Mario Hernandez.- El próximo 5 de diciembre se ha convocado a una huelga general contra la reforma previsional que se votaría en la Cámara de diputados al día siguiente el 6 de diciembre. ¿Qué expectativa hay respecto de esta medida? Ya que el pasado 10 de noviembre fueron más bien simbólicas en el momento que […]
Ricardo Antunes.- La situación brasilera es muy compleja. Hay por un lado una intensa campaña del gobierno por la televisión para decir que esta reforma previsional es para eliminar privilegios y en realidad es un ataque muy serio en dos dimensiones, la población en general que va a trabajar muchos más años para recibir el derecho de vivir en condiciones mínimamente razonables a una edad avanzada y, por otro lado, es un ataque muy duro al funcionariado público porque en Brasil es diferente el sistema, el funcionariado público paga tasas mucho más grandes y tiene su jubilación garantizada de manera integral.
En el sistema privado las tasas son menores que las públicas y hoy lo máximo de jubilación está en los 6.000 reales, algo así como 1.700 dólares. El problema es que el gobierno está haciendo una campaña muy dura para decir que se trata de una reforma para acabar con los privilegios. Hay también una división grande en los movimientos sindicales, porque una parte de ellos amenaza con hacer huelga y luego no la hace y negocia con el gobierno. Esto crea una división muy profunda porque el gobierno consiguió dividir mucho a las centrales sindicales.
Entonces hoy todavía no hay una perspectiva de una amplia huelga general. Puede ser que la próxima semana haya un cambio de situación. Más allá de que la popularidad del gobierno Temer sea la peor del mundo, tiene 3/4% de aprobación lo que implica un índice altísimo de reprobación, hay una especie de percepción de la población trabajadora en el sentido más amplio de que este Parlamento es capaz de aprobar todas las destrucciones de derechos a la clase trabajadora para preservar las altas tasas de ganancias de los bancos y de los otros sectores de la alta burguesía ligada a las corporaciones industriales y a los llamados agronegocios.
No hay mucha credibilidad de la población trabajadora por ahora en relación a la capacidad de actuación de las centrales sindicales. Se dice que la situación económica brasileña empieza a mejorar pero es falso, el desempleo está cerca de 12/13 millones de personas por índices oficiales, y si se incluye el subempleo y el empleo por desaliento de aquéllos que ya no buscan trabajo porque no hay, estamos cerca de 28 millones de personas desocupadas, desempleadas, subempleadas o que han renunciado a buscar empleo.
En una situación de crisis económica profunda, una adhesión a un paro parcial de algunas centrales sindicales a los que la masa no les tiene confianza es un riesgo, por lo tanto, hoy a 28 de noviembre no se puede decir que tendremos una huelga muy expresiva. En las próximas semanas pueden aparecer, esperamos la adhesión del MST, del Movimiento de los Trabajadores sin Techo, de los movimientos de la periferia, de muchos sindicatos que son importantes como los metroviarios y transportes colectivos porque si esto no ocurre va a ser una huelga más bien simbólica y potencialmente sin fuerza que un paro fuerte.
Naturalmente nosotros luchamos por una huelga amplia con todas las centrales de modo unitario y también con los movimientos sociales y los partidos participando en este proceso, pero hoy no es éste el sentimiento que existe en Brasil, tristemente hay un sentimiento de desaliento, de que no hay nada por hacer porque el Parlamento está completamente comprometido con un gobierno verdaderamente contrarrevolucionario y contra reformista.
Es el peor gobierno desde la dictadura militar brasileña y tal vez de toda la historia de la república brasileña, no tiene equivalente. Paralelamente a esto es el peor Parlamento brasileño de la historia republicana, el peor Poder judicial, el peor Legislativo y el peor Ejecutivo. La población esta descreída en este escenario.
Mario Hernandez.- Se ha instalado un discurso del odio, me refiero a la agresión contra Judith Butler en San Pablo, al grito de «quemad a la bruja», también a Gaudêncio Fidelis por su muestra en Porto Alegre acusado de apología a la pedofilia y a Caetano Veloso. ¿Qué reflexión te merece esta situación?
Ricardo Antunes.- Este clima de odio no es solo brasileño, hay un clima de odio en Alemania, Austria, Hungría, Polonia, Francia e Inglaterra contra los inmigrantes, hay un clima de confrontación abierta entre izquierda y derecha en todos estos países. En EE UU el retorno del Ku Klux Clan. Se trata de una manifestación abierta de blancos ricos y fascistas contra las mujeres, los negros y los pobres.
En Brasil este cuadro se agravó porque hay una sumatoria de elementos. Estamos viviendo un contexto global de lo que 40 años atrás se denominó «contrarrevolución preventiva», el Brexit en Inglaterra, Trump en EE UU, Macron en Francia donde la elección se definió entre la extrema derecha y la derecha neoliberal pura. En Alemania hay un claro crecimiento del partido nazi, y de la derecha en Italia con la Liga Norte y Berlusconi.
Hay un escenario mundial de crecimiento y de presentación abierta de las derechas. Recuerdo que hace más o menos 15 años atrás estaba caminando por Roma y vi una propaganda política en la calle que decía: «Noi siamo la vera destra» (nosotros somos la verdadera derecha). Esta es una situación mundial hoy, el mundo dice «yo soy la derecha, yo soy la extrema derecha, yo soy nazi, yo soy fascista»; para ellos los comunistas y la izquierda son los demonios.
Este cuadro se acrecienta en Brasil con el fin trágico del gobierno del PT, que no es el primer partido corrupto en Brasil, ni es el partido de mayor corrupción, pero terminó su gobierno con Dilma en una situación lamentable, con una corrupción profunda y con una política que en última instancia mantenía estructurados los pilares esenciales de la política económica neoliberal. Y que de modo más parcial estaba cortando derechos de los trabajadores. O sea, que había un descontento popular también hacia el PT.
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