Recomiendo:
0

La tumba de Cervantes parece una fosa

Fuentes: Noticias de Navarra

Todo está dicho y, sin embargo, nos siguen faltando las palabras. Pasan los años, los dolores se transforman, las heridas se tornan cicatrices, los crímenes se volvieron hazañas, las clases más poderosas forjaron su régimen y los cuerpos yacen en las fosas. Por todo ello, las palabras siguen siendo necesarias. Sostienen la memoria, rompen los […]

Todo está dicho y, sin embargo, nos siguen faltando las palabras. Pasan los años, los dolores se transforman, las heridas se tornan cicatrices, los crímenes se volvieron hazañas, las clases más poderosas forjaron su régimen y los cuerpos yacen en las fosas. Por todo ello, las palabras siguen siendo necesarias. Sostienen la memoria, rompen los silencios y refuerzan los afectos.

Hace escasos meses publicitaron que en los suelos del convento de las Trinitarias se buscaba con sofisticados métodos técnicos el cuerpo de un hombre de unos 70 años con el brazo izquierdo impedido, dos arcabuzazos en el pecho y solo seis dientes. Según los datos disponibles, debería estar depositado en un ataúd pequeño, con el hábito franciscano y un crucifijo de madera. Sus restos tienen que estar un poco maltrechos, dado que ese cuerpo desapareció a principios del siglo XVII, aunque el Ayuntamiento de Madrid ha prometido dedicar una partida de 100.000 euros para su localización.

A varios centenares de kilómetros, en Donostia, se celebraba unos pocos meses después un curso de verano de la UPV/EHU, dirigido por Josu Chueca, donde se hablaba de otros cuerpos desaparecidos, fusilados, mancillados, violentados, asesinados. Todos los ya descubiertos y otros muchos en paradero desconocido, sin hábito religioso, ni lápida reconocida, ni tierra conocida. Miguel Sánchez-Ostiz los evocó allí, así como la vida de aquellos otros que permanecieron en silencio, ausentes, escarmentados. Tras aquel 18 de julio los cuerpos siguen en fosas y simas, sin ningún reconocimiento gubernamental u oficial, como aquellos que encontró la Sociedad Aranzadi en una sima de Urbasa, bajo la mirada emocionada de la escritora Julia Otxoa y el escultor Ricardo Ugarte.

Mientras las instituciones buscan los restos del manco de Lepanto, los otros cuerpos siguen sometidos al olvido, como un gesto de escarnio, de infamia, de democracia amnésica, de dictadura de los sentimientos, en una guerra que todavía no ha terminado. Y Julia, nieta de aquel hombre sometido al crimen hasta acabar en esa sima, nos deja un poema, breve pero contundente, en la lengua de Cervantes: «Nombrar la realidad política de mi país con un lenguaje alejado de la costumbre, por ejemplo a través del lenguaje especializado de los forenses». Aunque sea con el lenguaje forense y más allá de la cartografía de la vergüenza, las palabras sostienen la memoria, rompen los silencios y refuerzan los afectos comunes.

Fuente original: http://www.noticiasdenavarra.com/2014/07/20/opinion/tribunas/la-tumba-de-cervantes-parece-una-fosa