Como novedad editorial de Boltxe liburuak presentamos una edición del libro de Saïd Bouamama La Tricontinental. Los pueblos del Tercer Mundo al asalto del cielo, traducido del francés por Beatriz Morales Bastos. Aborda una histórica reunión celebrada en La Habana en enero de 1966 entre diferentes movimientos de liberación nacional y partidos socialistas y comunistas […]
Como novedad editorial de Boltxe liburuak presentamos una edición del libro de Saïd Bouamama La Tricontinental. Los pueblos del Tercer Mundo al asalto del cielo, traducido del francés por Beatriz Morales Bastos. Aborda una histórica reunión celebrada en La Habana en enero de 1966 entre diferentes movimientos de liberación nacional y partidos socialistas y comunistas de América Latina, África y Asia que en ese momento se hallaban en plena lucha de liberación nacional y social contra el colonialismo, el imperialismo y el capitalismo. Potenciar la ayuda de los pueblos en lucha, conocerlas para respetarlas, incentivar el internacionalismo fueron los grandes objetivos de sus organizadores, a saber Mehdi Ben Barka, Fidel Castro, Ho Chi Minh, Amílcar Cabral, Ernesto Che Guevara y muchos otros militantes que tuvieron que hacer extraordinarias peripecias para poder llegar a La Habana. Un internacionalismo sincero, sin intereses geoestratégicos egoístas o sin ponerse al servicio de los intereses de un partido político, movimiento o persona concreta. Un internacionalismo que tenía claro que la unidad de acción entre los pueblos debe ser una prioridad, desde el respeto a las formas de lucha escogida por cada pueblo, sin intromisiones ni tutelajes. Los Estados colonialistas e imperialistas se dieron rápidamente cuenta de la fuerza que representaba la Tricontinental, por lo que la criminalizaron rápidamente, e intentaron desprestigiarla acusando a sus organizadores de estar al servicio de Moscú o de Pekín. Cuando estas tácticas no dieron el fruto que pretendían los Estados colonialistas e imperialistas dieron un paso más y empezaron a asesinar a los participantes de la Tricontinental, lo primero fue el rapto y asesinato del principal organizador de la reunión de La Habana, el marroquí Mehdi Ben Barka que fue raptado en pleno centro de París y del que nunca más se supo nada. Pero a pesar de todo la cumbre se realizó. Una experiencia que se debe conocer, entender, pero sobre todo se debe aplicar… el internacionalismo en su cara más humana, el internacionalismo que aplicó hasta sus últimas consecuencias Che Guevara y muchos otros militantes internacionalistas, como por ejemplo Pakito Arriaran, que continuaron luchando en la senda marcada por la Tricontinental y que cayeron asesinados por los Estados colonialistas e imperialistas. Pensamos que para avanzar en la lucha en Euskal Herria es necesario conocer y estudiar las luchas de los pueblos que se enfrentaron y se enfrentan al colonialismo, al neocolonialismo y al imperialismo.
Como siempre precio popular, 5 euros, se puede adquirir por correo electrónico ([email protected]), en la tienda que hay en la web de Boltxe (http://www.boltxe.eus/denda/) o en las mesas que suele poner Boltxe en las fechas y lugares habituales. Este es el prólogo del libro a cargo de Walter Wendelin, militante de Askapena (Solidaridad Vasca con los Pueblos):
Pequeña autocrítica para aprehender la Tricontinental
1. Sería siempre insuficiente pretender criticar más y mejor a los colonialistas o despotricar con mayor vehemencia contra los imperialistas por sus crímenes de lesa humanidad y la miseria que le han legado a la humanidad. No es que no se lo merezcan, tampoco es un esfuerzo completamente vano, pero mientras nos centramos en ello, mientras tocamos el tam-tam o la txalaparta se nos quema la choza y el baserri. Sobre el colonialismo, el neocolonialismo y el imperialismo los hombres de la Tricontinental citados en este libro se expresan con una contundencia admirable a la que no estamos acostumbrados. Todas las citas reflejan cronológicamente y de forma muy clara y comprensible cómo se gestó la Tricontinental y cómo se gestionaron las contradicciones internas e intereses encontrados y los problemas causados por aliados y enemigos. Dijeron verdades sobre la historia y verdades ideológicas y políticas que hirieron muchas sensibilidades porque no son interpretables ni se pueden malentender. Seguirían hiriendo si no fuera porque han caído al pozo del olvido histórico.
2. Pero no fueron estas palabras hirientes las causantes de que casi todos los actores principales fueran asesinados por las fuerzas oscuras de los Estados de «derecho», «civilizados» y «demócratas» de Occidente. El poderoso no suele sentirse aludido por cierta memoria histórica. Fueron asesinados porque mostraron con palabras claras y contundentes tener conciencia de la necesidad de pasar de la palabra al qué hacer y por hechos consumados inequívocos que tenían capacidad, voluntad y valor para hacerlo. Y lograron grandes e importantes victorias en sus tres continentes. En el mundo enriquecido la izquierda no dio la talla para un internacionalismo solidario. Por otra parte, la casi total ausencia de mujeres supuso otra debilidad que impidió acumular poder suficiente sin tocar tanto el tam-tam.
3. Sin poder suficientes no lograron todas las victorias necesarias para resistirse al curso del capitalismo. El colonialismo e imperialismo han evolucionado desde aquellos años de la Tricontinental. Lo han hecho en la misma medida en que la izquierda eurocéntrica navegara en su Titánic occidental con todo lujo de confort hacia la deriva. No hay más ciego que el que no quiere ver ni más alienado que el que critica la alienación y la falta de autocrítica, siempre y solo de los demás. Ya nada tienen que ver las autodenominadas «socialdemocracias» actuales con la socialdemocracia original, ni siquiera con la de aquellos años sesenta del siglo pasado. La «izquierda moderada» o «de centro» ha asumido el capitalismo con todas sus miserias y crímenes. Aunque nos consideremos de la izquierda europea más radical y revolucionaria no debemos perder la perspectiva ideológica histórica global: hoy la Tricontinental aún tendría más y mejores razones para excluirnos.
4. La Tricontinental es la expresión más genuina del internacionalismo solidario. Sin embargo, es necesario bastante autocrítica por parte de la solidaridad internacionalista para poder sacar conclusiones acertadas y no quedarnos en un romanticismo autocomplaciente de las luchas guerrilleras de liberación nacional y social. Esperamos que tenga algo de interés también para esta izquierda europea que todavía está convencida de la existencia del derecho a la rebelión en la práctica del qué hacer de la lucha cotidiana. El resto, quienes nieguen la necesidad de la rebelión práctica diaria en las democracias de los Estados de derecho y bienestar social en las que viven, poco van a aprender y, en todo caso, aplicarán lo aprendido mal y en beneficio del gran capital. No olvidemos nunca que la mejor trampa del diablo, su mayor engaño, es hacernos creer que no existe -o si no hay forma de negar su existencia, que nosotras y nosotros mismos somos el mal. Mal de muchos…
5. El derecho es de Dios y como este ha muerto o se quedó dormido al séptimo día, el derecho es la Torre de Babel, una construcción humana, demasiado humana. Dejemos de rebuscar nuestro derecho a la rebelión entre las mentiras, eufemismos, tópicos y tecnicismos legalistas del derecho burgués El derecho solo es efectivo con poder. Sin poder es un instrumento débil y enclenque. En manos de la oligarquía burguesa es un arma de destrucción masiva. Hasta que no se logre el poder suficiente para construir y hacer efectivo el derecho socialista de rebelión asumamos la necesidad y la legitimidad de la rebelión popular.
6. Con la historia de la Tricontinental podremos recuperar muchas verdades que han quedado sepultadas bajo la manipulación masiva a la que hemos sido y seguimos siendo sometidos y sometidas, siempre que lo hagamos desde una postura autocrítica -autocrítica que nada tiene que ver con la autoflagelación masoquista ni con marketing electoral. Las verdades cuanto más hieran nuestra sensibilidad más importantes serán. Para no caer en el tópico de que todo es relativo ni en el engaño de la postverdad hay que asumir que no hay muchas verdades sino solamente una. Lo que la hace relativa en apariencia son nuestras limitaciones y debilidades, y la falta de voluntad y valor para enfrentarse a ella. La postverdad es simplemente una mentira falaz sin más finalidad que cometer un crimen con impunidad. Solo el enemigo y sus aliados alienados condenan la legitimidad de mentir al enemigo. Pero mentir al pueblo nunca es revolucionario sino que demuestra debilidad, miedo, errores, incapacidad, falsedad, una derrota no asumida o una traición y siempre falta de respeto. Las justificaciones son siempre excusas. Argumentar que utilizamos una forma específica para que el contenido no hiera sensibilidades es en sí otra mentira. Cualquier cambio de forma cambia el contenido. Expresar una verdad con un eufemismo piadoso, un tópico líquido, una generalización sin concretar, un concepto indefinido, una metáfora interpretable de cualquier manera convierte el contenido verdadero en una mentira. Ni siquiera el hecho objetivo de que ninguna persona es capaz de percibir, comprehender ni expresar toda la verdad o que la mentira es un mecanismo necesario para el funcionamiento de las relaciones humanas y de la sociedad justifica la mentira. ¿Hasta qué punto los errores de análisis son mentiras con algún atenuante? ¿Cuándo aparentar un error con autocrítica forzada o de marketing es una mentira con agravante? Con la verdad sucede como con la utopía: siempre se alejará la mitad de la distancia que nos acerquemos y como un Tántalo cuántico nunca beberemos de ella. Suplicio y paraíso a la vez, la verdad es revolucionaria siempre, aunque duela.
7. Hay muchas teorías sobre la revolución. Sin teoría no hay revolución. Pero sin revolución tampoco hay teoría, al menos no una acertada, una sin errores, sin lagunas. En teoría se pueden demostrar los errores y las debilidades de cualquier teoría. Pero la verdad de una teoría revolucionaria solo se demuestra con la práctica, con la revolución. La batalla de las ideas se vence en la calle, no en las «torres de marfil» ni en los parlamentos ni en las tabernas. En las universidades e institutos de Occidente tenemos muchos intelectuales teóricos brillantes que demuestran errores y debilidades en las teorías ajenas, e insisten en el acierto de la propia teoría. Pero ¿cuánta práctica revolucionaria necesita un intelectual de la revolución para no ser traidor y confidente de la oligarquía con su teoría? ¿Y cuánta teoría necesita un militante revolucionario para no acabar siendo un tonto útil de la estrategia del capital?
8. Al responder a estas preguntas habrá opiniones con todos los matices y para todos los gustos y colores, desde las más fanáticas de un extremo u otro hasta las equidistantes más fundamentalistas, sin olvidar a las integristas posicionamientos ni-nis. En el mejor de los casos fracasarán todos los intentos de llegar a un consenso entre estas opiniones. La razón radica en que el consenso entre opiniones en la práctica es casi imposible: un 90 % de la opinión está formada por la intuición subjetiva de cada individuo, sus valoraciones, sus prejuicios y todo el cúmulo de experiencias, traumas y sensaciones inconscientes. El 10 % restante son argumentos, conocimiento de datos y hechos, mediciones objetivas, relaciones lógicas y emociones conscientes. Solo con estos se pueden corregir las opiniones de cada cual para llegar a un consenso verdadero. De llegar a un consenso en base a las opiniones, siempre será un falso consenso en el que cada parte creerá que ha logrado persuadir a la otra parte mediante artilugios literarios, metáforas interpretables, tópicos-trampa, generalizaciones, eufemismos y conceptos sin definir o desconocidos pero biensonantes. Estos falsos consensos nos explotan en la cara al primer paso que damos desde la teoría del debate a la práctica de la calle. Y el culpable del engaño siempre será el otro con la consiguiente fragmentación y polarización emocional de la izquierda. Esto es hoy la finalidad última y el valor del «consenso».
9. Para evitar los debates interminables y repetitivos, que frustran y desmovilizan, para rehuir los falsos consensos, con los que nos engañamos, y para prevenir la polarización emocional, que suele ser casi imposible de revertir, es imprescindible centrarse en aquel 10 %, la base consciente y objetiva de nuestras opiniones. Si criticamos a nuestras compañeras y compañeros con argumentos, datos, mediciones, relaciones lógicas o hechos empíricos la crítica será constructiva y podrá llevar a un consenso. Por eso, para llegar al consenso es más importante aclarar lo que nos diferencia realmente que basarnos en lo que quizá solo en apariencia nos une. Es humano pero nefasto confundir deseo con realidad.
10. La tan practicada crítica pública del otro como del enemigo, el tam-tam electorero, en realidad es contraproducente porque le informa dónde tenemos nuestras debilidades y cómo poder engañarnos más y mejor. Por otro lado, los insultos públicos puede ser una táctica para enfurecerlo y provocar que cometa errores, pero hay que saber qué errores queremos provocar. Con la crítica del enemigo en un acto o debate interno podemos calentar el ambiente y provocar rabia y odio en la propia gente, lo cual es, como dijo el Che, un arma imprescindible para hacer la revolución. Sin embargo, cuando lo practicamos personas o grupos que no estamos concienciadas ni dispuestas a llevar a cabo una estrategia revolucionaria, la crítica del enemigo acaba en un ejercicio masturbatorio de lloriqueo colectivo con catarsis final o en una carrera interna para mostrar quién es más brillante atacando al enemigo literaria, que no literalmente, con la finalidad de conseguir protagonismo. Luego, en la lucha práctica, todos estos en quienes como ilusos habremos creído, nos desilusionarán.
11. La crítica de los otros y sobretodo de los enemigos siempre debe estar precedida de un análisis radical de sus objetivos reales y sus prioridades objetivas. En nuestras democracias actuales estos objetivos y prioridades reales nunca coinciden con los objetivos y prioridades que declaran públicamente por lógicas razones electorales. Conviene realizar el mismo ejercicio de análisis con el discurso propio, porque en esta democracia tampoco nuestros objetivos y prioridades reales pueden coincidir los objetivos y prioridades de nuestro discurso público por las mismas razones. Solo así lograremos no dejarnos engañar y ser sinceros con nosotros mismos. Solo así lograremos diferenciar al enemigo principal e identificar un potencial aliado táctico o estratégico. Todo análisis deberá estar basada siempre en la autocrítica sincera tanto de los objetivos y prioridades como de las fuerzas y ventajas, las debilidades y desventajas propias frente a las ajenas. Criticar y despotricar cuando nos sale del estómago o del corazón es humano, pero puede ser poco efectivo o muy contraproducente.
12. En nuestra particular forma de democracia occidental, una democracia de partidos, parlamentaria y representativa, la crítica se ha vuelto el principal instrumento para diferenciarse de los demás. Actualmente todos los partidos políticos piden el voto de las personas asalariadas (ya sea con salario, en espera o aspirando a un salario) y de las pensionistas (exasalariados) y las esposas cuidadoras (dependientes del asalariado), que actualmente conforman el 95% de la población con derecho a voto y con intereses homogéneas. Queda eliminada la pluralidad originaria en la que los partidos representaban los intereses contrapuestos de diferentes sectores socioeconómicos (aristocracia, banqueros, burguesía, propietarios rurales, artesanos, iglesia…) que al inicio de las democracias fueron la base de la pluralidad de intereses y objetivos políticos e ideológicos del sistema de partidos. Para no perder su hegemonía la oligarquía, cada vez más minoritaria por el proceso de monopolización capitalista, incide en la alienación de la población mediante los medios de comunicación masivos, la educación, la industria del ocio… en la capacidad represiva del Estado y en la influencia directa sobre los partidos y los políticos mediante sistemas de financiación legales e ilegales. Así han logrado la división pseudoideológica de la población votante de modo que siempre persiste un equilibrio de votantes entre partidos que impide la creación de una hegemonía electoral mínima para realizar cambios del statu quo en contra de los intereses de los propietarios del gran capital. Esta forma de democracia o «democradura», funciona tanto mejor cuanto menor sea la participación real de la gente y cuanto más persuadidos estén de una capacidad, conocimiento y poder para participar democráticamente. La quintaescencia de la alienación es lograr que todos y todas estemos convencidos que la alienación afecta solo a los demás.
13. La izquierda europea forma parte de esta ciudadanía alienada y desde esta conciencia de nuestra alienación debemos leer la historia de la Tricontinental. Si negamos nuestra alienación la opinión que nos formemos de la Tricontinental será mucho más errada todavía y contrarrevolucionaria. Esto estalla contra uno de los valores que la izquierda europea todavía defiende, al menos en sus discursos: el respeto absoluto a la voluntad del pueblo incluso cuando yerra. Pero la alienación no es un error y no superaremos esta contradicción con nuestra lógica lineal simplista de supuesto sentido común, el menos común de los sentidos. Estos son los mimbres que tenemos en nuestra sociedad civilizada, pero erramos si obviamos que a la vez de artesanos mimbreros de la revolución formamos parte de los mismos mimbres alienados. Para sensibilizar, concienciar, formar, organizar y movilizar al pueblo debemos someternos humildemente a la sensibilización, concienciación, formación, organización y movilización de los demás. Son el infierno, sí, según Sartre, pero por este infierno debemos pasar cual Dante.
14. Durante décadas intelectuales marxistas y no marxistas han criticado a la izquierda por ser economicista. Con razón o sin ella, la izquierda ha absorbido y se ha impregnado de esta crítica hasta el punto de que actualmente se autodefine y pretende diferenciarse de los demás casi exclusivamente por valores éticos de justicia, igualdad, derecho y bienestar social… obviando el crimen de la propiedad privada de los medios de producción y sin contemplar los mecanismos económicos y productivos que causan las injusticias, las desigualdades, las miserias y las guerras. A pesar de los grandes esfuerzos mercadotécnicos para diferenciarse, los discursos, el argumentario, las formas y los programas políticos de la izquierda cada día se parecen más a las mentiras y engaños electorales de la derecha.
15. La izquierda occidental se ha vuelto más individualista, en oposición a lo colectivo, que la derecha. Esto lo muestra muy claramente en sus reivindicaciones simplistas ante el problema de la migración y el asilo. Como no tiene propuesta alguna de cómo resolver este problema no solo rechaza la necesaria radicalidad respecto a las causas sino que obvia la realidad antropológica del ser humano. Así, la izquierda actual en todas sus vertientes es utilizada, sin darse cuenta, de bombero para apagar fuegos cuando comienzan a peligrar los intereses de la oligarquía por la rebeldía de los migrantes. O bien es utilizada para promover el racismo más primitivo y nazi en la medida en que al capital le interese este tipo de confrontación entre la ciudadanía, por ejemplo, con fines de especulación urbanística o para recortar aún más los derechos laborales. Tenemos otro interesante caso en la Sudáfrica moderna tras su victoria contra apartheid, una lucha con la que también se solidarizó la Tricontinental.
16. Otro ejemplo que muestra cómo la izquierda occidental ha cambiado sus señas ideológicas de identidad por valores humanistas individualistas es el de la cooperación y ayuda al desarrollo donde se gestionan granitos de arena contra el hambre de unos pocos frente a la construcción de pantanos o minas de coltán con los que destruyen países enteros. Las guerras «humanitarias» o «por la democracia» y «por los derechos humanos» son necesarias para la «destrucción reconstructiva» como forma de superar la crisis de la tasa de ganancia del gran capital. El negocio de la reconstrucción de los países destruidos pretende mantener unos años más el mecanismo capitalista de acumulación económica monopolista de las riquezas. Para enfrentar estos crímenes de lesa humanidad se acepta como condición necesaria el crecimiento económico con el que ayudar en base a granitos de arena. «Lo pequeño es hermoso». Será, pero solamente si probamos estrategias efectivas para tumbar a Goliat. Si nuestra motivación para lo pequeño es apaciguar a Goliat, lo pequeño es estúpido y suicida.
17. Solamente si identificamos el «crecimiento económico», supuestamente tan imprescindible para arreglar los problemas de la humanidad, como un proceso de concentración de la riqueza en cada vez menos manos con un despilfarro y una destrucción absoluta de riqueza como efecto colateral inevitable, si reconocemos el dinero no como símbolo de riqueza sino como deuda impagable con la fuerza de trabajo disponible, si analizamos el modelo de competitividad capitalista como el menos rentable de los sistemas para la humanidad… solamente entonces podremos aprehender y compehender la lógica de la realidad de pobreza desde la que actuó y luchó la Tricontinental. Con la globalización no hay asilo posible. El capitalismo arrasará cualquier refugio en cualquier lugar del mundo. Si no lo hiciera no sería «capitalismo».
18. ¿Cómo queremos entender las contradicciones y enfrentamientos de la Tricontinental, sus análisis y sus propuestas, sus principios, sus logros, sus victorias y sus derrotas si ya apenas intuimos la diferencia entre izquierda y derecha, si la derecha de flequillo progre nos adelanta por la izquierda sin que nos demos cuenta y la progresía izquierdista se alía con los resabiados internos de la derecha? Hoy la formación ideológica es mucho más complicada aún que antes y requiere más esfuerzo, más teoría y más compromiso práctico. Las nuevas tecnologías no se pueden soslayar, pero sortear sus peligros y prevenir los nuevos sí se puede y se debe. Quizá desde el mundo «desarrollado» y enriquecido sea imposible gestionar estas problemáticas precisamente por el supuesto «desarrollo» y las engañosas «riquezas» que esconden nuestra miseria. Desde el mal llamado «tercer mundo», desde los «países en vías de desarrollo», desde el «Sur», con estos eufemismos u otros, desde la pobreza de algunos de los pueblos que participaron y lucharon en tiempos de la Tricontinental contra el imperio, sí nos llegan nuevas iniciativas y formas de cómo enfrentarse al imperialismo, también al interno, con el que están impregnados nuestros propios cerebros.
19. Hay quien pretendió comparar el Foro Social Mundial contra la globalización con la Tricontinental e incluso hacerlo heredero y superarlo. Desgraciadamente, poco se ha estudiado la Tricontinental en este Foro a pesar de que hubo algún participante de ella en varias de las primeras ediciones del Foro Social Mundial. Pero el eurocentrismo engreído de las masas foreras semipudientes logró imponer sus prioridades, su visión de los problemas y sus propuestas de alternativas y soluciones inviables por estar basadas en el voluntarismo buenista -bienintencionado o no- pero sin querer aprender de la historia. Por eso la historia no nos absolverá. Gran parte de la izquierda progresista defendía la multiculturalidad y la diversidad, y mantuvo su opinión sobre la coincidencia del fascismo con el nacionalismo sin entender que para que hubiera diversidad lo «multi» era un peligro y un instrumento de homogenización del imperio. Tampoco aceptaban que el sujeto de la diversidad eran las naciones y que en este mundo, para no ser engullido y homogeneizado a la «cultura» imperialista y subimperialista, disponer o no de un Estado podía significar la diferencia entre la exterminación y la supervivencia como sujeto nacional. Todos se preciaban de internacionalistas, algunos incluso negando el internacionalismo a personas nacionalistas, sin entender que sin nacionalismo no puede haber internacionalismo. El cosmopolitismo antiglobalización postmoderno fue teorizado con artificios por Negri y Hardt. Así, un imperialismo sin imperio se transformaba por arte de pensamiento mágico en el imperio de una multitud de subjetividades sin imperialismo y sin Estados, y todo ello pacífica y democráticamente, a través de Naciones Unidas, el derecho internacional y el control sin violencia ni rebelión de las grandes empresas transnacionales.
20. Además de muchas otras preguntas, quedará por responder por qué no se han logrado los objetivos de la Tricontiental y por qué, a pesar de ello, no ha fracasado y, entonces, quién ha fallado y en qué. Averigüemos algunas razones a través de las citas de los protagonistas de la Tricontinental y luego preguntemos a los y las actuales revolucionarias de aquellos pueblos. Con sus respuestas formémonos una opinión dejándola siempre modificable a través de más argumentos, hechos, datos y opiniones de personas involucradas con responsabilidad en la lucha por la liberación social y nacional de su pueblo, con conocimiento práctico-teórico y, por tanto, con autoridad. No obviemos que la autoridad nadie la puede obtener por designación o fama y menos por autoadjudicación. La autoridad legítima solo se obtiene de manos del pueblo y por méritos que solo el pueblo tiene legitimidad para valorar y capacidad para hacerlo acertadamente.
21. De nuestros errores y debilidades inconscientes no podemos hacer autocrítica. Pero sí podemos estudiar la memoria de la Tricontinental, que puede ayudarnos a superar algunas de nuestras más nefastas improntas y otras tantas ilusiones impuestas y falacias inducidas. Y si aceptamos nuestra realidad antropológica con algo más de humildad revolucionaria quizás consigamos dejar de ser ilusos. La verdad siempre es revolucionaria. Si volvemos a confiar en la utopía realista y pragmática del comunismo como faro de nuestra lucha y lo mostramos con hechos como, por ejemplo, la organización de un «ALBA europeo», entonces quizá y solo quizá, los pueblos oprimidos, empobrecidos y masacrados por el imperialismo y neocolonialismo de nuestros Estados y nuestra democrática sociedad civil civilizada nos dejen participar de la estrategia internacionalista y podamos compartir la ternura de los pueblos. Entonces habremos salido de la miseria de la riqueza económica y financiera, y seremos pueblo pobre y digno. En esta victoria nos encontraremos con los compañeros y compañeras herederas y usufructuarias de la Tricontinental. Hombro con hombro la txalaparta y el tam-tam dirán alto y claro: «Ya no pasarán, jamás».
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