El consumo de electricidad en Brasil crecerá 5,9 por ciento al año hasta 2019 y, por sus costos menores, la generación hidráulica seguirá siendo la principal fuente para atender esa demanda, afirmó este lunes el ministro de Minas y Energía, Marcio Zimmermann. Debido a que dos tercios del potencial hidroeléctrico del país se encuentran en […]
El consumo de electricidad en Brasil crecerá 5,9 por ciento al año hasta 2019 y, por sus costos menores, la generación hidráulica seguirá siendo la principal fuente para atender esa demanda, afirmó este lunes el ministro de Minas y Energía, Marcio Zimmermann.
Debido a que dos tercios del potencial hidroeléctrico del país se encuentran en la Amazonia, se anticipa que persistirán las protestas de ambientalistas, indígenas y de otros movimientos sociales contra la construcción de grandes represas. Es lo que ocurre hoy con la central de Belo Monte, en el río Xingú, en el occidental estado de Mato Grosso.
El Plan Decenal de Energía que desarrollará el Ministerio de Minas y Energía (MME) hasta 2019, puesto a debate público hace un mes, contempla la construcción de seis centrales hidroeléctricas sólo en la cuenca del río Tapajós, que cruza Mato Grosso y el vecino estado norteño de Pará.
El gran desafío de Brasil es «mantener la matriz energética renovable», para así cumplir con el compromiso asumido en la conferencia sobre cambio climático que tuvo lugar en diciembre en Copenhague. Ese programa exige darle prioridad a la hidroelectricidad, arguyó Zimmermann en la rueda de prensa con corresponsales extranjeros realizada este lunes en Río de Janeiro.
Zimmermann añadió que la única alternativa a esa fuente renovable sería recurrir de modo creciente a las centrales termoeléctricas, que consumen petróleo o carbón, aumentando así sus emisiones de gases del efecto invernadero.
En respuesta a los reclamos de ambientalistas por mayores inversiones en fuentes alternativas, el ministro contrapuso los costos. El consorcio que construirá la central de Belo Monte ofreció un precio de 77,97 reales (42 dólares) por megavatio/hora, mientras que la energía eólica costó 148 reales (80 dólares) en la última subasta el año pasado, indicó a modo de ejemplo.
Aunque admitió que el costo de la energía eólica cayó casi a la mitad en los últimos seis años, aseguró que la hidroelectricidad igual seguirá siendo la más barata por mucho tiempo. Sólo se incrementa en países que ya agotaron la potencialidad de sus ríos, como en Europa, acotó.
El plan energético brasileño prevé cuadruplicar la generación eólica en los próximos 10 años, pero su participación pese a ese aumento no llegará ni a representa cuatro por ciento del total, mientras que la energía de biomasa se mantendrá en torno de cinco por ciento.
Brasil pasará de los actuales 112.455 megavatios de capacidad generadora instalada a 167.078 megavatios en 2019, según las previsiones del MME. En ese marco, la producción hidroeléctrica subirá de los 83.169 de hoy a 116.699 megavatios, para lo cual se necesitará construir embalses de agua de centenares de kilómetros cuadrados.
Las proyecciones oficiales se basan en un crecimiento económico anual de 5,1 por ciento, promedio que este año será sobrepasado, según coinciden los analistas.
El consumo energético en Brasil siempre crece más que la economía, en gran parte debido al aumento de la población, a razón de más de dos millones de personas por año, con la consecuente incorporación de nuevos consumidores y nuevos equipos.
Este país aún en desarrollo, hoy con 193 millones de habitantes, muestra un consumo por persona muy inferior al del mundo industrializado.
La demanda creciente y el escarmiento del gran apagón de 2001, que obligó al racionamiento por varios meses, están detrás del impulso a los grandes proyectos energéticos. Además de los complejos hidroeléctricos, el Plan Decenal comprende la construcción de una tercera central nuclear y varias termoeléctricas a carbón, petróleo industrial y gas natural.
Pero la voracidad energética brasileña se extiende a los países vecinos, para lo cual se tejen convenios bilaterales.
El gobierno del izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva pretende aprovechar la fuerza de los ríos en Perú y en Guyana, donde el Ministerio de Minas y Energía de Brasil estima poder contar con gran parte de un potencial cercano a 14.000 megavatios divididos entre los dos países.
También forman parte de los planes de Brasilia dos centrales hidroeléctricas compartidas con Argentina, en el fronterizo río Uruguay, con una capacidad sumada de 2.122 megavatios.
El ministro Zimmermann sostuvo, además, que por esta estrategia Brasil no debe ser acusado de «imperialista», como se ha insinuado, pues la compra y venta de energía entre estados es normal en todas partes del mundo y en este caso se da con una visión «de integración energética», sin ambiciones de dominación política.
El objetivo, dijo, es «optimizar» el aprovechamiento de la generación eléctrica. El acuerdo de intercambio con Argentina es un ejemplo de mutuo interés, ya que el consumo de ese país vecino crece en invierno por necesidad de calefacción, mientras que en Brasil la demanda es mayor en verano debido al uso del aire acondicionado.
Perú pidió apoyo en el estudio del potencial energético de sus ríos y en la construcción de centrales hidroeléctricas, ya que las empresas de Brasil desarrollaron la mejor tecnología en esa área, explicó el ministro.
Sin embargo, negó versiones de prensa que indicaban que los gobiernos de ambos países firmarían un acuerdo para la construcción de cinco nuevas centrales en la Amazonia peruana, cuya electricidad sería en su casi totalidad destinada a Brasil.
Por ahora «son solo estudios», dijo el ministro a IPS. A pesar de este desmentido, la empresa brasileña Odebrecht ya conquistó la concesión para construir la central hidroeléctrica y el proyecto hidroenergético y de irrigación Olmos, en el noroeste de Perú.
El aprovechamiento energético de los ríos amazónicos ya desataron en Brasil un amplio rechazo, en el que se unen indígenas, el Movimiento de los Afectados por Represas que dice representar un millón de personas expulsadas de sus tierras, numerosas organizaciones ambientalistas y científicos.
La central Belo Monte, que hoy es el blanco de las mayores protestas, necesitará inundar 516 kilómetros cuadrados. El proyecto original, de los años 1980, previa un embalse de 1.250 kilómetros cuadrados.
El «impacto se redujo mucho» y se abandonó el plan de construir otros cuatro complejos en el mismo río Xingú, uno de los cuales contempla un espejo de agua de 6.000 kilómetros cuadrados, señaló el ministro Zimmermann, en defensa de su proyecto.
Pero ambientalistas y biólogos que estudian la vida en el río desmienten la afirmación del ministro y otras autoridades energéticas. Afirman que habrá un impacto directo sobre dos tierras indígenas donde habitan unas 200 personas.
La desviación de parte del río por dos canales para girar las turbinas reducirá el agua en la curva conocida como Volta Grande, en la que viven los indígenas y miles de campesinos. La consecuencia será una fuerte reducción de los peces y quelonios que son el alimento principal de esos pueblos ribereños, sostienen los biólogos.
Fuente original: http://ipsnoticias.net