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La revolución y el poder del necio

Fuentes: Plan V

La izquierda, que Rafael Correa llama violenta, es la izquierda que no acepta las relaciones de explotación, exclusión, opresión y devastación del mundo social y la naturaleza, que la «Revolución Ciudadana» viene ejecutando como parte de la historia colonial y capitalista del viejo país, a nombre del nuevo país del progreso. El 29 de agosto, […]

La izquierda, que Rafael Correa llama violenta, es la izquierda que no acepta las relaciones de explotación, exclusión, opresión y devastación del mundo social y la naturaleza, que la «Revolución Ciudadana» viene ejecutando como parte de la historia colonial y capitalista del viejo país, a nombre del nuevo país del progreso.

El 29 de agosto, diario El Telégrafo en una de sus columnas de opinión publicó la «opinión» de Rafael Correa sobre la actual situación política del país. Una vez más y como ya es su costumbre él, esta vez articulista de su diario, primer funcionario repite las inverosímiles referencias a las «maravillas» de su revolución.

En una especie de autismo exacerbado intenta convencerse de los logros de su gobierno y autoafirmarse en su delirio mesiánico de ser el modernizador del país. En este propósito propio de la vanidad del poder, el presidente despliega dos falsos argumentos:

1. En un intento fallido de construir un relato histórico de afirmación positiva de su poder, Rafael Correa busca establecer un antes y un después en la historia del Ecuador. La relación tramposa entre el viejo país del desorden, el atraso, la inestabilidad, la violencia y el nuevo país del progreso, la estabilidad, la democracia, el desarrollo, nos remite a la tan usada y conocida estrategia ideológica colonial de dividir el mundo entre barbarie y civilización, subdesarrollo y desarrollo. Esta sí, vieja estrategia de la razón colonizadora que marcó de forma negativa la historia de América Latina y particularmente del Ecuador.

Según la visión colonizada del primer mandatario, su «Revolución Ciudadana» inauguro un proyecto nacional ausente en el «viejo país». Lo que no dice es que su proyecto nacional ha terminado prácticamente entregando el país a los acreedores de la inmensa deuda externa que su mal gobierno ha contraído en estos 9 años, especialmente con la China. Lo que tampoco dice es que su proyecto nacional no es otra cosa que la repetición de la vieja y eurocéntrica promesa desarrollista, tantas veces fracasada en nuestra historia. Menos aún hace mención de la visión apologética que sus proyectos estratégicos (Yachay) muestran respecto al «imperio» norteamericano que aparentemente combaten.

Lo único cierto es que su manipulación discursiva con la cual quiere convencernos que su «revolución» dejó atrás el viejo país, es parte de ese viejo país y de esa vieja historia colonial su mal gobierno no solo que ha continuado, sino que ha profundizado y radicalizado.

2. Argumenta que el viejo Ecuador se encontraba inmovilizado «por los grupos fácticos con poder de veto, desde la supuesta izquierda radical y siempre violenta, hasta la derecha bancaria, pasando por supuestos gremios empresariales.» Con esta afirmación se quiere convencer y convencernos de que el «viejo país» estaba dominado por «bárbaros», pero sobre todo que esos bárbaros que ahora se le oponen integran indiferenciadamente a la «supuesta izquierda radical y siempre violenta» y a la derecha bancaria y empresarial. Otra vez falla, pues la oposición política al mal gobierno no es UNA. Por un lado, está los grupos de la derecha política que disputan a Alianza PAIS la dirección del Estado colonial del viejo país, que supuestamente la «revolución ciudadana» ha superado. Por otro lado, está la izquierda y los movimientos sociales que disputan no el control del Estado, sino que luchan y resisten en contra de la continuidad del viejo país que el mal gobierno correista ha hecho posible.

La izquierda, que él llama violenta, es la izquierda que no acepta las relaciones de explotación, exclusión, opresión y devastación del mundo social y la naturaleza, que la «Revolución Ciudadana» viene ejecutando como parte de la historia colonial y capitalista del viejo país, a nombre del nuevo país del progreso.

Con estos falsos argumentos el articulista no ha logrado su objetivo maniqueo, lo único que ha mostrado es su infinita vanidad, es decir el sentimiento exacerbado de confirmación de su yo particular. Lo que dejan ver sus «argumentos» es una escandalosa sobrevaloración de sus actos como gobernante en cuanto suyos, de él y de nadie más. Al tiempo que sobrevalora a toda persona o institución que apruebe y valores sus acciones y actos de gobierno, no por el gobierno sino por él, el caudillo.

Como dice Heller «la vanidad obnubila la lucidez del juicio, hace imposible alcanzar incluso el mínimo de conocimiento indispensable para orientarse de un modo funcional en la vida cotidiana.»

Si la vanidad es un problema para cualquier persona que quiera orientarse en la vida, imaginen el problema que significa si esa persona vanidosa dirige el destino de un país. Basta ver a lo que el Ecuador tendrá que enfrentar en los próximos meses y años para darnos cuenta las dimensiones de la vanidad del poder.

http://www.planv.com.ec/ideas/ideas/la-revolucion-y-el-poder-del-necio