Los medios, cada vez más, tienden a atribuir el éxito de Lula a la suerte.
Lula es un tipo con suerte, de verdad.
Nació ya con la suerte de haber sido hijo de doña Lindu.
Aunque tuvo la desgracia de nacer en la región más pobre del nordeste, en el interior de Pernambuco.
Tuvo la desgracia de nacer en una familia muy pobre, con 8 hermanos sobrevivientes.
Tuvo la desgracia de recién tomar café con leche a los 5 años. Hasta entonces había tomado una mezcla de harina y agua.
Lula tuvo la desgracia de tener que viajar 13 días en guacamayo a Sao Paulo.
Lula tuvo la suerte de haber sido elegido entre todos sus hermanos para estudiar, mientras trabajaba como limpiabotas, entre otras actividades.
Lula tuvo la suerte de convertirse en metalúrgico. Tuvo la desgracia de perder un dedo en varios accidentes de trabajo que sufren los trabajadores brasileños, tuvo la capacidad de convertirse en dirigente sindical y encabezar la principal huelga contra la dictadura militar.
Lula tuvo el coraje de liderar a los trabajadores brasileños, hiriendo de muerte a la dictadura militar en Brasil.
Lula tuvo el sentido común de fundar un partido de los trabajadores. Tuvo el coraje de hacer, por primera vez, que un trabajador, emigrante del Nordeste, se presentara a la presidencia de Brasil.
Lula tuvo el mérito de ser elegido y reelegido. Tuvo la suerte de contar con una coyuntura internacional favorable durante sus primeros gobiernos. Pero su éxito no se debió a esta situación, sino al modelo económico antineoliberal que tenía, por su comprensión de lo que era el neoliberalismo y cómo derrotarlo.
Lula es un hombre afortunado por haber entendido el norte de la lucha en Brasil. Por convertirse en el mayor líder de esta lucha.
Lula se convirtió en el personaje más importante de la historia política brasileña y, hoy, en el líder político más importante del mundo en el siglo XXI. Tenía la capacidad de convertirse en Lula, como lo es hoy, en Brasil y en el mundo.
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