser tratadas por grupos de trabajo, debido a la resistencia de Argentina. Reducir el índice de nacionalización afectaría la industria del bloque, estimulando el simple «ensamblaje» de componentes importados, criticó el presidente de Argentina, Néstor Kirchner, al hablar en la sesión final de la Cumbre.
Las asimetrías en el Mercosur no se limitan al tamaño de los países, son también provocadas por algunas políticas públicas que ofrecen incentivos para atraer inversiones y estimular la producción, matizó Kirchner, reiterando una queja argentina contra políticas brasileñas que estarían desviando inversiones y desequilibrando el comercio bilateral.
Pero, pese a estos cruces filosos, todos los presidentes afirmaron apostar a la integración. «Queremos más y mejor Mercosur», dijo Vázquez. Su par paraguayo prometió promover una «integración solidaria» durante su presidencia del bloque, destacando que la unidad es necesaria para enfrentar los efectos negativos de la globalización.
Lula y su canciller, Celso Amorim, hicieron balances positivos del semestre en que el Mercosur estuvo bajo su presidencia.
El mandatario destacó la adhesión de Venezuela como miembro pleno, el inicio de financiamientos del Fondo de Convergencia Estructural con aprobación de ocho proyectos paraguayos y uruguayos y la decisión argentino-brasileña de adoptar sus monedas en el comercio bilateral, favoreciendo las pequeñas empresas.
Recordó también que el comercio dentro del Mercosur era de sólo 4.000 millones de dólares antes de la constitución del bloque en 1991 y alcanzó 30.000 millones el año pasado.
El Parlamento del Mercosur fue instalado en diciembre, inaugurando una nueva institucionalidad, y también tuvo lugar en el semestre pasado la primera Cumbre Social del bloque, ampliando la integración mas allá de lo económico, destacó Amorim.
Las discrepancias que dificultan la consolidación de la Comunidad Sudamericana de Naciones quedaron, sin embargo, evidentes en la polémica que protagonizaron los presidentes de Bolivia y Colombia.
Morales puso énfasis en la soberanía nacional como factor de desarrollo, señalando que Cuba, Argentina y Venezuela, «países antiimperialistas y antineoliberales», registraron los mayores índices de crecimiento económico desde 2005.
Su crítica implícita a políticas distintas se agravó con la mención a Colombia, que destinó «millones al combate al narcotráfico» aún registrando déficit comercial y fiscal, según señaló el mandatario boliviano.
El presidente colombiano Álvaro Uribe respondió en tono duro, mencionando las conquistas de su gobierno, que redujo la violencia en Colombia y destinó más recursos a programas sociales que a la seguridad. Reclamó respeto a la diversidad y atribuyó a Morales «la culpa» por su discurso largo, que excedió el tiempo fijado de 13 minutos para cada jefe de Estado.
Hugo Chávez, presidente de Venezuela, defendió a Morales, acusando Uribe de «sobredimensionar» el comentario del boliviano.
Como es usual, Chávez fue el más prolijo, hablando casi 30 minutos para destacar los daños y el poder del imperialismo, la necesidad de debates para superar «la crisis de ideas» en el mundo y sus proyectos para la integración sudamericana, como el Banco del Sur, el Gasoducto del Sur, Telesur, la cadena de televisión regional patrocinada por Venezuela, y Petrosur, la alianza de firmas petroleras estatales de América Latina.
De esas propuestas, sólo el Banco del Sur aún no se concretó, pues enfrenta las resistencias de Brasil, pese al apoyo manifiesto de Kirchner, del flamante presidente de Ecuador, Rafael Correa, y de otros mandatarios presentes.
El Gasoducto del Sur empieza a hacerse realidad, con el acuerdo que firmaron Lula y Chávez para la construcción de un gasoducto entre Venezuela y el nordeste de Brasil. Es «la punta norte» del proyecto que llegará hasta Argentina.(