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La superación de la subjetividad

Fuentes: Rebelión

En la sección titulada Argumento ontológico de su obra El concepto de religión, Hegel dice lo siguiente: «Toda la actividad en el mundo consiste en superar lo subjetivo y en poner lo objetivo, y en producir así la unidad de ambos». Grandiosa me parece esta afirmación. Sería un postulado fundamental de una filosofía de la […]

En la sección titulada Argumento ontológico de su obra El concepto de religión, Hegel dice lo siguiente: «Toda la actividad en el mundo consiste en superar lo subjetivo y en poner lo objetivo, y en producir así la unidad de ambos». Grandiosa me parece esta afirmación. Sería un postulado fundamental de una filosofía de la práctica. Sería una renuncia del subjetivismo en el que de continuo vive apresado el izquierdismo. Sería una crítica dura a todo quijotismo.

Alonso Quijano sufría de demencia, su subjetividad había roto sus lazos con la objetividad, había superpuesto su representación fantástica sobre el mundo. Pero lo que reclama Hegel es la unidad entre subjetividad y objetividad, no su extrañamiento. El lenguaje, los símbolos, los molinos de viento tomados por gigantes, son todavía el mundo de la subjetividad, el mundo de las ideas que ha roto y no reconoce la objetividad, lo subjetivo que todavía no se ha unido con lo objetivo.

Quienes hicieron los molinos de viento hicieron un mundo objetivo, todopoderoso, infranqueable. Y quienes lo usaban para moler trigo y obtener harina ponían igualmente un mundo objetivo, unían lo objetivo con lo objetivo, y lo hacían con sus fuerzas esenciales objetivas: sus poderosos e infatigables brazos. Fue Alonso Quijano quien transfiguró lo objetivo en un puro reflejo de lo subjetivo y le sustrajo su verdadero ser. Todo se volvió un símbolo de los desvaríos subjetivos. A partir de ahí a la subjetividad le ha costado y le cuesta unirse con lo objetivo. No sabe poner lo objetivo. No sabe superar lo subjetivo. Y cada vez que supera lo subjetivo no pone lo objetivo, sino que sobre lo objetivo añade lo subjetivo, como cuando sobre la cosa nombrada superponemos el nombre.

El mundo objetivo no se pone con el lenguaje sino con las poderosas y hábiles manos. Y cuando mediante las manos estatuimos un mundo objetivo, unimos lo subjetivo con lo objetivo. Lo subjetivo no necesita conservarse, permaneciendo en su propia esencia, como si fuera un mundo al lado de otro mundo. Tampoco lo subjetivo necesita desplegarse hacia el exterior y cubrir la objetividad con sus representaciones. Hay que superar la subjetividad, hay que transformar lo objetivo con medios objetivos, y producir así la unión de lo subjetivo con lo objetivo. Quienes hicieron los molinos de viento y los usaron para moler el trigo produjeron la unidad de lo subjetivo con lo objetivo, mientras que Alonso Quijano al representárselos como gigantes provocó la ruptura entre lo subjetivo y lo objetivo, ocultó lo objetivo bajo las capas fantásticas de la subjetividad. Y así se enajenó el mundo y nunca más volvió a reconocerlo.

Blog del autor:http://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com/

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