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Respuesta a una pregunta en Espai Marx

La teoría general de la relatividad y las ondas gravitacionales

Fuentes: Rebelión

Nota edición (SLA): Manuel Martínez Llaneza, al igual que yo, somos miembros de Espai Marx. Solemos intercambiar, con el resto de nuestros compañeros y compañeras, informaciones, artículos y libros que creemos que pueden interesar a todos. Discutimos, por supuesto, no siempre con sosiego pero en cualquier caso con respeto, y nos preguntamos dudas o inquietudes […]


Nota edición (SLA): Manuel Martínez Llaneza, al igual que yo, somos miembros de Espai Marx. Solemos intercambiar, con el resto de nuestros compañeros y compañeras, informaciones, artículos y libros que creemos que pueden interesar a todos. Discutimos, por supuesto, no siempre con sosiego pero en cualquier caso con respeto, y nos preguntamos dudas o inquietudes políticas, filosóficas, artísticas o científicas. Esta vez la pregunta, crónica de una duda más que imaginable, fue  sobre la reciente confirmación experimental de la existencia de las ondas gravitacionales. Se le comentó a nuestro amigo si se veía con fuerzas de explicarnos a gentes poco puestas en el tema de qué iba este asunto de las ondas gravitacionales y la teoría general de la relatividad. El siguiente texto es su respuesta.

***

El símil más sencillo que se me ocurre (símil, no explicación) es el de un barco moviéndose en el agua (serían más propios un submarino o un avión que están inmersos en su medio, pero empiezo por el barco que es más gráfico). El barco cambia el estado del mar desplazando el agua del espacio que él va ocupando. Esa agua, que se sube por los costados en la proa y las amuras, cae a su vez y va formando olas que se alejan del barco a una velocidad propia dependiente de las características físicas del aire y el agua, y la gravedad. Las olas permiten recolocar el agua desplazada, pero además transmiten la información de que ha sido desplazada por un barco, por lo que, si vemos olas podemos deducir que hay un barco en movimiento en la dirección de la que vienen. Como las cosas en física no son siempre fáciles, no basta ver olas para deducir que hay un barco moviéndose (es condición necesaria, pero no suficiente): tendríamos que considerar la posibilidad de que las olas se hayan formado por el viento o la caída de un meteorito. Las intensidad de las olas depende del desplazamiento, la forma y la velocidad del barco y decrece con la distancia hasta hacerse imperceptible.

Lo mismo ocurre con un avión, salvo que, en vez de formar olas porque está inmerso en el medio, comprime el aire al desplazarlo. Esa compresión se va extendiendo para equilibrarse con el aire en reposo que la rodea a la velocidad de las pequeñas perturbaciones, la velocidad del sonido, en ondas sónicas que también redistribuyen el aire e informan de la llegada del avión. Por eso, si el avión viaja a velocidad superior a la del sonido, el aire no se ‘entera´ de su llegada, no se distribuye adecuadamente y, cuando llega, se produce la onda de choque.

Insisto en ambos ejemplos, aparte del aspecto físico, en el informativo, que no es otra cosa sino otra cara de la misma moneda, porque en estos tiempos se confunde frecuentemente la información con la informática.

Según la teoría general de la relatividad, la masa es una deformación del espacio-tiempo. Tú, Salvador, deformas el espacio-tiempo en tu entorno y, cuando te mueves, lo que haces es trasladar esa deformación espaciotemporal contigo. Los objetos que estaban antes cerca dejan de estar influidos por ti (en realidad, disminuye tu influencia) y nuevos objetos próximos a tu trayectoria pasan a sentirse atraídos por ti (gravitatoriamente, no me refiero a otra influencias). ¿Cómo se enteran de que llegas? Porque tu movimiento -deformación del espacio-tiempo a tu alrededor- se transmite por ondas gravitacionales (como la del barco por olas de agua o la del avión por ondas sónicas) que van acondicionando el espacio-tiempo a las nuevas circunstancias.

Lo que pasa es que la fuerza gravitatoria es muy débil (no para el que se cae del décimo piso, por supuesto) y la deformación del espacio-tiempo a tu alrededor es imposible de medir, cuanto más sus variaciones. Por eso es necesario esperar a cataclismos másicos (lejanos desde luego, porque si son próximos no lo contamos) como un choque de galaxias o, como parece ahora, la fusión de dos agujeros negros para que nos lleguen señales medibles.

La importancia de esto reside en encontrar una explicación a las llamadas acciones a distancia, particularmente la gravitatoria. Ya, desde que se dejó de creer que las estrellas estaban colgadas de las esferas celestes, y particularmente desde la teoría de la gravitación de Newton, había chocado cómo se podían ‘enterar’ los planetas de que el Sol estaba allí, cómo les llegaba la fuerza gravitatoria que los hacía girar a su alrededor sin cadena que los uniera. Ahora se trata de ver cuál es la naturaleza de las ondas gravitatorias, su velocidad, el soporte material que une la gravitación con la física de partículas…. Fascinante.

Lo siento, pero no puedo intentar «explicarlo» de forma más breve.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.