Nuestros enemigos son innovadores e ingeniosos, pero nosotros también. No cesan nunca en pensar como dañar a nuestro país y al pueblo. Nosotros tampoco’ (George W. Bush, 2004) Los que han vivido en América Latina en épocas de crisis económica, la causa principal del descontento popular, se acuerdan siempre de los extraños atentados terroristas o […]
Nuestros enemigos son innovadores e ingeniosos, pero nosotros también. No cesan nunca en pensar como dañar a nuestro país y al pueblo. Nosotros tampoco’ (George W. Bush, 2004)
Los que han vivido en América Latina en épocas de crisis económica, la causa principal del descontento popular, se acuerdan siempre de los extraños atentados terroristas o de súbitos mini conflictos en la frontera con el país vecino . Todas estas acciones planificadas y ejecutadas por los servicios especiales, servían para asustar al pueblo y desviar la atención popular. El ex presidente del Perú, Alberto Fujmori era un campeón en este tipo de terrorismo, llamado «terrorismo blanco». Lo hizo desde que fue candidato. Para evitar una polémica con Mario Vargas Llosa pidió a su aliado Alan García causar un apagón en Lima, atribuido por supuesto, al terrorismo.
Lo peligroso de este tipo de terrorismo, es que a primera vista se rodea de un misterio y carece de reales responsables, lo que le hace entrar en el ámbito de la teoría de la conspiración. En esta época de la globalización, al parecer esto se ha extendido sobre todo el mundo. Por ejemplo, aquí en EE.UU. donde se vive una severa recesión económica, con un desempleo real cerca de 18 por ciento, el encarecimiento de la canasta popular, el tambaleo permanente de la bolsa de valores debido a la los fraudes financieros, se producen unos extraños intentos de atentados que causan terror a los habitantes, los mismos que se olvidan del hambre y la desocupación.
Primero, fue el caso del estudiante nigeriano Umar Farouk Abdul Mutallab que supuestamente trató de activar 80 gramos de explosivo PETN escondido en su calzoncillo, durante el vuelo de Ámsterdam a Detroit, en Navidad. Lo curioso del «terrorista del calzoncillo bomba», es que durante el vuelo dormía mientras escuchaba música, éste fue despertado por su vecino de asiento Jay Howard quien le advirtió que le estaba saliendo humo de sus partes pudendas. Según testigos, el mismo «terrorista» quedó sorprendido. Su supuesta «bomba» que, de acuerdo al especialista en contrainsurgencia, Gordon Duff, no hubiera podido ni dañar ni su asiento, fue presentada por los medios como una amenaza constante del terrorismo contra EE.UU. lo que exigía la implantación de vigilancia más severa y en especial en los aeropuertos.
Inmediatamente, las acciones de las corporaciones de seguridad subieron en la bolsa de valores y el gobierno declaró nuevas medidas de control y vigilancia. Nadie prestó atención, sin embargo, que algún alto ejecutivo de seguridad en Ámsterdam hizo entrar a Umar en el avión, sin pasaporte y sin revisión.
Ahora en Nueva York se produjo otro extraño intento, felizmente frustrado, de un atentado terrorista usando un coche bomba con una bomba casera en pleno corazón de Manhattan. Su autor, Faisal Shahzad, paquistaní nacionalizado norteamericano, fue detenido en 48 horas e inmediatamente vinculado por la Casa Blanca, sin ninguna prueba, al grupo terrorista talibán paquistaní Tehrik-i-Talibán, que supuestamente protege al invisible Osama bin-Laden. Un excelente pretexto para más guerra en Paquistán y más vigilancia en EE.UU.
El millonario alcalde Michael Blumberg ya declaró que las 3,000 cámaras de vigilancia ya instaladas no son suficientes y se necesitan otras miles más. Como no hay dinero, propuso eliminar 6,400 puestos de maestros. La seguridad es más importante que la educación. ¡Vaya tiempos que vivimos!
Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/05/12/la-sombra-del-terrorismo-blanco-se-extiende/