Los «impuestos son para la gente normal», declaraba con orgullo Leona Roberts durante el juicio en el que ella y su marido Harry Helmsley, el también multimillonario empresario hotelero e inmobiliario, eran juzgados por evasión fiscal en 1988. La alergia al fisco de las clases pudientes es tan vieja como la historia del capitalismo. Pero […]
Los «impuestos son para la gente normal», declaraba con orgullo Leona Roberts durante el juicio en el que ella y su marido Harry Helmsley, el también multimillonario empresario hotelero e inmobiliario, eran juzgados por evasión fiscal en 1988. La alergia al fisco de las clases pudientes es tan vieja como la historia del capitalismo. Pero en las últimas décadas el desarrollo de la ingeniería fiscal, los recovecos legales en un mundo globalizado con déficits de gobernanza y la multiplicación de guaridas fiscales han facilitado la tarea a quienes se enriquecen doblemente: con la expropiación de recursos y trabajo ajeno primero, y posteriormente evitando contribuir a la hacienda pública con una parte de sus descomunales ganancias.
Cada día más los Estados del bienestar occidentales se sustentan sobre los impuestos de esa «gente normal»: trabajadores, pymes y pequeños empresarios que sostienen unos servicios públicos a los que no contribuyen las grandes riquezas. Por si las rebajas fiscales para las grandes fortunas no fuesen ya suficientes, año tras año conocemos nuevos casos de multimillonarios que esconden sus rentas y riquezas en lugares de no derecho lejos de las obligaciones tributarias de sus países de residencia o actividad.
Activistas contra los paraísos fiscales protestan frente a las instutituciones de la UE en Bruselas. REUTERS/Yves Herman
Demasiadas veces llamamos «paraísos fiscales» a estos lugares, cuando solo ofrecen condiciones paradisíacas para esa minoría peligrosa que hace uso de unos beneficios tan inaccesibles como perjudiciales para las mayorías sociales para quienes esas guaridas son verdaderas «cloacas fiscales». Agujeros negros que tragan equidad y democracia. Porque allí no rige derecho alguno que no sea la cruda lex mercatoria , exonerando del pago de impuestos a quienes más tienen. Un proceso que no solo aumenta las brechas entre el 1% más privilegiado y el resto de la población mundial, sino que además agudiza la crisis fiscal estructural de unos Estados donde quienes más ganan menos aportan a la caja común, debiendo por lo tanto aplicar medidas austeritarias que, de nuevo, sufren quienes menos tienen y contribuyen casi en solitario.
El círculo vicioso de la evasión fiscal empieza en guaridas como Panamá, Andorra o Suiza, pero, como buen círculo, no se sabe dónde termina. De hecho, poco sabemos del volumen real de dinero acumulado en estos lugares. Economistas como Gabriel Zucman estiman que hay cerca de 7,6 trillones de dólares procedentes de fortunas personales ocultos en estas guaridas fiscales. Una cifra que no para de aumentar. Y lo poco que sabemos es gracias a filtraciones realizadas por trabajadores bancarios o periodistas. Una labor peligrosa que en los últimos años les ha costado la vida a personas como Daphne Caruana o Jan Kuciak.
Su labor no solo es fundamental de cara a mejorar la información de la opinión sobre estos lugares opacos que, como nos contaba el Premio Nobel Joseph Stiglitz hace poco en Bruselas, forma parte de la «economía global en la sombra», sino que también ha sido determinante para obligar a las instituciones europeas a dejar de mirar para otro lado y reconocer un problema que no solo es global, sino que está muy instalado en la propia UE. Primero porque, a pesar de los intentos de de la Comisión de escurrir el bulto, hay Estados Miembro que funcionan como guaridas fiscales (Irlanda, Holanda, Luxemburgo, entre otros) y muchos otros países terceros que lo son a todas luces sin por ello dejar de mantener relaciones privilegiadas con la UE. Segundo, porque la propia arquitectura económica de la UE promueve, en un marco de libertad de movimiento de capitales y sin armonización fiscal, regímenes fiscales dispares en su seno, propiciando una devaluación fiscal permanente. Además, existen en la UE estructuras offshore y un entramado regulatorio cuyos desniveles, permisividades y estímulos en la sombra potencian la evasión y elusión que de facto beneficia sólo a los grandes capitales, rentistas y familias más ricas, en perjuicio de las mayorías populares.
Estas son de hecho algunas de las conclusiones del informe sobre Delitos Financieros y Evasión y Elusión Fiscales aprobado este martes en el pleno de Estrasburgo y que ponía broche a más de un año de trabajo en la comisión homónima del Parlamento Europeo (conocida como TAX3). Una comisión de investigación surgida tras el escándalo de la filtración de los Papeles del Paraíso, anteriormente precedida por otra similar (PANA) derivada de los igualmente escandalosos Papeles de Panamá. En ambos casos, como en tantos otros similares, se reveló una trama generalizada liderada por empresas multinacionales para evitar el pago de impuestos maximizando sus beneficios a costa de nuestros derechos. Un número creciente de multinacionales registran sus algoritmos, marcas y logos en guaridas fiscales para ‘exportar’ los beneficios desde los países donde realmente se han generado hacia estas cloacas fiscales.
Y en el Estado español no somos ajenos a esta lacra. De hecho, un reciente informe de Oxfam concluyó que todas las empresas del Ibex35 salvo una (Aena) «tienen en estos momentos presencia en territorios considerados como paraísos fiscales sin estar en principio directamente vinculada a la práctica principal de su negocio». Se estima, aunque de nuevo es difícil conocer la cifra exacta y seguramente esté infravalorada, que cada año en la UE se deja de ingresar un billón de euros en impuestos por culpa de estas prácticas de evasión y elusión fiscales. Todo esto durante unos años en los que hemos oído continuamente aquello de que «todas y todos debíamos apretarnos el cinturón para salir de la crisis». Unos recortes en derechos sociales y una privatización de servicios públicos que sufren quienes no usan esas guaridas fiscales. El crimen perfecto de esa «nueva aristocracia global» que se considera con el derecho y de hecho goza del privilegio de estar exenta de pagar impuestos.
Aunque insuficiente, el informe que aprobamos el pasado martes y del que he sido ponente alternativo desde nuestro grupo de la Izquierda Unitaria Europea (GUE/NGL) es un paso importante en la lucha contra el lavado de dinero y la evasión y elusión fiscal. Cabría destacar entre los principales avances los siguientes:
– Señala las asimetrías económicas existentes y crecientes dentro de la UE, la libre circulación de capitales sin mecanismos correctores y las políticas fiscales regresivas como factores de la evasión fiscal. Reconociendo que la legislación de la UE en ocasiones protege a las empresas pantalla frente a los estados
– Se señala el incumplimiento de los acuerdos internacionales por parte de Suiza
– Identifica a intermediarios tales como la gran banca privada como posibilitadores y facilitadores de la evasión fiscal.
– Denuncia el marco de impunidad que generan las recurrentes amnistías fiscales impulsadas por los Estados Miembro.
– Destaca por primera vez los impactos específicos de la evasión fiscal sobre las mujeres, el mundo del trabajo, el bienestar o el consumo.
– Señala a Estados Miembros como Holanda, Irlanda, Malta o Chipre como guaridas fiscales.
– Denuncia la inseguridad a la que siguen expuestos las personas que filtran pruebas de delitos fiscales.
Pero como bien sabemos, la mayoría de las decisiones del Parlamento Europeo son meras recomendaciones no vinculantes. Ahora nos toca seguir presionando, desde las instituciones y la sociedad civil, para que estas conclusiones tomen forma de una verdadera regulación que no pretenda ser un mero lavado de cara sino una herramienta útil para combatir las guaridas fiscales, que conduzca a una armonización fiscal al alza, con impuestos progresivos y redistributivos, que revele quienes son los propietarios y beneficiarios reales de estas tramas, y que atribuya las responsabilidades a los facilitadores y promotores de estos entramados con fuertes sanciones disuasorias.
Estamos asistiendo a una autentica revuelta de los privilegiados en donde multimillonarios y multinacionales se niegan a pagar impuestos practicando un auténtico terrorismo fiscal con la ayuda cómplice de gobiernos y partidos del extremo centro, mientras se dedican a denunciar o a amenazar a quien denuncia sus prácticas de desfalco de las finanzas públicas. Es por esto que la lucha contra la evasión fiscal se torna hoy más que nunca en un cuestionamiento del orden mundial neoliberal imperante. Un cuestionamiento del acaparamiento del conjunto de los recursos del planeta por la minoría del 1%. Una batalla central que no nos podemos permitir perder, pero mucho menos no dar.
Miguel Urbán es eurodiputado de Podemos.