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La resistencia civil al dinero electrónico

Fuentes: El Telégrafo

La semana pasada Alberto Dahik convocó a la resistencia al dinero electrónico argumentando que será «el principio del fin de la dolarización». Esta exhortación ocurrió dentro de un contexto discursivo desde el cual algunos políticos han intentado convertir a ciertas ‘ideas fuerza’ en parte del sentido común utilizado colectivamente para entender la realidad. Según estas, […]

La semana pasada Alberto Dahik convocó a la resistencia al dinero electrónico argumentando que será «el principio del fin de la dolarización». Esta exhortación ocurrió dentro de un contexto discursivo desde el cual algunos políticos han intentado convertir a ciertas ‘ideas fuerza’ en parte del sentido común utilizado colectivamente para entender la realidad.

Según estas, Ecuador atraviesa por una grave crisis económica cuyo síntoma más evidente es la reducción de la liquidez debido a la caída de las exportaciones. Esta disminución de la liquidez ocasiona a su vez la contracción de los depósitos y de las operaciones crediticias. Todo lo anterior impide la reactivación económica pues, en suma, genera desincentivos a la actividad de los hogares y las empresas.

Incluso suponiendo que esta descripción fuese acertada, conviene preguntarse: ¿cuáles podrían ser las consecuencias económicas y políticas de la oposición al dinero electrónico?

Cuando se considera que la racionalidad política acostumbra fomentar acciones altamente simbólicas (que suelen ser también muy poco prácticas desde una lógica económica), las respuestas podrían estar relacionadas con aspiraciones tales como: entorpecer la gestión gubernamental, mejorar las opciones electorales de la oposición y, si es posible, desestabilizar al régimen.

Estos anhelos no son descartables pues «en política todo es posible». Juzgada desde una perspectiva macroeconómica, sin embargo, la convocatoria a la resistencia al dinero electrónico es absurda y temeraria.  Absurda porque los medios de pago electrónicos son precisamente aquello que permitiría, a corto y largo plazo, mantener la dolarización en un país cuya población no puede o no quiere percibir que sus conductas microeconómicas sí tienen consecuencias colectivas.  «Vivir para consumir y consumir hasta morir» podría ser la frase que resuma la actitud de quienes creen que la actual desaceleración económica podrá ser superada sin controlar el déficit externo.

Muy probablemente, una generalización del rechazo al dinero electrónico no logrará derrocar al Gobierno Nacional pero sí atentará contra la operación cotidiana del régimen monetario.

En Ecuador, desde el inicio, la dolarización es frágil como un cristal. Durante la última década, la abundancia de recursos le permitió a los hogares y a las empresas postergar la transformación radical de sus racionalidades económicas y seguir actuando «en la forma usual», vale decir, acomodando sus expectativas a la esperanza de resultados mágicos.  Nuestra cultura económica no cambió. Por ello, conviene utilizar medios de pago electrónicos… incluso para que muchos sigan imaginando que ‘todo es posible’ bajo un régimen de dolarización.

Fuente: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/economia/8/la-resistencia-civil-al-dinero-electronico