En un artículo que publicamos en el año 2010, poco tiempo después del estallido de la gran crisis financiera, realizamos una defensa de la renta básica (RB) cuando la crisis económica empezaba a golpear fuerte a las poblaciones y se utilizaba como pretexto para los ataques a los derechos sociales y laborales. Decíamos en aquel […]
En un artículo que publicamos en el año 2010, poco tiempo después del estallido de la gran crisis financiera, realizamos una defensa de la renta básica (RB) cuando la crisis económica empezaba a golpear fuerte a las poblaciones y se utilizaba como pretexto para los ataques a los derechos sociales y laborales. Decíamos en aquel artículo:
«En la reunión del pasado 10 de mayo del ECOFIN, el BCE y el FMI, un banquero británico empleó una buena expresión para definir los planes de austeridad: ‘Es más fácil vender dicho plan diciendo que debe servir para salvar a Grecia, a España y a Portugal, que confesar que debe ante todo salvar y ayudar a los bancos’. Los planes de austeridad presupuestaria puestos en marcha para paliar los déficits públicos son, efectivamente, un ataque de enorme envergadura contra las condiciones de vida y trabajo de las clases trabajadoras y contra los regímenes de Estado de Bienestar surgidos después de la Segunda Guerra mundial.»
No éramos especialmente originales advirtiendo acerca de estas prácticas. Desde distintos ámbitos académicos, políticos y sociales muchas personas alertaban sobre estos escenarios con palabras más o menos parecidas. Pero con el paso del tiempo hemos constatado que los programas de austeridad han sido mucho más agresivos que lo que supusimos, y sus efectos mucho más nocivos.