Traducido para Rebelión por Anahí Seri
¿Acaso la dificultad de frenar el cambio climático estribe en que los científicos y los políticos no hablan el mismo idioma?
Dado el desprecio que la gran mayoría de los periodistas siente por los políticos, y que probablemente sólo tiene parangón en el desprecio que la gran mayoría de los políticos siente por los periodistas, hoy en día un político no lo tiene nada fácil para causar conmoción en una rueda de prensa.
El pasado mes de enero en Sydney, el Secretario de energía de USA, Samuel Bodman, lo consiguió durante la reunión ministerial de inauguración de la Sociedad de Asia y el Pacífico para el Desarrollo y Clima No Contaminantes. Es un nombre muy largo para un pequeño grupo de países cuyo objetivo declarado es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero exclusivamente mediante tecnologías limpias.
Imagino que el lector habrá pillado esa frase engañosamente simple » reducir las emisiones de gases de efecto invernadero». Le sugiero que la anote para tenerla presente durante los próximos minutos, pues volveremos a ella.
La ciencia no es nada sin la precisión…el lenguaje político, por el contrario, representa el triunfo de la tergiversación
Los barones de los negocios
Vayamos con la reunión propiamente dicha. Fue breve y agradable, y hubo al menos tantos participantes de las empresas del sector energético como de los gobiernos. Así pues, nos preguntamos por qué estaban allí los barones de los negocios, y ¿cómo podrían ellos contribuir a que la Sociedad de Asia y el Pacífico redujera las emisiones? La respuesta del Sr. Bodman fue que las empresas reducirían los gases de efecto invernadero porque estaban preocupadas por el tema. Esta es la cita literal: «Creo que esta gente que está al frente del sector privado, que dirige estas empresas, ellos también tienen hijos, también tienen nietos, ellos también viven y respiran en este mundo. Y a ellos les gustaría que las cosas se hicieran de forma eficaz.»
Llámenme cínico si quieren, pero mi primera idea fue, a ver, ¿ustedes están hablando de empresas como Enron? ¿O Arthur Andersen? ¿O WorldCom? Y yo no fui el único. El Sr. Bodman consiguió, por un momento, dejar en silencio a toda una asamblea de periodistas.
Preocupaciones tribales
En el otro extremo del año, parecería que en el otro extremo del mundo, estaban los pastores de la provincia del norte de Kenia, Turkana.
Constituían un extra en una reunión que tradicionalmente intenta reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (ahí está de nuevo, esa frase engañosamente simple), la ronda anual de las negociaciones de las Naciones Unidas, esta vez en Nairobi.
Yo andaba por ahí por el monte de Turkana, con David Miliband, el Secretario británico de medio ambiente.
En un claro bajo la sombra de árboles gigantes, poblado por termiteros casi del mismo tamaño, acudieron unas 1000 personas luciendo variados trajes tribales. Se cantaba con energía, se bailaba con los ojos ardientes y dando pisotones.
Y esta gente sí estaba preocupada. Estas personas desde luego que tienen hijos y nietos; desde luego que viven y respiran en el mundo. Y desde luego les gustaría que las cosas se hiciesen con eficacia; especialmente en lo que respecta a la sequía que lleva casi tres años secando los cursos de sus ríos y matando su ganado.
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una madre con su hijo de la tribu Elmorro en el lago Turkana en Kenia
Están preocupados porque saben por su larga tradición oral cómo era el clima en tiempos pasados. Ahora perciben unas pautas climáticas distintas, extrañas y peligrosas.
Ninguna de las dos reuniones dio como resultado algo que se pudiera vender a un jefe Turkana o a un científico del clima como una medida eficaz contra el cambio climático.
Muchas noches me que quedado pensando por qué siempre acaba así; por qué es tan difícil limitar el incremento global de los gases de efecto invernadero, que ahora se sitúa en más del 2% anual.
Otros buscan las respuestas en las previsiones de energía , los cambio demográficos y los bloques comerciales.
El arte del lenguaje
Yo me he fijado en la semántica. Y he llegado a una conclusión que es tan sencilla que yo mismo me maravillo de no haber dado con ella hace años.
Me parece que el quid de la cuestión está en las distintas maneras en que los científicos y los políticos usan el lenguaje.
La ciencia no es nada si le falta la precisión. El que confunda la laringe con la faringe o le llame nematodo a un trematodo ya se puede despedir de hacer carrera.
El lenguaje político, por el contrario, es el triunfo de la tergiversación. Un fracaso se convierte en un éxito con que funcione una migaja de tu plan; ganar una batalla permite postular la victoria incluso cuando la guerra se está yendo al traste.
Es un truco lingüístico de enorme importancia. Deberíamos todos observar su aparición, documentarlo cada vez que se usa, y temerlo como la peste.
Puede referirte al cambio climático como «la mayor amenaza a la que se enfrenta la humanidad» incluso cuando hay pruebas de que estas haciendo más por la financiación de los hospitales, por decir algo, o por las cárceles, o por alguna borrosa amenaza del extranjero .
Cuando un científico habla de «reducir las emisiones de gases de efecto invernadero» (ya advertí al lector que volveríamos a esta frase), se refiere a eso, ni más ni menos; quiere decir eso, reducirlas. Pero lo que eso significa en el léxico político es algo bien distinto; la reunión de Sydney lo dejó bien claro.
«Reducir las emisiones»
La publicidad del Sr. Bodman y sus aliados, los benevolentes hombres de negocios, hablaba de reducir las emisiones; en la letra pequeña se dice que si la Sociedad de Asia y el Pacífico hace lo que quiere hacer, las emisiones seguirán aumentando, pero a un ritmo algo menor de lo que hubieran aumentado en caso contrario. Hacer que aumenten a menor ritmo se equipara con reducirlas.
Es un truco lingüístico de enorme importancia para los ciudadanos de Turkana aquejados por la sequía, y para todas las demás víctimas probables de alguno de los impactos climáticos en años venideros. Deberíamos todos observar su aparición, documentarlo cada vez que se usa, y temerlo como la peste.
Enlace al original: http://news.bbc.co.uk/2/hi/programmes/from_our_own_correspondent/6324357.stm