La verdad es que no sé qué me llamó más la atención en la noticia, si el descubrimiento en Francia de una secta que vivía en comunidad en el campo y cuyos integrantes no llevaban a sus hijos a la escuela ni les permitían oír a Beethoven y los Beatles, además de negarse al uso […]
La verdad es que no sé qué me llamó más la atención en la noticia, si el descubrimiento en Francia de una secta que vivía en comunidad en el campo y cuyos integrantes no llevaban a sus hijos a la escuela ni les permitían oír a Beethoven y los Beatles, además de negarse al uso de internet, o el estupor e indignación con que los locutores informaban a la audiencia de tan desalmada conducta paterna.
Que conste que mis hijas han ido y van a ir a la escuela, que aunque no ejerza sigo siendo maestro y que nada recomiendo más que Beethoven y los Beatles, además de que paso por internet todos los días, pero me sorprende en tan indignados comentaristas la exigencia de medidas contra los desnaturalizados padres de esas criaturas que, a fin de cuentas, han decidido desprenderse, por propia iniciativa, de aulas, músicos y computadoras, en contraste con los millones de niños y niñas que, a pesar de quererlo no tienen escuela de la que prescindir, ni radio en la que oír a los Beatles o Beethoven, cuya única y futura navegación tal vez los ahogue en el Caribe o en el Mediterráneo, y que no disponen siquiera de dos soliviantados locutores que se indignen por ellos.
Si es delito un menor sin escolarizar, supongo que ha de serlo en cualquier caso, sea porque los padres no lo llevan a la escuela, sea porque no hay escuela a la que llevarlo.
Si es causa de sometimiento a la justicia que un menor no disfrute a los Beatles o a Beethoven, causa debiera ser también que se someta al Estado que los tiene escarbando en la basura o prostituyéndose en los semáforos. Si ofende la existencia de esa secta religiosa que pretende vivir como los primeros cristianos…veinte siglos después, que se tiene por infalible y que se manifiesta rígida y autoritaria, más debiera ofender la existencia de otras sectas oficiales que inducen a millones de personas en el mundo a vivir como los primeros monos… tres mil siglos más tarde, que se dicen únicas y verdaderas, y que han recurrido a la hoguera contra los escépticos con generosa frecuencia y terribles resultados.
Ignoro los maltratos que dispensan en esa secta a sus hijos pero dudo que sean peores que los que les reserva esta sociedad de macroeconomías y microciudadanos en la que no hay delito ni desvergüenza que no se manifieste y aplauda.
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