Los diarios El País y el ABC del 2 de diciembre publicaron entrevistas diferentes a Thomas Shanon, secretario de Estado Adjunto para el Hemisferio Occidental, en las que se refiere a la «fenomenal» relación que sostiene el gobierno de EE.UU. con el gobierno español en lo relacionado con América Latina: «Hemos trabajado bien con este […]
Los diarios El País y el ABC del 2 de diciembre publicaron entrevistas diferentes a Thomas Shanon, secretario de Estado Adjunto para el Hemisferio Occidental, en las que se refiere a la «fenomenal» relación que sostiene el gobierno de EE.UU. con el gobierno español en lo relacionado con América Latina: «Hemos trabajado bien con este gobierno en términos de Latinoamérica y vamos a seguir profundizando nuestra capacidad de trabajar juntos.» (ABC).
No es una novedad histórica esta excelente relación en lo que atañe con Latinoamérica. Sus raíces incluso se pueden ubicar en el momento en que el Pentágono y los sectores más imperiales del gobierno estadounidense deciden apoyar la dictadura de Franco por su significado en el escenario geo político resultante de la segunda guerra mundial y por no desestimar lo mucho que podía significar España en dominio y control sobre América Latina. El 26 de septiembre de 1953, a las 4.07 minutos de la tarde, en el Palacio de Santa Cruz se suscribió el Pacto de Madrid por el que España entregó los territorios para las bases militares estadounidenses -que aún conservan- y comienzan a fluir, ya no en goteo, los créditos y las inversiones de capital estadounidense hacia España y hacia América Latina, a través de España.
En la corriente financiera de los años cincuenta y sesenta, se destacan en su primera fase el Bank of América y su colaboración con el Banco Santander, y la Adela Investment Company, representando la elite financiera de los EE.UU. con fachada europea y especializada en la «industrialización de regiones subdesarrolladas», una forma no agresiva de denominar la nueva colonización. En la Adela Investment Company, en múltiples grupos financieros e industriales, en la cobertura legal para el arribo del capital estadounidense, comenzó a ser determinante la presencia de la Santa Mafia, el enorme poder del Opus Dei [1].
Estas ideas y procesos, que con otros o los mismos nombres se extienden hasta nuestros días determinando un peso enorme de las corporaciones en la política exterior, y son los que permiten a Shanon afirmar: «A pesar de los virajes en nuestra relación a raíz de Irak, yo he estado centrado desde el comienzo de mi actuación en el papel muy importante que España ha tenido y tiene en América Central, América del Sur y el Caribe, en los que tenemos convergencia y compartimos valores e intereses. Necesitábamos sacar ventaja de esto, tanto para la salud de nuestra relación bilateral como para la de la región» (El País). Por esto las diferencias en la política exterior hacia la región entre el PP y el sector con mentalidad más imperial y menos visionario del PSOE no están yendo más allá del matiz.
Con el dinero que comenzó a llegar a España desde EE.UU. vino también la imposición del «American way of life» y el «Welfare State», y como la organización y resistencia del pueblo español había sido aniquilada, desterrada y reducida , fue muy fácil instaurar su idea de «Desarrollo» con las autopistas, los coches, la publicidad, el turismo, el modelo inmobiliario, el negocio cinematográfico, los medios informativos, la enseñanza, las grandes superficies comerciales, la industria química-farmacéutica, la agricultura agro tóxica y procesadora de alimentos, etc.
Cincuenta años después de iniciado este proceso es posible apreciar sin esfuerzo los estragos culturales y en la soberanía que ha producido: junto a la corrupción desbordada que brota incontenible de la valoración del dinero como sentido dominante de la vida, se asiste a la masacre impune y normalizada resultante de la imposición del coche individual como modelo ideal de movilidad; a la crisis colosal en el universo educativo generada a partir del imperio valorativo del «arte de no hacer nada» que brindan el capital o muchos funcionariados, que exigen el sacrificio de la esencia creadora como camino necesario para incrustarse en el mercado. Se asiste a la ausencia de ideas para cesar el caudal pavoroso y creciente de muertes africanas en el estrecho mientras continúan madurando las condiciones para la xenofobia y se pregona sin pudor «La alianza de civilizaciones». Se asiste sin reaccionar al número inocultable de vuelos de la CIA con prisioneros destinados a la tortura con escala en los aeropuertos de un gobierno español que se precia de su respeto a la legalidad internacional; al diseño de la política exterior española hacia Latinoamérica con un peso enorme de los Centros de Estudio de los principales Bancos y la red corporaciones energéticas, de comunicación e información con presencia en la región. Y se comulga con la rueda de molino de supuestamente estar librando o apoyando una «Guerra contra el narcotráfico» mientras se experimenta un meteorito crecimiento del consumo de cocaína, en especial en la franja de 14 a 18 años, que registra un notable aumento del 400% en tan solo cinco años, traduciéndose esta elevación del consumo en un crecimiento comparable en los beneficios del sector financiero que acoge e invierte este gigantesco capital.
Los enormes beneficios que entrega cada año América Latina a través de la red de corporaciones instaladas en la región, sirven entonces no solo en forma determinante al crecimiento económico español, sino al capital estadounidense que extrae réditos por esta vía. Por eso Thomas Shanon señala en la entrevista al País: «En términos estratégicos tenemos un compromiso con la democracia, el libre comercio y la integración económica.» La «democracia», por supuesto, comprendida como las reglas de juego que benefician sus corporaciones y los gobiernos obedientes que no las alteran, el «libre mercado» interpretado como el que pueden realizar sus mega empresas y la «integración económica» entendida como la creación de plataformas homogéneas de comercio e inversión que permitan los beneficios de las economías de escala.
En este contexto un gobierno como el de la revolución bolivariana ha de ser constantemente vigilado para supervisar la vigencia de la institucionalidad democrática, un gobierno como el cubano es examinado con la óptica de «conducirlo -conjuntamente- a la democracia» pero un estado como el colombiano, funcional a la red corporativa hispano estadounidense, permeado hasta los más altos niveles por el capital narco paramilitar y erigido sobre un río de sangre no es examinado públicamente desde los valores democráticos, seguramente porque tal nivel de poder del capital del narcotráfico no hubiese sido posible sin la connivencia imperial mediática, política y financiera a través de la «cooperación internacional». Tampoco un gobierno como el mexicano es examinado a la luz del gigantesco e innegable fraude realizado en el proceso electoral, sino que se le brinda respaldo político.
Así, con relación al accionar conjunto en la región Shanon señala que «…en términos prácticos España tiene mejor acceso a algunos importantes protagonistas en la región, mientras que nosotros los tenemos respecto a otros.» De esta manera, la «relación fenomenal» permitió, por ejemplo, que pese a las utilidades descomunales que fluyen desde América Latina hacia España, el gobierno español votase por el candidato de EE.UU. para el Consejo de Seguridad de Naciones Unidad y no por Venezuela que contaba con el acompañamiento de la mayor parte de países latinoamericanos.
Este accionar conjunto de las dos potencias imperiales que han devastado y saqueado a «nuestra América» y continuan obteniendo colosales beneficios, precisa que se ponga en marcha un mecanismo de coordinación de las políticas exteriores de la unidad política latinoamericana que esta emergiendo, gobiernos y partidos de oposición en tránsito hacia ser gobierno.
Mientras el enfoque de EE.UU. y de España -voz determinante en la Unión Europea en lo relacionado con América Latina- es regional y coordinado, nuestra respuesta, donde la hay, sigue siendo fragmentada y sin coordinación. Es necesario avanzar hacia un umbral en el que cada acción en detrimento de los pueblos de América Latina reciba una respuesta conjunta de manera que un día podamos acceder por fin a relaciones en las que prevalezcan los intereses comunes, los intereses humanos básicos de los pueblos de una y otra parte del mundo.
Una debilidad insuperable de la política exterior imperial, tanto española como estadounidense, ha sido su secretismo en los verdaderos objetivos y los métodos, condición imprescindible para favorecer económicamente estrechos círculos de poder sin importar las consecuencias de este proceder en el privar a sus propias poblaciones del caudal de vida y humanidad que se generarían a partir de relaciones fundadas en la verdad y la cooperación , o en afectarlas con el predominio de formas de relación que mas les perjudican que beneficiarlas al mantenerlas cautivas del deseo de los sustitutos de la felicidad que predominan en el vacio de la sociedad del «bienestar». Por eso el «compromiso» de los gobiernos de España y EE.UU. con la «integración económica» contempla con horror el avance de un acuerdo de integración como el ALBA [2] en el que no prevalecen los «criterios mercantilistas ni intereses egoístas de ganancia empresarial o beneficio nacional en perjuicio de otros pueblos», sino los valores de solidaridad y cooperación creadora. Un universo de sentido que desconocen o detestan y que les permitiría liberar a sus pueblos del nihilismo resultante de décadas de imposición de producción y consumo de vacio y privilegio del individualismo opresivo y la competencia feroz.
El privilegio del ocultamiento en la construcción de política exterior real, unido a la existencia de un amplio tejido social en España y EEUU vinculado a una nueva mentalidad valorativa que rechaza las cárceles de sentidos imperantes, no renuncia a las potencias esclarecedoras de la memoria y comprende la responsabilidad conjunta en la tarea de producir un viraje que nos aleje de curso suicida que prevalece en el mundo y se sostiene en el dispositivo imperial, abre un amplio campo de comunicación y acción para avanzar hacia formas inéditas y creativas de la política exterior capaces de dar respuesta a las más inaplazables necesidades materiales y espirituales de la humanidad.