Hasta ahora, el triunfante ritmo de la Oda a la Alegría llevaba a millones de europeos a sentirse identificados con Europa, un continente de bienestar, progreso, tradición, cultura y justicia social. Pero las notas del himno oficial de la Unión Europea, que versiona el clásico de Beethoven, comienzan a traer reminiscencias más propias de la […]
Hasta ahora, el triunfante ritmo de la Oda a la Alegría llevaba a millones de europeos a sentirse identificados con Europa, un continente de bienestar, progreso, tradición, cultura y justicia social. Pero las notas del himno oficial de la Unión Europea, que versiona el clásico de Beethoven, comienzan a traer reminiscencias más propias de la marcha fúnebre de Chopin. La pertenencia a la Unión es ahora una fuente de tensión para los habitantes de los conocidos como países periféricos (Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia) que no ven el final de la espiral de recortes sociales. Lo que Europa les dio (miles de millones de euros en fondos de cohesión), ahora se lo cobra con creces, imponiendo duros recortes llamados, dicen, a salvar al euro de las garras de los mercados.
Un año y medio después de la primera oleada de ajustes (que arrancaron el 9 de mayo de 2010), Europa acomete un segundo recorte de igual o mayor intensidad que el primero. Ayer le tocó el turno a Portugal e Italia para más recortes y en Reino Unido continúan las protestas por los ajustes aprobados. El país luso, el último rescatado por sus socios, ha optado por tomar la drástica medida de recortar a la mitad la paga extra de Navidad de todos los trabajadores que cobren por encima del salario mínimo. Ningún país había llegado tan lejos ya que los recortes directos sólo se habían impuesto, hasta ahora, en los salarios de los empleados públicos.
El recién nombrado Pedro Passos Coelho, que no apoyó el plan de ajuste propuesto por su antecesor Sócrates, se ha visto en la tesitura de fijar un impuesto que tocará el bolsillo de la clase media.
Tampoco Italia se ha librado de abordar un multimillonario ajuste después de que las agencias de calificación de riesgo pusieran la mirada sobre la puntiaguda bota. Aunque la deuda italiana siempre ha sido hiperbólica (supera en un 120% el valor de su economía), el primer ministro, Silvio Berlusconi se sentía a salvo por la poca exposición a los inversores extranjeros, lo que le permitía más margen de maniobra. Sin embargo, las agencias de rating le han avisado de que podría perder la calificación A, un paso que dañaría su imagen internacional, sobre todo para sus empresas exportadoras. Además, ayer Grecia votó el desarrollo reglamentario del paquete de recortes que tendrá que poner en marcha de aquí a cinco años y que reportarán al Estado, en forma de ingresos o ahorro de gastos, 78.000 millones de euros.
Reino Unido, un país fuera del euro pero considerado «corazón de Europa», sigue cosechando las protestas de sus ciudadanos por los recortes adoptados. Ayer, los funcionarios salieron a las calles para oponerse al recorte de sus pensiones.
La tijera ha llegado incluso a las instituciones europeas que han superado los tres primeros años de crisis indemnes. Bruselas propone un recorte de un 5% en los empleados de la Comisión Europea, subir su jornada laboral hasta 40 horas (frente a las 37,5 actuales) y elevar la jubilación de los 63 a los 65 años. El doctor se receta por fin su propia medicina, eso sí, en menor dosis.