Desde que Jair Bolsonaro, en connivencia con la Confederación Brasileña de Fútbol, aceptó realizar en Brasil la Copa América, los jugadores brasileños manifestaron su malestar, tanto por no ser consultados como por la situación de la pandemia en el país.
Asimismo, el presidente de la CBF, Rogerio Caboclo, encargado de comunicar la resolución una vez tomada, fue apartado temporalmente de su cargo este pasado domingo por un período de 30 días debido a que fue acusado de acoso sexual a una funcionaria de la institución, lo que debilita todavía más la posición de la CBF. Los relatos de los jugadores, recogidos en los medios de comunicación brasileños, señalan que Caboclo hizo un discurso que cayó muy mal, incluso porque parecía alcoholizado.
Los sectores vinculados a Bolsonaro no han tardado en desatar una campaña en internet, con miles de mensajes, tildando al entrenador brasileño, Tite, quien mostró su solidaridad con los jugadores, como “comunista”.
Los jugadores, aceptaron la petición de Tite, quien les pidió que no se pronunciasen antes del partido de este martes contra Paraguay, en Asunción, para no perjudicar el desempeño del equipo. Pero el capitán, Casemiro, ya dijo que tienen una posición tomada por unanimidad. Todos los medios dicen que él leerá un manifiesto de renuncia a jugar la Copa América.
Bolsonaro se ha tomado la celebración de la Copa en Brasil –a pesar del rechazo de la gran mayoría de los gobernadores, que no han aceptado ser sede de la Copa en sus estados– como una cuestión de honor. Ya ha anunciado que, si es necesario, se nombrará a un nuevo entrenador –probablemente Renato Gaucho, vinculado a Bolsonaro– y se convocaría a otros jugadores.
El problema es que al anuncio de los jugadores brasileños, siga la solidaridad de los equipos de otros países, haciendo inviable la realización de la Copa América también en Brasil.