Recomiendo:
0

La soberanía popular brasileña y el petróleo debajo de la capa de sal

Fuentes: Rebelión

Como buena parte del mundo sabe, Brasil ha descubierto una franja de petróleo enorme en la capa sub-acuática llamada de pré-sal. Con estas nuevas reservas, Brasil tendrá crudo para los próximos 50 años y de sobra. Pero es un petróleo pesado, un crudo más complicado de extraer que el óleo corriente que se encuentra bajo […]

Como buena parte del mundo sabe, Brasil ha descubierto una franja de petróleo enorme en la capa sub-acuática llamada de pré-sal. Con estas nuevas reservas, Brasil tendrá crudo para los próximos 50 años y de sobra. Pero es un petróleo pesado, un crudo más complicado de extraer que el óleo corriente que se encuentra bajo el suelo y necesita una gran especialización para sacarlo. Petrobrás tiene esa capacidad, y justamente por eso, las transnacionales y los vende-patria de siempre, están mirando como buitres esa reserva estratégica.

El tema en pauta habla tanto respecto al futuro de las reservas petrolíferas brasileñas para los próximos 50 años, como de la posibilidad de diversificar las matrices energéticas, con el aliento de la nueva explotación de fósil. Pero, todo depende de cómo será el modelo de exploración en las ya ocupadas aguas internacionales -oceánicas- del Brasil. Esta ocupación se viene dando desde que en el año 1995 se aprobó una ley, implementada en 1997, que terminaba con el monopolio estatal de la explotación de todo el ciclo del petróleo y sus derivados en Brasil. Para entrar en este debate, es necesario escapar de sellos corrientes y seguir huyendo de rótulos. Establezco un debate en este artículo, sobre aspectos casi siempre apenas leídos y apenas intencionados. No se trata aquí de hablar mal o bien del gobierno de Lula y sus intenciones tibias al respecto de la soberanía brasileña. El tema es de fondo. Estoy de acuerdo con la explotación estatal del 70% del combustible fósil bajo la capa de sal. Más, estoy de acuerdo con alguna forma de capitalización de la Petrobrás, en las franjas de las reservas de pre-sal, infelizmente ya licitadas para compañías privadas. En este sentido, también entiendo la creación del Fondo Social (dividido en dos partes: una para lo social y otra para recambiar la matriz energética brasileña), una necesidad para terminar con la división de tipo oligárquica de los royalties del petróleo. O sea, no tiene sentido que el país no ahorre, e invierta estos recursos advenidos del petróleo dividiéndolo en pequeñas partes, para satisfacer las bocas siempre voraces de las oligarquías políticas de los 27 estados de la república.

Estoy de acuerdo con todo eso y considero que todas estas decisiones -ya apuntaladas por Lula y su equipo- no son suficientes. Lo que este país necesitaba a esa altura del partido, era de un movimiento popular extra-gobierno, peleando duro por la reanudación del control del Estado brasileño en la Petrobrás. Sí, porque aunque poca gente lo sepa, el gobierno central tiene el voto de Minerva en el consejo administrativo de la empresa (que es una de las 10 mayores del mundo), pero el capital, bajo control del Estado es solo del 38%. Accionistas privados controlan 62% del capital social de la empresa. De estos capitales en manos privadas (controlados por los corsarios de siempre), 38% están girando en la ruleta rusa de la Bolsa de Nueva York, justo donde se dio el mayor montante de la mega estafa financiera que los capitalistas osan llamar «crisis».

En este momento, la defensa incondicional del control público (aunque que por medios de control estatal no avance demasiado la lucha popular) de la Petrobrás implicaría derrumbar algunas leyes y aprobar otras. Esta sería una meta viable para esta etapa reaccionaria en que vivimos (gobernados por un sindicalista que nunca fue de izquierda, según él mismo), donde para lograr un derecho es preciso casi perder la vida.

Breve retroceso en el tema pre-sal, después de que la agenda fue impuesta por los medios corporativos

Aunque el tema tenga su complejidad, puede pasar por un análisis de co-relación de fuerzas y de intencionalidad. El Brasil descubre en su área oceánica reservas que le permitirán la autosuficiencia de extracción y refinamiento, tal vez para los próximos cincuenta años. Este «descubrimiento» es algo medio cierto, pues bastaría con la aplicación de mayores recursos en la propia Petrobrás cuando al inicio del primer gobierno del sociólogo Fernando Henrique Cardoso que recomendó «olviden lo que escribí», (FHC, gobernó del 1º de enero de 1995 a 31 de diciembre de 2002), y el pre-sal sería algo trivial. No fue lo que aconteció. FHC puso a remate los campos de explotación, incluyendo aquellos en alta mar. Como aguas profundas implican un alto riesgo e inversión (conceptos éstos abolidos en el capitalismo real), ninguno de los 72 grupos económicos que se manejan en el país en las áreas de explotación y producción de petróleo y gas -la mitad de estos está compuesta por transnacionales- no metieron la mano en el bolso y prefirieron montados en las espaldas, co-explotando el crudo junto con la entonces dilapidada Petrobrás. El desastre gerencial fue tan grande, que cuando la empresa estaba semi-privatizada, era gestionada por un método de base toyotista, donde habían islas de producción y poca o ninguna unidad estratégica. Esto generó el absurdo de la inoperancia, aumentando los accidentes de trabajo y de funcionamiento, incluso en alta mar. El ápice fueron consecuencias desastrosas, como el hundimiento de la Plataforma P-36 -la mayor del país- el fatídico 20 de marzo de 2001. Junto con el hecho de que la plataforma se sumergió en aguas oceánicas brasileñas, la supuesta «eficiencia neoliberal» -más allá de destruir la mayor plataforma ultramarina de extracción de crudo del mundo- asesinó a nueve trabajadores petroleros especializados.

En ese año ya hacían cuatro desde que una ley terminó con el monopolio estatal de la explotación y procesamiento del petróleo. Ahora, la agenda impuesta es la de la explotación de cerca de 70% del pre-sal. Y, a la vez, el silencio en cuanto a la posibilidad de modificar la base legal, aprobando una minuta de ley en detrimento del texto vende-patria de 1997. Si en este país hubiera una lucha más de fondo estratégico, este gobierno claudicante (el de Lula) se iba a ver obligado a cancelar la ley privatista de 1997 y aprobar el control nacional del 100%, así como fue la reacción en Venezuela después del lock out petrolero de finales de 2002. Las derechas dicen que el país no puede explotar las mayores reservas oceánicas del mundo sólo y tampoco hacer consorcios con empresas petroleras latinoamericanas, como la PDVSA. A la vez, piratas transnacionales como la Repsol (bajo bandera de la YPF) sigue «descubriendo» reservas de combustible fósil en la misma camada pre-sal. Los medios palangristas locales siguen vendiendo «huevos podridos» como si fueran notas verdaderas. Hablan de la incapacidad de razonar de los brasileños, pues el control nacional de un eje estratégico de desarrollo no sería una decisión de la ciudadanía brasileña, pero si una medida de los que «¡extrañan los años 50!». Todo esto son tonterías. Veamos los porqués de la viabilidad de explorar el petróleo sin abrir la participación al capital privado y menos aún para las transnacionales.

Se trata de una alta inversión para iniciar la explotación, pero nada que se compare con la incertidumbre claudicante de la Petrobrás hasta el inicio de explotación de petróleo en aguas profundas. Estamos en un momento muy favorable. El país, a través de la ejecutoría del monopolio por 44 años (la Petrobrás misma, de 1953 a 1997) aprendió todo sobre el ciclo de la investigación, extracción, explotación, refinamiento y distribución del petróleo y sus derivados. Los trabajadores brasileños de la rama del petróleo saben que hacer y tienen la mayor capacidad tecnológica mundial en la explotación en aguas profundas. Por lo tanto, no cabría ningún argumento de tipo «técnico». El debate es otro.

La amarra en el Brasil está en el orden legal. La Ley 2004 del 03 de octubre de 1953 crea el monopolio estatal, designando a la Petrobrás para la ejecución del mismo. Esta seguridad jurídica de la soberanía brasileña no impidió a la empresa de sufrir presiones sin fin, agravadas con la presencia de hombres del «bunker» durante la dictadura militar (1964-1985). Recuerdo que en los años ’80, sindicalistas petroleros aún comentaban sobre la presencia de los «coroneles de la Petrobrás». Como toda empresa capitalista, de Estado o no, la estatal petrolera tiene en su anagrama la base organizacional de un ejército. No hay democracia interna, y ni sombra de eso. La crítica viene por ahí y ya retorno al tema.

Aun así, bajo influencia de la dictadura o del gobierno de turno, nadie en sana conciencia puede afirmar que la estatal es «incompetente» en su actividad-fin. Ya en la era democrática, entiendo que el país sufrió una derrota cuando la firma de la Ley 9478 de 1997. En este texto, con firma de Fernando Henrique Cardoso, es «flexibilizado» el monopolio estatal de la explotación y creada la Agencia Nacional de Petróleo (ANP). Toda la actual inseguridad jurídica deriva de ahí. Para firmar el mismo, en mayo de 1995, FHC y sus cómplices encararon una briosa huelga de los petroleros. Derrotaron también una dirección nacional claudicante que creyó en el retorno a las negociaciones delante de la Justicia del Trabajo, cuando esta misma instancia ya había dado ganancia de causa al entonces gobierno tucano. Para quien imagina que exagero en las críticas, le sugiero conversar con los veteranos de plataformas afiliados al Sindicato de los Petroleros del Norte Fluminense y/o con los dimitidos del inicio de los años ’90. Era fundamental para el proyecto neoliberal derrotar esta huelga. Los petroleros hasta aquel momento eran la espina dorsal del sindicalismo más combativo en Brasil. Esa derrota equivalió para Brasil a la victoria de Thatcher sobre la huelga de los mineros ingleses en el año 1979 y la segunda derrota en el paro de 1985. En la lucha política, se necesitan hechos puntuales fundamentales. Para el neoliberalismo, derrotar la estructura sindical como herramienta de la independencia de clase es algo fundamental.

De vuelta al gobierno brasileño anterior (de Fernando Henrique, 1995-2002), constataba que el trabajo hecho por FHC daba secuencia al Plan de Desestatización, abriendo mano a los recursos estratégicos del país. Lo mismo ocurrió de forma simultánea en otros gobiernos, como fue el caso de la siderurgia, donde se vendieron tres empresas de la cadena del acero y hierro, que eran estatales de economía mixta y fueron regaladas a los corsarios ejecutivos y los bandidos empresarios de siempre. La gigante Usiminas fue rematada en 1991, con el gobierno del corrupto Fernando Collor de Mello (1990-1992); la histórica Compañía Siderúrgica Nacional (CSN), fue rematada con Itamar Franco (el vice de Collor que asumió cuando este fue cazado por el Congreso Nacional, su gobierno fue de octubre 2002 al 1º de enero de 1995) y la más absurda de todas, el regalo con precio desvalorado en el remate de la Compañía Vale do Rio Doce (una de las cinco mayores minerías del mundo), con FHC. Cuando fue el momento que los vende-patria entregaran el petróleo, la base transaccional en el Congreso Nacional (cámara de Diputados y Senadores) mantuvo sus prácticas, alterando sólo la modalidad. En el gobierno de Lula, el Ejecutivo compra votos del parlamento a través de pagos mensuales (el escándalo de la mensualidad), en la anterior la subasta de votos había comprado las cabezas del bajo clero (cerca de 300 votos de los 513 diputados nacionales) en las votaciones estratégicas. De entre éstas, en junio de 1995 (luego después de la derrota de los petroleros), una enmienda constitucional abrió la mano del monopolio estatal del petróleo.

Pautando el tema bajo otro ángulo

El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, como siempre, claudica y coge por derecha y por izquierda. La oposición y los gobernadores detentadores de los royalties defienden el aplazamiento del régimen de urgencia en el Congreso. Con esta medida, Lula intenta solucionar el nuevo marco jurídico antes de entrar en la carrera electoral del año de 2010 (cuando en Brasil habrá elecciones presidenciales). Ya los participantes de la Campaña El Petróleo Tiene Que Ser Nuestro (un amplio frente de izquierda sindical, social y político), cuestionan la misma prisa en función de la permanencia de los regímenes de reparto y concesión, además de las subastas de campos de petróleo, aunque por otras vías. Si no fuera por la vacilación de siempre, este gobierno podría inaugurar una nueva era en la matriz energética nacional. Con el perdón de la redundancia, será otra vez, no será esta vez, así como no lo fue con el Sistema Brasileño de Radio Digital (SBRD, aún abierto) y con el sistema inicial, el de Televisión Digital (SBTVD), abriendo mano del padrón tecnológico y la posibilidad de dominio completo de la cadena de micro-electrónica. En aquella ocasión (entre 2005 y 2006), la comunidad científica brasileña consiguió crear un modelo tecnológico nacional que implicaba el dominio de la cadena de la micro-electrónica y la implantación de una TV digital terrestre con tecnología 100% nacional. Como la TV Globo (una de las cinco mayores redes y complejos de televisión del planeta) hizo hincapié en el padrón japonés, se aprobó la tecnología comprada y no la desarrollada en el país mismo. Este es el padrón del actual gobierno, alimentar a los más pobres pero siempre satisfacer los deseos de los grandes capitales que operan en este país, que es la 11ª economía del mundo. Lo mismo pasa en el agro. En el tema de la energía, estamos sólo un poco mejor que en el de la relación de fuerzas entre la agricultura campesina, de base familiar y plantando el 70% del alimento por nosotros consumido, y el tal agro-negocio (grandes extensiones de tierra plantando para exportación), consumiendo millares de millones de financiación del Estado brasileño, exportando en navíos transoceánicos de transportes de granos (como los navíos Banpanamax) y generando divisas para pocos latifundistas de aquí que son aliados de las empresas de fertilizantes y de semillas transgénicas (como la Monsanto).

Retornando al tema del petróleo pre-sal, si nosotros estamos entrando en la era de la energía limpia, es más que necesaria la reserva de combustible fósil, hasta para modificar la matriz energética y de transporte sin pasar por crisis de escasez. Para tanto, es necesario que la nación pueda opinar acerca de este tema estratégico. Esto implica retomar la soberanía en la planificación de explotación y producción de petróleo. Por lo tanto, necesitamos de la verdad, no de una acomodación de intereses, pero sí de la revisión de la Ley 9478/97 (la entreguista y que acaba con el monopolio de la cadena del combustible fósil). E, infelizmente, esto ese gobierno no lo va a hacer.

Concluyendo: necesitamos de plebiscito y debates de fondo

El pueblo brasileño necesita ir aún más lejos. No sólo derrocar la Ley privatista de 1997, así como también convocar un plebiscito para aprobar el Proyecto de Ley 5891 de 2009, propuesta que hace ley el retorno de la Petrobrás como empresa pública y la reincorporación de las subsidiarias vendidas en el mal afamado programa de desestatización (El texto íntegro se encuentra en la dirección: http://presal.org.br/download/PL_5891_2009.doc). Una ley como esa, aunque sea básica y de necesidad urgente, no se conquista con negociaciones de gabinete, pero sí con la fuerza y la protesta de las calles. Tal como fue en la campaña El Petróleo es Nuestro (de los años 50, que funda Petrobrás e inaugura el monopolio estatal), tal como siempre será en este sistema y bajo cualquier régimen de intermediarios profesionales como gobernantes de turno. Cuando el tema es de soberanía popular, o se pelea en la calle primero, o nunca vamos a salir ganando.

Es necesario recordar que ninguna de esas medidas asegura la horizontalidad en las relaciones de trabajo, la producción de energía limpia, la mayor vinculación de la Petrobrás con las empresas semejantes en América del Sur y tampoco erradica la mentalidad de transnacional de dentro de su dirección. Esta pauta es un punto en la lucha por la soberanía popular en el destino y planificación de los recursos naturales, renovables o no, siendo que el petróleo es uno de ellos. Tener el poder de pautar los asuntos estratégicos del desarrollo es importante, pero aún de mayor relieve consiste el pautar el tipo y las bases del desarrollo de los brasileños.

El fundamental es que asumamos que ninguno de los temas arriba tocados es menos importante del que la defensa del Petróleo Tiene Que Ser Nuestro, pero que sí, para eso, es fundamental reconquistar al menos el status de empresa estatal (equivocadamente llamada «pública») y erradicar el régimen de economía mixta que proporciona la farsita y la fiestita de las transnacionales. Esta victoria puntual, también reforzaría la posición del gremio de trabajadores petroleros. Y esto ya sería un gran avance, pues ahí las clases oprimidas de Brasil tendrían la posibilidad de aliarse con este sector de los trabajadores de la rama de energía, reconformando aquella que ya fue la espina dorsal del sindicalismo brasileño.

Nota final:

Este artículo va en homenaje al compañero libertario venezolano José Mauricio Torres, que ha fallecido de un cáncer en el 19 de agosto de 2009. Lo que la DISIP de los escuálidos del período de la vergüenza de Punto Fijo no hizo, lo consiguió una maldita enfermedad. Yo lo conocí en Caracas en el último enero, presentado por gente maravillosa y que, junto a Mauricio, me han enseñado el significado mismo de que un compa es un pana. En este link es posible leer una síntesis de su trayectoria militante. ¡Compañero José Mauricio Torres, hasta siempre!

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Fuente original: barometro-internacional.org