Recomiendo:
0

La toma de posición de los medios comerciales brasileños

Fuentes: Barómetro Internacional

El editorial del centenario periódico O Estado de São Paulo, uno de los más importantes del Brasil, del 25 de septiembre de 2010, constituye un episodio significativo en la comunicación de masas en el país. A la manera de ver de este analista, asumir una posición públicamente implica una nueva era en las relaciones de […]

El editorial del centenario periódico O Estado de São Paulo, uno de los más importantes del Brasil, del 25 de septiembre de 2010, constituye un episodio significativo en la comunicación de masas en el país. A la manera de ver de este analista, asumir una posición públicamente implica una nueva era en las relaciones de las empresas periodísticas con la política brasileña.

En el texto titulado «O mal a evitar» (El mal a evitar), el periódico de la familia Mesquita (una de las que componen el oligopolio mediático brasilero) define su rechazo al concepto de los medios comportándose como partidos políticos y al mismo tiempo asume el apoyo a José Serra, del Partido de la Social Democracia Brasileña – PSDB (el mismo del ex-presidente Fernando Henrique Cardoso) e Indio de la Costa, del Partido Demócratas – DEM (el más conservador y neoliberal de las elecciones) alegando que es necesario evitar un daño mayor.

Al contrario de varios compañeros en la ciencia política contemporánea, entiendo que la prensa (los agentes económicos cuyo producto simbólico condensa información, opinión y sentido) aún bebe en la tradición de la Revolución Francesa y debe siempre exponer su visión de mundo y posicionarse en las coyunturas políticas. Está en su naturaleza, y aún cuando no lo explicite, de todos modos realiza estos dos movimientos.

Cuando una de las mayores empresas del país define su preferencia en este momento político, veo tal hecho como un motivo de celebración, ya que defiendo esta tesis hace más de diez años. Conmemoro la hazaña como periodista por formación, finalmente graduado en esta especialidad en la Universidad Federal del Río de Janeiro y también por ser actor tanto en los medios alternativos como en la enseñanza, en el área de comunicación y política.

Uno de los pasos para aumentar la participación popular en este régimen es el explicitar las posiciones. Yo aún, modestamente, nunca escondí mi no adhesión al proceso de democracia indirecta y abrí la defensa de la vía de la democracia directa, donde las decisiones fundamentales pasan por plebiscitos o referéndum. Reconozco estemos muy distantes de este modelo democrático radical. En lo que concierne a las relaciones tensas entre la gran prensa y el gobierno, necesitamos tener frialdad analítica para comprender el motivo de esa incomodidad.

Hace pocos días escribí que la campaña está siendo pautada por los medios. Esto no implica necesariamente adulteración factual, pero los énfasis y enfoques siempre están y estarán vinculadas con el punto de vista de quien produce el contenido. Es de eso que se trata la pugna de los candidatos gubernistas con las mayores empresas de comunicación del Brasil, como las Organizaciones Globo, la editora Abril y el periódico Folha de São Paulo, que junto con el periódico Estado de São Paulo, componen el principal núcleo informativo del Brasil.

Este proceso electoral viene siendo una disputa en dos partes. En la primera mitad, concomitante con la eliminación de los canarinhos en la Copa del Mundo y, posteriormente, el inicio de la campaña obligatoria, todos los candidatos afirmaban la agenda positiva. Desde el inicio, intentaban tomarse un aire de verosimilitud con el gobierno de Luiz Inácio Lula de Silva, del Partido de los Trabajadores – PT.

Ya en la segunda parte del primer turno de las elecciones, y concomitante con las denuncias y a contra pautas de los medios, la disputa comienza a barajar el mazo. No se trata de una novedad, en vista de lo ocurrido en la elección pasada, cuando la acción de los «aloprados» creó un hecho mediático necesario para inyectar aliento en la oposición tucana. En esa ocasión, la Policía Federal detuvo a dos personas conectadas al PT con R$ 1,7 millón, que serían supuestamente usados para comprar un dossier contra José Serra, entonces candidato a la Gobernación de São Paulo. Un hecho idéntico se dio en 2002, con la Operación que gestara la empresa Lunus, perjudicando la candidatura de Roseane Sarney (DEM), hija del ex-presidente de apellido homónimo, José, beneficiando así el propio Serra, que pasó a contar con el apoyo de toda la derecha.

Esa vez el trabajo de las mayores empresas periodísticas fue investigar, recalentar y difundir una imagen -en parte correcta- de que hay (o había) un escándalo en el primer escalón de la Presidencia. La oposición trabaja hoy con la evidente maniobra de campaña de asociar a Dilma con su ex-subordinada del Ministerio de la Casa Civil, Erenice Guerra. La situación defiende, a mí modo de ver en forma muy tímida, la tesis de que los medios «toman partido» y se inclinan a favor de una o dos candidaturas.

No veo la toma de posición como problema o dilema, tanto conceptual como de práctica política. Los medios del país alguno son «neutros, imparciales y objetivos». Además, si hay algo incompatible con la producción de sentido es la neutralidad.

Contradictoriamente, la afirmación de neutralidad como teoría es fácilmente refutable, pero como doctrina tiene un efecto de legitimación absurdo. Cuando la empresa de la familia Mezquita explicita su preferencia electoral y expone los motivos, invita sus pares a hacer lo mismo, adhiriéndose o no a su candidato.

Repito. Tal hecho es muy saludable para aumentar la politización de los aún pocos brasileños que consumen y comprenden la producción de periodismo con énfasis en la política. Espero, sinceramente, que todo y cualquier vehículo mediático, sea grande o pequeño, empresarial o sindical, de mercado o alternativo, privado o comunitario, haga lo mismo. Sólo así derrumbamos el falso mito de la neutralidad y objetividad y pasamos a comprender que la decisión colectiva está implicada en disensos y antagonismos.

Comentario Final después de la primera vuelta: Los medios han conseguido una victoria puntual, una vez que imponen la agenda para el candidato más a la derecha (no que los aliados de Dilma no sean de derecha y ella misma es, cuando mucho, una keynesiana desarrollista) y en la primera vuelta de las elecciones generales brasileñas, Dilma ha recibido un 46,91% (47.651.434 votos), Serra se llevó un 32,61% (33.132.282 votos) y la ex petista intentando abrir una cuña de tipo tercera posición, Marina Silva obtuvo 19,33% (19.636.359 votos). En esta batalla, los medios de familias oligárquicas nacionales han salido parcialmente victoriosos.

Bruno Lima Rocha es politólogo (phd), docente universitario y periodista profesional

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.